“El aeropuero de Kalandia era ese lugar mágico donde siendo niño sentí por primera vez la libertad de volar. Como el resto de las tierras palestinas, lo robaron, violaron y deformaron para convertirlo en símbolo de opresión y de cautiverio”. Con esas palabras, Hanan Ashrawi, miembro del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), reaccionó al anuncio del Ministerio de Vivienda israelí: el 18 de febrero último, su portavoz reiteraba la voluntad de Israel, ya formulada varios años atrás, de establecer un asentamiento en el sitio del antiguo aeropuerto de Jerusalén. Actualmente, hasta su nombre es motivo de debate: si por un lado los israelíes lo llaman “antiguo aeropuerto de Atarot”, debido al moshav (comunidad cooperativa agrícola) implantado a proximidad inmediata, los palestinos por su parte prefieren llamarlo “aeropuerto de Kalandia” o “de Jerusalén”.
Un aeródromo en la Palestina mandataria
Volvamos atrás en la historia. 1920: los británicos construyen un aeródromo en el terreno situado a proximidad inmediata de la ruta que conecta Jerusalén y Ramala. Ese lugar, que bautizan “Kolundia Airfield”, será el primer y único aeropuerto de Palestina mandataria hasta 1936, cuando se construirá el aeropuerto de Lod, que más tarde se llamará “Ben-Gurión”.
En 1948, al finalizar el mandato británico, el aeropuerto es colocado bajo control jordano, que transforma el aeródromo en aeropuerto civil. Es su época de esplendor. “Aeropuerto de Jerusalén”, podía leerse en letras mayúsculas brillantes sobre la pista de aterrizaje. Rápidamente, se instalan varias líneas aéreas: las libanesas Air Jordan y Middle East Airlines (que se fusionarían en 1964) vuelan dos veces por día a Beirut, pero también están Egypt Air e incluso Air Jordan (hoy Royal Jordanian).
Los vuelos a El Cairo, Amán, Adén y la ciudad de Kuwait operan varias veces por semana. “Debemos recordar que muchos palestinos tenían lazos familiares o comerciales con los países vecinos. Durante mis investigaciones, me encontré con un hombre que tenía una librería en Ramala; me dijo en esa época efectuaba varios viajes por semana a Beirut y a El Cairo para llevar o traer libros. La situación era muy diferente: el mundo árabe estaba abierto para nosotros”, explica Nahel Awwad, una palestina que conoce la historia del aeropuerto como la palma de su mano.
Ante la ausencia total de datos históricos a disposición, Awwad realizó investigaciones y armó las piezas de un rompecabezas que en 2007 cobró la forma de un documental, 5 minutes from home (Akka Films, Monarch Films y Karavan Films). "Para los palestinos, el aeropuerto de Jerusalén era la puerta de salida al mundo, y también era la entrada a Tierra Santa para turistas, peregrinos y el conjunto del mundo árabe. En el Aeropuerto de Jerusalén aterrizaron muchos actores célebres, personalidades religiosas y políticos”, explica Awwad.
Tras la guerra árabe-israelí de junio de 1967, el sitio fue incluido artificialmente entre las tierras anexadas por Israel, antes de ser expropiado en 1970. En esa época, el aeropuerto todavía estaba registrado como situado en territorios ocupados. En consecuencia, durante muchos años el Estado de Israel no pudo utilizarlo como aeropuerto internacional. “El aeropuerto estaba registrado bajo jurisdicción de Jordania en el plan de navegación aérea de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) para Oriente Próximo. Israel intentó eludir ese acuerdo, aunque sin éxito. Esa fue una de las pocas ocasiones en que todos los países árabes se mantuvieron unidos”.
De 1970 a 2000, el tráfico estuvo limitado a vuelos domésticos, en su mayoría con destino Tel Aviv. El aeropuerto dejó de operar definitivamente a comienzos de la década de 2000, tras el comienzo de la segunda Intifada.
Estacionamiento para autobuses
Aunque la pista y la torre de control siguen estando intactas, el aeropuerto de Jerusalén está abandonado. Aislado de los barrios de Kafr Aqab y Al-Ram, así como de Cisjordania por el muro de separación, hoy es un descampado azotado por el viento, a pocos metros del puesto de control de Kalandia.
La construcción de ese muro jugó un papel fundamental en la historia del aeropuerto: lo volvió inaccesible y hasta invisible para la gran mayoría de los palestinos. El muro también le causó dificultades a Nahel Awwad durante la producción de su película: “Entre el momento en que la comencé y el momento en que la terminé, los israelíes terminaron la construcción del muro. Así que no podía llegar al aeropuerto sin autorización. Para poder llegar hasta el lugar, presentamos una demanda con mi equipo ante el consulado francés de Jerusalén, que es patrocinador de la película. Una parte del equipo obtuvo el permiso a último momento, la víspera del último día de rodaje. Pero yo, que era la directora de la película, no lo obtuve. Tuve que encontrar otro plan: pasé ilegalmente. Actualmente, cuando vuelvo a pensar en lo sucedido, me digo que fue una locura total, pero la situación no era la misma que hoy”.
