Petróleo

Argelia. El futuro sin perspectivas del sector petrolero

La crisis política continúa en Argelia, y los recursos petroleros del país disminuyen de manera peligrosa. La situación suscitó un debate en torno al futuro de esa industria y la importancia o no de recurrir a empresas extranjeras. El ministro del petróleo que acaba de ser despedido ha pagado el precio.

¿Las empresas extranjeras salvarán a la industria petrolera en Argelia? Es la última esperanza del gobierno de Abdelaziz Djerad, que espera hallar en ellas los miles de millones de dólares y las nuevas tecnologías que necesita con urgencia para relanzar la producción de hidrocarburos, en caída desde hace casi quince años. Sin embargo, todavía no hay nada confirmado. La energía fósil ya no tiene tanta popularidad entre los banqueros, y los petroleros internacionales empobrecidos por la crisis y la epidemia ahora se ilusionan con las energías verdes. Por su parte, la nueva ley argelina sobre los hidrocarburos, indispensable para intentar seducir a futuras empresas petroleras interesadas, todavía no está lista para entrar en vigencia.

El 20 de enero de 2021, Abdelmajid Attar, de 74 años, ex CEO de la empresa nacional Sonatrach durante la década de 1990, ministro de Hidráulica en la década de 2000, reconocido consultor, designado en junio de 2020 ministro de Energía, y destituido abruptamente en febrero de 2021, dio a través de la radio nacional un panorama totalmente pesimista de su sector: pérdidas de 10.000 millones de dólares (8.000 millones de euros) durante el año pasado y una nueva baja de la producción, de las exportaciones y de las inversiones, lo que produjo resultados financieros desastrosos.

La agencia de prensa estadounidense Bloomberg, muy respetada en Estados Unidos –sobre todo en Wall Street–, se preguntó a comienzos de febrero de 2021: “¿Argelia sigue siendo un país petrolero?”1. Sus exportaciones de crudo solo representan menos del 1% de las exportaciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y el país convirtió en una cuestión de honor el cumplimiento de la consigna de la OPEP de reducir la producción. Desde luego, la epidemia de coronavirus también lo afectó, pero el virus y sus consecuencias explican una parte –solo una parte– de las decepciones del año.

Una ley votada y luego abolida

Hasta 1986, el país vivió a costa de dos gigantescos yacimientos descubiertos por empresas francesas en 1956. El yacimiento en Hassi Messaoud era petrolero; el de Hassi R’mel, gasístico. Con el dinero del petróleo nacionalizado en 1971 se promovió la industrialización, la medicina pasó a ser gratuita, se generalizó la escuela y se instauró una política más social. La potente industria gasística que se erigió consumía más capitales que la búsqueda de nuevos yacimientos. Así que el sector propiamente petrolero, que era el que más renta generaba, durante quince años se vio privado de inversiones, en particular en exploración, indispensable para asegurar la continuidad de la explotación de los yacimientos de hidrocarburos.

Dieciséis años después de la nacionalización de las empresas extranjeras, y a pesar de las resistencias políticas e ideológicas, una nueva ley permitió que el subsuelo argelino pudiera ser explotado por empresas extranjeras. Las empresas debían financiar el 100% de los gastos de prospección, y si búsqueda resultaba exitosa, recibían un reintegro a través de la venta de la producción. También debían mantener una participación accionaria minoritaria, con el 49% de las acciones. Así y todo, aparecieron nuevas empresas interesadas, como la estadounidense Anadarko, y otras conocidas volvieron con fuerza, como la italiana ENI. En los alrededores de Berkine, en el este del país, apareció una tercera provincia petrolera. Pero rápidamente el boom se desinfló por las disputas que arruinaron a los asociados, entre los que aparecía automáticamente Sonatrach, la empresa nacional, siempre mayoritaria. Los litigios se multiplicaron y las empresas extranjeras se retiraron a hurtadillas. Resultado: en lugar de los 2,6 millones de barriles por día que se esperaban en ese entonces, la producción petrolera cotidiana cayó inexorablemente a la cifra actual de menos de 1 millón de barriles por día.

En diciembre de 2019 se adoptó una nueva ley petrolera en plena crisis política. Su ambición era promover el regreso de las empresas internacionales, con frecuencia decepcionadas por las prácticas corrientes en Argelia, desde las aduanas hasta los impuestos, pasando por los bancos y, desde luego, la empresa nacional, Sonatrach, que debe aprobar cada decisión y suele tardar cierto tiempo en hacerlo. En consecuencia, las obras suelen atrasarse hasta duplicar –y a veces incluso más– el plazo previsto. No es extraño que un proyecto tarde veinte años en concretarse.

