Empresas militares rusas. Wagner: ¿Cuántas divisiones lo integran?

Implicadas en el contexto de las intervenciones militares de Moscú en Ucrania a partir de 2014, y luego en Siria a partir de 2015, las empresas militares rusas irrumpieron más recientemente en Libia y en varios países del África subsahariana. El misterioso grupo Wagner, dirigido por Yevgeny Prigozhin, un allegado de Vladimir Putin, llama en particular la atención. Esta entidad, cuyos contornos son borrosos, es empleada para fines diversos, según las situaciones y los países.

Mercenarios rusos en Siria (Slavonic Corps, ca 2013)
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En la Rusia postsoviética, el mercado de la seguridad privada especializada en actividades de guardaespaldas y custodia se organizó rápidamente. En cambio, el de las empresas militares privadas (EMP), que proponen servicios de protección en zonas sensibles, remoción de minas, formación y entrenamiento apareció más tardíamente, a fines de la década de 2000. El desarrollo de EMP en Rusia es concomitante con un creciente interés de la comunidad estratégica rusa por ese fenómeno. Similares a sus equivalentes occidentales, las EMP rusas —alrededor de veinte— están registradas como simples empresas comerciales, ya que no gozan de estatuto legal, aunque la posibilidad de darles un marco es motivo de debate regular en Rusia. Estas empresas han sido utilizadas en particular en misiones para segurizar buques comerciales en el golfo de Adén, en operaciones de remoción de minas en los Balcanes y en Libia, e incluso por la ONU para segurizar convoyes de refugiados en Siria. Las actividades de mercenariazgo están prohibidas en Rusia, tal como lo prescribe el artículo 359 del Código Penal ruso.

Las diferentes funciones de Yevgeny Prigozhin

Paradójicamente, la atención consagrada estos últimos años al rol de las empresas militares privadas rusas en Siria, Libia y otras partes no tiene que ver principalmente con las EMP convencionales evocadas más arriba sino con otras entidades, y más particularmente con el grupo Wagner, que no tiene estatuto comercial definido, y ni siquiera existencia legal alguna. Cinco años después de su creación, el grupo Wagner parece estar constituido por grupos de mercenarios rusos movilizados ad hoc al servicio de un hombre, Yevgeny Prigozhin, que además debería ser considerado como el “vasallo” del Kremlin, más que como el típico CEO de una empresa.

Prigozhin, que amasó su fortuna en el sector de las comidas rápidas en la década de 1990, es un hombre de negocios cercano a Putin cuyas empresas se encargan en particular de la organización de cenas y eventos para la presidencia rusa. Prigozhin integra la lista de las sanciones estadounidenses, acusado por Washington de haber participado a través de varias de sus empresas en las maniobras de injerencia durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. El grado de conexión entre Wagner y las fuerzas armadas rusas es mucho más intenso que el de las EMP convencionales. Las EMP cuentan entre sus filas a numerosos militares rusos retirados que disponen de competencias operativas adquiridas durante diferentes operaciones militares de Moscú, por ejemplo, en Afganistán, Tayikistán y en el Cáucaso Norte. En el caso de Wagner, el paradigma es diferente, ya que como lo han demostrado diferentes investigaciones publicadas por el periodismo de investigación ruso, como las revistas Meduza, Fontanka o Nóvaya Gazeta, la mayoría del personal reclutado por esa estructura fue formado y entrenado en una base militar situada en Molkino –en la región de Krasnodar– perteneciente a la décima brigada del GRU, la dirección general de la inteligencia militar rusa, y su equipamiento proviene de los excedentes del ejército ruso.

La diferencia fundamental entre Wagner y las EMP convencionales reside en que el primero participó en diferentes operaciones armadas, sobre todo en Siria y en Libia, donde las segundas no ejercen actividades de combate. Así, Wagner parece jugar un papel supletorio y permitiría que Moscú participe en operaciones militares sin tener que movilizar sus fuerzas armadas regulares, sin tener necesidad de justificar su implicación. Ese modo de acción, conocido con el término de plausible deniability, negación plausible, fue utilizado con frecuencia en las diferentes operaciones armadas que implicaron a la Federación de Rusa.

“Los hombrecitos verdes” van al frente

A comienzos de la década de 1990, durante conflictos separatistas en Moldavia y en Georgia, Moscú sostuvo militarmente a los secesionistas de Transnistria, Abjasia y Osetia del Sur frente a las autoridades de Chisináu y de Tiflis, aunque sin intervenir formalmente en esos conflictos. La anexión de Crimea es otro ejemplo de plausible deniability, ya que las operaciones que condujeron a ese proceso fueron conducidas por los “hombrecitos verdes”, soldados sin marcas distintivas de los que Putin afirmaba que se trataba de miembros de “fuerzas locales de autodefensa” cuyos uniformes podían encontrarse en cualquier tienda de excedentes militares. En realidad, eran miembros de diferentes unidades de élite de las fuerzas armadas rusas, principalmente de las fuerzas especiales del GRU y del —muy secreto— comando de operaciones especiales creado en 2013, que luego jugaría un papel decisivo en las operaciones militares rusas en Siria.

