Palestina. Las renuncias de Europa frente a Israel y Estados Unidos

Tres miembros de la Unión Europea (UE) —España, Irlanda y Eslovenia—, al igual que Armenia y Noruega, reconocieron al Estado de Palestina en mayo de 2024. Los otros permanecen desesperadamente inmóviles. La UE no toma ninguna iniciativa para obtener aunque sea un alto el fuego durable en Gaza y la suspensión de la colonización en Cisjordania. En otra época, sin embargo, supo ser más audaz.

En la imagen se pueden ver a dos hombres en un entorno de reunión, posiblemente en una conferencia o un encuentro diplomático. Ambos parecen estar en una conversación intensa, con gestos de las manos que indican expresión o énfasis en lo que están discutiendo. Al fondo, hay otra persona observando. El ambiente es formal, con un espacio de trabajo y asientos visibles.
Bruselas, 22 de enero 2024. El ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina, Riyad al-Maliki (izquierda), conversa con el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell (derecha), antes de una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE en el edificio del Consejo Europeo.
Virginia Mayo / POOL / AFP

Tras más de diez meses de guerra en el estrecho territorio palestino de Gaza, la urgencia de una iniciativa eficaz debería imponerse en el mundo, en particular, en la Unión Europea (UE). Los bombardeos se suceden y el día se parece a la noche, sin ninguna esperanza de pausa ni de alto el fuego. ¿La Unión y sus Estados miembros se conformarán, una vez más, con denunciar la perpetuación de la pesadilla y con llamar a la liberación de los prisioneros israelíes y a un alto el fuego –como hicieron, tardíamente, en marzo de 2024– sin actuar de manera concreta? ¿Seguirán, como Estados Unidos, respondiendo con evasivas y apoyando de facto la política del gobierno israelí? ¿O intervendrán para hacer respetar la vida, los derechos humanos, el derecho internacional, y darles por fin una oportunidad a la paz y la justicia?

La urgencia existe desde hace meses, y las estadísticas macabras se suceden como un terror interminable. A comienzos de agosto, las agencias de las Naciones Unidas lamentaron la muerte de 40.000 palestinos en el territorio reducido a cenizas de Gaza, mientras otros 10.000 yacen bajo los escombros y hay más de 90.000 heridos. Miles de niños sufren amputaciones sin anestesia, y otros miles ahora son huérfanos. Todos tienen politraumatismos.

Las imágenes que llegan a nuestras pantallas son su vida cotidiana: centenares de miles de desplazados yendo de un refugio inexistente a otro; niños recogiendo un poco de agua insalubre en un charco de barro, haciendo fila con la esperanza de llenar un plato de comida, llorando a lágrima viva mientras siguen la mortaja de sus madres, o abriendo los inmensos ojos de sus rostros escuálidos tras días de hambruna, mientras esperan la muerte. Todas las agencias internacionales y organizaciones no gubernamentales lo alertan desde hace meses: el 82% de la infraestructura de salud ha sido destruida o dañada, al igual que el 88% de la infraestructura escolar y el 67% de la infraestructura para el acceso al agua. La crisis sanitaria se suma a la crisis humanitaria. En Cisjordania ocupada, desde el ataque de comandos del 7 de octubre —en el que murieron 1139 israelíes y nacionales extranjeros, incluidos 764 civiles, y 248 personas fueron tomadas de rehenes— hasta el 16 de agosto de 2024, perdieron la vida 633 palestinos y más de 5.200 resultaron heridos. Más de 600 personas fueron asesinadas por colonos y el ejército de ocupación, más que en todo el año pasado, que sin embargo había sido el más letal desde el final de la segunda intifada: en todo el año habían muerto 492 palestinos a manos de soldados y colonos, incluida Jerusalén Este, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), citada por Human Rights Watch1.

Comunidades enteras fueron desplazadas por la fuerza. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también está alarmada por la agravación de la crisis sanitaria en Cisjordania, donde las restricciones, la violencia de los colonos y del ejército, así como los ataques contra la infraestructura médica, el cierre de los puntos de paso y el acordonamiento de pueblos enteros complican el acceso a la atención sanitaria. Casi la mitad de los medicamentos esenciales están en ruptura de stock. Además, Israel retiene una parte cada vez mayor del impuesto a las ganancias que les recauda a los palestinos y que le debe a la Autoridad Palestina.

