El futuro incierto de los drusos de Israel

Desde los primeros bombardeos en Gaza, los drusos de Israel apoyaron al gobierno y al ejército. Es la única minoría del país que realiza el servicio militar obligatorio, y su lealtad al Estado es histórica. Pero el acaparamiento de sus tierras, así como la ley de 2018 que consagra a Israel como “Estado nación judío”, generaron mucho descontento y a veces, incluso, rebeliones.

La imagen muestra un ambiente acogedor y colorido de un café o restaurante al aire libre. Hay mesas y sillas negras distribuidas sobre un suelo pavimentado, y la decoración incluye manteles con estampados florales. En el fondo, se pueden ver varias banderas, incluyendo la de Israel, colgadas en las paredes de piedra. El espacio está cubierto por una especie de toldo que filtra la luz, creando un ambiente agradable. Algunas personas están sentadas en las mesas, disfrutando del lugar.
Terraza de un café en una aldea drusa del norte de Israel, donde se exhiben las banderas israelí y drusa una al lado de la otra.
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En Palestina, la presencia drusa se remonta al siglo XVII, cuando, proveniente del Monte Líbano, la comunidad se instaló en Galilea. Al comienzo del mandato británico, contaba con unos 7.000 miembros, repartidos en 18 pueblos del norte del país. Actualmente, los drusos de Israel ascienden a 150.000 personas, es decir, 1,6% de la población total. Bien integrada, esta minoría goza de cierta autonomía y se diferencia de las otras por la participación de sus hombres en el aparato militar israelí.

Durante la operación “Inundación de Al-Aqsa”, los drusos apoyaron abiertamente al ejército israelí, confirmando así su lealtad a Tel Aviv. Considerados durante mucho tiempo como traidores a la causa palestina, siguen siendo malinterpretados por los árabes, incluso por sus correligionarios de Líbano y de Siria. ¿Qué lugar ocupan en un Estado que exige ser reconocido como judío? ¿Y cómo asocian integración y preservación de su identidad?

Apoyo al ejército

Tras el 7 de octubre, los drusos se movilizaron a favor de sus compatriotas israelíes desplazados. Les ofrecieron alimentos y alojamiento de emergencia. Su representante oficial, el jeque Mowafaq Tarif, no tardó en calificar lo sucedido como un “atentado terrorista” y expresó su apoyo al ejército. Los drusos que sirven en sus filas son cerca de 2.500. Algunos murieron en combate o fueron tomados prisioneros por Hamas (desde el 7 de octubre de 2023, son siete soldados y cuarenta civiles en total)1. Pero Tarif también busca imponerse en un asunto muy delicado y hasta vital para su comunidad: las expropiaciones y las sanciones en materia de construcciones ilegales.

En efecto, en las últimas seis décadas, los drusos perdieron cerca de dos tercios de sus tierras debido a las políticas israelíes. En 1950, la población, de una 15.000 personas, poseía 325.000 dunams (32.500 hectáreas) de tierra. En 2008, 100.000 personas solo tenían 116.000 dunams (11.600 hectáreas)2.

Órdenes de demolición en serie

Ante la obligación de abandonar sus tierras, por estar calificadas de “tierras muertas” o porque los propietarios carecían de los documentos apropiados, los habitantes de algunos pueblos alcanzados por las expropiaciones, como Yarka y Kisra, redoblaron la presión sobre el gobierno. En Beit Jan se registraron enfrentamientos con un cariz más violento. En la región del monte Meron, el territorio druso fue convertido en reserva natural. Luego, en 2004, en el pueblo de Isfiya, se desplegaron fuerzas armadas para confiscar sus tierras. En 2009, siete proyectos nuevos para conectar Israel de norte a sur preveían atravesar pueblos drusos. Y en 2010, se registraron, una vez más, incidentes con la policía.