Otra ilustración de esta plausible deniability: el conflicto armado que causó estragos en el Donets en la primavera boreal de 2014: según datos del Military Balance 2020 compilados por el International Institute for Strategic Studies, si bien la mayor parte de los 35.000 combatientes separatistas eran efectivamente ciudadanos ucranianos, fueron formados, encuadrados y entrenados por alrededor de 3.000 miembros de las fuerzas armadas y de los servicios de inteligencia rusa.

Puede ser tentador definir a Wagner como un simple instrumento al servicio de esa plausible deniability, como un empresario bajo control del Kremlin que permitiría que Moscú intervenga donde le plazca sin tener que asumir los potenciales costos. Sin embargo, como lo sugieren las principales operaciones en las que estuvo implicada esa estructura, esa visión solo refleja parcialmente la realidad del fenómeno Wagner.

El fiasco de Slavonic Corps en Siria

El método de acción de Wagner remonta a 2013, cuando Slavonic Corps, una filial registrada en Hong Kong de la EMP rusa Moran Security Group, estuvo implicada por primera vez en operaciones militares en el conflicto sirio. En octubre, los cerca de 270 miembros del personal de Slavonic Corps, reclutados inicialmente para vigilar campos de petróleo por cuenta del régimen sirio en la región de Deir ez-Zor, fueron enviados en apoyo de grupos progubernamentales a la ciudad de Al-Sukhnah, en la región de Homs, atacada por los rebeldes. Esa aventura resultó un fiasco, y Slavonic Corps sufrió la baja de varios de sus miembros en la operación. Al regresar, dos de sus dirigentes, Vadim Gussev y Evguenij Sidorov, fueron arrestados por el FSB, el servicio federal de inteligencia ruso.

La condena que recibieron en octubre de 2014, de varios años de prisión por mercenariazgo —era la primera vez que una pena similar se pronunciaba en Rusia—, corroboraría la idea de que la operación no había sido decidida en el Kremlin y no había recibido su aval. Eso es por cierto lo que confirma Oleg Krilitisin, director del RSB-Group, la EMP más importante de Rusia. En noviembre de 2013, en una entrevista con Fontanka, Krilitisin indicó que los avatares de Slavonic Corps en Siria eran producto del aventurismo absoluto y de una iniciativa privada, sin consulta previa con las autoridades rusas.

Wagner se lanza en las batallas de Palmira

El grupo Wagner se constituyó junto a separatistas prorrusos del Donets, en torno a la figura de Dimitri Ytkine, coronel de reserva del GRU que había participado en la aventura de Slavonic Corps. Wagner llegó al terreno sirio en 2016, período que se corresponde con la toma de poder de la empresa por parte de Yevgeny Prigozhin. El grupo se destacó por la participación de varias centenas de sus miembros en las dos batallas por la reconquista de Palmira, en marzo de 2016 y en marzo de 2017, en estrecha colaboración con las fuerzas armadas rusas, la aviación y unidades del comando de las operaciones especiales, así como con las tropas sirias. Wagner aportó una presencia consecuente sobre el terreno, algo que carecía el comando militar ruso, ya que desde sus comienzos, la intervención rusa era esencialmente de naturaleza aérea.

En la medida en que Rusia fue asumiendo plenamente su intervención en Siria, conducida en el marco del acuerdo de cooperación militar firmado en 1980 entre Moscú y Damasco, la intervención de Wagner durante la batalla de Palmira ya no cuadra dentro del marco de la plausible deniability. Rusia no utilizó Wagner en las dos batallas de Palmira para ocultar su intervención, sino más bien para no tener que recurrir a miembros de sus fuerzas armadas regulares, cuya posible muerte habría sido difícil de justificar ante la población rusa. La intervención de Wagner corresponde en este caso a desafíos operacionales para el comando militar ruso. La otra operación fuertemente mediatizada en la que estuvo implicado Wagner en Siria se dio en febrero de 2018, en la tentativa de recuperación para el gobierno sirio de campos de petróleo controlados por las Fuerzas Democráticas Sirias en la región de Deir ez-Zor, que resultó un fracaso y causó la muerte de varias decenas de miembros de Wagner que participaron en las operaciones.

En este caso, la intervención de Wagner no tuvo que ver con desafíos operacionales para Moscú, sino más bien con una lógica contractual entre Wagner y un actor local. Se trataba de un contrato firmado entre la General Petroleum Corporation, una empresa pública siria a cargo de la explotación de gas y petróleo, y Evro Polis, una de las empresas pertenecientes a Yevgeny Prigozhin. En virtud de ese contrato, Evro Polis recibiría 25% de la renta de los sitios de hidrocarburos a cambio de su protección. El resultado de la operación dejaría en claro que no había sido conducida en estrecha concertación con el comando militar ruso en Siria, y plantea la cuestión del verdadero grado de control del estado mayor ruso, y en última instancia del ejecutivo ruso, sobre Wagner.

