Francia-Israel. ¿Lobby o no lobby ? (2)

Las críticas a Israel, reprimidas por la ley del silencio

Investigación · Actualmente, criticar a Israel en Francia resulta una tarea peligrosa, y eso representa, al menos en apariencia, un gran triunfo para todos aquellos que se dedican a deslegitimar la formulación de cualquier interrogante sobre la política del gobierno israelí. Así que el tono ya ha sido marcado: hacer olvidar la situación de Palestina y hacer hincapié en la total renovación de las relaciones políticas y económicas. Pero sin embargo, la opinión pública francesa no sigue el ritmo que marca la batuta…

París, agosto de 2015. — Operación de comunicación «Tel Aviv-sur-Seine» organizada por el Ayuntamiento de París en el marco de «Paris-Plages»
Kenzo Tribouillard/AFP

“Ya hablé demasiado.” “No voy a hablar más sobre ese tema.” “¿Qué quiere que le diga?” “En este momento me entenderá si le digo que no tengo ganas de hablar con usted.” “Seguramente usted tenga razón, pero la batalla se perdió.” “Buena suerte con su investigación”, dicen los entrevistados más amables. Querer interrogar a líderes de opinión, políticos, directores de empresas, periodistas e intelectuales sobre las relaciones entre Israel y Francia y sobre un posible lobby (porque la utilización misma de esa palabra genera debate) que actuaría en defensa de Israel implica exponerse a una gran soledad. Para esta investigación, he contactado por correo electrónico y teléfono, entre febrero y noviembre de 2020, a cerca de 200 personas. Me respondieron menos de treinta.

Circule, circule, no hay nada que decir…

El octavo mayor traficante de armas del mundo

Sin embargo, las relaciones entre Francia e Israel tienen una larga historia, que se remontan a los orígenes del sionismo y vuelven a cobrar impulso con la creación del Estado de Israel, en 1948. Y para muchos testigos lúcidos, la actual política israelí resulta penosa. “¿Cuál es el fruto del sueño sionista? Tractores orugas blindados y sistemas de vigilancia de los opositores”, sintetiza Rony Brauman. Realidad basada en cifras: según el ranking del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), Israel es el octavo vendedor de armas del mundo, y su participación en el mercado no para de aumentar. Las ventas de las tres principales empresas de armamento del país, Elbit Systems, Israel Aerospace y Rafael, ascendieron a 8.700 millones de dólares (7.000 millones de euros) en 2018, informa el SIPRI, y las tres figuran en el top 100 de empresas mundiales de armamento elaborado por la institución sueca.

Nacido en 1950 en Jerusalén, donde creció; médico, durante mucho tiempo presidente de Médicos Sin Fronteras, luego teórico de la acción humanitaria de emergencia, Rony Brauman (y espero que no le moleste el término que emplearé) es lo que se llama “una gran conciencia”. Abierto, afable, curioso de todo, en 1999 correalizó con Eyal Sivan un notable video documental sobre el proceso de Adolf Eichmann, El especialista, basado en la obra de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén. Israel “es el único país de extrema derecha abiertamente racista que es celebrado como una democracia. Se trata de un triunfo diplomático rotundo para Israel, pero es un triunfo discutible: los judíos norteamericanos se alejan a toda velocidad de los proisraelíes; las banderas israelíes y las colectas para el ejército son rechazadas en las sinagogas norteamericanas, y resulta un tema molesto para una cantidad creciente de judíos en todo el mundo”, explica Brauman.

« Terrorismo » palestino

No solamente para los judíos, y no solamente en Francia y Estados Unidos. “Muchas generaciones de jóvenes árabes cargan con un sentimiento de injusticia, y es un dato muy importante en esa región del mundo”, dice Gwendal Rouillard, diputado de La República en Marcha (LREM) por Lorien, departamento de Morbihan. “Eso alimenta el resentimiento. Cuando digo esto, siento como si me convirtiera en un excombatiente, y sin embargo, este discurso tiene una actualidad total. Ese sentimiento de injusticia respecto de los derechos de los palestinos acarrea tanta incomprensión y tanta humillación que sería un error subestimar el impacto de las decisiones políticas en los países árabes. El conflicto israelí-palestino no es periférico, es central”.

