Palestina. Volar sobre un nido de puestos de control

El parkour, una práctica de resistencia · La colonización israelí desestructuró profundamente el territorio palestino, ahora discontinuo y fragmentado, símbolo de desposesión para los palestinos y de omnipotencia para los israelíes. Los puestos de control, la vigilancia desde el aire, las colonias, el muro y las rutas coloniales rigen el espacio y la temporalidad de las vidas palestinas. Pero el «parkour», una práctica deportiva que consiste en franquear obstáculos urbanos o naturales, trastoca el orden del ocupante.

Parkour en Gaza
Mohamed Salem/PK Gaza

En Kafr Aqab, en la periferia sur de Ramallah, Hazim se arma de paciencia en el autobús que se dirige a la terminal central de la capital palestina. Agotado, sentado con la cabeza derrumbada contra el vidrio, espera que el autobús abarrotado se abra camino en el gigantesco embotellamiento que se forma a diario alrededor del puesto de control de Kalandia. El joven explica que «todos los días pasa lo mismo. A fuerza de pasar horas bloqueado en los embotellamientos, uno termina conociendo de memoria el frente de cada negocio que bordea la ruta».

El puesto de control de Kalandia es el más grande y el más frecuentado por los trabajadores de la región de Ramallah que se dirigen a Jerusalén. Para Hazim, los puestos de control «son el símbolo mismo de nuestra impotencia en nuestra propia tierra. Estamos obligados a someternos a los controles israelíes y a perder muchísimo tiempo todos los días debido a la ocupación». Ese día, el autobús tardará casi una hora y media en llegar a la terminal, a solo dos kilómetros de distancia.

En junio de 1967, la guerra marcó un antes y un después. Fue el comienzo de un proceso que luego se aceleró y consolidó con los Acuerdos de Oslo. Cincuenta años más tarde, el régimen militar sojuzga a millones de palestinos en cada momento de su vida cotidiana. Todos los aspectos de la vida de los habitantes de los territorios ocupados están determinados por lo que el fundador del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (The Israeli Committee against House Demolitions, ICAHD), Jeff Halper, denominó la «matriz de control» israelí. Para desplazarse, además de los permisos de circulación necesarios, los palestinos deben afrontar centenas de obstáculos a la circulación, puestos de control, bloqueos de rutas e incluso rutas exclusivas para los colonos.

Para Scott A. Bollens, Israel emplea técnicas de dominación espacial que fragmentan y desintegran barrios ocupados destruyendo casas y apoderándose de vías de comunicación, lo que reduce la movilidad de la población. Las tierras de los palestinos son expropiadas mediante un programa de urbanismo usurpatorio que impone restricciones de construcción y demuele edificios sin autorización. La administración militar israelí implementó no menos de 101 tipos de permisos para limitar la circulación de los palestinos, y así desarrolló una verdadera burocracia militar de la ocupación. Hazim concluye: «Estamos encerrados y nuestra vida está controlada y sometida a la voluntad de Israel en nuestra propia tierra. Día a día, Israel se ocupa de meternos en la cabeza y en el corazón que nuestro territorio ya no nos pertenece».

La ONG B’tselem publica regularmente videos de testimonios desgarradores de la situación en los puestos de control, donde los palestinos hacen fila encerrados en jaulas metálicas en condiciones inhumanas. Acudir a la escuela, ir al casamiento de un allegado, salir a trabajar o incluso acceder a sus tierras agrícolas: en todos sus movimientos se topan con obstáculos. El muro de separación también forma parte de esos elementos arquitecturales que permitieron modificar el espacio palestino y completar un proceso de desposesión territorial. Todo está hecho para que el espacio de vida de los palestinos se transforme en prisión.

Samuráis de los tiempos modernos

Hay una práctica que rompe con las reglas de circulación en ese territorio palestino fragmentado y carcelario donde los guardias llevan el uniforme israelí. Esa práctica es el parkour. El parkour surgió en la década de 1990 y ganó popularidad durante la década de 2000. Se democratizó principalmente gracias a la película francesa Yamakasi: Los samuráis de los tiempos modernos, de Ariel Zeitoun y Julien Seri, estrenada en 2001. La práctica consiste en utilizar el cuerpo, movilizarlo para desplazarse en el espacio urbano en función de las particularidades geográficas del territorio asociando velocidad, agilidad y dominio del espacio. Los adeptos al parkour redefinen los límites que determinan su espacio. Al franquearlos, generan un nuevo territorio, y sobre todo una manera de apropiarse de él.

Al igual que los videos utilizados para denunciar la ocupación, el parkour da cuenta de una capacidad imaginativa, enérgica y entusiasta de querer sustraerse de la violencia creada por las estructuras coloniales. En Jerusalén, varios jóvenes ya lo practican. Cuando los turistas se amontonan en las calles de la ciudad vieja, pueden percibir a jóvenes palestinos realizando acrobacias sobre los techos, con la Cúpula de la Roca de fondo.

En junio de 1967, Israel anexó ilegalmente Jerusalén Este para integrarlo al territorio israelí. Y en mayo de 2018, la embajada estadounidense en Israel fue desplazada a Jerusalén. Donald Trump afirmaba así reconocer la ciudad tres veces santa como capital de Israel. La decisión estadounidense es el resultado de varias décadas de ocupación durante las cuales el Estado israelí no dejó de reforzar su opresión y de estrangular cada día un poco más la vida de los palestinos de Jerusalén.