Algunas tierras adquiridas por el Estado luego son alquiladas a un costo muy elevado a drusos que sirvieron en el ejército, lo que les imposibilita la construcción de casas en sus propios pueblos. Durante las últimas dos décadas, algunos eligieron instalarse en ciudades judías, mientras que otros optaron por construcciones ilegales. En 2017, la enmienda a la ley Kaminitz sobre el urbanismo legalizó las órdenes de demolición, que padecieron incluso las familias de soldados caídos en combate. Las sanciones preveían también detenciones y fuertes multas. Esa ley puede ser ejecutada en plazos muy breves por simples inspectores de construcción, sin tener en cuenta las circunstancias personales que causaron la infracción. En reacción, el jeque Tarif multiplicó sus reclamos al gobierno y amenazó con tomar “medidas nunca antes vistas” si la ley se mantenía vigente. Y si bien ratificó la lealtad de la comunidad hacia Israel luego del 7 de octubre, no duda en reiterar sus exigencias.

“Privilegios en lugar de derechos”

Su insistencia apunta no solo a evitar que su comunidad sufra las demoliciones, multas y otras sanciones, sino más bien a cuidar la cohesión del grupo y su perpetuación, impidiendo que los jóvenes vayan a instalarse a localidades judías y se integren en ellas.

Con la adopción de la ley sobre “El Estado nación del pueblo judío”, de 2018, los drusos tomaron conciencia de que gozan de “privilegios en lugar de derechos”3 y de que sufren una discriminación que los excluye de la nación israelí. Varias decenas de miles de personas desfilaron por el centro de Tel Aviv para reclamar igualdad. De modo que parece legítimo decir que los drusos, al igual que otras minorías, “pueden considerar la ciudadanía no como una forma de adhesión al Estado, sino más bien como un marco que les da el poder legal de cuestionar las políticas de Estado”4.

Una estrategia de acomodamiento

Dada esta situación, ¿qué lugar ocupan los drusos dentro del Estado israelí? A fines de la década de 1920, los sionistas se interesaron en la comunidad drusa de Palestina, en su calidad de aliada potencial al proyecto de Estado judío5. Los drusos se mantuvieron distantes de los disturbios de 1929, lo que debilitó la resistencia palestina. Optaron por una estrategia de acomodamiento y de cohesión para sobrevivir en un entorno que, al menos, parecía hostil.

A diferencia de los árabes de las zonas urbanas, en un principio eran campesinos que vivían principalmente en el Monte Carmelo y en Galilea. Carecían de instituciones organizadas, de recursos económicos y de interacciones políticas con los otros grupos. No participaron en el debate nacional y en la campaña antisionista realizada por los movimientos árabes de esa época. La inmigración judía no era percibida como una amenaza, sino más bien como una oportunidad para alcanzar el ascenso económico, social y político en sus pueblos.

Los mercados judíos constituían un nuevo destino para sus productos agrícolas, que por primera vez fueron vendidos fuera de los límites locales. Gracias a los médicos que habían llegado de Europa, las colonias les facilitaron el acceso a la atención sanitaria. La alianza entre judíos y drusos se forjó entonces a partir de intereses comunes, que parecen justificar su neutralidad durante la revuelta árabe de Palestina mandataria, entre 1936 y 1939.

Una identidad específica y reconocida

Tras la creación del Estado de Israel, cobró forma una identidad drusa israelí, distinta de la identidad árabe, que implicó la creación de un consejo religioso en 1957 y de tribunales comunitarios en 1962. La mención “druso” remplazó la de “árabe” en la categoría nacionalidad. En la década de 1950, miembros de la comunidad participaron en la Knéset, antes de acceder a otros puestos políticos y diplomáticos importantes. A falta de partido propio, los drusos se sumaron a las organizaciones tradicionales, como el Partido Laborista o el Likud, pero también, más recientemente, Kadima e Israel Beiteinu. Elegido en varias ocasiones en la lista de Israel Beiteinu, el diputado Hamad Amar reivindica incluso la igualdad con los judíos. Amar fue el creador de la ley votada en 2018 que declaró el 1º de marzo día nacional de la contribución de la comunidad drusa. Esta lealtad hacia Israel proviene además del programa escolar específico de los drusos, que desde 1977 les inculca una conciencia identitaria particular, la lealtad al Estado de Israel y la lengua hebraica6. Como son bilingües, se convierten rápidamente en intérpretes de los tribunales militares y se atienen a la neutralidad.