Dar vuelta el sistema

En este contexto, España, Irlanda y Noruega decidieron actuar en conjunto. Seguidos por Eslovenia y Armenia, a fines de mayo reconocieron al Estado de Palestina. El primer ministro de España, Pedro Sánchez, advirtió que Madrid no reconocería ninguna modificación de las fronteras de 1967 sin un acuerdo previo entre Israel y el Estado palestino. “El Estado palestino debe ser viable, con Cisjordania y Gaza conectadas por un corredor y con Jerusalén Este como su capital”, señaló Sánchez, citando las resoluciones 242 (de 1968) y 338 (de 1973) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Lograr la paz implica la solución de dos Estados, con Israel y Palestina “viviendo uno junto al otro (…) en paz y seguridad”2.

Antes del anuncio, el Estado palestino ya era reconocido por 143 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas, incluidos 10 de los 27 miembros de la Unión Europea. Algunos de esos últimos son países que integraron el bloque del Este durante la época de la Guerra Fría y que ahora manifiestan un claro apoyo al gobierno y a la política de Israel.

Sin embargo, ¿sigue teniendo sentido el reconocimiento del Estado palestino, cuando el ejército israelí separó a Cisjordania de la Franja de Gaza (violando el derecho y el acuerdo “Gaza-Jericó” u “Oslo 1”, del 4 de mayo de 1994) y la transformó en una serie de microenclaves sin contigüidad territorial? ¿Qué valor tiene ese reconocimiento sin una consulta previa al pueblo palestino –separado geográficamente por la ocupación y el exilio–, y en particular, a los refugiados?

Los cinco Estados que acaban de anunciar su reconocimiento tienen como objetivo dar vuelta el sistema y dejar de esperar la concreción de eventuales negociaciones israelí-palestinas en un encuentro desigual para reconocer los derechos nacionales palestinos que Tel Aviv rechaza. No es un asunto nuevo. En 1980, en Venecia, los nueve Estados que entonces conformaban la Comunidad Económica Europea (CEE, antepasado de la UE) establecieron “el derecho a existir en seguridad para todos los Estados de la región, incluido Israel, y la justicia para los pueblos, que implica el reconocimiento de los derechos legítimos del pueblo palestino”. Tras la declaración de la independencia de Palestina proclamada por Yasir Arafat en Argel el 15 de noviembre de 1988, Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumania y Checoslovaquia (dividida en 1993 en República Checa y Eslovaquia), que en esa época no eran miembros de la Unión Europea, reconocieron a ese Estado, igual que Chipre y Malta. El 26 de marzo de 1999, durante el Consejo Europeo de Berlín, la Unión Europea reafirmó “el derecho permanente y sin restricción de los palestinos a la autodeterminación, que incluye la opción de un Estado”. Y expresó

su convicción de que un Estado palestino democrático, viable y pacífico, a partir de los acuerdos existentes y a través de negociaciones, sería la mejor garantía para la seguridad de Israel y su aceptación como socio en la región.

La UE anunció que estaba dispuesta a reconocer a Palestina “en el momento oportuno”. Según el Acuerdo de Oslo 1, eso debería haber ocurrido, a más tardar, el 4 de mayo de 1999. Pero ese día se celebraron elecciones legislativas anticipadas en Israel. Al igual que Estados Unidos, la UE presionó a los palestinos en vísperas del escrutinio: no reconocería al Estado. Desde entonces, el “momento oportuno” no llega nunca, y solo Suecia se sumó, en 2014, a los pioneros del reconocimiento, pero luego apoyó nuevamente la política de Tel Aviv.

¿Salir del callejón sin salida? El 28 de noviembre de 2014, en vísperas de un debate parlamentario, el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Laurent Fabius, afirmó en su intervención en la Asamblea Nacional sobre el reconocimiento del Estado palestino: “La cuestión que se nos plantea no de principios, porque eso está zanjado, sino de modalidades: cuándo y cómo. De un modo más general, ¿qué método intentar para llegar concretamente a la paz?”3 Fabius señaló:

Consideramos que es indispensable salir de un encuentro a solas entre israelíes y palestinos, un método que ha demostrado ser poco eficaz (…) Así que hay que cambiar de método. Se necesita acompañamiento, algunos dirán cierta presión de la comunidad internacional para ayudar a ambas partes a dar el paso final indispensable y alcanzar la paz. Es necesario fijar un rumbo y un calendario. ¿Y si un último intento de solución negociada no da resultados? Entonces Francia tendrá que asumir sus responsabilidades y reconocer sin más tardar al Estado de Palestina. Nosotros estamos preparados.

