«Haaretz», último polo de oposición en la sociedad judía israelí

«Israel está al borde de una revolución derechista, religiosa y autoritaria», titula el diario Haaretz el día después de las elecciones legislativas israelíes del 1 de noviembre de 2022, que confirmaron el afianzamiento de una extrema derecha fascista y la negación de la opresión en Palestina. Si bien las fuerzas tradicionales de la izquierda han perdido influencia, Haaretz, un periódico liberal, mantiene una línea constante de oposición a las políticas oficiales. Investigación sobre un diario sin igual.

Al llegar a Israel, usted compra el diario Haaretz y descubre este título: “¡Tiren el material en los pozos de agua! Archivos demuestran que el ejército israelí condujo una guerra biológica en 1948”1. Al leer, usted descubre que durante la guerra civil que enfrentó a las fuerzas del Yishuv (la implantación judía en Palestina) contra las de las poblaciones autóctonas en el período anterior y posterior a la creación de Israel, el 15 de mayo de 1948, se dieron órdenes de envenenar los pozos de agua de pueblos palestinos.

Llamada “Reparte tu pan” (“Cast Thy Bread”2) y creada bajo el liderazgo del futuro primer ministro David Ben Gurión y de su futuro jefe de Estado Mayor, Yigael Yadin, esta operación estaba destinada a impedir cualquier intento de regreso de los palestinos luego de su expulsión. Los archivos demuestran que el general Yohanan Ratner exigió una orden escrita, que le fue negada. Yadin escribió a sus subordinados que debían actuar “en el mayor secreto posible”. Los primeros envenenamientos fueron realizados en abril de 1948 cerca de San Juan de Acre y en los pueblos cercanos a Gaza. Finalmente, esta táctica muy poco eficaz fue abandonada al poco tiempo.

Revelaciones sobre los crímenes del pasado

Este tipo de revelaciones, referidas a la manera en que Israel expulsó a los palestinos de sus tierras, Haaretz, el “periódico de referencia” israelí, ahora las publica a un ritmo desenfrenado. Para eso se basa en los trabajos de un joven historiador, Adam Raz, que en 2015 creó un grupo de trabajo, el Instituto de Investigación sobre el Conflicto Israelí-palestino Akevot. En hebreo, esa palabra significa “rastros”. Raz investiga los rastros escondidos del pasado israelí borrados por la historiografía oficial del país, destinada a ocultar, precisamente, los hechos a través de una versión heroica. Raz publica sus revelaciones de manera sistemática en las columnas de Haaretz.

De hecho, el periódico emplea casi a tiempo completo a un periodista (Ofer Aderet) que sigue los trabajos de historiadores que “deconstruyen” por completo los viejos relatos oficiales. Durante estos últimos años, Raz, autor de varios libros (como Kafr Qasim Massacre, de 2018, sobre la masacre de Kafr Qasim), publicó sus propios artículos en Haaretz, y también su obra fue dada a conocer en el periódico por Aderet en una serie de artículos incendiarios sobre la Nakba y sobre masacres que quedaron en la sombra, pero también sobre desafíos como la integración de los judíos orientales que llegaron a Israel en la década de 1950. “Ni Yedioth Aharonot (el diario más leído en el país) ni ningún otro diario israelí hubiera publicado esos artículos”, confiesa Raz. Excepto Haaretz, todos los grandes medios de comunicación defienden el “relato oficial” sobre el pasado de Israel, afirma el historiador.

Pero el diario no solo revela lo que los otros ocultan en relación al pasado, sino también en lo referido al presente. Haaretz se distingue por brindar una cobertura única en su país. “No tenemos temor de abordar los temas más conflictivos. Nadie publica de manera constante y sistemática la información que difundimos”, explica Hagar Shezaf, una joven reportera que cubre los territorios palestinos ocupados. “Desde hace una década, el periodista Nir Hasson hace un seguimiento excepcional de la judaización de Jerusalén y de la increíble segregación de los residentes palestinos que eso genera. Hasson encarna el cambio que experimentó el periódico”, agrega una de sus estrellas internacionales, Amira Hass, que cubre los territorios palestinos desde 1993.

