Gaza

Los meandros de la estrategia china

Unos días después de los ataques del 7 de octubre de 2023, una delegación de países árabes visitó Pekín, mientras el enviado especial de China para Oriente Próximo iniciaba una gran gira por la región. Así que todas las miradas se posaron en China, que reconoce al Estado palestino desde 1988. ¿Pero el Imperio del Centro quiere intervenir realmente? ¿Y cuenta con los recursos para hacerlo?

La imagen muestra a un grupo de personas en un entorno de reunión, probablemente en una conferencia o cumbre. En primer plano, dos hombres se están estrechando la mano, lo que sugiere un saludo cordial o un acuerdo. Uno de ellos tiene el cabello canoso y viste un traje oscuro, mientras que el otro es más joven y usa un traje también oscuro. Al fondo, se pueden ver otras personas sentadas alrededor de una mesa, con documentos y laptops, observando la interacción. El ambiente es formal y parece que se trata de un encuentro importante.
Riyad Al-Maliki (izquierda), ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina, estrecha la mano de Ma Xinmin (derecha), director general del Departamento de Tratados y Derecho del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, durante una audiencia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, sobre las consecuencias jurídicas de la ocupación israelí de los territorios palestinos, 22 febrero 2024.
Robin van Lonkhuijsen/ANP/AFP

Desde que China apadrinó la espectacular reconciliación entre Irán y Arabia Saudita, en marzo de 2023, los comentadores la ven por todas partes. Algunos incluso llegaron a imaginarla dispuesta a ocupar el lugar de Estados Unidos o, en todo caso, a ponerse el traje de hacedor de paz entre palestinos e israelíes. Hoy la decepción parece estar a la altura de esa esperanza irreflexiva. Cuatro meses después del 7 de octubre de 2023, lo que reina más bien es la desolación. Tel Aviv bombardea, Pekín se calla. Y todo el mundo se pregunta: ¿Pero qué hace China?

“Occidente confunde agitación con acción”, me responde un exdiplomático chino de la UNESCO, que me recuerda que los dirigentes de su país casi nunca hacen sonar las trompetas antes de haber logrado su objetivo. En este caso, es necesario, “en primer lugar, obtener un alto el fuego duradero” y luego, un acuerdo a partir de “un plan de trabajo que conduzca a la paz”. ¡Un programa enorme! Las buenas relaciones de Pekín con los países árabes, así como con Israel, deberían facilitar las cosas. Pero Tel Aviv se declaró “profundamente decepcionado” con las primeras declaraciones de los dirigentes chinos.

Ya el 8 de octubre de 2023, un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores chino señalaba la gravedad de los hechos y llamaba a “las partes afectadas a poner fin de inmediato a las hostilidades, con el objetivo de proteger a los civiles y evitar otro deterioro de la situación”1. Al día siguiente, una de las voceras, Mao Ning, dio más precisiones: “Nos oponemos y condenamos los actos que atenten contra los civiles”. La vocera condenó claramente las masacres pero no mencionó a Hamas, en un momento en que a todo el mundo se le pedía denunciar a “la organización terrorista”. Y sobre todo, enmarcó esos crímenes dentro del contexto más amplio del enfrentamiento israelí-palestino: “La recurrencia del conflicto demuestra una vez más que el punto muerto prolongado en el proceso de paz no puede perdurar”2. Imperdonable.

