Economía

Aerolíneas del Golfo y el arte de “copiar-pegar”

Forzados a diversificarse debido a la transición energética, los Estados del Golfo buscan asegurarse un futuro luego del oro negro. Pero sus rivalidades se exacerban en varios frentes económicos, sobre todo en el transporte aéreo, donde Arabia Saudita pretende superar a Catar y a los Emiratos Árabes Unidos.

Aeropuerto Internacional de Dubai
Jnanaranjan sahu/Wikimedia Commons

En medio de las rutas aéreas que conectan Asia, África y Europa, las flotas de Airbus A380 de Emirates y de Boeing 777 de Qatar Airways reinan en el espacio aéreo, mientras que, en tierra, el Aeropuerto Internacional de Dubái (DXB) se convirtió por 7º año consecutivo en el hub aeroportuario más frecuentado del mundo por pasajeros internacionales. A pesar de la pandemia de Covid-19, que puso de rodillas a un sector conocido por sus escasos márgenes de beneficio, las aerolíneas del Golfo pueden contar con las ambiciosas familias reinantes, para quienes cada avión que haga flamear la bandera emiratí o catarí es objeto de orgullo y de soft power. “El éxito de sus líneas aéreas les dio un lugar destacado en el mapa, e hizo que los países pasaran a ser más conocidos”, comenta el analista aeronáutico Alex Macheras.

Urgido por inscribir su nombre en la historia árabe moderna y hacer olvidar la imagen de Arabia Saudita como un reino ultraconservador, guardián de los sitios sagrados del islam y proveedor de energía fósil a bajo costo, Mohamed bin Salmán (MBS) parece estar dispuesto a competir frente a frente con Dubái, el polo comercial a nivel mundial tan codiciado por sus vecinos.

El príncipe heredero anunció una inversión de 550.000 millones de riyales (124.000 millones de euros) para los sectores del transporte y la logística, así como la creación de una segunda aerolínea saudí. Su principal objetivo es conquistar el tráfico aerocomercial, que abarca más de 250 destinos a nivel global, y es dominado en el Golfo por las compañías aéreas de bandera de Catar y de Emiratos Árabes Unidos. Bin Salmán anhela convertir a su línea aérea en la abanderada de una Arabia Saudita ávida de hacer valer su estatus de primera economía del golfo.

Pero es probable que esa movida audaz provoque una reacción furiosa entre una competencia que todavía lucha por mantener sus cuotas de mercado frente a una demanda de viajes internacionales en caída libre: 81% menos entre mayo de 2019 y mayo de 2021 en la región de Oriente Próximo. “Los hubs aeroportuarios como Dubái tienen hambre y necesitan que los alimenten”, exclama Robert Kokonis, presidente de la empresa canadiense de consultoría de aviación internacional AirTrav. Y Alex Macheras agrega: “Es demasiado tarde, dejaron pasar el tren […] No es necesario que otra línea aérea reproduzca lo que Qatar Airways y Emirates ya han hecho”.

“Absorber los negocios de los Emiratos Árabes Unidos”

Las economías del Golfo, construidas meticulosamente en torno a la renta generada por la exportación de petróleo crudo y de gas natural hacia los países occidentales y Asia emergente, actualmente les echan el ojo a las estrategias de diversificación sectorial, cuyas similitudes fomentan un feroz espíritu de rivalidad económica en la región, contrario a la colaboración inscripta en el estatuto del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Esa brutal competencia económica no se limita a los sectores percibidos como prestigiosos, como el transporte aéreo, sino que se extiende a todos los componentes de la economía.

La perspectiva de crecimiento de tres dígitos durante las décadas próximas en los mercados del hidrógeno y de las energías renovables aviva la codicia de los dos pesos pesados de la economía en el Golfo. Arabia Saudita, que pretende convertir a la empresa ACWA Power en una joya nacional en el mercado de la energía descarbonizada, anunció la construcción de la mayor planta de hidrógeno verde del mundo en la ciudad futurista de Neom. Del otro lado de la frontera, Abu Dabi sueña con convertirse en uno de los productores de hidrógeno azul más baratos y más importantes del mundo de la mano del desarrollador de energías renovables emiratí Masdar.

“Cada dólar que podamos robarles a nuevos vecinos es un dólar más para nosotros” parece ser la actitud dominante en el golfo Pérsico, resume Frédéric Schneider, economista e investigador asociado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Sin embargo, el fenómeno no es nada nuevo. Durante la década de 2000, Dubái y su Centro Financiero Internacional (DIFC) conquistaron la región del golfo Pérsico y dejaron en el segundo puesto a su vecino Bahréin.

En febrero de 2021, Riad anunció que cualquier empresa que se niegue a instalar su sede central regional en Arabia Saudita luego de 2023 tendrá el acceso vedado a contratos que durante mucho tiempo han sido otorgados a multinacionales que operan su cartera de actividades en el Golfo desde Dubái. “Esta idea de imponer una hegemonía económica es simplemente muy perjudicial”, agrega Frédéric Schneider. Nuevo encontronazo en julio de 2021. En medio de una disputa entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos en torno a las cuotas de producción de oro negro en el grupo petrolero OPEP+, el reino anunció la suspensión de las tarifas aduaneras preferenciales concedidas a las empresas situadas en la región del CCG. Los productos afectados son los fabricados en zonas francas o aquellos que contienen componentes provenientes de Israel, dos menciones que, según los analistas, apuntan a los Emiratos Árabes Unidos, donde la presencia de zonas francas es un motor de la economía y donde la normalización de las relaciones preexistentes con el Estado hebreo abrió las puertas de un comercio bilateral estimado en 712 millones de dólares (604 millones de euros) entre comienzos de 2020 y mediados de 2021.

