Diplomacia

Magreb-Ucrania (1). Argelia y Marruecos se niegan a tomar partido

Ante la guerra en Ucrania, los países del Magreb evitan apoyar abiertamente a uno u otro de los beligerantes. Esta neutralidad manifiesta se debe a múltiples razones geopolíticas, pero también al peso militar ruso y a su creciente influencia económica en la región.
Este artículo analiza las posiciones de Argelia y de Marruecos; en otro artículo nos abocaremos a las posiciones de Túnez y de las opiniones públicas de la región.

Moscú, 19 de marzo de 2019. Reunión entre el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y su homólogo argelino, Ramtane Lamamra
Alexander Nemenov/AFP

No dar la impresión de tomar partido y al mismo tiempo no enfrentarse con ninguno de los dos protagonistas del conflicto: esa es la línea de conducta adoptada por los tres Estados del Magreb central (Argelia, Marruecos y Túnez) desde los primeros días de la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Esa estrategia sutil se volvió manifiesta el 2 de marzo, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución que exigía el retiro de las fuerzas rusas y el cese “inmediato” del uso de la fuerza en territorio ucraniano.

En ese momento, los observadores se sorprendieron al observar la posición adoptada por el Magreb en la votación de ese texto no vinculante. Argelia, aliado tradicional de la ex Unión Soviética y gran cliente del armamento ruso, fue uno de los 35 Estados que se abstuvieron y de ese modo no se sumó a los otros cuatro que junto a Rusia se opusieron a la resolución: Corea del Norte, Bielorrusia, Eritrea y Siria. Marruecos, por su parte, a pesar de ser un socio fiel de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos, evitó lisa y llanamente participar en el escrutinio. Y Túnez sacrificó su prudencia diplomática habitual alineándose con los otros 140 países que votaron a favor del texto. Cuatro días más tarde, el 24 de marzo, se repitió ese mismo esquema, esta vez en torno a una resolución presentada por Kiev relativa a las “consecuencias humanitarias de la agresión contra Ucrania”: abstención de Argelia, ausencia de Marruecos y voto a favor de Túnez.

Neutralidad pragmática

Cada uno de estos posicionamientos tiene su propia explicación y permite comprender la reacción de los actores directos e indirectos del conflicto (Rusia, Ucrania, Unión Europea y Estados Unidos) y principalmente sus presiones hacia los poderes instalados en el Magreb.

En el caso de Argelia, su diplomacia defiende sobre todo su voluntad de no tomar partido en un conflicto que no atañe al país. Pero enseguida adopta el discurso convencional del “compromiso por la paz y la búsqueda de una solución negociada”. Argel reivindica su papel de locomotora del grupo de contacto árabe, que incluye a Egipto, Irak, Jordania, Sudán y el secretario general de la Liga Árabe. A comienzos de abril, una delegación encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores de Argelia, Ramtane Lamamra, se reunió en Moscú con el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, y luego, en Varsovia, con el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba.

Resultado de esas consultas: apoyo a una “negociación directa” entre ambos beligerantes. Un alto responsable de Argelia habló por su parte del concepto de “neutralidad pragmática”. Ese pragmatismo tiene en cuenta una realidad insoslayable: la importante cooperación militar con Rusia. Entre 2017 y 2021, el 81% de las entregas de armas y de material de defensa para las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad argelinas provino de Moscú. Eso le permitió a Argel modernizar los equipamientos y disponer de un arco de intervención que cubre toda África del Norte, el Sahel y parte del sur de Europa. Por otra parte, Kiev no es un socio comercial importante para Argelia, aunque la Oficina Argelina Interprofesional de Cereales (OAIC) viene planeando desde 2019 importar trigo ucraniano para reducir sus importaciones de Francia. En un país donde la defensa representa cerca del 7% del Producto Interior Bruto (PIB), resulta imposible enfrentarse con Moscú sin fragilizar las capacidades de defensa. Eso es algo inaceptable para el régimen, sobre todo en este momento en que la tensión con Marruecos ha alcanzado su punto más alto desde 2020.