Pero Jean-Marc Ayrault, su sucesor en el Quai d’Orsay [Ministerio de Asuntos Exteriores] abandonó ese análisis y esa promesa, y volvió a la vieja cantinela de que “el reconocimiento del Estado de Palestina debe producirse luego de negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina”4.

Según la UE, la única solución es la de los dos Estados. Sus miembros lo reafirmaron en enero de 2024, y Josep Borrell, alto representante europeo de Asuntos Exteriores y de política de seguridad, se preguntó: “¿Cuáles son las otras soluciones que piensa Israel? ¿Hacer que se vayan todos los palestinos? ¿Matarlos?”5

Después de más de diez meses de guerra contra la población gazatí, dar vuelta el sistema y reconocer al Estado palestino quiere decir, según sus promotores, volver a fundar las bases de una eventual negociación a partir del derecho internacional y discutir sus modalidades de aplicación, con las garantías de las Naciones Unidas. Eso también permitiría fortalecer los derechos de los palestinos ya obtenidos en numerosas instituciones de la ONU, sobre todo gracias a su condición de Estado observador no miembro de la ONU, adoptada el 29 de octubre de 2012, un año después del reconocimiento de Palestina como Estado miembro de la UNESCO. Eso no prejuzga las decisiones del pueblo palestino —incluida la hipótesis de un Estado binacional—, que debe poder ejercer su derecho al sufragio.

Reacciones encendidas en Tel Aviv

La decisión de estos cinco Estados europeos no es solo simbólica. Para convencerse, basta con ver las reacciones de Estados Unidos, que no para de oponer su veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como el 18 de abril de este año. Por su parte, el gobierno de Benjamín Netanyahu tomó represalias y anunció, por ejemplo, que “cortaría el vínculo” entre el consultado de España en Jerusalén y los palestinos. Esta reacción represiva se repite con cada paso a favor de los derechos de los palestinos, como las decisiones de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) o de la Corte Penal Internacional (CPI).

La última opinión consultiva de la CIJ relativa a las “consecuencias jurídicas derivadas de las políticas y prácticas de Israel en el Territorio palestino ocupado, incluido Jerusalén Este” desde 1967, no es una excepción. Fue solicitada en diciembre de 2022 (por lo tanto, antes del 7 de octubre de 2023) por la Asamblea General de las Naciones Unidas y emitida el 19 de julio de 2024. El documento es claro: la ocupación israelí es “ilegal” en principio, da lugar a la anexión de grandes partes del territorio palestino y viola el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino6. Los jueces recuerdan que varias prácticas y políticas israelíes violan el derecho internacional, en particular la colonización, las confiscaciones de tierras o de recursos naturales, el desplazamiento forzado de poblaciones, las limitaciones a la libre circulación de los palestinos… Acusan a Tel Aviv de haber puesto en marcha un sistema discriminatorio contra los palestinos, instaurando de hecho la “segregación racial” y el “apartheid”. Para la CIJ, Israel debe entonces terminar con la ocupación de los territorios palestinos “lo antes posible”, desmantelar las colonias e indemnizar a la población. Una opinión histórica, pero no vinculante.

¿Llevará finalmente a los países miembros de la UE o a algunos de ellos a reaccionar, a reconocer al Estado palestino y a sancionar a Tel Aviv? ¿O seguirá siendo letra muerta, como aquel documento de 2004 que condenó el muro de anexión israelí en Cisjordania y que exigía que los Estados hicieran respetar el derecho? Las reacciones dejan pocas dudas.

La UE estima que

esas conclusiones son ampliamente coherentes con las posiciones de la UE, que están totalmente alineadas con las resoluciones de la ONU relativas al estado del territorio palestino ocupado (…) Todos los Estados tienen la obligación de no reconocer como legal esta situación y no brindar ayuda o asistencia al mantenimiento de la situación creada por esa presencia ilícita.

Josep Borrell asegura:

En un mundo de constantes y crecientes violaciones del derecho internacional, nuestro deber moral es reafirmar nuestro compromiso indefectible con todas las decisiones de la CIJ de manera coherente, cualquiera sea el asunto en cuestión7.