Y sin embargo, el lobby pro Israel y sus defensores hacen todo por banalizarlo, olvidarlo, convertirlo apenas en un eslabón del vasto combate mundial entre Occidente y el terrorismo islamista, y reducirlo a un terreno fértil donde, disfrazados de antisionistas, solo brotarían antisemitas de cualquier ralea. En veinte años, el criterio dominante de análisis del conflicto ha cambiado. La lucha del pueblo palestino contra la ocupación ahora es presentada por los proisraelíes como un elemento más de la guerra global contra el terrorismo. Y los sistemas de vigilancia de poblaciones mencionados por Brauman, y probados contra los palestinos en los territorios ocupados por la “startup nation”, son vendidos en todo el mundo a países como China o Arabia Saudita, que no son modelos democráticos.

“No existe un lobby judío”

Tampoco hay que olvidar que, desde fines del siglo XIX, muchos judíos se opusieron al sionismo político, comenzando por los militantes comunistas del Bund o el gran filósofo y teólogo judío alemán Martin Buber, que pensaba que no se podía fundar un Estado en Palestina sin los árabes y militaba por un Estado único, una utopía que actualmente parece volverse posible nuevamente, a pesar de más de 70 años de colonización. Buber, cuya obra esencial Yo y tú influyó en Martin Luther King, era un personaje extraordinario que no podía imaginar el sionismo sin justicia, y lo escribió con determinación en Una tierra para dos pueblos: “Lo que la Biblia nos enseña con tanta simpleza y fuerza, y que no puede aprenderse en ningún otro libro, es que existe la verdad y la mentira, y que la existencia humana se sitúa inexorablemente del lado de la verdad; y que existe la justicia y la injusticia, y que la salvación de la humanidad reside en la elección de la justicia y el rechazo de la injusticia.”

Pero la “molestia” que plantea Rony Brauman –y otras personas más, que cada vez son menos en expresarlo públicamente en Francia, al contrario de lo que sucede en los Estados Unidos– y la “injusticia” que indigna a Gwendal Rouillard y a otros diputados (más numerosos de lo que se cree, pero bastante silenciosos) prácticamente no tienen derecho a expresarse, ya que en el debate público parece dominar la corriente favorable a Israel. Actualmente, criticar a Israel en Francia resulta una tarea peligrosa, y eso representa, al menos en apariencia, un gran triunfo para todos aquellos que se dedican a deslegitimar la formulación de cualquier interrogante sobre la política del gobierno israelí. Así, Pascal Boniface publicó en 2003 Est-il permis de critiquer Israël ? (¿Está permitido criticar al Estado de Israel?) en la editorial Robert Laffont. Director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), Boniface escribió en ese entonces: “No existe un lobby judío simplemente porque la comunidad judía de Francia es diversa”, pero hay “un lobby proisraelí que por supuesto está compuesto por judíos, pero también por personas que no lo son”.

Cuando habla del tema actualmente, Boniface constata que “las cosas no cambiaron, pero es más complicado que hace diecisiete años. En Francia, el debate se endureció. Yo había tenido dificultades para publicar Est-il permis de critiquer Israël ? en 2003, y fue más difícil aún en 2011, con Les intellectuels faussaires [“Los intelectuales falsarios”]. Desde entonces, soy persona non grata para varios medios de comunicación”.

La mejor propaganda es la islamofobia

Y después está ese ruido de fondo que un universitario francés que conoce bien la región, y que prefiere guardar el anonimato, describe con términos simples: el debate sobre la laicidad, alimentado con proyectos de ley como el del separatismo y promovido por corrientes políticas (en particular, el movimiento Primavera Republicana, sobre el que volveré más adelante). “Hay una relación entre la ofensiva contra los propalestinos en Francia y la ofensiva contra el velo y los musulmanes. Al final la fomentan los mismos que incentivan la islamofobia y, paradójicamente, importan el conflicto israelí-palestino a Francia”.