El “cambio” que Hass menciona se desarrolla en tres direcciones, explica Noa Landau, directora adjunta de la redacción: “En primer lugar, somos un periódico liberal”, en el sentido anglosajón del término: con inclinación al progresismo. “Y claramente, somos líderes informativos en torno a la ocupación de los palestinos, el tratamiento de los inmigrantes y los derechos humanos”. ¿Cómo pudo suceder esto en un periódico que, luego de ser adquirido en 1933-1934 por los Schocken (una familia de judíos ricos alemanes que huyó del nazismo) difundió durante mucho tiempo un sionismo declarado y políticamente de centro derecha?

La radicalización colonial de la sociedad

Para explicar ese cambio, sus periodistas subrayan dos tendencias convergentes: el fortalecimiento constante de la colonización israelí en los territorios ocupados y la radicalización en un sentido colonial, tanto de la sociedad israelí como de su representación política. Estas tendencias llevaron poco a poco a la redacción hacia formas de “resistencia” más o menos importantes, debidas al sentimiento de un aumento del peligro, no tanto para los palestinos como para la “democracia israelí”. Amos Schocken, CEO del diario desde 1992, encarna la versión moderada pero sin concesiones de ese cambio. Dentro de la redacción, todos subrayan el rol determinante del actual CEO en la trayectoria recorrida por Haaretz. En primer lugar, logró preservar el carácter familiar de su estructura financiera, lo que le permitió resistir a las tentaciones de los depredadores. También supo encontrar accionarios minoritarios que no amenazaban su futuro y creó un suplemento financiero (llamado The Marker) basado en un liberalismo económico de buen tono que contribuyó mucho a la recuperación de la salud financiera del diario, que hace una década atravesaba grandes dificultades. En resumen, Schocken es la piedra fundamental que logró mantener la independencia del diario.

Con respecto a su visión política, afirma: “Sí, soy sionista. Y la persona que cree en el sionismo expresado en la declaración de la independencia de Israel no puede aceptar la Ley del Estado-Nación del pueblo judío, una ley de carácter fascista”. Votada en 2018, esta ley llamada “fundamental” (de carácter constitucional) designa dos categorías de ciudadanos: los judíos, que tienen todos los derechos, y los otros (es decir, los palestinos) que, a pesar de ser ciudadanos, no gozan de la totalidad de esos derechos. “Esta ley nos conduce a la catástrofe”, repite Schocken. Haaretz se opone a la Ley del Estado-Nación desde 2011, cuando fue presentada por primera vez ante el Parlamento.

El año 2011 es justamente la fecha de asunción del actual director de redacción, Aluf Benn. Pero según Gideon Levy, uno de los cronistas más comprometidos (apoya al movimiento BDS, Boicot, Desinversiones y Sanciones), “el proceso de liberación de la palabra en relación a los palestinos había comenzado durante el mandato del director de redacción anterior” (Dov Alfon, actualmente director de Libération). Según Levy, “durante mucho tiempo, en Haaretz era imposible decir que el sionismo en sí mismo conduce a un supremacismo judío”. Bajo la dirección de Benn, los términos ‘crimen de guerra’, ‘apartheid’, ‘supremacismo judío’, etc, se han vuelto legítimos” dentro del periódico. Así que desde entonces asistimos a una paradoja: los gobernantes israelíes intentan convencer al mundo entero de que la utilización del término ‘apartheid’ como calificativo del régimen impuesto a los palestinos es una manifestación de antisemitismo. Pero dentro de la redacción del diario israelí más conocido, “hay un debate profundo sobre la utilización del término ‘apartheid’. Pero ese debate puede existir porque está fundado sobre un acuerdo colectivo: el derecho a la expresión es sagrado”, afirma Anat Kam, una joven periodista que trabaja en las páginas de opinión del sitio web del diario.

Estos cambios semánticos van acompañados de muchos otros. “Durante mucho tiempo –admite Aluf Benn– pensamos que la ocupación [de los palestinos] sería temporaria. Pero está claro que se ha vuelto permanente. Hace 30 años, cuando los soldados mataban a un niño, siempre se realizaba una investigación. Hoy el ejército avala todo. Las investigaciones han desaparecido. Esto explica el surgimiento de ‘Breaking the Silence’”, una ONG de soldados de reserva que revelan los atropellos del ejército en los territorios ocupados. Eso también generó un cambio en Haaretz: “La mayor parte de los diarios no publican nada sobre la realidad de la ocupación. Nosotros, en cambio, ocupamos una posición única en ese aspecto”.

