Afirmaciones LGBTQ+ en el mundo árabe y musulmán

Líbano. El arco iris de Beirut pierde colores

El 30 de septiembre de 2023, un grupo de activistas hostiles a la comunidad LGBTQ+ agredió a manifestantes que participaban de una Marcha de la Libertad, en Beirut. Los ataques y las acusaciones contra la comunidad queer libanesa se suceden desde hace cinco años, y hoy en día, el rechazo generalizado al proyecto de ley que busca despenalizar la homosexualidad pone en aprietos a una comunidad desestabilizada por la reacción conservadora.

La imagen muestra la bandera de Líbano ondeando. Varios brazos de diferentes colores se extienden hacia arriba, sosteniendo la bandera. El fondo es de un color sólido que contrasta con los colores vibrantes de los brazos, creando un efecto visual llamativo. La bandera tiene franjas rojas en la parte superior e inferior y una franja blanca en el medio con un árbol de cedro verde en el centro.
The Daily Beast

Sin dudas, los actores más violentos hacia las personas queer en Líbano son los grupos radicales y las figuras (o instancias) religiosas del país. Su rabia se concentra en torno al proyecto de despenalización del artículo 534, propuesto por Marc Daou y otros nueve diputados en julio de 2023. El grupo Hezbollah anunció su intención de aprobar una ley que prohíba todo lo relacionado con la homosexualidad. Durante la Ashura, la celebración más importante de las comunidades chiitas, su líder Hassan Nasrallah calificó a la comunidad homosexual como una «cultura desviada» y más tarde declaró que «aun soltero, un homosexual debería ser asesinado». De esta manera, se suma al gran muftí suní Abdoul Latif Derian, quien en 2022 pedía la «prohibición de la homosexualidad».

El suní Ashraf Rifi, exjefe de las fuerzas de seguridad y miembro del Parlamento libanés, propone aumentar las multas y definir con claridad lo «contra natura», ya que las lagunas legales juegan a favor de las personas queer. Por su parte, el ministro de Cultura, Mohammad Mortada, cercano a Hezbollah, habló de «perversión sexual», y el 12 de agosto de 2023 escribió en X (ex Twitter) que «los artículos 9 y 10 de la Constitución exigen que el Estado respete los valores religiosos y prohíba cualquier enseñanza contraria a esos valores morales». Y agregó que «el cristianismo y el islam condenan la perversión sexual que va en contra del Creador».

Este frente religioso, tanto chiita como suní, se aprovecha de representaciones erróneas sobre las personas queer de Occidente. Esas representaciones parecerían reflejarse en los movimientos activistas locales, pero en realidad, «estas narrativas no reflejan en absoluto la realidad libanesa, aunque han sido utilizadas en Líbano para atacar a la comunidad», nos explica un representante de Helem, una organización LGBTQ+ libanesa fundada en 2001.

En el terreno, las consecuencias de las declaraciones de los muftís no se hicieron esperar. El 24 de agosto de 2023, el espectáculo drag del Bar Om en Beirut fue atacado por el grupo de cristianos integristas Jnoud Al-Rab (Los Soldados de Dios), conocido en Líbano por sus acciones violentas contra la comunidad. Son los mismos activistas que hace unos días atacaron la Marcha de la Libertad acusando a sus organizadores de promover la homosexualidad. En agosto, el gobierno prohibió el juego Serpientes y Escaleras, distribuido por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y luego sucedió lo mismo con la película Barbie, censurada en el país por la agencia de Seguridad General. Esta situación dramática para los derechos y las libertades de las minorías sexuales y de género se agrava poco a poco.

La esperanza, luego la pandemia

En 2017, Líbano fue testigo de la primera Marcha del Orgullo en el mundo árabe, y desde entonces, la escena queer no dejó de desarrollarse. Pero en mayo de 2018, el departamento de censura canceló la nueva edición de la marcha y detuvo a su organizador, Hadi Damien. Ese mismo año, las fuerzas del orden efectuaron redadas de forma regular en los lugares amigables con la comunidad queer de la capital: discotecas, cafés, pubs… estuvieron por todos lados, como señala un informe de Human Rights Watch (HRW).

A pesar de eso, varios fallos judiciales renovaron la esperanza de la comunidad. El 12 de julio de 2018, la Corte de Apelaciones del Tribunal Penal del Monte Líbano se pronunció en contra de la criminalización de la homosexualidad, y el 14 de noviembre de 2018 fue el turno del tribunal de Beirut, que se negó a recurrir al artículo 534 del Código Penal libanés para procesar a tres hombres acusados de mantener relaciones homosexuales.

Las múltiples crisis del Líbano

En vísperas de la pandemia de Covid-19, tras las repetidas amenazas de las autoridades religiosas, se canceló nuevamente la tercera edición de la Marcha del Orgullo de Beirut. “El Beirut que conocí está enterrado, cubierto de mentiras y de 2.750 toneladas de nitrato de amonio. Atravesé una vitrina con los brazos ensangrentados”, nos cuenta Rajae, una militante de Beirut1. Durante la doble explosión del 4 de agosto de 2020, el puerto de la capital se incendió en cuestión de segundos y produjo la desaparición de lugares queer en los barrios de Mar Mekheyl, Geitawi o Gemmayze, conocidos por ser los más amigables con la comunidad queer de Beirut.

La sede de Helem, la primera asociación LGBTQ+ del mundo árabe, quedó devastada por la explosión y se transformó en un centro de ayuda de emergencia para las personas queer que se quedaron sin hogar. En octubre de 2021, le tocó cerrar sus puertas al icónico bar Le Bardo, en el barrio de Hamra. La desaparición de estos lugares queer se suma a una hipervisibilización de la comunidad debido a las amenazas proferidas por líderes religiosos y conservadores.

