En Marruecos, el sofocamiento de las últimas voces disidentes

Desde hace unos meses se desata una ola de represión sobre personas que, dentro de Marruecos y asumiendo completamente sus actos, critican en las redes sociales al rey Mohamed VI, cuya popularidad se degrada poco a poco.

El rapero L’Gnawi, coautor de la canción «3acha cha3b» (viva el pueblo), condenado el 24 de noviembre de 2019 a un año de prisión

No son opositores, ni periodistas comprometidos, ni militantes profesionales, sino en su mayoría marroquíes de a pie: jóvenes estudiantes secundarios, cantantes en ciernes, pequeños comerciantes, y hasta desempleados. Todos son jóvenes, algunos incluso adolescentes. Su punto en común: expresaron, a través de YouTube, la desesperanza de la juventud marroquí y la brecha que no deja de aumentar entre ricos y pobres; pero también criticaron al rey Mohamed VI y se burlaron de sus discursos, «que no sirven para nada y ya no generan ningún entusiasmo», lo cual está prohibido en Marruecos. En efecto, hasta el día de hoy, los que criticaban al rey eran con frecuencia y casi exclusivamente «MRE», Marroquíes Residiendo en el Extranjero, quienes podían eludir la ley marroquí que castiga con la prisión cualquier crítica de la monarquía. Las críticas a través de las redes sociales marcan por lo tanto un verdadero punto de inflexión en la forma de canalizar la protesta política.

«Mi vida no tiene objetivos»

Todo comenzó el 29 de octubre de 2019 con una canción subida a YouTube, donde se ve a tres jóvenes raperos denunciar con palabras crudas la corrupción y la desigualdad social, apuntando directamente contra el rey Mohamed VI:

¿Quién arruinó al país y quién sigue buscando la riqueza? […] ¿Quién nos metió en este enredo? Tú violaste nuestra dignidad […] Si somos 40 millones en este país, 30 millones se quedan contigo porque están obligados […] Mi vida no tiene objetivos […] Soy el que confió en ti y fui traicionado […] Soy el rifeño que sueña con un Rif mejor…

Mientras se escribe este artículo, la canción ya recibió casi 22 millones de visitas en YouTube (los marroquíes que votaron durante las últimas elecciones legislativas son solamente 13 millones de personas…) ¿Sus autores? Tres jóvenes raperos nacidos en barrios populares de Casablanca y conocidos como Lzaar, Weld Legriya y Lgnawi. El título de la canción es una consigna muy en boga entre la juventud contestataria: “Aacha chaab” (viva el pueblo), una versión subversiva de «viva el rey».

Entonces la máquina judicial se puso en marcha de inmediato: uno de los cantantes, Mohamed Mounir (L’Gnawi) fue detenido y más tarde, el 24 de noviembre de 2019, condenado a un año de prisión firme. La acusación no mencionaba ningún motivo político: el rapero fue condenado por «ultraje a la policía».

Unos días más tarde se desató una verdadera avalancha de arrestos y de condenas contra jóvenes marroquíes, en su mayoría desconocidos.

El 15 de diciembre, un adolescente de 18 años, Ayoub Mahfoud, fue condenado a tres años de prisión firme tras… haber compartido la canción Aacha chaab en su página personal de Facebook. Esta vez, la acusación era abiertamente política: el joven estudiante secundario fue condenado por «ofensa al rey». Ante la conmoción que suscitó ese caso, el 16 de enero el tribunal decidió poner en libertad provisoria al joven, pero las demandas judiciales siguen firmes y el juicio debería tener lugar a fines de marzo.

El 26 de diciembre, Mohamed Sekkaki, apodado «Moul Kaskita» (el hombre de la gorra), un desempleado de Settat, una ciudad pobre entre Casablanca y Marrakech, fue arrestado y acusado de «afrenta a cuerpos constituidos». El motivo político de la detención fue ocultado nuevamente. En realidad, Sekkaki había publicado un video en el que se burlaba profusamente del rey:

Esos discursos que lees temblando ya no nos generan ningún entusiasmo […] Cuando te enfermas, no te tratas aquí, en tu país, en nuestros hospitales, vas al extranjero a tratarte. Dices «mi querido pueblo» mientras tu pueblo sufre el martirio a causa de las desigualdades y las injusticias…

Sekkaki fue condenado a cuatro años de prisión firme.

El 26 de diciembre, por… un tuit publicado en abril de 20191 en el que criticó al juez que dirigió el proceso del Movimiento Popular del Rif, el periodista Omar Radi fue encarcelado en la prisión de Casablanca por «ultraje a un magistrado». Ante la movilización de la sociedad civil, el juez también decidió ponerlo en libertad provisoria el 31 de diciembre, pero sin embargo mantuvo las acusaciones en su contra.

«Nunca entendimos»

El 1º de enero, un adolescente de 17 años, Hamza Asbaar, fue condenado a cuatro años de prisión tras haber publicado en YouTube su canción On a compris, donde ataca abiertamente al rey y sus discursos «que nunca entendimos»:

No paramos de escuchar sus discursos, que nunca entendimos […] La Constitución está hecha a su medida […] Tú entendiste, nosotros entendimos

El 16 de enero, el tribunal de El Aaiún, en el Sahara Occidental, redujo su pena de cuatro años a ocho meses. Por lo tanto, Asbaar permanece en prisión.

