Israel. Violaciones en serie y masculinidad tóxica

A mediados de agosto, una adolescente de 16 años fue violada por unos 30 hombres en una habitación de hotel en Eilat, en el sur de Israel. Algunos de ellos filmaron la escena para difundirla en las redes sociales. Esta violación colectiva sacude al país y está produciendo una movilización inédita. Mas allá de la cólera, los movimientos feministas apuntan contra la violencia que corroe a la sociedad israelí.

Publicada el 2 de septiembre por el fiscal general de Israel, el acta de acusación habla de una “atmósfera de fiesta”. Sin embargo, lo ocurrido la noche del 12 de agosto en la habitación 216 del modesto Red Sea Hotel en el centro de Eilat, una localidad turística costera en la punta del mar Rojo, hace pensar más bien en un momento de horror. La violación en grupo de una adolescente de 16 años cometida por unos treinta hombres –hasta el momento, están procesados 11 de ellos, de los cuales ocho son menores– también deja al descubierto graves fracturas en una sociedad marcada por el machismo, el “virilismo”, que a los hombres les hace creer que todo está permitido, explica la doctora P.1, psicoanalista de Tel Aviv. “Estos actos repugnantes” según la Asociación de Centros de Crisis por Violación son una muestra de lo que la feminista Illana Weizman califica de “masculinidad tóxica”.

Videos de la violación en las redes sociales

Cuando, acompañada por su amiga, se cruza con los hombres alrededor de la piscina del Red Sea Hotel, la adolescente está ebria. Según el informe del fiscal, en las imágenes de vigilancia por video visionadas por la policía durante la investigación, se observa que el consumo de alcohol por parte de los menores es “habitual” en ese hotel, lo que por otra parte provocó la detención de su gerente.

En un momento, la joven, que no es cliente del hotel, pide refrescarse. Unos hombres la llevan a una habitación y empiezan a violarla. “En el pasillo empezó a correr el rumor de que había una chica desnuda que se estaba dejando follar, así que las moscas empezaron a reunirse muy rápidamente para aprovechar la ocasión”, explicó al periódico Haaretz una fuente cercana a la investigación.

Traumatizadas, la víctima y su amiga tardaron dos días en presentarse ante la policía, y mientras tanto empezaron a circular videos de la violación. Antes de que el caso se volviera público, una de las principales misiones de los investigadores consistió en eliminar esos videos. Es bien sabido que Israel es el mejor especialista mundial en ciberseguridad, y su policía dispone de tecnología de punta. Uno de los principales sospechosos, un hombre de 27 años, ya había sido detenido unos meses antes en un autobús. Estaba ebrio, hostigaba a los pasajeros y a la mujer policía que lo había arrestado le dijo: “¡Cómo me gustaría violarte!”. La investigación sugiere que el hombre es la única persona que permaneció en la habitación durante toda la duración de la violación de la joven.

Regreso triunfal de los presuntos violadores

Ya durante el verano boreal pasado, el 17 de julio, más de una decena de israelíes de entre 15 y 22 años habían sido acusados de haber violado en grupo a una turista británica de 19 años en la localidad turística balnearia de Ayia Napa, en Chipre. Como en Eilat, algunos de ellos filmaron la violación con su teléfono celular. Sin embargo, los jóvenes fueron exculpados por la justicia chipriota, y la víctima fue muy cuestionada, y hasta condenada por falso testimonio. Chipre es un país donde la industria del turismo israelí tiene mucho peso… y hasta parte de los medios de comunicación salieron en defensa de los presuntos autores de la violación. La radio del ejército citó a uno de esos jóvenes: “Aquí las chicas británicas intentan seducir a todo el mundo. Tal vez es culpa de ella”.