Una campaña de odio proveniente de Egipto

A principios de junio de 2022, el colectivo Beirut Pride colocó un cartel publicitario floral con los colores del arco iris. El 24 de junio, el cartel fue totalmente destruido por Los Soldados de Dios, que transmitieron en vivo sus acciones en las redes sociales. Horas más tarde, el ministro de Interior, Bassam Maoulaoui, envió una carta a la dirección de la Sûreté Générale y a las Fuerzas de Seguridad Interior (FSI) instándolas a “tomar las medidas necesarias para evitar la celebración de cualquier celebración, reunión o aglomeración que tenga como objetivo promover este fenómeno” y suspendió cualquier evento relacionado con la Marcha del Orgullo.

Apenas tres días después, el estratega de marketing egipcio Abdullah Abbas lanzó la campaña antiqueer Fetrah (“instinto” en árabe). El concepto está resumido en un tuit: “Solo con dos colores… Las comunidades de seis colores saben lo pequeñas que son”. La campaña se propagó como un reguero de pólvora en internet, y como el contenido estaba en árabe, estuvo mucho menos regulado, según informó el sitio Politico.

Desde Marruecos hasta Líbano, los internautas llamaron al odio, la violencia y a veces el asesinato de las personas queer de la región, lo que contribuyó a “exacerbar la ola [de odio] contra la comunidad LGBTQ+’”, se lamenta un miembro de Helem. Y desde entonces, “cualquier objeto arcoíris está claramente asociado al hecho de ser queer, lo que explica en parte los últimos acontecimientos en Argelia”, agrega Anis, un activista argelino, en referencia a una campaña reciente del gobierno contra productos que utilizan el arcoíris.

En definitiva, “lo que está en juego en Oriente Medio”, dice el novelista marroquí Abdellah Taïa, “también es una lucha entre diferentes visiones de Oriente y de Occidente” que se entremezclan, desde su punto de vista, “con las luchas y los obstáculos” locales y cuya consecuencia es la instrumentalización de las leyes, las tradiciones y las especificidades culturales para contrarrestar la influencia de Occidente, acusado de “corromper” a las sociedades árabes.

Las trampas de la instrumentalización

En el mundo árabe, el militantismo LGBTQ+ no choca solamente con los intentos de intimidación por parte de las autoridades, sino también con los discursos que lo rodean. Para muchos, su único propósito sería «corromper» las costumbres de las poblaciones del mundo árabe. «Las tradiciones libanesas», en cambio, se oponen «a la depravación homosexual», como afirmó en junio de 2022 un miembro de Los Soldados de Dios en Instagram.

En términos más generales, «es innegable que la Copa del Mundo [disputada en 2022] en Catar funcionó como una lupa sobre las comunidades LGBTQ+ al generar directamente un vínculo con los colores del arco iris», dice Othman, un activista queer de Beirut.

Esta visibilización internacional, gracias a los debates recurrentes sobre la cuestión LGBTQ+ en Catar o por medio de acciones amigables con la comunidad queer de parte de líderes políticos o de futbolistas, generó respuestas más firmes y violentas en otros países. Hasta podríamos hablar de un «despertar arcoíris», a tal punto que cualquier objeto adornado con esos colores es asociado directamente con un movimiento considerado partidario y peligroso, como ocurrió en Argelia, donde la policía los incautó y destruyó, o en Marruecos, donde la simple exhibición de una bandera queer provocó una violenta reacción de la multitud durante una manifestación feminista que tuvo lugar en Casablanca en junio del año pasado. De algo podemos estar seguros: la persecución de los colores del arco iris sirve para distraer de la crisis económica y social que afecta a las poblaciones de la región.

La religión combate los símbolos

En Líbano, la virulencia contra las cuestiones de género y de sexualidad se utiliza para desviar la atención de las múltiples crisis que atraviesa el país y de la falta de respuestas claras frente a una situación política y socioeconómica desastrosa. En internet, los libaneses buscan más las palabras “homosexualidad” y “artículo 534” que “elecciones” y “economía”. Según Helem, eso demuestra cómo los políticos y los líderes religiosos sacan provecho de «los miedos para imponer su visión de la sociedad, de los roles de género y de la estructura familiar apropiada», y así favorecen «las ideas de sus partidos».

Pero el resurgimiento de este conservadurismo social también se inscribe en un contexto regional. Actualmente, Líbano se apoya más en los aliados regionales que en los internacionales debido a las demandas vinculadas al respeto de los derechos humanos formuladas por organismos internacionales o europeos que brindan ayuda al país. “Destacar la tradición y el conservadurismo religioso es una forma de llamar la atención de los emiratíes y de los otros [países de la región] que nos veían como ’pervertidos’”, dice Anas, investigador de Ciencias Políticas en Beirut. “¿Qué mejor que atacar a una población fuertemente estigmatizada y vulnerable? Es el blanco perfecto”.

La comunidad queer del país está pasando por “un momento difícil, en el que tardamos en devolver los ataques que recibimos”, nos cuenta la activista Houda. El 6 de septiembre pasado, Helem publicó un video, apoyado por numerosas ONG, para pedir una mayor solidaridad hacia las personas queer frente a la violencia de las discusiones relativas al artículo 534.

Aunque todavía falta mucho para las próximas elecciones parlamentarias en Líbano –están previstas para 2026–, los acalorados debates de los últimos meses y las fracturas surgidas dentro de los partidos en torno a la cuestión LGBTQ+ ya han dejado una marca profunda en la comunidad y podrían influir en su voto. “Es algo que antes nunca había pasado, dadas las diversas orientaciones políticas dentro de la comunidad LGBTQ+”, dice un miembro de Helem.

1Algunos nombres fueron modificados para proteger el anonimato de los y las militantes.