Desde 1967, se construyeron quince colonias ilegales en Jerusalén Este, y cerca de dieciséis puntos de control custodian la entrada a la ciudad. Para asegurar su soberanía y anexar totalmente Jerusalén Este, Israel conduce su política arquitectural y urbanística en la ilegalidad más absoluta. En 2014, un experto independiente del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados denunciaba en un informe una discriminación sistemática basada en la identidad étnica cuyo objetivo es cambiar la demografía de Jerusalén. El experto calificó esa discriminación como una forma de limpieza étnica y apuntó que desde 1996, más de 11.000 palestinos habían perdido su derecho a vivir en Jerusalén. Entre 2000 y 2014, las autoridades israelíes destruyeron 1342 casas en Jerusalén.

Pero con la práctica del parkour, los jóvenes palestinos quieren volver a ser dueños de sus desplazamientos y reapropiarse de su barrio, de su ciudad, del tiempo de su sesión deportiva. En la Explanada de las Mezquitas, Mustapha se sienta a nuestro lado para explicarnos que «vivir en Jerusalén es ser un pájaro enjaulado». El parkour le permite recuperar la libertad. Para Mustapha, los palestinos convirtieron el parkour en un deporte contestatario que permite combatir el espacio de dominación ejercido por el gobierno israelí y afirmar que las calles de Jerusalén Este les pertenecen a pesar de las restricciones de movimiento y de la segmentación de la ciudad.

En la Explanada de las Mezquitas, sitio de alta tensión donde las incursiones israelíes son regulares —la elección del lugar no es para nada anodina—, los jóvenes se entrenan y lo filman, registran su presencia y su libertad de movimiento en ese espacio de litigio, y así corroboran que la explanada es su centro de reunión. Durante cierto tiempo, los cuerpos dejan de sufrir la pesadez de los dispositivos de control. El desafío funciona como un acto de resistencia. Mustapha expresa esa voluntad: «Tenemos que criticar la ocupación con nuestras armas, con nuestros movimientos y con nuestros saltos, es nuestro modo de afirmar que no los dejaremos encerrarnos y robarnos nuestra tierra».

Y la práctica no se limita a los entrenamientos. Algunos también decidieron subir las imágenes a YouTube o Facebook. Al combinar la utilización de la cámara y del parkour, los jóvenes palestinos le comunican al mundo que se niegan a quedarse encerrados en la jaula que les asignaron. Hay varios espacios geográficos claves de Jerusalén donde se despliega ese ballet deportivo con ribetes políticos. Los jóvenes se lanzan sobre las murallas de la ciudad vieja de Jerusalén, frente a la sombra de la Cúpula de la Roca, pero también se los ve correr sobre los rieles del tranvía de Jerusalén, designado regularmente como el «tranvía colonial» porque conecta Jerusalén Oeste con las colonias ilegales. La elección de esos lugares para realizar los planos de los videos da cuenta de una voluntad política de apoderarse corporalmente de esos espacios para reapropiárselos mejor.

Gaza, Parkour de guerra

Menos de 80 kilómetros separan Jerusalén de Gaza. Sin embargo, quienes practican el parkour en la ciudad «tres veces santa» no tienen esperanzas de poder encontrarse con sus pares gazatíes. Gaza es altamente simbólica: lugar de exclusión, gueto donde sus habitantes están atrapados entre los muros y el mar. La franja de Gaza hoy está sumida en una situación catastrófica: la amenazan epidemias, el hambre, la penuria de agua. El enclave está al borde de la ruptura. Desde 2007, la situación se agravó con la implementación de un bloqueo al mismo tiempo terrestre, aéreo y marítimo que encierra a los palestinos por todos lados. Las operaciones militares israelíes que se sucedieron desde 2008 hasta nuestros días agravaron la inminencia de un desastre humano. En 2012, la ONU ya había alertado sobre el riesgo de que Gaza se vuelva inhabitable para el año 2020.

En ese territorio tan vejado también se desarrolló la práctica del parkour. En medio de los edificios destruidos por los bombardeos, un grupo de jóvenes fundó un equipo de parkour: PK Gaza. Su fundador comenzó a practicar el parkour en 2008, tras haber visto videos en internet. Unos años más tarde, decidió enseñarlo a otros gazatíes. PK Gaza está presente en las principales redes sociales y las utiliza en su provecho, publicando estilizadas fotos en Instagram y videos de sus hazañas en Facebook y YouTube. Impedido de partir al exterior debido al bloqueo, el fundador del equipo se comunica con los aficionados del mundo entero por internet, única conexión disponible. Sus videos y sus fotos son cada vez más vistos. El grupo gana popularidad y puede tejer lazos con algunos aficionados extranjeros. Su singularidad atrajo las miradas en 2014, y así el canal de televisión Arte transmitió el documental Gaza. Parkour: los palestinos voladores.

El grupo transformó ruinas y edificios deteriorados de Gaza en terreno de parkour. Los entrenamientos se llevan a cabo en un paisaje devastado por la guerra, y los edificios destruidos por los bombardeos vuelven a cobrar vida. En la franja de Gaza, símbolo de dolor, de estrés y de angustia psicológica, el parkour permite luchar contra la depresión, apuntalar la resistencia al encierro y la voluntad de seguir viviendo. Es lo que declara Mohamed: para él, entrenarse en el parkour es «nuestra manera de olvidarnos de nuestras condiciones de vida y de probar la libertad». Los miembros de PK Gaza explican que ante esa violencia cotidiana, el parkour permite «desintoxicarnos, intentar retomar el control de nuestro cuerpo y de nuestra vida». Los integrantes del grupo PK Gaza incluso ya tuvieron que enfrentar un bombardeo durante una sesión de parkour y filmaron la escena, mientras seguían adelante con el entrenamiento.

Mientras sus cuerpos levantan vuelo y esperan encontrar un día una libertad verdadera, el parkour les ofrece a esos jóvenes palestinos algunos instantes de tregua, desafiando al mismo tiempo la ley de la gravedad y la de la ocupación.