Por su parte, Francia “toma nota” de la opinión de la Corte. “Recuerda su adhesión a la Corte Internacional de Justicia y llama a Israel a respetar todas sus obligaciones de conformidad con el derecho internacional”8. Nada más.

El 18 de julio, la víspera de la publicación de la opinión, el parlamento israelí aprobó una resolución según la cual Israel se opondría firmemente “a la creación de un Estado palestino al oeste del Jordán”. Una decisión que viola el derecho internacional, los Acuerdos de Oslo, sepultados hace ya mucho tiempo por la colonización a ultranza que han promovido todos los sucesores del primer ministro Isaac Rabin, asesinado en noviembre de 1995. En la tribuna de las Naciones Unidas, el 22 de septiembre de 2023, Benjamín Netanyahu presentó un mapa de Israel desde el mar hasta el Jordán, sin mencionar la más mínima frontera con los territorios palestinos que pretende anexar.

Tras la votación, Washington dio muestras de su incomodidad, ya que reafirmó su apoyo teórico a una solución política basada en la coexistencia de dos Estados, pero mantuvo su apoyo económico y militar a Tel Aviv. En nombre de la Unión Europea, que reafirma oficialmente su compromiso a favor de la solución de dos Estados, Josep Borrell se limitó a “lamentar” la resolución israelí. Un compromiso que sigue siendo verbal. Y Francia expresó su “consternación”.

La urgencia de las sanciones

Sin embargo, sería primordial responder ante la emergencia e imponer a Israel un alto el fuego en Gaza y la implementación de las medidas ordenadas por la CIJ en enero y mayo de 2024 durante el examen de la presentación de la denuncia de Sudáfrica, para imponer el derecho internacional humanitario y mantener a salvo a la población palestina de un “riesgo de genocidio”.

Después de un nuevo bombardeo israelí que masacró a un centenar de palestinos y dejó decenas de heridos en una escuela sobrepoblada de refugiados, los llamados a un alto el fuego se multiplican. Pero más allá de las palabras, ningún dirigente presenta iniciativas. Como para dispensarse de su inercia política, la Unión Europea multiplica las declaraciones sobre su involucramiento humanitario… no sin evasivas.

En enero de 2024, tras el fallo de la CIJ, Tel Aviv respondió acusando a 12 empleados de Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) de haber apoyado los ataques de Hamás en Israel o de haber participado en ellos, sin proporcionar la menor prueba. Varios miembros de la UE siguieron de inmediato la decisión de Washington y suspendieron toda la ayuda económica (administrada a partir de contribuciones voluntarias) a la UNRWA, cuya labor es indispensable, no obstante, para la supervivencia de la población de Gaza y, en términos más generales, de los campos de refugiados palestinos. Al final, tras las conclusiones de una investigación, la ayuda se reanudó en marzo y luego en mayo de 2024. Pero Europa no contempla ningún tipo de sanción contra los dirigentes políticos y militares israelíes para obtener un alto el fuego, y menos aún, terminar con la colonización y la ocupación.

Sin embargo, esas sanciones habían resultado eficaces en los decenios previos. Durante la primera intifada (1987-1993), por ejemplo, el entonces comisario europeo, Claude Cheysson, considerando que el cierre punitivo de las universidades palestinas efectuado por Israel violaba el derecho internacional, había amenazado a Tel Aviv en 1988 con suspender los acuerdos en los ámbitos de la educación, la cultura y la ciencia si no se reabrían las universidades palestinas. Chysson ganó el pleito. En 1992, el secretario de Estado de Estados Unidos, James Baker, puso como condición la suspensión total de la colonización en Cisjordania y Gaza para el otorgamiento de garantías a Israel por 10.000 millones de dólares en préstamos bancarios9. Durante las elecciones del mismo año, Isaac Shamir, que se negaba a suspenderlas, perdió la mayoría ante el laborista Isaac Rabin.