Pero al mismo tiempo, el sentido de la realidad obliga a Argel a mostrarse prudente frente a sus socios occidentales. Francia, Italia y España figuran entre sus principales proveedores de bienes de capital y compradores de gas. De allí la abstención de Argelia en la ONU, en lugar de un voto claro y manifiesto a favor de la posición rusa, como fue el caso de Siria o de Eritrea. En un contexto marcado por la multiplicación de las sanciones occidentales contra Moscú, las autoridades argelinas repiten hasta el hartazgo que su país “es un proveedor de gas confiable para el mercado europeo”. Eso quiere decir que la empresa de petróleo y gas Sonatrach está dispuesta a compensar una eventual suspensión del suministro de hidrocarburos rusos al viejo continente. El 11 de abril, Argel y Roma firmaron un acuerdo para abastecer 9.000 millones de metros cúbicos de gas adicionales.

De modo que la carta de proveedor leal y responsable le permite a Argelia compensar su negativa a acatar los pedidos más o menos insistentes de los occidentales para que se distancie de los rusos. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken; el presidente del Consejo italiano, Mario Draghi, y el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, se sucedieron en sus visitas a Argel (30 de marzo, 11 de abril y 13 de abril respectivamente) y si bien no lograron un cambio significativo en la posición argelina, recibieron garantías en cuanto al abastecimiento de gas argelino a Europa.

Inquietud del Kremlin

Pero es difícil contentar a un bando sin irritar al otro. El 8 de abril, en la ONU, anticipando una reacción de parte del Kremlin, Argel abandonó su posición abstencionista al votar contra una resolución de la Asamblea General que excluía a Rusia del Consejo de Derechos Humanos. “A pesar de la crueldad que exhibían las imágenes de algunas ciudades ucranianas, algo que debe ser condenado con los términos más enérgicos, y de los presuntos crímenes asociados, de una gravedad extrema, resulta más que imperativo permitir que los mecanismos competentes de la ONU investiguen los hechos en el terreno de manera neutra e imparcial para impartir justicia para todas las víctimas”, declaró el embajador de Argelia ante la ONU, Nadir Larbaoui. El 18 de abril, la agencia de prensa oficial Algérie Press Service (APS) informó que los presidentes Abdelmadjid Tebboune y Vladimir Putin mantuvieron una conversación telefónica –por iniciativa del mandatario ruso– que los llevó a expresar “su satisfacción por los progresos alcanzados en la cooperación bilateral en todos los ámbitos”. Eso es todo lo que sabemos, pero no hay duda de que la buena disposición de las autoridades argelinas para suministrar gas a la Unión Europea generó inquietud en el Kremlin, de allí la llamada telefónica de Putin.

Y como es lógico, Serguéi Lavrov visitó Argel el 10 de mayo para firmar “un nuevo documento que servirá de base para las relaciones bilaterales” Rusia-Argelia y que remplazará la “declaración de cooperación estratégica” adoptada en 2001. No hay duda de que Moscú, que saluda “la posición sensata y objetiva de Argelia en relación a los hechos ocurridos en Ucrania”, no quiere ceder el terreno argelino a sus adversarios. De hecho, el presidente Tebboune fue invitado oficialmente por su par ruso a visitar Moscú. Entonces se plantean dos preguntas: ante la perspectiva de un conflicto a largo plazo, ¿será capaz Argelia de remplazar el suministro del gas ruso de manera duradera? Y si la respuesta es afirmativa, ¿hasta cuándo tolerará el Kremlin ese posicionamiento?

La cuestión del Sahara Occidental

Mientras Argelia intenta tranquilizar a su socio ruso, Marruecos, por su parte, trata de hacer lo mismo con los occidentales, que no apreciaron la decisión de Rabat de ausentarse de las tres votaciones sucesivas de la Asamblea General de la ONU. Esa estrategia incluso dio lugar a bromas entre muchos internautas marroquíes –“cada vez que hay una votación, nuestro embajador se queda bloqueado en el ascensor o en el baño”, escribió uno de ellos el 8 de abril tras la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos–, pero también obligó a Rabat a reaccionar. El 2 de marzo, fecha de la primera resolución, un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Marroquíes Residentes en el Extranjero informó que la ausencia de Marruecos en la votación no debía dar lugar a ninguna interpretación. El reino recordó su “fuerte adhesión al respeto de la integridad territorial, la soberanía y la unidad nacional de todos los Estados miembros de la ONU” y sus diplomáticos hicieron hincapié en la “decisión soberana” de su país y afirmaron que el reino aportaría “una contribución económica a los esfuerzos humanitarios” de la ONU. Acto seguido, varios funcionarios defendieron una “neutralidad positiva” que privilegia antes que nada los intereses estratégicos de Marruecos.

