Gaza 2023

Israel. Una economía resiliente pese a la guerra

La guerra y la movilización militar de centenas de miles de personas pesan fuerte sobre la economía israelí, que sin embargo parece capaz de resistir a corto y a mediano plazo.

De izquierda a derecha: el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Eli Cohen, el primer ministro Benyamin Netanyahu, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el ministro de Economía, Nir Barkat, en una rueda de prensa en la Oficina del Primer Ministro en Jerusalén el 25 de enero de 2023
Ronen Zvulun/Pool/AFP

La guerra que estalló luego del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 tomó por sorpresa a una economía israelí en forma: un crecimiento anual de más de 3%, una inflación pese a todo contenida de 3,7%, un índice de desempleo de 3,2% y una balanza de pagos superavitaria de 4,2% del producto interno bruto (PIB), la más elevada de Oriente Próximo junto a la de Arabia Saudita. Dos meses más tarde, el comentario en caliente de Amir Yaron, gobernador del banco central, el Banco de Israel (BOI), quien habló de un “shock considerable”, se confirma con cada día que pasa. Tiendas cerradas, obras en construcción detenidas, bares vacíos, uno de cada tres restaurantes cerrados en Tel Aviv, decenas de miles de israelíes desplazados (del norte y del sur), desaparición de los turistas europeos y estadounidenses, cancelación de operaciones de las compañías aéreas extranjeras en el aeropuerto internacional David Ben Gurión, éxodo de 300.000 israelíes poseedores de un pasaporte extranjero… Se vive un clima pesado y un desánimo prácticamente general.

Entre los 360.000 reservistas movilizados y la revocación de los permisos de estancia de 164.000 trabajadores palestinos, falta más de medio millón de activos de una población activa de menos de 4 millones, lo que deprime la actividad. Según el BOI, en cinco semanas, su retroceso habría sido de 6% debido a la caída de los efectivos. Faltan, por ejemplo, choferes de camiones, lo que desorganiza la red de transportes internos, y la agricultura sufre la partida de miles de trabajadores asiáticos. Muchos habitantes perdieron su empleo sin haber sido movilizados por el ejército, con lo cual la cantidad de desempleados aumentó 264.000, según la Oficina Central de Estadísticas. En total, en pocas semanas, habrían quedado fuera del mercado de trabajo unos 750.000 israelíes. En la importante revista financiera Barron’s del 22 de noviembre de 2023, Daniel Egel, director de RAND Corporation, prevé una pérdida de actividad de 400.000 millones de dólares para los próximos diez años. “A largo plazo, es una amenaza para la economía del país”, escribió Egel.

Líneas de defensa sólidas

Esa quizá sea una opinión demasiado pesimista, al menos a corto plazo. La economía israelí cuenta con líneas de defensa sólidas. Su endeudamiento es limitado (60% del PIB). Sus reservas de divisas superan los 191.000 millones de dólares y el superávit de la balanza de pagos (más de 20.000 millones de dólares) no desaparecerá en pocas semanas. El séquel, la moneda nacional, se mantiene estable frente al dólar y al euro, el acceso a los mercados financieros internacionales funciona bien, la firma del Estado es respetada y la situación financiera del país inspira confianza. En Wall Street se habría acordado discretamente un préstamo de 6.000 millones de dólares tras el 7 de octubre, una colocación privada en euros, yenes y dólares respaldada en parte por Goldman Sachs Group Inc. En caso de problema en los mercados, la Reserva Federal, el banco central estadounidense, podría alimentar directamente con liquidez a los grandes bancos israelíes, como hizo en 2008 con los grandes bancos de unos quince países, cuando los mercados dejaron de funcionar debido a la crisis. El BOI no aumentó demasiado sus tasas de interés, la Bolsa de Tel Aviv cayó solo 4% desde el 31 de diciembre de 2022 y, desde el 7 de octubre, su retroceso es de menos de 1% por semana.