Sin embargo, ese mismo análisis lo comparte también la mayoría de los países de la región, salvo India y países asiáticos “occidentales” como Corea del Sur y Japón, que se alinearon detrás de Israel, pero con algunos matices en el caso de Tokio, que se negó a hablar de “organización terrorista” en relación a Hamás, y no quiso “sumarse a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia para publicar [el 9 de octubre] una declaración común (…) que prometía un apoyo conjunto a Israel”3. China no dejó de subrayar que de ningún modo está aislada y que gran cantidad de países del Sur comparten esa visión. Eso quedó demostrado con las votaciones en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde Estados Unidos e Israel están muy solos. Ya Mao Zedong … La posición china no tiene nada de oportunista. El apoyo de Pekín a los palestinos es histórico y fue impulsado desde el comienzo por Mao Zedong, a pesar de que Israel, en 1950, había sido uno de los primeros Estados en reconocer a la República Popular China (Francia lo hizo en 1964 y Estados Unidos, en 1972). Según los principios del no alineamiento defendidos por el poder chino, el Gran Timonel apoyaba ostensiblemente cualquier movimiento de liberación y de lucha contra la colonización, lo que incluía, por ejemplo, el Egipto de Gamal Abdel Nasser Era una solidaridad sin fisuras, desde luego, pero más política que económica o militar. En 1988, Pekín reconoció al Estado palestino. Sin embargo, tenía una influencia política minúscula.

Desde entonces, su peso en Oriente Próximo cambió de manera singular, aunque sigue manteniendo una gran prudencia. A comienzos de la década de 1990, mezclando hábilmente comercio y política, estableció relaciones con los veintiocho países de la Liga Árabe y exigió de su parte, a cambio, la ruptura diplomática con Taiwán. En un primer momento, entró en la vorágine de Oriente Próximo por la pequeña puerta del comercio energético. Su sed de petróleo y de gas la llevó a desarrollar relaciones con los países del Golfo y luego, más lentamente, con Irán. A comienzos de la década de 2000, esos socios le suministraban casi dos tercios de su abastecimiento. Sin embargo, Pekín se manejó con recelo y se dedicó a diversificar sus proveedores: actualmente, sus compras de energía proveniente de esa región no representan más del 46% del total. Al mismo tiempo, las empresas chinas se enriquecieron vendiendo sus mercaderías, y las inversiones empezaron a despegar. Los intercambios con Israel, reconocido oficialmente en 1992, también experimentaron un crecimiento repentino.

En ese entonces, China estaba en plena fase de normalización. Sabía que el mundo estaba bajo la influencia estadounidense —y que por lo tanto era intocable—, y mantuvo lo que estimó debía ser su tarea internacionalista: la defensa de los derechos del pueblo palestino. En 1997, los dirigentes adoptaron un plan de paz de cuatro puntos que defendieron en la ONU y en sus encuentros bilaterales, pero que sin embargo no se convirtió en una prioridad4.

Una política árabe tardía

Sin embargo, hubo que esperar hasta la década de 2000 para observar un cambio de estrategia diplomática de China en Oriente Próximo. Intervinieron varios elementos. La política de exportar todo lo producido y de implantarse a nivel mundial suponía asegurar sus relaciones: para Pekín, no había nada más peligroso que la inestabilidad. En 2002, China incorporó un enviado especial para Oriente Próximo encargado de conversar con cada uno de los interesados y que pasó sin ser detectado por el radar de la mayoría de los observadores. Dos años más tarde, creó el Foro de Cooperación China-Estados Árabes, que incluía a los 28 países de la Liga Árabe. El Foro cobró importancia con el lanzamiento de las nuevas rutas de la seda, que se desglosaron en varios temas y abordaron asuntos diversos: económicos (con 10.000 millones de dólares de inversiones prometidas en 2023), políticos, geoestratégicos y militares.

Pekín estaba obsesionado por dos amenazas. En primer lugar, los movimientos independentistas de los uigures musulmanes en Sinkiang, sobre todo después de las rebeliones de 2009. En ese aspecto, China debía tratar con la solidaridad de los países árabes hacia los uigures. Además, temía que, en caso de conflicto, Estados Unidos bloqueara los cuellos de botella que representan el estrecho de Ormuz, el Canal de Suez y el estrecho de Bab el Mandeb. Eso explica el acercamiento con Egipto, que el presidente Xi Jinping visitó dos veces desde su llegada al poder, así como las inversiones en las infraestructuras portuarias.