Participación en las ofensivas de Hafter en Libia

La llegada de Prigozhin y de sus estructuras en Libia son el resultado de un encuentro organizado en Moscú en noviembre de 2018 entre Serguéi Shoigú, ministro de Defensa ruso, y una delegación de altos responsables militares libios conducida por el genera Jalifa Hafter y en la que participó Prigozhin. Para comprender la llegada de este último al terreno libio, recordemos en primer lugar que el papel de Moscú en ese asunto es mucho más limitado que en el frente sirio. A diferencia de la situación en Siria, no hay presencia militar rusa sustancial en Libia, y hasta hace poco, el involucramiento de Moscú en la crisis libia dependía esencialmente de la implementación de una diplomacia paralela, a través del canal checheno o del empresario Lev Dengov, jefe del grupo de contacto ruso sobre Libia y presidente de la cámara de comercio ruso-libia, creada en 2017. Si bien Moscú apoya oficialmente tanto al gobierno de Fayez al Sarraj en Trípoli como el del mariscal Hafter, este último cuenta con el favor del Kremlin, que es uno de los apoyos del caudillo de Tobruk, al igual que Egipto y sobre todo Arabia Saudita.

Como demostraron los análisis de Conflict Intelligence Team, un colectivo de bloguers ruso creado en 2014 para documentar y denunciar el involucramiento militar de Moscú en el Donets, los combatientes de Wagner participaron en las ofensivas conducidas por el mariscal Hafter en la primavera y el otoño de 2019 para intentar apoderarse de Trípoli. El nombre estimado de miembros de Wagner que combatieron junto el ejército nacional libio de Hafter varía. El periodismo de investigación ruso habla de algunas centenas de combatientes allí donde en diciembre de 2019 el presidente turco denunciaba la presencia de 2.000 mercenarios rusos: es probable que la verdad esté más cerca de la primera estimación. Sea como sea, la presencia de combatientes rusos en Libia, reconocida a medias palabras por Vladimir Putin, que en enero último indicó que “si hay ciudadanos rusos presentes, no representan los intereses del Estado ruso y no reciben dinero del Estado ruso”, no fue ni habría podido jugar un papel decisivo en el proyecto del mariscal Hafter.

Un instrumento al servicio de oportunidades

Podemos plantear varias interpretaciones. Es plausible que Moscú haya facilitado la llegada de mercenarios en Libia —sabiendo que esa presencia de ninguna forma sería decisiva en el terreno— para poder aumentar la puja en el plano diplomático y pretender jugar un rol más importante en el asunto libio, lo cual funcionó. A principios de enero de 2020, Moscú y Ankara lanzaron una iniciativa conjunta para un alto el fuego en Libia. Poco después se organizó en Moscú una cumbre que contó con la participación de Sarraj y Hafter, y Vladimir Putin participó en la conferencia internacional sobre Libia organizada en Berlín el 20 de enero. Por otra parte, tras el lanzamiento del diálogo ruso-turco, los miembros de Wagner se habrían retirado de la zona de combate.

También es posible —y estas dos interpretaciones son complementarias— que el Kremlin haya autorizado a Prigozhin a vender sus servicios al general Hafter, siempre y cuando eso no pusiera en cuestión de un modo decisivo el equilibrio de las fuerzas sobre el terreno. Los campos de petróleo libios se encuentran sobre todo en los territorios controlados por Hafter, y resulta probable la hipótesis de un acuerdo avalado por el Kremlin entre el gobierno de Tobruk y Prigozhin que previera que a cambio de un apoyo de combatientes para la ofensiva sobre Trípoli, el empresario ruso accedería a la segurización de los sitios de producción de hidrocarburos. Las actividades de Prigozhin en Siria están basadas en ese modelo.

Actualmente, años después de la aparición del Grupo Wagner en el Donets y su entrenamiento en el terreno sirio, definir esa entidad sigue siendo problemático. Si bien sería reductor considerarla como una simple EMP, también lo sería calificarla como una nueva herramienta al servicio del Kremlin, porque eso sugeriría que Wagner es una estructura organizada y permanente sobre la que el ejecutivo ruso tendría pleno control, lo cual no es el caso. Caracterizado por la colusión entre los intereses privados de Prigozhin y en algunos casos —aunque no sistemáticamente—, los objetivos operacionales o diplomáticos de Moscú, el Grupo Wagner tendría que ser considerado no tanto como el nuevo instrumento de una gran estrategia, sino más bien como un medio que facilita oportunidades sobre un terreno determinado. (Traducido del francés por Ignacio Mackinze)