Esta ola de represión (la lista es larga) contra jóvenes youtubers que viven en Marruecos y que criticaron a la monarquía y su política se explica sin duda por la voluntad de asfixiar toda forma de liberación de la palabra y, según un allegado al palacio, de «restablecer la hiba (una mezcla de temor y de carisma) de la monarquía y del Estado», encarnada por un monarca cada vez más impopular.

Durante años, Mohamed VI construyó su comunicación política en base a la imagen de un monarca en movimiento: la de un joven rey popular que va al encuentro de sus súbditos; imágenes donde se lo ve inaugurando proyectos locales o, por lo general la víspera del ramadán, distribuyendo donaciones en especie (a veces mochilas o canastas con aceite y harina) a personas seleccionadas por los agentes del Ministerio del Interior en algunas ciudades o pueblos. También los canales de televisión oficiales (Al-Oula, 2M, Medi1TV, donde los periodistas se parecen más a pequeños funcionarios del estado civil que a periodistas) lo presentan como la única institución «que camina, que se mueve», la única valiosa. Frente al monarca, descrito también como «el único actor fiable», el gobierno, los partidos políticos e incluso el Parlamento encarnarían por su parte la mediocridad, el oportunismo y la ineficiencia, lo cual no es algo totalmente falso. Con una cantinela típicamente oriental, con frecuencia se lo presenta como el buen califa rodeado de visires malos: Lmalik zouine, lidayrine bih li khaybine (el rey es bueno, los malos son los que lo rodean).

Discursos reales que ya no generan entusiasmo

Actualmente, esas estrategias se agotaron y la popularidad de M6 anda de capa caída. Luego de más de veinte años de poder absoluto, la imagen del rey Mohamed VI se ve degradada por los crecientes problemas sociales que enfrenta gran parte de la población marroquí. Según declaraciones del propio monarca, los «proyectos» de desarrollo prometidos reiteradamente por el soberano en sus discursos, las obras llamadas «estructuradoras» y las promesas de reforma parecen haber beneficiado solamente a una minoría de afortunados… por no hablar de la reforma educativa, la lucha contra la corrupción, la pobreza y las injusticias sociales, que alcanzan proporciones peligrosas, incluso para la estabilidad del régimen.

Además de que sus discursos ya no generan entusiasmo, las decisiones del rey carecen cada vez más de coherencia y de rigor, lo que complica las cosas respecto a la popularidad del monarca. El arresto de Omar Radi tuvo lugar apenas unos días después de que el rey nombrara una «comisión para el desarrollo» presidida por el embajador de Marruecos en París, Chakib Benmoussa. Indignado, uno de sus miembros, Rachid Benzine, un universitario sin embargo cercano al palacio, escribió en un tuit: «La detención de Omar Radi nos interpela y nos recuerda que ningún modelo de desarrollo puede ser defendible y viable sin la garantía de la libertad de expresión y de información. El desarrollo implica la crítica y el debate de ideas, o en caso contrario, no existe».

Aunque sigue siendo relativa debido a la inexistencia de encuestas sobre la monarquía (prohibidas en Marruecos), la creciente impopularidad de Mohamed VI se mide sobre todo a través de las redes sociales, donde miles de marroquíes pueden expresarse con una relativa libertad. El hecho, por ejemplo, de que la canción “Aacha chaab” haya sido escuchada por casi 22 millones de marroquíes y comentada positivamente por miles de internautas dice mucho sobre la corroída popularidad del «rey de los pobres».

Una policía que recuerda la de Ben Ali

Por otra parte, si bien las críticas y las burlas de los jóvenes youtubers también se refieren a la persona del rey, lo que con más frecuencia atacan son sus discursos, y con justa razón: Mohamed VI es el que lleva la batuta, y los marroquíes lo saben. Por esa razón sus palabras generaron grandes esperanzas en el comienzo de su reinado, y por esa misma razón ahora suscitan tanta decepción.

Para acallar esas voces que emergen espontáneamente y critican al rey sin difamarlo a través de las redes sociales, la monarquía se apoya sobre una policía que trae a la memoria el antiguo régimen tunecino de Zine El Abidine Ben Ali y de los jueces poco respetuosos de su independencia.

Desde el cierre del Journal hebdomadaire (hito de la prensa independiente de Marruecos entre 1997 y 2010) hace justo diez años, las presiones económicas y la amenaza judicial siguen pesando sobre lo que queda de la prensa privada. También en ese nivel, el rol de la justicia, sometido al palacio y al entorno real, es crucial.

A medida que la represión cobra importancia, la justicia marroquí es señalada por las ONG (marroquíes e internacionales) y presentada como la rama secular del rey y de su entorno. El monarca no solo nombra a los magistrados, sino que los veredictos son pronunciados en su nombre y además Mohamed VI es el presidente del Consejo Superior de la Magistratura. En los procesos políticos que siguen teniendo lugar en Mequinez, El Aaiún o Casablanca, el monarca es implícitamente juez y parte, advierten con amargura los defensores de los derechos humanos, que no dejan de pedir una verdadera separación de poderes.

1El tuit decía: «Lahcen Talfi, juez del tribunal de apelaciones, verdugo de nuestros hermanos, acordémonos bien de él. En muchos regímenes, los timoratos como él después volvieron suplicando, pretendiendo haber»ejecutado órdenes«. Ni olvido ni perdón con estos funcionarios sin dignidad.»