Israel, un socio bajo influencia

El posible bloqueo estadounidense no era solo una fantasía. En julio de 2000, bajo la presión de Estados Unidos, el gobierno israelí anuló un contrato de venta de cuatro aviones militares Falcon. Y surgieron otras prohibiciones. Según datos del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), entre 1990 y 2000, las ventas de armas israelíes a Pekín ascendieron a 323.000 millones de dólares (298.000 millones de euros), pero en 2002 pasaron a cero. Adiós a quien entonces figuraba en el tercer lugar entre los compradores de equipamiento militar israelí. Su lugar lo ocupó India, su odiado vecino. No sorprende que Pekín no considere a Tel Aviv como un socio estratégico muy confiable.

Los negocios son negocios, y las empresas públicas y privadas chinas desarrollaron igualmente inversiones en los ámbitos de los alimentos, las telecomunicaciones y la investigación (Huawei), la ciberseguridad y la infraestructura (tranvía, puerto). Pero una vez más, la empresa china que administraba una parte del nuevo puerto de Haifa quedó marginada por una intervención de Washington, que la consideraba un peligro para la base que sirve de escala a sus submarinos, situada unos metros más lejos. Y una vez más, un grupo indio, Adani, se quedó con todo. Eso sirvió para confirmar las dudas de los chinos. Porque aunque India e Israel están estrechamente vinculados comercialmente, China ocupa el tercer lugar en los intercambios de Israel, detrás de Estados Unidos y la Unión Europea. Así que China no se hace ilusiones respecto al futuro. A corto plazo, no dispone del menor peso para favorecer las negociaciones diplomáticas. Algunos le reprochan no ocuparse del destino de Noa Argamani, una prisionera sino-israelí del 7 de octubre de 2023. Pero olvidan que las autoridades chinas no reconocen la doble nacionalidad y consideran que a la mujer como israelí, como lo señaló el embajador en Tel Aviv, que en cambio declaró estar preocupado por el destino “de todos” los rehenes.

Una implantación sólida con un mínimo de publicidad

Al manejar hábilmente los intercambios comerciales, las relaciones bilaterales con cada gobierno y las intervenciones dentro de las organizaciones multilaterales, China consolidó su presencia en Oriente Próximo. Se convirtió en el primer socio comercial de Arabia Saudita, de los Emiratos Árabes Unidos y de Irán, a quien le paga sus compras de petróleo en yuanes y ya no en dólares. Eso dice mucho sobre la confianza de los dirigentes árabes en la economía china y también sobre la desconfianza de las petromonarquías respecto de Estados Unidos, que en cualquier momento es capaz de congelar sus activos, como hizo Washington en el caso de Rusia. El logro es especialmente importante, sobre todo porque, fieles a los principios de no injerencia, los dirigentes chinos se cuidan de no inmiscuirse nunca en las disputas regionales (Irán contra Arabia Saudita, Catar y los Emiratos Árabes Unidos, hutíes y Yémen-Arabia Saudita).

Como resume perfectamente el ex primer ministro australiano Kevin Rudd5:

El aumento de la presencia estratégica fue rápido y notorio. Una vez más, su capacidad para implementar su estrategia con un mínimo de publicidad se basó en su formidable palanca económica en cada capital y en su capacidad para minimizar el riesgo de quedar atrapada en la compleja red de tensiones intrarregionales. Al no tomar partido, China estableció, desarrolló y mantuvo amistades con todos los beligerantes de la región, equilibrando cuidadosamente sus relaciones con Irán, los Estados árabes e Israel.

De hecho, China multiplicó los contactos y las conversaciones. Luego de haberse reunido con la embajadora de Israel en Pekín el 17 de octubre de 2023, su enviado especial para Oriente Próximo, Zhai Jun, inició una serie de viajes, en primer lugar a Catar, donde se negociaba el destino de una parte de los prisioneros de Hamás, el 19 y 20 de octubre; al día siguiente visitó Egipto, para participar en la Cumbre para la Paz de El Cairo; el 24 de octubre estuvo en los Emiratos Árabes Unidos, y luego viajó a Jordania y a Turquía.