Los círculos de influencia favorables a Israel ya no buscan un triunfo circunscripto a un pequeño grupo, sino una victoria al menos parcial y más amplia. Lejos quedó la propaganda barata de varios sitios de internet francohablantes israelíes, como JSSNews, Le Monde Juif.info y dreuz.info, que deforman la información y practican el hostigamiento y la mentira. Contra “el árabe” y “el musulmán”, en esos sitios no existe ningún tipo de moderación.

Influidos por la comunidad francohablante de Israel, esos sitios tienen un alcance totalmente limitado. En las colonias viven alrededor de 50.000 judíos de origen francés, y una parte de ellos se aburre mucho en sus pabellones climatizados y enrejados. Así que inundan la web con “información” repetitiva sobre Israel, con un tono bastante lamentable. En 2014, por ejemplo, habían dado a entender que el joven Mohamed Abou Khdeir había sido golpeado y quemado vivo por palestinos por ser homosexual, cuando en realidad había sido ejecutado por colonos.

Seducidos por la “startup nation”

Y más aún, la multiplicación, desde hace cuatro años, de los viajes de grupos de periodistas seleccionados por su influencia nada despreciable (como veremos más adelante); de funcionarios nacionales o locales –como hizo en varias oportunidades Anne Hidalgo, la alcaldesa de París–, que publican fotos lindas y testimonios entusiastas en sus sitios o en sus gacetas electorales, y sobre todo, de directores de empresas, muestra que la relación entre Francia e Israel está cambiando. Por supuesto, la crisis sanitaria les puso un freno provisorio a esas misiones de información y a esos viajes de exploración. Así, en la primavera boreal de 2020, yo iba a acompañar a una delegación de directores de empresas del este de Francia cuyo viaje tuvo que ser aplazado sine die. Pero en octubre de 2018, por ejemplo, en Tel Aviv desembarcaron 185 CEO bretones para realizar un viaje exploratorio organizado por la Unión de Empresas de Ille et Vilaine. “Israel los sedujo”, resume el diario Ouest-France. Hablaron de inversiones, mercados, pero no de “guerra y conflictos”. “Al principio me sentía un poco preocupado –cuenta uno de los CEO bretones–, pensaba que sería más o menos como ir a la guerra.” Pero las vistas lo fascinaron, los interlocutores eran afables y los hoteles, agradables.

Israel es un mercado pequeño pero dinámico, y la presencia económica francesa sigue siendo modesta allí. La embajadora de Francia en Israel de ese entonces, Hélène le Gall, también originaria de una familia bretona del departamento de Morbihan, recibió a los CEO bretones en los jardines de su residencia de Jaffa y los alentó a seguir el ejemplo de la “startup nation” y convertir a Bretaña en una “startup region”. En el programa no se habló de política ni de Palestina. En 2019 también viajó una delegación de líderes de varios grandes grupos franceses que incluía a dirigentes del mastodonte Bouygues, que ocupa un lugar central en los negocios y el poder, la construcción, las obras públicas, las telecomunicaciones y los medios de comunicación. Todos vuelven embalados del viaje iniciático en los engranajes de la “startup nation”.

En Tel Aviv, la diplomacia económica hace su trabajo. La célula local de Business France, una estructura del Ministerio de Economía, Finanzas e Industria de Francia encargada de acompañar las inversiones francesas en el exterior y muy apreciada por el presidente Emmanuel Macron, funciona como interlocutora para las empresas que desean implantarse allí.