Un régimen fiscal poco atractivo

La rentabilidad se ve reducida por la intensa presión tributaria. Según Rystad Energy, una consultora noruega especializada en hidrocarburos que realizó un estudio sobre la industria petrolera mundial, la parte pública (el Estado y Sonatrach) acapara el 99% de la renta, contra una media mundial del 72%, o del 68% en Arabia Saudita. Junto con Rusia, Argelia tiene el régimen fiscal menos atractivo del mundo. Para atraer a nuevos candidatos reticentes debido a su reputación, el país debe, por lo menos, ponerse a la altura del promedio mundial, e incluso reducir la carga impositiva para diferenciarse de los competidores de la OPEP y de otras partes del mundo. Desde hace más de un año, las autoridades vacilan entre el temor de perder los ingresos fiscales para el presupuesto del Estado, que ya es muy deficitario, y la obligación ineludible de atraer capitales y tecnologías suplementarias hacia el sector. ¿Cómo encontrar el punto justo? El ministerio y la empresa pública no se ponen de acuerdo, y aunque al CEO le quitaron el poder de decisión, eso no permitió avanzar más rápido.

El segundo escollo está relacionado con el 51% de la participación accionaria que se le otorga automáticamente a Sonatrach. No es un debate nuevo: ya en 2005, Chekib Khalil, exministro de Energía, había hecho adoptar una ley que permitía que otras empresas obtuvieran la mayoría de la participación en un yacimiento petrolero y gasístico. La fuerte bronca que suscitó la medida llevó al presidente de entonces, Abdelaziz Buteflika, a anular la medida. La tutela de la empresa nacional mayoritaria en las asociaciones que se conformaron dejó un pésimo recuerdo entre los socios extranjeros: ante instancias internacionales de arbitraje se presentaron no menos de 13 demandas, y al final el litigio se resolvió con el retiro puro y simple de la parte argelina y el pago de indemnizaciones sustanciales. Un decreto ejecutivo de fecha 9 de febrero de 2021 emitido por el consejo de gobierno mantiene la regla del 51% y cierra el debate, al menos por un tiempo. “La orden garantiza y preserva los intereses del Estado a través del mantenimiento de su participación accionaria en la empresa en un 51% como mínimo”.

La necesidad de modernización

Pero así como necesitan capitales, los hidrocarburos argelinos también necesitan nuevas tecnologías. La forma de explotar los yacimientos, el volumen de gas reinyectado para mantener la presión en los yacimientos, y sobre todo, la tasa de recuperación de las reservas existentes requieren con urgencia obras de innovación y de modernización. Entre Berkine, explotado por una empresa norteamericana, y Hassi Messaoud, en manos de Sonatrach desde las nacionalizaciones de 1971, hay una diferencia del 15 al 20% en cuanto a la cantidad de crudo extraído del subsuelo. Ya en diciembre de 2014, Sid Ahmed Ghozali, uno de los fundadores de la empresa nacional, explicaba que “el precio del barril no es el único parámetro del que dependen nuestros recursos financieros”. De hecho, Argelia es el único miembro de la OPEP que no completa totalmente el cupo fijado y exporta menos crudo que el autorizado por los acuerdos de diciembre de 2020. Así que las empresas extranjeras tienen motivos para dudar.

En enero de 2021, el país no estuvo en condiciones de aprovechar el aumento del precio del barril, que por primera vez en un año superó los 60 dólares (50 euros). Y sin embargo, Argel necesita más dinero que nunca. La empresa francesa de seguros de crédito Coface, que garantiza las exportaciones de Francia, estima que el Banco de Argelia cuenta con reservas de divisas para ocho meses de importaciones. En diciembre de 2020, las reservas ascendían a 23.000 millones de dólares (19.000 millones de euros), una cantidad apenas suficiente para financiar el déficit exterior por cuenta corriente del año. ¿Qué pasará después?

1“Algeria, An Oil Country No More? Algerian Energy Exports Sink Rapidly”, Bloomberg, 8 de febrero de 2021. Argel calcula exportaciones de 937.000 barriles por día durante enero de 2021, contra 290.000 según Bloomberg. Argel le agrega 647.000 barriles por día de productos gaseosos (gas natural y GNL). Dos tercios del crudo argelino se refinan en el país y se consumen por los hogares y las empresas argelinas.