Servicio militar obligatorio

Los drusos fueron incorporados al ejército desde la fundación del Estado de Israel. Desde 1956 hacen obligatoriamente el servicio militar, a diferencia de los otros palestinos de Israel –cristianos y musulmanes–, que están eximidos. Salvo la pequeña comunidad circasiana, los drusos son los únicos no judíos que son reclutados. Además, acceden a ventajas económicas considerables, así que el ejército resulta una fuente de seguridad económica y un marcador del particularismo comunitario.

Los soldados drusos suelen ocupar las primeras líneas, donde las bajas son importantes. Por esa razón, esta ley es percibida por algunos intelectuales de la comunidad como un acto de colonización que, además, impide que los jóvenes continúen con sus estudios. La proporción de diplomados drusos del nivel superior es la menor de todas las minorías. En 2014, la campaña “Recházalo, tu pueblo te protegerá” alentaba a los jóvenes a rechazar el servicio militar. El movimiento apuntaba a sensibilizar a los drusos a su historia árabe, y a hacerles tomar conciencia de las manipulaciones israelíes. Por otra parte, la oposición drusa critica la brecha de desarrollo entre sus territorios y las colonias judías vecinas, que gozan de infraestructura moderna y de servicios públicos de calidad.

En resumen, la lealtad de los drusos de Israel se explica por un conjunto de coyunturas históricas, geográficas y hasta religiosas (como el principio de la taqiyya, o disimulación) que les son propias. Actúan por pragmatismo e intentan salvar sus intereses. Desde luego, una minoría de ellos reitera su negativa a participar en “el combate de un gobierno fascista”, como recalcó el 15 de octubre en las redes sociales la página “Recházalo, tu pueblo te protegerá”. Sin embargo, no pueden negar la nacionalidad israelí, como lo hicieron sus correligionarios del Golán, movidos por un fuerte sentimiento de pertenencia nacional a Siria. A pesar de sus divergencias, estas dos comunidades drusas conservan cierta solidaridad. El jeque Tarif no duda en hacer hincapié en sus reivindicaciones, sobre todo en relación al proyecto de aerogeneradores, que el gobierno israelí pretende desarrollar en sus tierras agrícolas.

El futuro de los drusos dependerá de cómo termine la guerra actual de Israel contra los palestinos. El poder israelí, que ya sufre una profunda fractura interna, ¿revisará sus políticas discriminatorias hacia una minoría que combate en las filas de su ejército? ¿Cuál sería la suerte de la comunidad en caso de que vuelvan a barajarse las cartas y jueguen en beneficio de los palestinos, o incluso ante la eventualidad de un avance de Hizbulah en sus territorios, situados a apenas algunos kilómetros de la frontera con Líbano?

1Jessica Trisko Darden, “Israel is a Jewish nation, but its population is far from a monolith”, The Conversation, 9 de febrero de 2024.

2“Local Arab Municipalities and Towns in Israel”, The Arab Center for Alternative Planning, octubre de 2008.

3Entrevista de Selim Brik por Pascale Zonszain, “Les Druzes ont des privilèges plutôt que des droits”, in Pardès, París, vol.1-2, no. 64-65, 2019.

4Amal Jamal, “Strategies of Minority Struggle for Equality in Ethnic States: Arab Politics in Israel”, Citizenship Studies, vol. 11, no. 3, julio de 2007.

5Lisa Hajjar, “Israelís interventions among the Druze”, Middle East Report 200, 1996.

6Jihan Farhouda, “The Druze minority in the education system in Israel” in Education, Reflection, Development, vol. 41, Babes-Bolyai University, julio de 2017.