Señal de la época: el 20 de noviembre de 2023, una delegación compuesta por ministros de relaciones exteriores de países miembros de la Liga Árabe (Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Catar, el Estado de Palestina) y de la Organización de Cooperación Islámica (Indonesia, Nigeria, Turquía) emprendió una gira internacional a favor de la paz. Su periplo se inició en Pekín, y no en Washington o París. Al día siguiente, se celebró una reunión de los BRICS+ (Brasil, Rusia, China, Sudáfrica, a los que se sumaron a comienzos del año Etiopía, Irán, los Emiratos y Arabia Saudita) íntegramente dedicada a la guerra. Dos días más tarde, se realizó el primer alto el fuego temporario y el primer intercambio de prisioneros. Algunos observadores lo entendieron como una prueba de la eficacia china… Una apreciación demasiado apresurada.

Evitar a toda costa caer en la trampa de Estados Unidos

Desde entonces, no ha habido avances. Y los dirigentes occidentales —con los estadounidenses a la cabeza— le reprocharon al Imperio del Centro no haber intervenido para terminar con los ataques de los hutíes contra los buques vinculados a Israel en el mar Rojo. Lo acusaron de no presionar a Irán. Por su parte, Pekín aseguró que había exigido “el cese de los ataques”, que perjudicaban sus exportaciones, fundamentalmente con el gigante del transporte marítimo Cosco, que tuvo que tomar un itinerario más largo y, por lo tanto, más costoso. Pero los recursos de China siguen siendo limitados.

Principalmente, le reprochan no participar en la coalición dirigida por Estados Unidos que bombardea las posiciones hutíes en Yemen y le recuerdan que 2008 se había sumado al frente occidental para luchar contra los piratas que atacaban portacontenedores. Pero “no somos los sargentos del mundo”, señaló el exembajador chino, “nosotros respetamos el derecho internacional”. De hecho, en 2008 contaban con un mandato de la ONU, pero actualmente no es el caso. Y con razón, porque Washington no podría obtener la luz verde sin obligar a Israel a aceptar un alto el fuego de inmediato.

Fundamentalmente, China no quiere poner ni un pie en ese “atolladero”, que desde su punto de vista fue fabricado y es mantido por Estados Unidos. Así lo tradujo el ministro de relaciones exteriores Wang Yi, tras un largo encuentro en enero de 2022 con sus pares de Arabia Saudita, Baréin, Kuwait, Omán, Irán y Turquía:

Oriente Medio tiene una larga historia, culturas únicas y recursos naturales abundantes, pero la región sufre problemas y conflictos desde hace mucho tiempo debido a las intervenciones extranjera6.

E insistió: “Los proyectos del gran Oriente Medio propuestos por Estados Unidos tienen consecuencias desastrosas”.

Luego recordó, haciéndose eco del presidente Xi Jinping, que “no puede haber seguridad en la región sin una solución justa de la cuestión de la Palestina”, y agregó: “Creemos que los pueblos de Oriente Medio son los dueños de Oriente Medio. No necesitan un patriarcado”.

Según Wang Yi,

algunos políticos y miembros de la élite estadounidense esperan que repitamos sus errores y que llenemos el “vacío de poder” que dejan. Pero China no caerá en la trampa. (…) No busca reemplazar a Estados Unidos.

¡Que Estados Unidos se las arregle con el caos que creó! Por el momento, China se anota los puntos de la impotencia estadounidense y deja que el mundo tome conciencia de la doble moral occidental en su defensa de los derechos humanos. Reflejando la opinión de muchos dirigentes, el ministro de Relaciones Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, puso en su lugar al representante del presidente Joe Biden al responderle: “Si otro país del mundo hiciera solo una parte de lo que Israel ha hecho, recibiría sanciones de todos los rincones del mundo”7.

