En el Magreb temen la escasez de agua

En los últimos cuarenta años, la disponibilidad de agua corriente disminuyó un 60% en África del Norte. El cambio en el régimen pluvial debido el calentamiento climático, el deficiente mantenimiento de la red y la insuficiencia de infraestructura de tratamiento de aguas residuales son la causa de este callejón sin salida preocupante, calificado por los expertos como estrés hídrico, y cuyas primeras víctimas son los pequeños agricultores de la región.

Junio de 2019: árboles muertos por la sequía en la cuenca del Macta (noroeste de Argelia)

En febrero de 2020, Arezki Barraki, ministro de recursos hídricos de Argelia, aseguró que “Argelia no est[aba] en situación de alerta o de estrés hídrico”. Sin embargo, ese país y sus vecinos ya no alcanzan el umbral de 1.000 m3/habitante/año, debajo del cual la vida social y el desarrollo económico son difíciles de llevar adelante, según señaló el investigador sueco Martin Falkenmark. Por lo tanto, y contrariamente al ministro argelino, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)1, y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI)2, declararon el Magreb en estado de estrés hídrico elevado.

Concentración de los episodios lluviosos

Las reservas de agua disminuyen porque en gran parte dependen del régimen pluviométrico. “La cantidad de lluvia que cae anualmente no bajó considerablemente”, matiza Jamila Tarhouni. Según la directora del laboratorio de Ciencia y Tecnologías del Agua del Instituto Nacional Agronómico de Túnez, “lo que cambió es la concentración de los episodios lluviosos. Antes, la lluvia se extendía en el tiempo y eso era beneficioso para los suelos, pero ahora la duración de las precipitaciones es corta y la cantidad puede ser grande. Eso provoca inundaciones y erosiones, porque nuestras superficies están alteradas por la deforestación y la urbanización”.

Malek Abdesselam, profesor titular de hidrogeología en Tizi Uzu, agrega que “los episodios lluviosos no solo son cortos, sino que están seguidos inmediatamente de un tiempo soleado y seco. En esas condiciones, el agua se evapora rápido y la punción de las napas subterráneas se intensifica: la lluvia ya no impide el bombeo de las aguas por parte de los agricultores.”

Redes de depuración insuficientes

Los países del Magreb aumentan su capacidad para almacenar las aguas superficiales. Marruecos posee 144 represas, cifra a la que quiere acercarse Argelia para 2030. Túnez tiene 34 unidades, el doble de Libia, que posee 16. A esos países también les interesan las aguas no convencionales. Las plantas de desalinización se multiplican a lo largo de los 7.000 kilómetros del litoral magrebí. Argelia oficia de líder, con 21 plantas construidas en menos de 20 años. Marruecos solicitó un préstamo por 130 millones de euros para la construcción en Agadir de la segunda planta desalinizadora más grande de la región después de la de El Magtaa en Orán. Túnez capital cuenta con un préstamo de 306 millones de euros para realizar una planta en Sfax.

El talón de Aquiles de África del Norte sigue siendo la depuración de las aguas residuales, ya que apenas se le dedica unas 260 plantas, de las cuales 170 están en Argelia. En comparación, Francia tiene más de 20.000 plantas. Consternado, Abdesselam dice que "el 80% del agua doméstica va a las cloacas, que con frecuencia desembocan en el mar”.

Para responder a la demanda del consumidor, se han lanzado varios planes de envergadura. Al Plan Marruecos verde le sigue Generación green 2020-2030 y Bosques de Marruecos. Túnez quiere plantar 100 millones de olivos, mientras que en Libia, Muamar el Gadafi había realizado el faraónico proyecto Gran Río Artificial, constituido de estaciones de bombeo del agua de las napas saharianas para brindarle agua potable a la población y desarrollar la agricultura local, transformando porciones enteras de desierto en cultivos bajo invernadero.

A pesar de esos esfuerzos, “la disponibilidad de agua dulce por habitante en los países del Magreb cayeron más del 60% durante los últimos 40 años”3, sobre todo porque la capacidad de almacenamiento de agua se ve limitada, en parte, por la falta de mantenimiento.