Resultado: al regresar a Tel Aviv, el grupo de jóvenes recibió una bienvenida triunfal de parte de sus amigos y de sus familiares en el aeropuerto Ben Gurión, con champán, papel picado, y consignas totalmente edificantes: “La británica es una puta” y “Am Yisrael Chai” (“el pueblo de Israel vive”), frase fetiche de la extrema derecha…

La víctima británica, por su parte, había recibido el apoyo de feministas y de abogados israelíes, indignados con esas reacciones y a contracorriente de la opinión pública. Pero con el caso ocurrido en Eilat, los tiempos de complicidad y de indiferencia ahora parecen cosa del pasado. El 23 de agosto, en algunas empresas se llevó a cabo una huelga de una hora, y también se realizaron manifestaciones en Tel Aviv y otras ciudades. Israel parece decidido a enfrentar las violencias que padecen las mujeres. Ahora los dirigentes políticos se desviven por condenar lo que el primer ministro Benjamín Netanyahu calificó de crimen contra la humanidad, mientras intentaba hacer olvidar la pasividad que hasta ahora han mostrado las autoridades políticas: en 2017, su gobierno había prometido distribuir 250 millones de séquels (NIS) (aproximadamente 63 millones de euros) a las asociaciones de lucha contra las violencias perpetradas contra las mujeres… Tres años más tarde, las mujeres no recibieron ni una moneda.

¿Y qué decir de las grandes empresas que se comprometen publicitariamente, algunas de las cuales apoyaron la huelga de una hora del 23 de agosto? “La empresa de electricidad predica tolerancia cero al respecto y difunde mensajes de solidaridad –explica la doctora P.– pero no establece ningún vínculo con la historia de este país y su violencia institucional, que en muchos aspectos, beneficia a la empresa”. Un dato útil para recordar, por cierto: la Electric Corporation de Israel provee la mayor parte de la electricidad utilizada en Gaza y en los territorios palestinos ocupados, y gana dinero con la ocupación.

230 violaciones por día según la policía

Muchas feministas establecen una “relación entre una masculinidad tóxica y una sociedad militarizada”, dice Magda, una militante de Haifa. Eso obliga a replantearse esta forma de unanimismo en la condena de la violación colectiva en Eilat. “En una sociedad dominada por jerarquías masculinas, la violencia no solo es un síntoma omnipresente, sino también una característica determinante”, escribía el año pasado la periodista Henriette Chacar. “Durante las últimas elecciones nacionales, Benny Gantz, el exjefe militar israelí que desafió a Netanyahu –antes de aliarse con él–, se jactó en un video de campaña de que bajo su comando, ‘algunas partes de Gaza volvieron nuevamente a la edad de piedra’. Mientras Netanyahu intentaba formar gobierno en mayo de 2019, Gantz le imploró ‘ser un hombre’”.

¿Ser un hombre quiere decir dominar y despreciar a las mujeres? Según varias fuentes, las cifras son dramáticas. La policía informó que 230 mujeres son violadas por día, es decir, ¡más de 84.000 mujeres por año! Con poco menos de 9 millones de habitantes, Israel ocupa el puesto 32 del ranking mundial de violaciones por habitante según las estadísticas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC). En Israel, una de cada cinco mujeres es violada en el transcurso de su vida, y una de cada tres es víctima de una agresión sexual.

También hay más de 20 femicidios por año. Sin embargo, la mitad de las mujeres asesinadas había hecho una denuncia, lo que demuestra que “hasta ahora, la palabra de las víctimas tiene poco peso ante la policía”, señala Magda. Se espera que las cifras del año 2020 sean peores. Según Illana Weizman, desde el comienzo del año ya ha habido por lo menos quince femicidios, y durante el confinamiento debido a la crisis sanitaria de la COVID-19, “las agresiones contra las mujeres aumentaron un 60 por ciento”.

La movilización cobra mayor magnitud

Hace unos meses, Illana Weizman creó junto con otras mujeres el movimiento HaStickeriot. Inspiradas en las mujeres francesas que pegan frases de denuncia en las calles, su objetivo es pegar afiches con fondo blanco en las paredes de las ciudades con “mensajes de alto impacto y fáciles de apropiarse”, como “no es no” en hebreo, árabe, inglés, francés y ruso, para llegar a todas las mujeres del país. “Como judía inmigrante francesa, no vivo la misma realidad que una árabe israelí musulmana o cristiana, una inmigrante de Etiopía o una inmigrante de la ex URSS”, explica Weizman. HaStickeriot está a la vanguardia de la movilización actual. Reclama que el Estado desbloquee de una buena vez por todas fondos para luchar contra las violencias perpetradas contra las mujeres e implemente sin demora la educación sexual en las escuelas: “Tenemos que dejar de decir que hay que proteger a nuestras chicas. Hay que educar a nuestros chicos en la cuestión del consentimiento, y hay que hacerlo desde la más tierna infancia.”