La Unión Europea y sus Estados miembros disponen de varias palancas para ejercer presión. En particular, el Acuerdo de Asociación UE-Israel, firmado inmediatamente después de Oslo y adoptado en 2000, que prevé, entre otros, la liberalización de los intercambios recíprocos. En el verano boreal de 1996, Benjamín Netanyahu, ya entonces primer ministro, accedió a la excavación de un túnel bajo la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén. Varias decenas de palestinos murieron durante las manifestaciones de protesta. En Francia, las asociaciones de la entonces flamante Plataforma de ONG Francesas por Palestina estimaban que no alcanzaba con denunciar y realizaron una intensa campaña colectiva que logró aplazar por tres años la ratificación del Acuerdo en el parlamento. Lo mismo ocurrió en Bélgica, pero los otros Estados europeos ya lo habían ratificado. En Israel, el Acuerdo fue ratificado tras las elecciones de 1999, cuando Ehud Barak remplazó a Benjamín Netanyahu. Pero el artículo 2 menciona explícitamente que ambas partes deben respetar los derechos humanos. De allí la demanda de suspender el Acuerdo, retomada hoy por asociaciones de defensa de los derechos humanos, numerosos parlamentarios y personalidades de toda Europa.

Los gobiernos de Irlanda y de España reclaman una revisión, dado que la Unión Europea es el principal socio comercial de Israel. El 27 de mayo, los ministros de Asuntos Exteriores europeos decidieron convocar a una reunión del Consejo de Asociación UE-Israel “para discutir la situación en Gaza y respetar los derechos humanos en el marco de las obligaciones asumidas por Israel”, indicó Josep Borrell10. En ese momento reaccionaban a los bombardeos en Rafah y en toda la Franja de Gaza, en violación de los fallos de la CIJ. Pero la reunión no se celebró. Varios Estados rechazaron cualquier tipo de presión, en particular Hungría y República Checa, mientras que el gobierno alemán cree que la responsabilidad histórica de su país en el genocidio de los judíos de Europa debería llevarlo a apoyar a Israel y su política, a pesar de los crímenes de sus dirigentes.

Alineada con Washington

En nombre de una unidad diplomática inhallable, ¿la Unión Europea decidió entonces seguir, sin ninguna otra forma de intervención, las orientaciones de Washington? Es lo que hacen algunos de sus miembros, en particular los que ya habían participado sin chistar en la guerra de 2003 contra Irak. La UE renunció de hecho a cualquier rol político, como sucede desde hace más de 30 años, con el comienzo de la negociación de Oslo. Se limitó a un rol económico y dejó que Estados Unidos y Rusia, y luego Estados Unidos solo, asumieran el rol de padrinos políticos de un proceso al que lo único que le resta de “paz” es el nombre. Desde ese marco, la “Política Europea de Vecindad” con Israel lleva a considerar a este último como un país “de alta tecnología”. Una “start-up nation” celebrada en Francia como un socio democrático, tanto por Nicolás Sarkozy como por sus sucesores11. Por su parte, Emmanuel Macron no dudó en recibir en el Palacio del Elíseo a su par israelí, Isaac Herzog, con motivo de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, el 26 de julio de este año.

Durante los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza en el invierno boreal de 2008-2009, Bernard Kouchner, en ese entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia, ya había intentado “realzar” (según el término oficial) el nivel de las relaciones económicas y diplomáticas entre la UE e Israel. Tuvo que desistir… pero solo por un tiempo, porque desde entonces, los acuerdos se multiplicaron. El 6 de diciembre de 2021, Tel Aviv se sumó oficialmente al programa de investigación e innovación Horizonte Europa, con un presupuesto de más de 95.000 millones de euros para el período 2021-2027.

Sin embargo, la UE sabe utilizar las sanciones cuando estima que la situación obliga a hacerlo. Como contra Rusia. Puede congelar los fondos o bloquear los activos de personas privadas, grupos y organizaciones, empresas, gobiernos; decretar prohibiciones de ingreso al territorio, decidir embargos de armas, limitar o terminar con las relaciones económicas. Pero ni se le ocurre aplicarlas contra los dirigentes políticos o militares israelíes. En abril, el Consejo de la Unión Europea anunció sanciones contra… cuatro colonos “extremistas” y dos entidades por graves violaciones a los derechos humanos de los palestinos en Cisjordania ocupada y Jerusalén Este12.

