¿De dónde vienen los talibanes?

La aparición de los talibanes está relacionada con la caótica situación en Afganistán tras la partida de las fuerzas soviéticas en 1989. El régimen comunista afgano cae tres años más tarde. En abril de 1992, entran a Kabul los muyahidines, grupos armados que habían combatido al Ejército Rojo con apoyo estadounidense y pakistaní, pero no logran ponerse de acuerdo en torno a la forma de administrar el país. Entonces estalla una guerra civil que duraría 4 años y causaría cerca de 30.000 víctimas y por lo menos 100.000 heridos. El país estaba totalmente destruido, y la población, acorralada y agotada.

En ese contexto surgen los talibanes, literalmente los “estudiantes”, una fuerza compuesta por estudiantes de escuelas islámicas situadas mayormente en el sur del país. El movimiento, emanado principalmente de la comunidad pastún, fue fundado en el otoño boreal de 1994 por el mulá Mohammed Omar Akhunzada en la ciudad de Kandahar, y contaba con un activo apoyo de los servicios de inteligencia pakistaníes. Gozaba de una fuerte legitimidad religiosa y prometía liberar al país de los señores de la guerra.

En abril de 1996, el mulá Omar es declarado “Comandante de los creyentes” en Kandahar, y los talibanes entran a Kabul el 27 de septiembre de 1996.

UN ARRAIGO TRIBAL

Los talibanes controlaban todo el territorio afgano salvo el valle de Panshir, en el noreste, que seguía bajo el mando del comandante Ahmad Shah Masud. Los nuevos adalides de Kabul se presentaron como un movimiento capaz de llevar la paz y encarnar el orden moral. Estaba respaldados por la organización tribal pastún del sur. También recibían apoyo de Pakistán, el país vecino que los considera cercanos ideológicamente y los ve como una promesa de estabilidad, una apertura hacia las rutas comerciales de Asia Central y un aliado contra India.

Apenas tomaron el poder, los talibanes instauraron un régimen que descansaba enteramente en una interpretación extremista de la ley islámica, la sharia. Las mujeres estaban obligadas a llevar el burka azul que recubre enteramente el cuerpo y el rostro. En caso de adulterio o falta de pudor, corrían el riesgo de sufrir la lapidación o latigazos. No tenían acceso a la educación ni al empleo, y solo podían salir acompañadas por un hombre. También terminó el entretenimiento: cine, música y televisión ya no eran tolerados, al igual que la posesión de dispositivos de captura de fotos. Los homosexuales eran condenados a muerte, y la comunidad hazara, de confesión chií, era particularmente perseguida.

A comienzos de 2001, los talibanes destruyeron los budas de Bamiyan, símbolo del patrimonio cultural afgano y joya del arte iraní-búdico.

LA DERROTA POS 11 DE SEPTIEMBRE

El gobierno de los talibanes solo fue reconocido por Pakistán, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, cuyo apoyo no sorprende, ya que Riad había contribuido a financiar la guerra contra los soviéticos y había enviado combatientes árabes a Afganistán. Desde 1996, se instala en el país el movimiento Al Qaeda de Osama bin Laden, quien se había casado con la hija del mulá Omar.

Luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Washington solicitó la extradición de bin Laden, pero los talibanes se negaron a entregarlo. Alegando su voluntad de venganza, pero sobre todo “la guerra contra el terrorismo”, Estados Unidos y sus aliados –principalmente los británicos en un primer momento– comenzaron a bombardear el país el 7 de octubre de 2001. Sus operaciones acompañaban el avance en tierra de los soldados de la Alianza del Norte del fallecido comandante Masud. Las ciudades controladas por los talibanes cayeron una tras otra. Kabul fue tomada sin combate el 13 de noviembre de 2001.

Los talibanes y Osama bin Laden pasaron a ser fugitivos. El acuerdo de Bonn de diciembre de 2001 apuntaba a construir un Estado afgano sin ellos, que se atrincheraron en Pakistán antes de reaparecer en la provincia de Helmand en 2003, principal centro de cultivo de amapola. Con el paso de los años, volverían a conquistar cada vez más ciudades. Las fuerzas gubernamentales, respaldadas por tropas enviadas por la ONU y la OTAN, no dejaron de combatirlos, pero sus esfuerzos fracasarían, al igual que la instauración de un gobierno central fuerte en Afganistán.

Los diferentes anuncios de retiro de las tropas de la OTAN y luego de las estadounidenses permitieron abrir el diálogo en 2017 entre los talibanes y el gobierno de Kabul, en vista de “reconciliar el país”. El Acuerdo de Doha, firmado en febrero de 2020 entre Washington y los talibanes, deja constancia del retiro definitivo de los estadounidenses a cambio de una garantía de seguridad. El 15 de agosto, es decir dos semanas antes del retiro del último soldado estadounidense de Afganistán, los talibanes entraron a Kabul, sin efectuar, una vez más, un baño de sangre.