Así, la producción de las plantas de desalinización nunca está al máximo, y la cantidad de agua almacenada por las represas disminuye debido al encenagamiento. “La primera represa de África del Norte en servicio desde 1928, Oued el Kebir, está totalmente fuera de servicio debido a la sedimentación”, se lamenta Tarhouni. “Falta mantenimiento de las plantas y de las presas”, agrega Abdesselam. “Y también de las tuberías de conexión. A pesar de las recomendaciones del Estado, los empresarios prefieren los materiales chinos, más baratos que la producción local, que sin embargo es de mejor calidad. Por esa razón, las filtraciones se multiplican muy rápidamente.”

Franck Galland lo confirma: “Los países del Magreb aumentan la oferta de agua. Pero no reparan las redes de abastecimiento y los conductos de agua. Así, el nivel de filtración es elevado, sobre todo en las redes urbanas, donde las pérdidas se elevan a entre el 30 y el 40% del agua almacenada.” Este investigador asociado de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS) también deplora que “la guerra haya dañado el Gran Río Artificial de Libia: bombardearon o tomaron infraestructuras y estaciones de bombeo”.

La desigualdad en el acceso al agua

Profesor titular de geografía en la Universidad de Poitiers, Francia, Mohamed Taabani estima que “las primeras víctimas de la falta de agua son los pequeños agricultores, los paisanos y los pequeños ganaderos”. Jamila Tarhouni lo confirma: “En 2016 observé que las poblaciones rurales se desplazan mucho en período de sequía. Abandonan sus bienes para alquilar algo en la ciudad o instalarse en la periferia urbana, lo que facilita las perforaciones clandestinas para abastecerse de agua.”

Los desplazamientos de las poblaciones revelan la desigualdad del acceso al agua. Según Unicef, en Marruecos, el 36% de la población rural no tiene acceso al servicio básico de agua, cifra que baja a solamente el 4% en la ciudad. En Argelia, el 11% de la población rural no tiene acceso, contra el 5% en áreas urbanas4. Estas cifras ocultan otra disparidad: la frecuencia de acceso al líquido precioso. Así, la represa de Taksebt, situada cerca de Tizi Uzu, abastece fundamentalmente a las grandes aglomeraciones, entre ellas, Argel. Pero los habitantes del pueblo vecino a la represa y afectados por enfermedades respiratorias vinculadas a la humedad del aire llenan cisternas, barriles, palanganas, cacerolas… una sola vez por semana o por quincena.

En efecto, las autoridades favorecen a las poblaciones urbanas. “Son las zonas más densamente pobladas. No quieren ganarse su descontento”, resume Abdesselam. Pero eso provoca otras frustraciones: “El agua de las napas subterráneas del sur de Túnez se extrae para abastecer a las ciudades turísticas”, asegura Tarhouni. “Eso hace que se multipliquen los disturbios, como en Sidi Bouzid, donde la población exige su cuota de agua, que las autoridades niegan sin ninguna explicación. Entonces los manifestantes impiden los proyectos de perforación y se encargan de romper los conductos de agua.”

Si en Argelia y en Túnez el agua permite comprar la paz social, Gadafi la utilizó como medio de presión política. Según Mohamed Larbi Bouguerra, “existían una advertencia y una amenaza inconfundibles: en caso de desobediencia al jefe, podían cortarte el agua”5.

Y para ensombrecer aún más el panorama, los millones de turistas que visitan cada año la región desperdician grandes cantidades de agua. “El consumo anual por turista es de 2 a 5 veces el de los habitantes”, declara Taabani. “Como las instalaciones turísticas no están equipadas de estaciones de tratamiento eficaces de las aguas residuales, su reciclaje es insignificante.” Túnez incluso fijó “un objetivo de consumo de 300 litros por día y por cama ocupada”6, es decir, el doble del uso local.

La sequía pone a prueba el tejido social

“Las autoridades marroquíes son solidarias con los agricultores de los oasis”, se regocija Saïd Doumi. El presidente de la Asociación de oasis para el desarrollo integral elogia una política de transporte de agua que frenó el éxodo desde los oasis: “En los oasis, la sequía pone a prueba duramente el tejido social y su economía. La ausencia de lluvia intensifica el enarenamiento de las tierras agrícolas y el bayú [enfermedad fúngica] asola los palmerales. Entonces el oasis pierde su belleza, la solidaridad se esfuma y la gente migra. Desde que el rey construyó represas para irrigar nuestros campos, disponemos de agua corriente”.