Otro cambio importante: el tratamiento de la discriminación de los israelíes de origen oriental se ha desarrollado mucho. Iris Leal, que colabora en las páginas literarias, se presenta como “la oriental de servicio” del periódico. Muy crítica de la “ceguera” histórica de los dirigentes laboristas asquenazíes (judíos de Europa central) respecto a los judíos orientales, Leal escribe la mayor parte de las veces sobre su tema favorito. “La gran mayoría de los lectores de Haaretz son asquenazíes (más ricos y mejor educados). Me respetan porque soy de izquierda” [entiéndase: no porque soy oriental]. En realidad, “muchos lectores del periódico me tratan de ‘llorona’, me escriben que ‘la cuestión de los orientales es cosa del pasado’. Esos casi siempre son asquenazíes”. Pero agrega: “Tengo el apoyo de la dirección, que intenta cubrir ampliamente lo que les sucedió y todavía les sucede a los judíos orientales en Israel”.

Leal le atribuye a Haaretz haber impedido que “escondieran bajo la alfombra el caso de los bebés yemeníes”. Ese caso, que se remonta a los primeros años de la década de 1950, sigue siendo motivo de fuertes tensiones. Centenares de bebés nacidos de padres de nacionalidad mayormente yemení y de otros países musulmanes habrían sido declarados mortinatos a sus padres para ser dados secretamente en adopción a parejas asquenazíes con incapacidad de procrear (algunas eran sobrevivientes de los campos de la muerte). De un lado están quienes denuncian un “crimen de Estado” de una magnitud inusitada; del otro, quienes cuestionan una fabricación “imaginaria”: el debate perdura desde hace 50 años, sin resolverse. Haaretz, dice Leal, les dio mucho la palabra a quienes denunciaba que era una fake news. Pero el director de las páginas de debate y quien las abrió a las “voces discordantes”, Alon Idan, les concedió un lugar muy importante a los que piensan que se trató de un crimen de Estado.

La arabización de la redacción

Pero el cambio más espectacular que ha ocurrido en Haaretz es indiscutiblemente el principio de “arabización” de su redacción. En 2000, Noa Landau lanzó el proyecto Haaretz 21. Objetivo: contratar periodistas palestinos (ciudadanos de Israel). “La situación era insostenible. Necesitábamos tener palestinos en la redacción por dos motivos: primero, para estar en conformidad con nuestros principios, basados en la igualdad de derechos de los ciudadanos israelíes, y segundo y más importante aún, para darles a nuestros lectores la visión del otro, que los israelíes casi nunca toman en consideración. Ahora bien, en el sistema israelí, para un palestino no había manera de formarse en periodismo. Así que tomamos la iniciativa. Haaretz 21 es un semillero. La primera promoción estuvo integrada por 20 personas, de las cuales cinco trabajan en el diario hoy”. La segunda saldrá dentro de un año, y contrataremos a 5 ó 6 nuevos periodistas palestinos.

Sheren Falah Saab fue una de las primeras seleccionadas. Cubre fundamentalmente la sociedad y la cultura de los palestinos ciudadanos de Israel. Sus artículos suelen publicarse en el suplemento cultural Galleria. Cuando la interrogamos sobre su identidad, Saab responde que es “compleja”. Sin renegar de su ciudadanía israelí, se siente “a veces palestina, a veces árabe, y con frecuencia las dos al mismo tiempo”. Y además es drusa, una identidad que pasa a primer plano en algunas circunstancias. En fin, Saab vive “los conflictos identitarios interiores de la mayoría de los palestinos ciudadanos israelíes, muchos de los cuales se deben a la política que nos impone Israel”.

