Peregrinaje

La dolorosa historia de las epidemias en Arabia Saudita

Para Arabia Saudita, la crisis del Covid-19 es un episodio más de una larga serie de virus que vienen azotando al reino desde la gripe española de 1919.

El 27 de abril de 2020, se permitió a unos pocos adoradores realizar la oración de Isha mientras se mantenían a distancia unos de otros junto a la Kaaba, en un contexto de prohibición sin precedentes de reuniones y oraciones en masa.
STR/AFP

El 2 de marzo de 2020, cuando Arabia Saudita declaró el primer caso de coronavirus (Covid-19), muchos ciudadanos saudíes tuvieron la sensación de que la historia se repetía. Desde 2016, el país limítrofe de Yemen se ve golpeado por un brote de cólera endémico que prospera sobre las ruinas de la guerra civil y los bombardeos de la coalición saudí. El reino saudí también se ve acechado por los casos de virus del Ebola importados por los peregrinos de África Occidental. Además, recién acaba de salir de la crisis provocada por el anterior tipo de coronavirus (MERS-CoV), cuyo primer caso mundial fue detectado en 2012 en un ciudadano saudí hospitalizado en Yeda. Y tres años antes, la gripe H1N1 había ingresado en su territorio con un primer caso detectado oficialmente en una enfermera filipina.

En las crónicas árabes de la península arábiga de los siglos XVIII y XIX, las epidemias son tan frecuentes como las invasiones de langosta que arruinan los cultivos. Peste, pero sobre todo viruela y cólera, todas designadas con los términos genéricos ta’un o waba, entraron en la península arábiga por los puertos del Golfo y de Hiyaz, y se extendieron con los viajes de peregrinos hacia Medina y La Meca, las caravanas de mercaderes o las migraciones de beduinos. A veces descritas como un castigo divino, con mayor frecuencia se las menciona como una fatalidad recurrente, inherente a la naturaleza y a los numerosos contactos que vinculan a las sociedades y las economías de la península con el resto del mundo.

El recuerdo de la gripe española

Con el aumento del número de casos detectados de Covid-19 durante el mes de marzo de 2020, la prensa saudí multiplicó los artículos relacionados con la primera pandemia del siglo XX, la llamada “gripe española” de 1918-1919. Los editorialistas del reino establecieron numerosas comparaciones más o menos científicas entre ambas crisis sanitarias. La gripe española no fue olvidada en absoluto, ya que el episodio se convirtió en un momento destacado de la formación de Arabia Saudita. La enfermedad golpeó el Néyed (región central de la península) y los emiratos vecinos durante tres meses en 1919. Fue tal su virulencia que los historiadores saudíes de la época y los recuerdos familiares todavía vivos describen esos tres meses como “el año de la compasión” (sanat al-rahma) y de la “fiebre” (al-sakhna).

En las ciudades, las muertes diarias se contaban por decenas: 100 en Riad en el pico de la pandemia; cerca de 25.000 en total en las ciudades de Arabia central, según el británico John Philby. La gripe diezmó a los grupos nómadas ya golpeados por la dura sequía y por la parálisis del comercio que provocó la Primera Guerra Mundial, agravó su miseria y atizó las primeras revueltas de los célebres ijwan1 contra el emir Abdulaziz bin Saúd, que había emprendido difíciles conquistas al norte del Néyed (emirato de los Al-Rashid de Ha’il) y en Hiyaz (reino hachemita de La Meca).

Según el recuerdo que circula, más que afectar a las personas mayores o débiles –las víctimas habituales de las pandemias–, la gripe azotó con una violencia inesperada a los hombres jóvenes y activos, negociantes, ulemas, agricultores, soldados: las fuerzas vivas del emirato. El mismo Abdulaziz bin Saúd perdió a su hijo y heredero designado, Turki, así como a una de sus esposas, Jawhara. Entre las tradicionales medidas de profilaxis más o menos eficaces, Arabia impuso el confinamiento de los enfermos y de los casos sospechosos. Bin Saúd debió recurrir a los servicios del jefe médico de la misión protestante estadounidense en Baréin, Paul Harrisson, cuya llegada profundizó aún más los motivos de descontento de los ijwan y de sus partidarios.

