Reportaje

En Palestina, Nablus, la rebelde, mantiene la frente en alto

Aislada del mundo por las tropas de ocupación y bajo la presión de muchas colonias israelíes, la gran ciudad del norte de Cisjordania sigue de cerca y con tristeza la aniquilación de la sociedad de Gaza a manos del ejército israelí. Nablus, que encarna la vida sosegada pero también el espíritu de resistencia en Palestina, se cuestiona sobre los caminos que llevan a la liberación.

27 Marzo 2024. Vista general nocturna de la ciudad de Naplusa, capital del norte de Cisjordania.
Jean Stern

De nuestro enviado especial, en Nablus

En esta media mañana de fines de marzo de 2024, la ciudad vieja de Nablus —un entramado de callejones entre palacios medievales altivos, plazoletas adornadas con fuentes serenas, y terrazas floridas y perfumadas— recién despierta. La ciudad de Nablus, la tranquila, se ha convertido desde hace dos años en el símbolo de quienes levantan la cabeza en Cisjordania. Resistencia armada, resistencia política, resistencia cultural, Nablus dijo “no” y pagó el precio. Para los palestinos de Nablus, lo que califican como el genocidio en curso en Gaza está provocando un “electroshock mundial”, como dice un intelectual. Y parecen haber recobrado el “espíritu de resistencia”, que deja entrever otro futuro para Nablus diferente al de guerra.

Los comercios del mercado de alimentos tienen poco trabajo a la mañana, las demoras se concentran hacia el final del día, cuando los vecinos se pasean tomados del brazo para comprar hierbas, verduras y dulces, como el famoso knafe, un flan tibio deliciosamente aromatizado que los numerosos pasteleros de Nablus califican orgullosamente como el mejor de Oriente Próximo. Los puestos están bien cargados de mercadería. Para la ruptura del ayuno, todo debe ser fastuoso y pantagruélico. A pesar de que la desgracia se ha instalado en la región desde hace meses, años, “siglos” —ironiza un exprofesor—, la ciudad se jacta de su prosperidad, que no se limita a los resplandecientes automóviles alemanes que desfilan al anochecer por las avenidas de la ciudad moderna. Ciudad comercial, capital regional del norte de Cisjordania, Nablus obtiene su riqueza de su entorno agrícola, directamente amenazado por los colonos israelíes, que toman las tierras y acosan a los campesinos que venden su producción a los mayoristas de la ciudad. Los abundantes olivares de sus alrededores contribuyeron en su legendario arte en jabones y productos de belleza.

La pesadumbre de la información proveniente de Gaza alimenta la pena de muchos residentes de Nablus. Muchos conocen a las víctimas personalmente, debido a alianzas familiares y a parentelas lejanas que ni la Nakba (“Catástrofe” en árabe) ni la colonización de Cisjordania y de Gaza lograron destruir por completo. “¿Quién habla de nuestro dolor?”, dice el escritor de Haifa Majd Kayyal, desolado, como muchos otros palestinos de Nablus y de otras partes, por la magnitud del duelo: más de 32.000 muertos en Gaza y 600 en Cisjordania. Desde luego, esta “reina sin corona”, sobrenombre halagador y ambiguo de Nablus, tiene el cuero curtido. Centro estratégico de la ruta de las caravanas y luego del ferrocarril entre Damasco, Jerusalén, Amán y El Cairo, sufrió ocupaciones a lo largo de su historia. Sin embargo, la leyenda asegura que jamás se rindió. La ciudad, de más de 270.000 habitantes, hoy está vigilada de cerca por dos bases militares israelíes colgadas de los picos de las montañas que la rodean. Sobre sus laderas se levantan los edificios nuevos, que le dan más fuerza y belleza a la ciudad, sobre todo a la noche. Desde el otoño es más difícil acceder a la ciudad porque el ejército israelí cerró sus principales puestos de control. Nablus está rodeada de innumerables colonias, incluidos varios puestos de avanzada de unas treinta construcciones prefabricadas, rodeadas de círculos de alambre de púa hasta que se levante un muro de separación. El conjunto del dispositivo colonial está bajo la autoridad de ministros supremacistas y racistas. Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich tienen autoridad superior en la gestión de los territorios. Las nuevas milicias coloniales israelíes que han sido creadas y armadas, las Kitat Konenut, ya cuentan con más de 11.000 voluntarios, instigados a cometer crímenes en Cisjordania.