¿Una palestina escribe en un periódico israelí? Al principio, sus amigos la miraron con desconfianza. Ahora “ya pasó”. También dice que no se siente extranjera en la redacción. Uno de sus últimos artículos, “La vida trágica de Ghassan Kanafani”3, trata sobre un ícono de la lucha palestina. Kanafani, poeta y dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), fue asesinado en Beirut por un comando israelí el 8 de julio de 1972. Falah Saab le consagra tres páginas en el suplemento semanal a partir del libro de un experiodista de Haaretz, Danny Rubinstein. En ese momento, todo Israel había considerado legítimo el asesinato de un “terrorista”. Actualmente, Saab escribe que Kanafani “no tenía guardaespaldas. Tampoco cambiaba de domicilio. Ni siquiera imaginaba que Israel pudiera considerarlo terrorista”. Sheren solo expone la historia de un hombre sobre quien una parte de la sociedad ve reflejado un monstruo y la otra, un héroe.

Según Gideon Levy, “nada de todo esto sería posible sin el propietario”, Amos Shocken, el magnate progresista con frecuencia insultado por la derecha israelí, tal como puede ocurrir con Georges Soros en los círculos trumpistas norteamericanos. “Si desapareciera el diario Yediot Aharonot, Israel seguiría siendo igual. Si Haaretz desapareciera, ya nadie hablaría de los territorios palestinos ni de los peligros ambientales ni de la opresión de la mujer”. Aluf Benn expresa una idea similar. “¿Nos hemos convertido en el único polo de oposición en el país? En cierto modo, sí.” La cuestión, se pregunta Benn, es “¿por qué fue así? ¿Es la expresión de un desánimo? Excepto los colonos y los militares, la gente no va a los territorios ocupados. Actualmente hay una insurrección fuertemente reprimida en Yenín y Nablus. Ni el gobierno ni el ejército dan la más mínima explicación. Pero nadie lo cuestiona. Lo mismo sucede, por otra parte, con los bombardeos permanentes de Israel en Siria. En realidad, quince años después del final de la segunda intifada, la mayoría de la gente se desinteresa de lo que les sucede a los palestinos.

Entonces, concluye el director de redacción, “revelar los hechos que nadie quiere conocer nos vuelve únicos, pero también lo somos porque durante estas últimas décadas han cambiado muchas cosas”. Con otros términos, la periodista Anat Kam agrega: “Sí, Haaretz constituye de facto la única oposición a los gobernantes israelíes, pero este hecho oculta otro: el diario solo convence a los que ya estaban convencidos”.

Críticas desde la izquierda

Si bien Haaretz suscita reacciones de indignación en la mayoría de los israelíes, el periódico a veces es criticado por los medios de comunicación alternativos que se oponen a la ocupación. Es el caso, por ejemplo, del sitio de información “El lugar más caluroso del infierno” y también del canal Democrat TV, dirigido por Lucy Aharish, una palestina ciudadana de Israel. Pero el sitio web más activo se llama Local Call (llamada local) cuya versión en inglés es +972.com. Algunos de sus periodistas y muchos de sus seguidores critican la propensión de Haaretz a mantener cierta moderación en su crítica a las maniobras de las autoridades israelíes. La cineasta Anat Even subraya que Local Call es el único medio “realmente binacional”. Sus colaboradores y sus directivos se llaman Hagaï Matar, Orly Noy, Meron Rapoport, Yonit Mozes, etc., pero también Basil El-Adra, Fatima Abdul Karim, Vera Sajraoui, Baker Zoubi, Samiha Houreini, etc. En resumen, hay tantos periodistas palestinos como judíos.

Por otra parte, dentro de Haaretz también se pueden oír voces críticas. Corresponsal en los territorios palestinos ocupados, donde vive desde 1993, Amira Hass reconoce que en Israel no existe otro periódico como Haaretz. “Hoy publicamos artículos e información que nunca podrían haberse publicado, y les ofrecemos a los palestinos una exposición mediática que no le dedica ninguno de los grandes medios de comunicación”. Pero agrega: “Haaretz da la sensación de hacer mucho. Comparado con los otros, es evidente. Pero además de lo que se informa, pasan muchas otras cosas, como matanzas de niños por parte de soldados, ataques de colonos contra agricultores palestinos o maniobras de los israelíes para apoderarse de las tierras. Esa cobertura podría lograrse con diez periodistas suplementarios si, por cierto, el ‘rating’4 lo permitiera”.

