Historia del confesionalismo libanés

El movimiento de protestas que sacude al Líbano desde octubre de 2019 derivó en una crisis política y económica que no afloja. Una de las reivindicaciones de los manifestantes es terminar con el “sistema confesional” del país.

El confesionalismo es la institucionalización de las diferentes comunidades religiosas y su representación en el seno de los órganos políticos. También se manifiesta por una gestión comunitaria del estatuto personal, en contradicción con el principio de igualdad. La pertenencia comunitaria de cada libanés también está asentada en su documento de identidad.

UN TERRENO DE ENFRENTAMIENTO ENTRE FRANCIA Y GRAN BRETAÑA

La aparición del confesionalismo se remonta a las rivalidades entre cristianos y drusos surgidas a mediados del siglo XIX, resultado del alineamiento político en función de la afiliación confesional y de las rivalidades entre Francia y Reino Unido. En 1860, tras las grandes masacres que se venían sucediendo desde hacía veinte años entre ambas comunidades, ambos países intervinieron para “restablecer el orden”. Entonces implementaron una primera forma de confesionalismo político instaurando el régimen del mutasarrifato en 1861. Ese régimen atribuía a las seis comunidades del Monte Líbano una representación proporcional en el Consejo Administrativo que asiste al gobernador. El Mutasarrifato estuvo en funciones hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.

En 1920, bajo el mandato francés, se proclama el Estado del Gran Líbano. En primer lugar, se presenta como una respuesta a las reivindicaciones de un Estado cristiano para los maronitas, y también le permite a Francia prolongar su influencia en la región. El sistema político confesional se refuerza durante la época del mandato (1920-1943) a través de una Constitución que amplía los poderes del presidente y de la comunidad maronita, y que reconoce la existencia de comunidades representadas en la función pública.

INDEPENDENCIA Y PACTO NACIONAL DE 1943

En noviembre de 1943, en medio de tensiones comunitarias entre maronitas –partidarios del mantenimiento de la influencia occidental– y suníes –partidarios de una unificación territorial con Siria–, el país accede a la independencia. El presidente maronita Bechara El Khoury y el primer ministro suní Riad Al Solh sellan un acuerdo titulado “Pacto Nacional Libanés”. El pacto afirma la “independencia completa y consumada del Líbano, sin recurrir a la protección de Occidente ni a la unidad o a la federación con los países de Oriente”.

A fin de establecer el equilibrio político entre las comunidades, fuera del pacto también se formula la costumbre no escrita del reparto de los empleos del Estado en función de las tres comunidades más importantes en cantidad: la presidencia recae entre los maronitas, el cargo de primer ministro es ejercido por los suníes, y la presidencia de la Asamblea queda en manos de los chiíes. Michel Chiha, uno de los padres fundadores del régimen confesional libanés, lo consideraba “una especie de federalismo comunitario” que convertía al Líbano en “un país de minorías confesionales asociadas”.

Ese sistema es cuestionado por los manifestantes que ahora salieron a manifestarse en las calles de todo el país. Lo consideran un impedimento para el buen funcionamiento de las instituciones y una de las principales causas de la corrupción que corroe al país. Si los miembros de cada comunidad siguen recurriendo a sus líderes para obtener servicios que el poder público debería proveer, se debe al sistema confesional, que favorece el clientelismo. Ese sistema llevó a la ruina del Estado y benefició a algunos jefes de clanes, que acapararon todo el poder. Los defensores de ese sistema lo ven en cambio como uno de los últimos denominadores comunes que todavía le dan cierta unidad a un país multiconfesional, cuando en realidad permite que los líderes comunitarios compartan el poder y las prebendas del Estado.