“La gente dejó de quejarse”

De repente, los callejones de la ciudad vieja rugen de furia. Las antiguas fachadas de piedras doradas resuenan con las oraciones fúnebres y los pedidos de venganza. Nablus entierra a Walid Osta, un joven de 19 años que vivía en Ein, un pequeño campo de refugiados de dos mil personas cerca del centro de la ciudad. Nada que ver con Balata, en la entrada sur de la ciudad, ni con Askar, en el norte, dos campos de refugiados que cuentan con decenas de miles de habitantes. Walid Osta fue asesinado el día anterior en Yenín, durante un enfrentamiento provocado por el ejército israelí. El rosto del joven va descubierto, los ojos cerrados, los labios hinchados. Es un niño que la multitud de Nablus lleva en hombros, una pequeña multitud de unas 300 personas. La represión es rigurosa y se efectúa con la complicidad activa de la policía palestina. El peligro es real. Aquí los palestinos temen más manifestarse que en cualquier ciudad de Israel. Israel multiplica los arrestos preventivos y las detenciones administrativas sin proceso ni juicio. A pesar de todo, comenta un intelectual, “con lo que está pasando en Gaza en estos últimos meses, la gente de Nablus dejó de quejarse de su suerte”. Israel dio un paso importante, habrá que encontrar el modo de dar otro de este lado.

Sin embargo, en las miradas de las personas presentes durante el paso del cortejo fúnebre se lee la tristeza, el hartazgo, el miedo. También la indiferencia. Como si, después de la masacre del 7 de octubre y el bombardeo persistente y homicida de Gaza, después de tantos muertos, fuera “momento de pasar a otra cosa”, resume un intelectual.

Wael Al-Faqih, director de Tanweer, una asociación instalada en la ciudad vieja que realiza un enorme trabajo destinado a las mujeres, dice ser “radicalmente favorable a la no violencia” y estima que los palestinos deberían seguir esa senda. Al-Faqih sufrió la violencia de Israel, igual que su esposa: “a ella la encarcelaron dos veces; a mí, varias”, siempre con motivos falaces. Para volver a plantear la reflexión sobre el futuro, “hay que terminar con la época de los remedios de charlatanes”, dice con ironía amarga otro de mis interlocutores.

“La muerte está instalada aquí desde hace mucho tiempo, y se cobró la vida de muchos jóvenes”, agrega, convencido de que algún día habrá que cambiar de mentalidad. Para un arquitecto de Nablus, el futuro implica “reanudar la construcción de una sociedad civil y elaborar un proyecto político común para todos los palestinos”. Zouhair Debei, que entregó parte “de su vida y de su energía” a un semanario local independiente, cuenta que siempre defendió, “y hoy más que nunca, la idea de la no violencia. Hay que construir una alternativa para conservar la memoria de los palestinos y, sobre todo, mejorar las condiciones de vida, particularmente en materia de educación y ecología. Necesitamos plantar muchos más árboles. La historia de Nablus debe convertirse en una lección de convivencia”.

“El respeto de toda Palestina”

En 2022, los muy jóvenes militantes de El Foso de los Leones habían elegido otra alternativa: tomar las armas y generar revuelo en TikTok . La ciudad, al complicarles la vida a las tropas israelíes, se ganó “el respeto de toda Palestina”. Resistentes para los palestinos, “terroristas” para los israelíes, eran más de doscientos combatientes, que en su mayoría fueron abatidos, mientras que otros fueron encarcelados. Sus cromos en armas cubren las paredes de la ciudad vieja y de los campos. El callejón de hierbas silvestres donde el 9 de agosto de 2022 fue abatido Ibrahim Al-Naboulsi, de 18 años, tras un impresionante despliegue nocturno del ejército israelí en el corazón de la ciudad vieja, se ha convertido en un discreto recorrido por la memoria.