Hass sugiere que habría que dedicarle la misma atención a la sociedad palestina como a los enfrentamientos cotidianos. Y no es la única que habla de ese vacío. Varios de mis interlocutores mencionaron a los “telavivis”, que tienen mucho peso en la redacción. El término designa una especie de “izquierda caviar” por lo general progresista pero poco dispuesta a mostrar un verdadero interés por la vida de los palestinos. Hass también insiste en el “vocabulario” de la redacción, que “no está lo suficientemente emancipado del lenguaje oficial” en relación a los palestinos. Un ejemplo: si aumenta la cantidad de tiros palestinos, el portavoz militar emplea de inmediato el término “escalada”, y el periódico suele repetirlo exacta y automáticamente. “Sin embargo, la aceleración de la colonización, que es el proceso más constante y agresivo de todos, nunca es calificado de ‘escalada’”. Otro ejemplo: en la prensa, incluido Haaretz, con frecuencia se designa una ciudad o un pueblo palestino en función de su proximidad con una colonia. Eso genera una falsa impresión de coexistencia y de normalidad. Antes que escribir que la ciudad de Salfit está cerca de Ariel (una colonia israelí grande), yo escribiría que está al sudoeste de Nablus y que Ariel fue construida sobre sus tierras”. Al mismo tiempo, insiste Hass, en Haaretz “gozamos de una libertad de expresión que no existe en los otros grandes medios israelíes, que practican todos la autocensura masiva” en lo referido a la ocupación y la colonización.

Impacto a nivel internacional

¿Qué impacto tiene Haaretz sobre su sociedad? Aquí los periodistas divergen un poco. Sheren Falah Saab cree que logran “hacer cambiar un poco las cosas”. Lo ve en los mensajes que recibe, aunque incluyen bastantes insultos (“no los tengo en cuenta”). Hagar Shezaf responde que “a veces conseguimos micrologros, como obligar al ejército a modificar una declaración. Pero si hiciera mi trabajo con la esperanza de cambiar las cosas, creo que caería en una depresión profunda”. Gideon Levy piensa, tristemente, que la influencia de su diario sobre la sociedad israelí es “casi igual a cero”. En cambio, agrega, su impacto internacional ahora está confirmado. Lo demuestra el aumento constante de las ventas de su versión en inglés (en cooperación con The New York Times) y de las visitas de su sitio de internet en inglés. En todo el mundo, dirigentes políticos, hombres de negocios, diplomáticos, universitarios y otros interesados en Oriente Próximo “saben que no hay otro lugar más que Haaretz para obtener una información fiable”. A falta de influir sobre las relaciones de fuerza internacionales o impedir los éxitos diplomáticos de Israel, el periódico se ha convertido en una fuente importante de la degradación continua de la imagen de ese Estado en el mundo.

Por último, Noa Landau considera que es prematuro establecer un balance sobre la evolución de Haaretz. Su logro más importante, desde su punto de vista, es haber contribuido sobradamente a obstaculizar el intento de los gobernantes de “eliminar la Nakba del debate público”, como había intentado hacer Benjamín Netanyahu. Landau piensa sin embargo que el logro más concluyente de su periódico todavía no es sensible, pero “se están formando grupos judeo-árabes”, como Standing Together (Juntos de pie), una asociación que lucha por la igualdad salarial entre judíos y árabes. “Cada vez más gente de izquierda comprende que si en Israel no se tiene en cuenta la opinión árabe, no hay futuro. La tendencia a que palestinos e israelíes trabajen en conjunto se fortalece y va a continuar”. El futuro dirá, pero en todo caso ese es el camino que Haaretz intenta promover.

1Ofer Aderet, « Place the Material in the Wells’ : Docs Point to Israeli Army’s 1948 Biological Warfare » Haaretz, 14 de octubre de 2022.

2Cita extraida de la Biblia, Eclesiastés, 11:1.

3Sheren Falah Saab, « The tragic Life of Ghassan Kanafani », Haaretz, 11 de octubre de 2022.

4En un sitio web, el “rating” es la exposición de un tema de manera proporcional al nivel de interés mostrado anteriormente por los lectores.