La venta de armamento, por su parte, no es motivo de ningún tipo de sanción. A fines de mayo, luego de un bombardeo letal israelí contra los refugiados palestinos en Rafah, el gobierno francés anuló la participación prevista de los fabricantes de armamento israelíes en la feria internacional de defensa Eurosatory, que tuvo lugar entre el 17 y el 21 de junio de 2024. Como algunas ONG presentaron recursos de emergencia porque estimaban que las medidas tomadas eran insuficientes, el Tribunal de Bobigny le ordenó a Coges Events (organizadores)

prohibir la participación, bajo cualquier forma, de los industriales israelíes del armamento y de toda persona asalariada o representante de las empresas de armamento israelí, así como de toda persona física o moral susceptible de operar como su agente o intermediario. [También prohíbe] a las otras empresas o expositores vender y promocionar armas israelíes, o recibir en su estand a representantes de empresas israelíes en materia de armamento.

Los organizadores de Eurosatory recurrieron a Corte de Apelaciones de París, que el 18 de junio autorizó la presencia de representantes o intermediarios de empresas israelíes. El fallo se conoció poco después de que el Tribunal de Comercio de París juzgara “ilícita” su exclusión de la feria. A pesar de los muertos y del horror, los negocios tienen que continuar. Sin embargo, el vicealcalde de Jerusalén, Arie King, pidió a los servicios municipales que dejaran de recolectar los residuos del consulado francés.

Europa, que hasta en la década de 1990 se jactaba de defenderlo, parece haber renunciado al derecho internacional. Y Tel Aviv sabe hacerse de aliados, empezando por los partidos y gobiernos de extrema derecha, aunque sean antisemitas, siempre y cuando defiendan su política, su guerra, su colonización, en nombre de una cruzada común contra el islamismo, con Benjamín Netanyahu como su portavoz. Esta actitud europea representa una derrota moral. Y diplomática, ya que los países del Sur, en particular, denuncian con toda razón “la doble vara” que caracteriza la política europea y daña los principios universales del derecho promovidos luego del final de la Segunda Guerra Mundial y la victoria contra el nazismo.

A pesar de las tentaciones identitarias, del odio al Otro y de pasiones tristes puestas en evidencia durante las últimas elecciones, las sociedades europeas y en particular, sus juventudes, también expresan otras exigencias, como la solidaridad activa por la paz y la justicia, la protección del pueblo palestino, y una intervención europea que haga coincidir los actos con los discursos oficiales, a favor de la paz y del respeto de los derechos humanos más elementales.

1« Cisjordanie : Les forces israéliennes ont illégalement tué des Palestiniens », Human Rights Watch, 8 de mayo de 2024.

2Fernando Heller, « L’Espagne reconnaît l’État palestinien dans ses frontières de 1967 », Euractiv, 28 de mayo de 2024.

3« Déclaration de M. Laurent Fabius, ministre des affaires étrangères et du développement international, sur la reconnaissance de l’État de Palestine, à l’Assemblée nationale le 28 novembre 2014 », del sitio vie-publique.fr, 28 de noviembre de 2014.

4Jean-Marc Ayrault : « Israël-Palestine, la solution des deux États est en danger », Le Monde, 12 de enero de 2017.

5Philippe Jacqué, « Israël-Palestine : Les Européens font bloc pour défendre l’idée d’une solution à deux États », Le Monde, 23 de enero de 2024.

6Leer « Justice internationale : la CIJ demande à Israël de ”mettre fin à sa présence” dans les territoires occupés », Centro Regional de Información de las Naciones Unidas, 19 de julio de 2024.

7« L’Union européenne défend l’avis de la CIJ sur l’occupation israélienne », Le Figaro, 20 de julio de 2024.

8« Déclarations officielles de politique étrangère », del sitio web del Ministerio de Europa y de Asuntos Exteriores.

9« James Baker et l’octroi des garanties d’Israël », Les Échos, 25 de febrero de 1992.

10« L’UE convoque Israël pour discuter du respect des droits de l’Homme à Rafah », Euronews, 27 de mayo de 2024.

11Cf. Alain Gresh, Hélène Aldeguer, Un chant d’amour, Israël-Palestine, une histoire française, Libertalia, 2023.

12Las entidades identificadas son Lehava, un grupo supremacista judío de extrema derecha, y Hilltop Youth, un grupo de jóvenes radicales compuesto de miembros conocidos por sus actos de violencia contra los palestinos y sus pueblos en Cisjordania. También son identificadas dos personalidades de Hilltop Youth, Meir Ettinger y Elisha Yered. Ambos estuvieron implicados en ataques mortales contra palestinos en 2015 y 2023, según el comunicado del Consejo de Europa del 19 de abril de 2024.