Por su parte, la campaña Yoter mi shloshim (“más de treinta”), recoge testimonios de mujeres violadas. Para comienzos de septiembre, contaban con “más de mil”, señaló una de las militantes del colectivo, Ruty Klein. “Este shock de la violación colectiva en Eilat nos recuerda que todas estamos en el mismo barco”, explica Klein en los diarios. Para Magda, estas movilizaciones “son algo bueno. Poco a poco, las israelíes cuestionan el orden de las cosas. Hay una toma de conciencia de que en este país hay muchas cosas que no andan bien”. A ese respecto, muchos destacan la diligencia que han demostrado la policía y el fiscal general en el caso de Eilat. “Felicitamos a la policía y al fiscal general, que comprendieron la importancia pública del caso y han destinado muchos recursos a la investigación”, comenta el Centro de Crisis por Violación de Israel. “Es hora de que eso se convierta en la norma en todos los casos de infracción sexual.”

El ejército y la “total deshumanización”

Para la doctora P., más allá de la legítima emoción, es necesario poner en tela de juicio lo que aprenden los jóvenes en el ejército y la importancia que ha tomado la tecnología en Israel. “Hay algo en el sistema militar que es central. Israel tiene tecnología de vigilancia de punta”, explica la doctora P. Eso se debe sobre todo a la Unidad 8200, la unidad del ejército israelí especializada en ciberseguridad, que propició el florecimiento de numerosas empresas emergentes en ese campo. “Todo pasa por la tecnología, y esta deshumanización total va muy lejos, primero con los palestinos, vigilados muy de cerca electrónicamente. Los jóvenes se acostumbraron a estar detrás de una pantalla y a apropiarse de lo más privado de la vida de la gente. Ahora tienen dificultades en sus vínculos amorosos, que ya no pasan por la palabra, sino por la tecnología, las imágenes y las redes. Eso deja a los hombres en absoluta soledad”. Pero también los lleva a exponerse: “Muchos jóvenes publican videos en las redes sociales donde, para expresar algo, se ponen en peligro. El que filme la cosa más peligrosa o extraña será el que más se destacará.”

Por supuesto, el fenómeno no es propio de Israel, pero según la doctora P., la dimensión “militarista” juega un papel muy importante. “Eilat, después de Chipre y de otras violaciones, parece formar parte de un ritual salvaje y de una enorme brutalidad. ¿A quién puede sorprenderle lo ocurrido, si la humillación y la violencia están institucionalizadas para con los palestinos? Por cierto, la política Tzipi Livni había dicho: ‘es necesario que el enemigo vea que no nos controlamos’”. Para la doctora P., la violencia contra los palestinos, las mujeres, los jóvenes LGBTI y los migrantes se debe entonces a “costumbres” adquiridas en el ejército, sobre todo con el aprendizaje de técnicas de ciberacoso.

“Hablamos de la violencia masculina y de la educación sexual, pero no establecemos ningún vínculo con nuestra situación política. En este país es uno u otro, tú o yo, el fuerte contra el débil. Comienza con los palestinos, los etíopes, los africanos, los mizrajíes, y al final llegamos hasta las mujeres y los niños. Lo tóxico es, en primer lugar, colectivo”, concluye la psicoanalista.

“Aquí la lógica –reflexiona Magda– es, antes que nada, dominar”. ¿La ley del más fuerte? “Sí, es eso mismo: la ley del más fuerte. Dan ganas de vomitar…”

1Quien desea mantener el anonimato y agrega que se expresa “en nombre de un colectivo de profesionales de la salud que reflexionan desde hace mucho tiempo en torno a las violencias cometidas contra las mujeres en Israel”.