[FOTO: Retrato de Ibrahim Al-Naboulsi en el lugar donde fue matado por el ejército israelí, en la ciudad vieja de Nablus, el 9 de agosto de 2022. Jean Stern]

“Algo cambió desde el 7 de octubre, y yo apoyo las resistencias, porque un pueblo ocupado tiene derecho a defenderse”, resume Ibrahim, un joven intelectual de Nablus. “De las 38 personas que estaban en clase conmigo en 2005, 22 murieron o fueron arrestadas”. Su dolor lo ahoga y a veces lo paraliza. Sin embargo, no puede pensar en huir. Para él, el mundo exterior está vedado: con la ocupación, el muro, los bloqueos y todo lo que arruina su vida cotidiana, Israel gobierna al fin de cuentas sus condiciones de vida.

Para Ibrahim, salir de la ocupación es una pesadilla. Lo persigue el recuerdo de su amigo de 13 años, que murió en sus brazos luego de una agonía de varios minutos, sobre la acera. Había recibido un disparo de bala en un ojo durante la segunda intifada, que en Nablus fue tan potente como deletérea. Así que Ibrahim comprende la pena y la ira de los israelíes ante el “horror” del 7 de octubre, pero les pide, como todas las personas del lugar, que comprendan su rabia, basada desde hace tiempo en la arbitrariedad colonial y reavivada por las miles de muertes en Gaza.

Ibrahim se alegra de pensar que es “el comienzo del fin” para el gobierno opresor de Benjamín Netanyahu. La derrota del gobierno y de su ejército, que no lograron destruir a Hamas ni liberar a los prisioneros, es algo que se siente tanto en las calles de Nablus como en las de Tel Aviv. Muchas personas en Palestina y también en Israel imaginan el final de un país victorioso hasta el momento, en todo caso, bajo su forma actual.

“Una decisión del pueblo palestino”

El pacifista Wael Al-Faqih estima que “el derecho de defenderse” contra la opresión, contra una situación que “se deteriora terriblemente desde hace más de quince años” no es “una decisión de Hamas sino del pueblo palestino. Hace 75 años que Israel oculta la realidad de Palestina ante los ojos del mundo. Eso también está cambiando, la gente empieza a descubrir el verdadero rostro de Israel”. El hecho de que sea en Nablus donde se vuelve a plantear el debate sobre la elección del modelo de resistencia, entre la no violencia y la lucha armada, también habla de la reputación intelectual de la ciudad, que aprecia tanto las ideas como los encuentros entre sus vecinos.

Sin embargo, eso no implica que los palestinos recuperen la confianza en sus partidos y sus instituciones. Uno de mis interlocutores resume en una frase el sentimiento general: “la Autoridad Palestina es corrupta y su aparato de seguridad se vendió a los israelíes. No tiene ningún proyecto. Hamas, por su parte, es un partido reaccionario, conservador, racista, hostil a los derechos de las mujeres y homófobo”. Según una encuesta del Instituto PSR realizada a comienzos de marzo de 2024 a través de centenares de entrevistas cara a cara en Gaza, Jerusalén Este y los territorios —lo que representa una verdadera hazaña sociológica—, solo un tercio de los palestinos apoya a Hamas, es decir, 9% menos que en diciembre de 2023. El apoyo a la lucha armada también sufrió una baja de 17% y cayó de 56 a 39%, mientras que el apoyo a la no violencia asciende a 27%, es decir, aumentó un 8%. Sin embargo, 70% de los palestinos también piensan que, en el contexto del fracaso del proceso de paz, el ataque del 7 de octubre estaba justificado. En el plano político, con la corrupción generalizada en Gaza y Cisjordania, los palestinos toman distancia tanto de Hamas como de la Autoridad Palestina, que actualmente ejercen el poco poder que los israelíes les dejan a los palestinos.

En los agradables atardeceres primaverales de Ramadán, los cafés de la ciudad vieja y del centro moderno de Nablus se llenan de hombres y mujeres jóvenes en grupos no mixtos, como en otros lugares del mundo. Juegan a las cartas, fuman narguile, toman té y comen knafe. La liviandad está en los genes de “the old lady”, otro sobrenombre cariñoso de Nablus. La vieja dama infunde espíritu de resistencia en el ardor de sus jóvenes, y no hay vuelta atrás.

  • Portrait d’Ibrahim Al-Naboulsi à l’endroit où il a été liquidé par l’armée israélienne dans la vieille ville de Naplouse, le 9 août 2022.
    Jean Stern