En realidad, Israel puede autofinanciar la guerra con sus propios recursos y la ayuda norteamericana. “Somos capaces de financiar al Estado de Israel, incluso en los escenarios más extremos”, estima Yali Rothenberg, tecnócrata en jefe del Ministerio de Finanzas. Según Leader Capital Markets, el principal consejero fiscal del país, las necesidades de financiamiento de Israel en 2023-2024 –un tercio de las cuales serían financiadas por Estados Unidos bajo la forma de entregas de material militar– ascienden a 48.000 millones de dólares. De modo que ninguna presión financiera puede obligar al gobierno a cambiar de política, a diferencia, por ejemplo, del conflicto entre Rusia y Japón a comienzos del siglo XX, que terminó porque los bancos franceses y anglosajones se negaron a otorgar más créditos a ambos beligerantes exangües.

El sector de la alta tecnología, locomotora de la economía, es ultrarrendidor: con 14% de los empleos, garantiza más de la mitad de las exportaciones, sobre todo de servicios. Israel posee más de un centenar de empresas emergentes de alta tecnología y en su territorio están implantadas más de 500 multinacionales. A largo plazo, una parte de la actividad podría expatriarse hacia cielos más clementes, pero por el momento no es lo que sucede, salvo por una fuga de cerebros más o menos controlada, iniciada al parecer antes de la guerra. Desde luego, los inversores están preocupados. La incertidumbre, enemiga de los negocios, está en su punto máximo. En el sector de los hidrocarburos, el yacimiento de Tamar interrumpió sus actividades durante un mes, antes de reanudarlas el 9 de noviembre. Pero el país más afectado fue Egipto, que revende el gas israelí a los consumidores europeos.

El punto débil de las finanzas públicas

El punto débil del dispositivo tal vez tiene que ver con las finanzas públicas. Antes de la guerra, The Economist Intelligence Unit estimaba que el déficit presupuestario para 2023 alcanzaría el 4,6% del PIB, una tasa cercana a la de varios países miembros de la Unión Europea. Ahora podría pasar a cerca de 10%. Según el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, el costo de la guerra –el mantenimiento de cerca de 400.000 soldados, el costo de las bombas utilizadas por los aviones de la fuerza aérea israelí y con frecuencia importadas de Estados Unidos o del Reino Unido, y las numerosas pérdidas de beneficios netos debido al repliegue de la actividad y del consumo de los hogares– asciende a 270 millones de dólares por semana. Una guerra larga o su generalización a todo o una parte de Oriente Próximo empeoraría aún más las cifras y provocaría tensiones inflacionarias más fuertes, salvo que el gobierno adoptara medidas de austeridad (alza de impuestos, baja de ayudas y de subsidios públicos…), que suelen ser poco populares, incluso en tiempos de paz.

Smotrich no siguió ese camino en el presupuesto rectificativo de 2023 de 13.500 millones de dólares adoptado después del 7 de octubre y financiado íntegramente por préstamo. Hay una partida de gastos que preocupa especialmente: la cantidad de israelíes evacuados de las fronteras sur y norte del país, de ciudades y pueblos que fueron abandonados por orden del gobierno. Actualmente son cerca de 300.000 personas que están alojadas en los grandes hoteles, vacíos de turistas, sobre todo en el mar Muerto y en Eilat, el gran puerto en el mar Rojo. ¿Cuánto tiempo se quedarán allí? Por el momento, el frente financiero soporta el shock; la última semana de noviembre, la demanda de bonos del Estado y de bonos del Tesoro fue seis veces más elevada que las demandas del Tesoro.

Pero subsiste una preocupación más política: el “paquete” otorgado en mayo de 2023 a los cinco partidos de la coalición gubernamental, el fondo especial para construir escuelas religiosas o pueblos de colonos en Cisjordania. Este 1% del presupuesto genera una amarga polémica entre partidos ultraortodoxos y de extrema derecha, de modo que el ministro de Finanzas, proveniente de ellos, quedó atrapado en el fuego cruzado. Nadie quiere renunciar a su porción de la torta. Los tecnócratas del Ministerio, que este año aceptaron a regañadientes el mantenimiento del fondo, reclaman su eliminación para 2024. Smotrich está acusado de eludir sus responsabilidades y de poner en peligro el futuro de las finanzas públicas israelíes, que, mientras tanto, aguantan el shock. Al menos a corto y a mediano plazo.