Convocatoria de médicos sirios, libios y egipcios

Cinco años más tarde, apenas conquistados ambos sitios sagrados y el puerto de Yeda, el emir ordenó la creación de una primera agencia de salud pública en La Meca con filiales en el resto del futuro reino. El emirato se hizo cargo de la gestión sanitaria de sus súbditos y así lo comunicó, pero al igual que en el resto de las nuevas instituciones de ese Estado en construcción, quienes tomaron las riendas, con resultados verdaderamente positivos, fueron sobre todo médicos y administradores sirios, libaneses y egipcios, con los que Bin Saúd adoraba rodearse (y de quienes no podía encontrar equivalente entre los saudíes).

El recuerdo de la gripe de 1919 es mucho más vivo en Arabia que en el resto de los países de Oriente Próximo, que no obstante también se vieron duramente afectados. No se debe solamente a que el emirato saudí y sus vecinos del Golfo estuvieron relativamente apartados del conflicto mundial que por entonces llegaba a su fin. Esos tres meses de epidemia confrontaron bruscamente a ese Estado saudí en vías de formación con los efectos apremiantes de la globalización, la fragilidad de su ecosistema y los riesgos de tener que recurrir a la pericia extranjera en un momento crítico de su expansión territorial y de su formación institucional.

Heredera de la gripe y de la conquista de los lugares sagrados, la gestión sanitaria se volvió desde entonces parte integrante de la estrategia del joven Estado para controlar el territorio y sus súbditos. Celosamente conservado, ese monopolio soberano también era un medio para frenar las injerencias extranjeras facilitadas por cada crisis epidémica. En el siglo XIX, el cólera trasmitido por los peregrinos de La Meca había alentado el desarrollo de un sistema internacional que colocaba a La Meca bajo la vigilancia de las grandes potencias.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Aramco (la empresa estadounidense que explota el petróleo saudí) inició, en nombre del gobierno saudí, una serie de campañas para erradicar la malaria endémica en la provincia de Al-Hasa. En esa región oriental del reino, las nuevas atribuciones sanitarias del Estado también eran una forma de controlar a la población mayoritariamente chií, por lo general adepta al nacionalismo contestatario árabe.

Del H1N1 al MERS-CoV

Si ahora, un siglo más tarde, la gripe de 1919 volvió rápidamente a la prensa saudí al lado de los boletines del ministerio de salud, es porque esta historia de brotes epidémicos nunca dejó de ser parte de la historia contemporánea del reino. El recuerdo de las viejas epidemias se conservó debido a las epidemias posteriores. La más reciente, la del MERS-CoV (los dromedarios fueron identificados como vectores de propagación activos), sigue cobrándose víctimas en el territorio (más de 850 muertos entre 2012 y 2020, según la OMS). De una epidemia a otra, los síntomas de las crisis epidémicas del Estado saudí manifiestan una sorprendente regularidad: extensión del perímetro de acción del Estado, control médico y policial de los lugares sagrados, y una relación suspicaz con los extranjeros.

En 2012, la circulación del MERS-CoV en la región de La Meca suscitó aún más inquietud porque las autoridades fueron criticadas (incluso por la OMS) por la lentitud de sus medidas de profilaxis y su reticencia a compartir la información recogida sobre ese nuevo virus con las agencias sanitarias y los laboratorios internacionales. Para los ciudadanos como para los observadores extranjeros, el Estado no había aprendido las lecciones de la oleada de gripe H1N1 declarada tres años antes.

La crisis política fue aplacada momentáneamente con el remplazo del ministro de salud en 2014, la creación de un centro y de un laboratorio nacional dedicados al control y la prevención de las epidemias en el país, y una importante reorganización de los procedimientos de profilaxis, en particular en los hospitales y los lugares sagrados. Algunas publicaciones médicas saudíes de comienzos del mes de abril de 2020 incluso llegan a la conclusión de que “el MERS-CoV fue una bendición para la mejora de la prevención y del control de las enfermedades en los hospitales saudíes”.