“Creo que no hay duda de que el plan de diversificación saudí va a absorber negocios de los Emiratos Árabes Unidos”, comenta Najah Al-Otaibi. La analista política saudí radicada en Londres señala la impaciencia de las empresas multinacionales por reafirmar su presencia en Arabia Saudita, aunque eso implique relocalizar parte de su personal. Bajo el impulso de MBS, Riad intenta asegurarse que los actores económicos que operan en Arabia Saudita establezcan sus cadenas de valor en el reino. Pero un ejecutivo radicado en Dubái y entrevistado bajo condición de anonimato por el diario económico británico Financial Times no comparte ese entusiasmo: “Te pinto las posibilidades de mudarnos a Riad con tres letras: NFW (‘de ningún modo’)”. La Arabia Saudita de MBS desea proyectar una imagen de apertura luego de décadas de promoción de una versión ultraconservadora y puritana del islam. Pero a pesar de la puesta en vereda de la policía religiosa y del otorgamiento del derecho a conducir vehículos para las mujeres –el último país del mundo en autorizarlas a hacerlo–, el estilo de vida vigente en los centros urbanos del reino no llega a estar a la altura del cosmopolitismo liberal de Dubái.

En busca de sinergias

Según Cinzia Bianco, investigadora en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), el desafío que enfrentan las economías del Golfo es una profunda falta de complementariedad. “Los países del CCG se enfrentan a los mismos desafíos y deben disputarse los mismos recursos, porque todos tienen las mismas estrategias para superar esos desafíos”, señala Bianco.

Economistas y analistas lamentan que se haya impuesto una lógica de “copiar y pegar” y recomiendan la creación de polos de especialización distintos para sacar partido de las especificidades de cada una de las naciones del Golfo y así limitar el riesgo de competencia dañina en torno a algunos sectores económicos altamente codiciados. El Sultanato de Omán logró construir una economía próspera en torno al sector de la pesca y la agricultura –cuya contribución solo se limita sin embargo al 2,5% del producto interior bruto (PIB) omaní– y de productos naturales como la resina natural de incienso, mientras que en Bahréin, el Bahrain FinTech Bay se empeña en desarrollar la industria de la tecnología financiera. Arabia Saudita, por su parte, le propone a la industria cinematográfica rodar películas en algunos de los muchos paisajes inexplorados que posee el reino, que durante mucho tiempo se mantuvo plegado sobre sí mismo. Pero a pesar de ser oportunidades reales, estos sectores emergentes permanecen al margen de las economías del Golfo, sedadas con los miles de millones de dólares que cada año genera el oro negro.

Solo Dubái supo posicionarse en eslabones vitales para la globalización, como los sectores portuarios y logísticos. La empresa emiratí DP World opera más de 60 terminales portuarias en seis continentes, incluida su terminal central en Jebel Ali, en la periferia de Dubái, y es líder en el sector.

Además de las oportunidades que ofrece la creación de polos de especialización, el desarrollo de sinergias transfronterizas también presenta la ventaja de fomentar la unión en torno a proyectos que contribuyen a desarrollar una identidad económica del Golfo más allá de la venta de energías fósiles. En este sentido, el sector turístico ocupa una posición privilegiada para darle vida a un enfoque de cooperación. La promoción de los tours regionales permite sacar ventaja de las “múltiples facetas” que ofrecen las experiencias turísticas en el Golfo: visita de los dos principales lugares santos del islam en Arabia Saudita, eventos deportivos internacionales de primer nivel en Catar, vida urbana y nocturna en Dubái, la megápolis de los Emiratos Árabes Unidos, y exploración del mundo submarino en las costas de Omán.

La ley del más fuerte

En materia de investigación y desarrollo, la cooperación entre los países del Golfo es “lógica”, señala el economista bahreiní Omar Al-Ubaydli. “A través del programa Erasmus, la Unión Europea demostró que la integración económica puede aumentar la producción de I+D. Sería beneficioso que los países del CCG se inspiraran en ese ejemplo.” Este tipo de proyectos no están en agenda y se ven bloqueados por un CCG que tiene grandes dificultades para reunir a las petromonarquías del Golfo en torno a proyectos centrados en el interés común.

En efecto, la promoción de las sinergias económicas intra-Golfo seguirá siendo un sueño ilusorio mientras no exista una coordinación de las estrategias de diversificación económica. Ese sueño choca con la realidad política de una región donde “nada cambia” sin la adhesión de los dos pesos pesados, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, señala una fuente cercana a los círculos de toma de decisiones en el Golfo, quien lamenta que los intereses de los Estados más modestos queden relegados a un lugar secundario en el orden de prioridades. La dinámica de la ley del más fuerte se ve reforzada por el ascenso del nacionalismo y la insistencia en el sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional, en detrimento de la identidad regional representada por el CCG. Mientras la región lucha por curar las heridas de la violenta crisis diplomática que opuso a Catar y sus vecinos entre 2017 y comienzos de 2021, el flagelo de la división –económica esta vez– atormenta nuevamente los ánimos en la región.