Críticas occidentales

Esos intereses de Marruecos le impiden tomar distancia de Rusia, al menos por dos razones. La primera tiene que ver con la cuestión del Sahara Occidental. Para el reino es fundamental tratar con cuidado a Moscú para impedir que apoye plenamente la posición de Argelia. Desde luego, Serguéi Lavrov repitió en varias oportunidades que su país está “en contra de cualquier medida unilateral en lo relativo a la resolución del conflicto que enfrenta al Frente Polisario con Marruecos”.

Rusia tampoco pretende seguir los pasos de Estados Unidos, que bajo la presidencia de Donald Trump reconoció la “marroquinidad” del Sahara. Pero lo que quiere evitar a toda costa la diplomacia marroquí es que Rusia apoye en la ONU una iniciativa de Argelia destinada a relanzar el proceso de resolución del conflicto a través de un referéndum de autodeterminación de las poblaciones saharauis, o que Rusia vete una propuesta alternativa de Marruecos para que la ONU valide su control definitivo del Sahara (autonomía, pero bajo soberanía marroquí). Para Rabat, en definitiva, la cuestión es evitar que los rusos hagan causa común con los argelinos (y con el Frente Polisario).

La segunda razón es de orden económico. Desde el comienzo de la década de 2000, la globalización modificó los equilibrios comerciales del Magreb. La zona, que durante mucho tiempo fue el patio trasero de los intereses de Occidente –sobre todo de Francia–, ha diversificado notablemente sus fuentes de suministros. A través de los años, Rusia se ha convertido en un proveedor esencial de materias primas para el reino. En Marruecos, donde el sector agrícola representa el 14% del PIB, resulta lisa y llanamente imposible dejar de recurrir a los fertilizantes orgánicos y minerales rusos. Lo mismo sucede con los metales, los residuos alimentarios, los vehículos utilitarios, la pasta de papel y los productos petroquímicos.

Si se excluye el armamento, Marruecos es el principal socio comercial de Rusia, que cuenta con un excedente de 780 millones de dólares (749 millones de euros) en los intercambios bilaterales. Por lo tanto, para Marruecos es difícil enemistarse con un proveedor cuyos productos, menos costosos que los de la competencia occidental, son indispensables para su diversificación industrial. Y qué importa si se ofende Ucrania, que tiene una pequeña participación en los intercambios comerciales con el Magreb, concentrada principalmente en el suministro de cereales y de productos alimenticios. Consciente de eso, el presidente Volodimir Zelensky destituyó a Oksana Vassilieva, embajadora de su país en Marruecos. “Están quienes trabajan para que Ucrania pueda defenderse y combatir por su futuro y quienes pierden el tiempo atornillados a su silla. He firmado el primer decreto para retirar a una de esas personas, la embajadora en Marruecos”, declaró el mandatario ucraniano en un mensaje de video posteado el 30 de marzo.

Rabat también fue blanco de críticas de diplomáticos occidentales como Pekka Hyvönen, el embajador de Finlandia, que en un tuit difundido el 24 de marzo lamentó la ausencia de Marruecos en la votación en la ONU. “Mauritania votó a favor de la resolución humanitaria. Marruecos se ausentó, como en la votación que condenó la invasión de Rusia. La historia demostrará que la justicia vencerá”, escribió Hyvönen. El mensaje atizó la ira de numerosos internautas marroquíes y obligó al embajador a suprimir su mensaje.

Por último, Estados Unidos también hizo esfuerzos para que Marruecos cambiara de posición. La subsecretaria de Estado norteamericana, Wendy Sherman, y Antony Blinken visitaron Rabat (el 8 y el 29 de marzo respectivamente), pero no lograron un giro marroquí. Sus interlocutores marroquíes no cedieron nada en lo relativo al conflicto entre Rusia y Ucrania, y en cambio prefirieron destacar los avances concretos en las relaciones entre el reino e Israel, un asunto que merece la plena indulgencia norteamericana. En cuanto a las relaciones con Europa, la cuestión del Sahara sigue siendo central en la ecuación: Rabat exige que los europeos “salgan de su ‘zona de confort’”, como expresó Nasser Bourita, el jefe de la diplomacia marroquí. Mientras eso no suceda, Marruecos seguirá ciñéndose a la “neutralidad positiva” en relación a Moscú.