Israel-Palestina

Salah Hammouri, preso de Jerusalén, culpable de resistir

En un testimonio publicado por Libertalia en la colección Orient XXI, el franco-palestino Salah Hammouri relata los diez años que pasó en las cárceles israelíes. El libro fue publicado en Francia el 31 de agosto de 2023. Aquí presentamos el prefacio escrito por Armelle Laborie-Sivan, quien compiló y redactó las fuertes palabras de Salah Hammouri.

Salah Hammouri, retrato (20 de enero de 2023)
Joël Saget/AFP

Condenado a testimoniar

En junio de 2023, Salah Hammouri pasó algunos días en Marsella para que releyéramos juntos el manuscrito de este libro.

En esa oportunidad, una asociación de reinserción de detenidos que interviene en la prisión de Baumettes lo invitó a asistir a la proyección de una película palestina y a reunirse con un pequeño grupo de prisioneros que están por cumplir su pena y que en su mayoría tienen menos de 25 años. La primera pregunta de esos jóvenes detenidos, formulada con la participación activa de un carcelero, tenía que ver con la influencia de los judíos, que presuntamente dominarían los círculos del poder en Occidente. Según ellos, eso explicaría la indulgencia de la comunidad internacional hacia la política israelí. La respuesta de Salah Hammouri fue clara e inequívoca. Al recordar, entre otras cosas, que los palestinos musulmanes, judíos y cristianos vivían en armonía antes de la colonización británica, Hammouri demostró que cualquier declaración antisemita es inaceptable y que la problemática es y debe seguir siendo política.

Había, sin embargo, un puñado de individuos que, pretendiendo ser representativos de los judíos franceses, lo acusaron de “trasladar el odio de Israel a nuestro suelo” y de “amenazar a la comunidad judía” . Plenamente consciente de la necesidad de combatir la ignorancia, Salah Hammouri sigue expresándose públicamente; siempre lo hace con tranquilidad, precisión y pedagogía. Su herramienta es la palabra: desde su juventud en Jerusalén, donde militaba en centros de estudiantes secundarios y universitarios; luego en la cárcel, donde la enseñanza y las discusiones estructuraron sus años de detención, o como abogado, cuando defiende los derechos de los prisioneros palestinos desde una asociación de derechos humanos o ante un tribunal. Y actualmente, exiliado en Europa, Sarah Hammouri sigue hablando, testimoniando, explicando, relatando, sin ceder jamás a las intimidaciones ni a las amenazas.

Las autoridades israelíes y sus defensores lo acusan de lo siguiente: haberse negado a someterse a las leyes de la ocupación, resistir y testimoniarlo. Por ese motivo fue hostigado, demandado y luego juzgado, para convertirse en preso político (en Israel no se dice “preso político”, sino “preso de seguridad”), deportado y actualmente residiendo en el exilio lejos de su país.

Para registrar sus palabras, algunas semanas después de su llegada a Francia, y escribir el relato siguiente, fue necesario superar una dificultad humana fundamental: establecer una relación de confianza con una persona que no ha dejado de sufrir los interrogatorios de los agentes del Shin Beth1. Es evidente que no se puede pasar la mitad de la vida adulta en prisión sin conservar secuelas. En cada una de nuestras reuniones de trabajo, yo debía interrogar a un interrogado, a un hombre al que intentaron sustraerle la capacidad de tener confianza en el otro y la libertad de demostrar sus emociones fuera de las celdas israelíes. Era necesario ser el intérprete fiel de alguien que pocas veces se expresa en primera persona y que prefiere emplear “nosotros, los palestinos”.

Poco a poco, fuimos rastreando juntos la sucesión de los acontecimientos, que hemos enmarcado en la historia grande del país.

Este libro ofrece un relato en un presente permanente, dado que es imposible borrar los diez años que Hammouri pasó en detención, sobre todo cuando sabemos que hay compañeros que siguen en cautiverio. Porque a diferencia de los relatos de presos escritos a posteriori, en este caso estamos hablando de un hecho incesante.

Esa es, por cierto, una de las razones por las cuales en el libro no aparecen algunos métodos de supervivencia o de comunicación entre los detenidos, porque es algo que todavía afecta a los miles de palestinos detenidos y a los que todos los días siguen siendo detenidos y encarcelados. Actualmente, los presos políticos palestinos son 5.000, de los cuales 1.083 se encuentran en detención administrativa (detención sin inculpación ni proceso, por una duración desconocida), lo que representa en total más de un millón de palestinos encarcelados desde 19482.

Los presos de Jerusalén dependen de un estatuto aparte que reproduce el complejo sistema creado por las autoridades israelíes para tratar de manera diferente a los palestinos de Cisjordania, de Gaza, de Jerusalén, a los que residen en el interior de Israel y a los sirios del Golán ocupado.

Como todos los palestinos de Jerusalén, Sarah Hammouri no tiene nacionalidad, solo un precario documento de residente. Pero es francés por su madre. Esa nacionalidad, que hubiera podido ser una ventaja, terminó siendo una carga. Las autoridades israelíes convirtieron su caso en un ejemplo destinado a intimidar a la población ocupada de Palestina y a desafiar a la diplomacia francesa. Por eso su historia es emblemática no solo de las persecuciones y del hostigamiento político sufrido por los palestinos, sino también de la debilidad e incluso la cobardía del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia a la hora de intervenir en Israel.

Como francesa y conciudadana de Sarah Hammouri, estoy conmocionada por la manera en que Francia trató su caso.

Israel es, por razones personales, un país que conozco bien. Sé que allí el silencio es en muchos sentidos una forma de ignorar las realidades de la ocupación y la colonización, tanto para los propios israelíes como para los visitantes. Desgraciadamente, ese silencio prevalece también en el marco de las relaciones diplomáticas con Israel.

Francia podría y tendría que haber protegido a Sarah Hammouri cuando era hostigado por la policía y la justicia militares de un poder ocupante y cuando fue juzgado y encarcelado durante más de diez años, varios de ellos sin acusación, pruebas ni juicio.

Frente a este silencio que significa complicidad, Sarah Hammouri testimonia incansablemente sobre la necesidad de resistir, como los nopales de los pueblos palestinos destruidos en 19483 que no dejan de brotar, recordando la historia a aquello y aquellas que quieren olvidarla.

Marsella, junio de 2023

Traducido del francés por Ignacio Mackinze.

1El servicio de seguridad interior de Israel.

2Fuente: Addameer.

3En 1948, en el momento de la creación del Estado de Israel, los palestinos fueron sometidos a un exilio forzado y sus pueblos fueron destruidos (la Nakba, la “catástrofe” en árabe).