El discurso del rey Salmán

Desde el mes de marzo de 2020, el ministerio de salud recalca la experiencia adquirida durante esas numerosas crisis. Los procesos de vigilancia de la población y los intercambios de información fueron mejorados. La formación del ministro de salud, titular de un doctorado en informática, no es anodina. Las campañas de tests y el confinamiento fueron rápidamente implementados luego de que el rey Salmán, hijo de Abdulaziz bin Saúd, emitiera el 19 de marzo un discurso televisivo que reunió una audiencia considerable. El contenido paternalista del discurso, así como el conjunto de las medidas tomadas para contener la epidemia y sostener la economía vuelven a colocar al Estado y sus instituciones en el centro de la vida del reino. En un país siempre preocupado por los riesgos que pesan sobre su abastecimiento alimentario, el ministerio de agricultura incluso anunció el aumento de los stocks de cereales y de ganado. Esas medidas ponen en cuestión varios años del modelo neoliberal plasmado en la “Visión 2030” del príncipe heredero Mohamed bin Salmán (MBS), particularmente discreto desde el inicio de la crisis.

Al igual que en las crisis sanitarias anteriores, la situación de La Meca y de Medina es particularmente analizada por los dirigentes saudíes y sus homólogos extranjeros. El toque de queda, paulatinamente levantado en las principales ciudades del reino, sigue en vigor en La Meca, incluso en pleno mes de ramadán. Tras la suspensión de las peregrinaciones, ahora se espera la anulación excepcional del hach (gran peregrinaje). En el actual contexto de crisis económica provocada por el derrumbe de los precios del barril de petróleo, asumir la decisión de privar al reino de su segunda fuente de divisas extranjeras después del petróleo es una responsabilidad particularmente trascendental que socava un poco más los planes de diversificación económica, para la cual los ingresos de la peregrinación jugaban un papel ambicioso.

Una campaña de expulsión de los inmigrantes

Aunque el primer caso de Covid-19 fue detectado oficialmente en un saudí que había regresado de Irán, la epidemia vuelve a sembrar la desconfianza de la población nacional suní en los chiíes de la provincia oriental, los extranjeros cercanos (cerca de 10 millones de expatriados) y los más distantes (los vecinos iraníes), acusados de ser los principales vectores de la epidemia. La región de Al-Hasa y la ciudad de Qatif, en su mayoría chiíes, fueron las primeras donde se impuso la cuarentena, y sus habitantes fueron blanco particular de los controles. Las campañas de expulsión de inmigrantes que suelen tener lugar con cada crisis epidémica, como en 2013-2014, regresaron en abril de 2020. Sin embargo, el discurso inclusivo del rey del último 19 de marzo, dirigido a “los ciudadanos y los residentes” del reino, dejó abierta la esperanza de un cambio en un país donde la mayoría del personal médico todavía es extranjero (cifras de 2018).

El rey anunció que los gastos de tratamiento del coronavirus serán cubiertos íntegramente por el Estado, independientemente de la nacionalidad de los enfermos. Como en otros países del Golfo, la epidemia vuelve a impulsar los artículos y los debates en línea para criticar a los empleadores inescrupulosos de migrantes y exigir, una vez más, un control más firme de parte del Estado. Como las primeras expulsiones de trabajadores etíopes provocaron reacciones de protesta, las autoridades redoblaron su campaña de explicaciones para subrayar la contribución financiera y diplomática del reino en los esfuerzos de las instituciones internacionales (OMS, G20), la contribución de sus estudiantes médicos en la lucha contra el virus en Europa y la ayuda humanitaria aportada a los países afectados como China. Las autoridades defienden una gestión modelo de la epidemia.

En el momento en que Arabia Saudita se prepara para lo que el rey Salmán anunciaba en su discurso como una “próxima etapa aún más difícil a escala mundial”, los cuestionamientos respecto al futuro de la descomunal Visión 2030 probablemente ya hayan perdido actualidad. La epidemia aparece incluso como la ocasión para saldar al menos diplomáticamente la crisis abierta en Yemen anunciando sucesivamente un cese unilateral del fuego y una ayuda financiera y humanitaria masiva.

Como hace un siglo, la epidemia del año 2020 interviene en un contexto económico y político particularmente incómodo. Como las precedentes, pone al reino saudí frente a viejos demonios que los ciudadanos, de generación en generación, nunca han perdido de vista: la extensión del papel económico y social del Estado, los intereses que lo guían en la gestión de los santuarios de Medina y La Meca, el lugar otorgado en su territorio a los saudíes no suníes y a los extranjeros, y en términos más generales, la forma de su participación en la globalización. La historia de epidemias de Arabia Saudita deja pensar que, para el Estado saudí, la crisis sanitaria será, una vez más, tanto un momento de transformación acelerada como de ampliación de su rol.

1Milicia religiosa beduina creada por Abdelaziz ben Abderrahmán Al Saúd en 1912.