El embajador de China en Francia, Lu Shaye, demostró una vez más su falta de habilidad al publicar en X (ex Twitter) la foto de los bombardeos en Gaza y la de los campos cultivados del Sinkiang, como si la masacre de unos pudiera justificar la represión de los otros.

Desde luego, Pekín no puede sentar su autoridad internacional solamente a partir del fracaso del bando occidental. Pero solo puede multiplicar las iniciativas diplomáticas de diálogo y de reuniones, cuando otros actores como Washington disponen de una herramienta infalible para hacer ceder a Tel Aviv: suspender las entregas de armas.

Terrorismo y lucha armada vistos desde Pekín

El 22 de febrero de 2024, el representante de China ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), Ma Xinmin, participó en una audiencia. Defendió el derecho de los palestinos a un Estado y señaló la diferencia entre “terrorismo” y “lucha armada” por la independencia. Este es un fragmento de su intervención:

«En busca del derecho a la autodeterminación, el empleo de la fuerza por parte del pueblo palestino para resistir a la opresión extranjera y alcanzar la creación de un Estado independiente es un derecho inalienable, basado en el derecho internacional. Tras la Segunda Guerra Mundial, diversos pueblos la emplearon para lograr su independencia. Numerosas resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como la resolución 3070 de 1973, reconocen “la legitimidad de la lucha del pueblo a través de todos los recursos disponibles, incluida la lucha armada, en pos de lograr la liberación del dominio colonial y de la ocupación extranjera”. Eso también se refleja en las convenciones internacionales. Por ejemplo, el Convenio árabe para la represión del terrorismo, de 1998, afirma “el derecho de los pueblos a combatir la ocupación y la agresión extranjeras por todos los medios, incluida la lucha armada, con el objetivo de liberar sus territorios y garantizar el derecho a la autodeterminación y a la independencia”. Así, la lucha armada se basa en el derecho internacional y se diferencia de los actos de terrorismo. Esta diferencia es reconocida por varios convenios internacionales. Por ejemplo, el artículo 3 de la Convención de la Organización de la Unidad Africana para Prevenir y Combatir el Terrorismo, de 1999, estipula que “el combate librado por los pueblos en conformidad con los principios del derecho internacional para su liberación o su autodeterminación, incluida la lucha armada contra el colonialismo, la ocupación, la agresión y el dominio de fuerzas extranjeras no puede ser considerado como terrorismo”. En cambio, el empleo de la fuerza por parte de cualquier entidad o individuo en nombre “del derecho a la autodeterminación” y fuera del contexto de dominación colonial o de ocupación extranjera no es legítimo. Además, durante la lucha armada legítima de los pueblos, todas las partes están obligadas a respetar el derecho internacional humanitario y, en particular, a abstenerse de cometer actos de terrorismo que infrinjan el derecho internacional.»

1« Foreign Ministry Spokesperson’s Remarks on the Escalation of Tensions Between Palestine and Israel », Ministerio de Relaciones Exteriores de la R. P. China, 8 de octubre de 2023.

2Conferencia de prensa, Ministerio de Relaciones Exteriores, 8 de octubre de 2023, Pekín.

3Nikkei Asia, Tokio, 11 de octubre de 2023.

4El plan incluye el final de la colonización, la soberanía plena de Palestina basada en las fronteras de 1967, con Jerusalén Este como capital, y garantías internacionales. En 2003, 2013 y 2023, el plan fue afinado y enriquecido con un quinto punto sobre el desarrollo económico de Palestina.

5Alfredo Toro Hardy, “Why will China win the ward in Gaza”, Unasas Foundation, New Delhi, 22 de octubre de 2023.

6Yang Sheng et Zhang Changyue, « China will not fill the so-called vacuum after US pullout: Mideast countries ”should control own destiny” », Global Times, 16 de enero de 2022.

7Claude Leblanc, « Pourquoi la Chine va devoir s’investir davantage dans la sortie de crise », L’Opinion, 22 de noviembre de 2023.