Sin embargo, la falta de agua limita la capacidad de las represas para satisfacer las necesidades de los agricultores, que entonces cavan pozos que punzan las napas no renovables. “Son pozos de 30 a 50 metros. Pero solo se lo permiten los grandes propietarios. Los otros siguen dependiendo de las aguas superficiales. Por esa razón, proyecto cavar un pozo en medio del oasis para proteger definitivamente al palmeral de la sequía.”

Las problemáticas enfrentadas por las poblaciones de los oasis son sintomáticas de lo que pasa en todos los países en vías de desarrollo donde “la agricultura consume hasta el 90% de los recursos renovables”, según Galland. Igual que en Libia y en Túnez, “en Marruecos las napas subterráneas están sobreexplotadas, ya que las extracciones anuales son superiores a las recargas naturales”, advierte Taabani. “Estimamos que la sobreexplotación, es decir, las reservas que no se renuevan, es de 1.000 millones de m3/año.”

“En Argelia, hasta ayer se obtenía agua con un balde en la Mitidja”, recuerda Malek Abdesselam. “Hoy la napa bajó entre 30 y 50 metros.” Jamila Tarhouni, por su parte, considera que las napas tunecinas bajan unos treinta metros por década, a causa de “la ausencia de una estrategia política que combine el interés por los recursos hídricos y las necesidades agronómicas”.

El testimonio de Said Doumi ilustra la tendencia política impulsada por Mohamed VI para hacer surgir una clase media de agricultores. Una política que tiene sus límites. Mientras “la seguridad alimentaria es una prioridad en Marruecos, los poderes públicos intentan reducir el estrés hídrico recurriendo a la irrigación a través de la movilización del agua y la mejora de las técnicas de irrigación o la utilización de variedades más resistentes a la sequía”, resume Taabani. “Pero eso no llega a satisfacer toda la demanda, y para mantener –en parte– la paz social entre las poblaciones rurales que viven de la agricultura, las autoridades aceptan la sobreexplotación de los recursos hídricos subterráneos.”

Los pequeños productores, los más castigados

“La situación no es desesperada para los países voluntaristas«, comenta Franck Galland. »Hay que concienciar a la población e incitarla a bajar su consumo doméstico y agrícola, mientras a su vez limita la producción no alimentaria”. Mohammed Taabani abunda en el mismo sentido: “Los informes del IPCC prevén un aumento de entre 2 y 4º C y una baja de las precipitaciones del 10 al 30% para 2080-2099 en el Magreb. Lógicamente, los aportes en las represas y en las napas bajarán en igual proporción. Teniendo en cuenta las prioridades en materia de acceso al agua, la agricultura es la variable de ajuste respecto a la reducción de las asignaciones. Por lo tanto, los pequeños agricultores que riegan fuera de los perímetros corren el riesgo de ser los más castigados por la falta de agua potable.”

El geógrafo predice: “Las autoridades van a presionar sobre la tarifa por m3 para incitar a la moderación. Sin embargo, en el ámbito rural, las dificultades de acceso al agua potable van a persistir. Por eso parece ineluctable recurrir a las aguas no convencionales. La energía fotovoltaica combinada con la eólica como apoyo a las centrales térmicas puede permitir el desarrollo de pequeñas plantas de desalinización y reducir los costos de producción, pero eso implica manejar la tecnología para el mantenimiento de esos equipos.”

2Rutger Willem Hofste, Paul Reig y Leah Schleifer, 17 Countries, Home to One-Quarter of the World’s Population, Face Extremely High Water Stress, 6 de agosto de 2019.

3Moulay-Driss El-Jihad, Mohamed Taabni, “L’eau au Maghreb : quel “ mix ” hydrique face aux effets du changement climatique ? en Eau et climat en Afrique du Nord et au Moyen-Orient, Zeineddine Nouaceu (dir.), Saint-Cloud, ediciones Transversal, 2017.

5Les printemps arabes et l’eau : la Libye, Partage des eaux, 24 de marzo de 2015.

6Estudio piloto Eau et Tourisme, Luxembourgo, Oficina de publicaciones oficiales de las Comunidades Europeas, 2009 ; p. 23.