Un CEO francés instalado desde hace mucho tiempo en Israel no me responde cuando lo interrogo sobre Palestina. Silencio del otro lado del teléfono. Repito la pregunta, él permanece en silencio. La repito por tercera vez y entonces comprendo. Le importa un bledo. “La economía ya no está dirigida por la política”, confirma un poco más tarde en nuestra conversación. “Hay israelíes que hacen negocios, hay palestinos que hacen negocios, no les importa Netanyahu, solo quieren trabajar juntos”. Interrogo a un diputado francés de LREM sobre la posición de su partido respecto al conflicto israelí-palestino, puesto que parece haber una gran diferencia entre las posiciones de colegas suyos, como Sylvain Maillard, que esboza una sonrisa de oreja a oreja con los representantes de las colonias en el Círculo Interaliado en París, y Gwendal Rouillard, que se opone con determinación a la expansión de esas mismas colonias. Él también permanece en silencio. Le planteo la pregunta dos veces más. Se contenta con argumentar su respuesta nula repitiéndome: “tres puntos suspensivos”…

“Con el antisemitismo no se juega”

Estos silencios parecen ser otras señales de la victoria de los pro Israel en Francia. “Palestina parece una causa perdida y además, si uno se implica en ella, corre el riesgo de ser calificado de antisemita. Eso de ningún modo está bien”, se indigna Clémentine Autain, diputada por Seine-Saint-Denis del partido de izquierda La France Insoumise (FI). Y sin embargo, la opinión pública francesa no sigue el ritmo de la batuta y se obstina en apoyar a Palestina. Según una encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) realizada en mayo de 2018 por encargo de la Unión de Estudiantes Judíos de Francia (UEJF), el 71% de los franceses piensa que “Israel carga con una fuerte responsabilidad por la ausencia de negociaciones con los palestinos”. Aunque lo dicen poco, el 57% de ellos tienen una “mala imagen” de Israel, y para el 69%, el sionismo es “una ideología que le sirve a Israel para justificar su política de ocupación y de colonización de los territorios palestinos”. Pero actúan poco al respecto, tal vez por temor a la confusión entre antisionismo y antisemitismo, muy presente en las mentalidades. En efecto, para el 54% de los franceses, “el antisionismo es una forma de antisemitismo”.

Sin embargo, una vez más, la operación no logró un éxito rotundo. Inspirándose en la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA), la “resolución Maillard” añadió el antisionismo a la definición del antisemitismo y fue adoptada en noviembre de 2019 por una mayoría mezquina en la Asamblea Nacional de Francia: 154 votos a favor, 72 en contra y 43 abstenciones, sobre un total de 577 diputados (más de 300, muchos de ellos del partido del presidente, no participaron en la votación, lo que indica que existen verdaderas fracturas, un punto al que volveré más adelante en mi investigación). “Con el antisemitismo no se juega”, escribe Esther Benbassa, senadora del partido Europa Ecología Los Verdes (EELV), por París. “Arranquemos la crítica de Israel de las garras de la propaganda del gobierno israelí actual. Es una crítica política, de ningún modo antisemita”.

Benbassa, autora de Être juif après Gaza [“Ser judío después de Gaza”], publicado en 2009, donde se preguntaba, siguiendo la línea de Buber, “¿cómo esos judíos, al volverse israelíes, empezaron a padecer amnesia hasta olvidar los primeros principios de la ética, fundamentales de su ser judío?”, a veces se siente aislada. “El hecho de que apoye la causa palestina significa que no soy la persona más querida para los judíos franceses”, le confesó al diario Haaretz en julio del año pasado. A Benbassa, que también es historiadora, no solo le preocupa el aumento del racismo en Israel y en Francia, sino también el avance del antisemitismo en Francia. Es evidente que existen mentes débiles, atiborradas durante años por las atrocidades revisionistas del militante de extrema derecha Alain Soral o de su compinche, el excómico Dieudonné, que proclaman en internet y a veces en la calle un antisionismo que no es más que el disfraz de su inclinación antijudía.

Pero también hay otra evidencia: nunca jamás los partidarios de Israel han estado tan activos en las instituciones y las esferas públicas. Si se lo llama “lobby” o se opta por el término más neutro de “círculos de influencia”, el debate ya no es semántico, sino más bien político. Parece que todavía no se ha tomado real dimensión del activismo de los “pro Israel” en la Asamblea Nacional y el Senado de Francia, en los concejos de las alcaldías de París, Niza y otras grandes ciudades, en las cámaras de comercio y en las salas de redacción.