A partir de 2007, empezaron a aparecer los primeros rumores de implantación de la colonia. Aunque no se lanzó ningún proyecto, de todas formas Israel no abandonó la idea. Para los palestinos, la historia del aeropuerto parece ir rumbo al olvido, en particular para las generaciones más jóvenes. En el autobús que lleva a Jerusalén y que pasa a unos metros de la pista, dos jóvenes palestinas comentan: “¿Y ese terreno? Era el aeropuerto de Palestina. Pero no sabemos mucho. Le construyeron un muro adelante, y solo pueden ver el resto los que tienen un permiso”.
Nahel Awwad agrega: “Hoy el sitio no solo está ocupado, sino que apenas existe en la memoria de mi generación, y está escondido en la mente de la gente que lo conoció como polo de aviación. Como palestina, descubrí una parte de mi historia que no conocía. Sentí el sabor de la libertad y pude ver ese lugar, que en otro momento era una puerta abierta al mundo. Esta película también fue un combate para hacer conocer esa historia”, explica la directora.
En este mes de marzo de 2020, hay unos treinta autobuses estacionados en el sitio. “Cuando tenemos varias horas de pausa, estacionamos aquí”, dice un chofer. “Pero no se dirija hacia la torre de control, porque está el ejército israelí y no le gusta que la gente se acerque”, advierte.
Una futura colonia de 11.000 viviendas
El anuncio hecho el 18 de febrero por el Ministerio de Vivienda israelí del proyecto de 11.000 viviendas en el sitio tiene un gusto particular para muchos palestinos, en especial para aquellos que conocieron este aeropuerto.
La ONG Terrestrial Jerusalem se queja: “Los límites del proyecto solo coinciden parcialmente con la línea de expropiación de 1970, y la composición de la propiedad es un mosaico complejo. La mayor parte del sitio está compuesta de tierras fiscales; solo una pequeña parte está constituida de tierras que pertenecen al Fondo Nacional Judío1, en el sitio del moshav Atarot, que fue abandonado en 1948. Cerca del 25% de las tierras pertenecen a palestinos”.
Para la ONG, las razones del interés de Israel por ese lugar son evidentes: “Jerusalén agotó casi todas sus reservas territoriales y los únicos sitios restantes son extremadamente problemáticos. Con el fuerte crecimiento de las comunidades ultraortodoxas, las familias más jóvenes se vieron obligadas a dejar Jerusalén y dirigirse a la ciudad vecina de Bet Shemesh y a las dos grandes colonias de la orilla occidental de la Línea Verde, Modi’in Illit y Beitar Illit. La implantación de una nueva colonia debería responder a las crecientes necesidades de esas comunidades, y hasta hubo un plan surrealista para construir un túnel bajo el campo de refugiados de Kalandia que conectaría el sitio del aeropuerto y la colonia ultraortodoxa de Kokhav Ya’akov al norte”.
Además, ese proyecto está en total contradicción con el plan estadounidense “Peace to Prosperity”, presentado apenas unos días antes del anuncio del ministerio israelí. En efecto, el mal llamado “acuerdo del siglo” recomienda crear en el sitio un sector que debería permitir “el desarrollo de una zona turística de clase mundial que debería sostener el turismo musulmán en Jerusalén y sus lugares santos”. En resumen, se trataría de la construcción de un complejo de hoteles, restaurantes y comercios bajo control israelí, y en beneficio de los palestinos. Si ninguno de los palestinos cree en la posible aplicación del plan Trump, es porque las élites israelíes continúan su proyecto sin siquiera tener en cuenta dicho plan. “El mensaje que les enviaron a los palestinos es claro: Israel, que cuenta con el respaldo de Estados Unidos, hace lo que quiere, como construir una colonia en el lugar mismo designado por el plan Trump en beneficio de los palestinos”, analiza Terrestrial Jerusalem.
Entonces, ¿puede implementarse ese plan? No hay ninguna certeza: el proyecto deberá enfrentar enormes complicaciones jurídicas, en particular debido a su proximidad con Ramala y Kafr Aqab.
“Es una noticia que me da mucha pena. Tengo la esperanza de que no concluyan su proyecto. Pero sabemos cómo trabajan ellos: hacen anuncios, analizan las reacciones, y vuelven a la carga varios años después”, concluye Nahed Awwad.
1Fundado en 1901, el Fondo Nacional Judío posee y administra varias centenas de miles de hectáreas.