Israel-Palestina. Pequeño léxico para uso de periodistas (y demás)

Cuando la actualidad palestina vuelve a ocupar el centro de la escena, también regresa a los medios un campo léxico que se ha impuesto como norma y que luego es retomado en las redes sociales. Sin embargo, varios de esos términos hoy ya no son cuestionados pero no dejan de plantear problemas, porque transmiten una retórica israelí evidente. Y muy discutible.

“Guerra” o “conflicto”

Se supone que un conflicto o una guerra opone a dos Estados o dos entidades de fuerzas más o menos iguales. Lo cierto es que, por un lado, no existe un Estado palestino, y en consecuencia, tampoco un ejército palestino; y del otro lado, el ejército israelí ocupa el 17º lugar en la clasificación de las fuerzas militares del mundo. También es el ejército más potente de Oriente Próximo. El presupuesto de defensa israelí asciende a 12.900 millones de dólares (10.600 millones de euros), es decir, 5,2% de su producto interior bruto. La cantidad de víctimas de un bando y del otro revela esa disparidad: en mayo de 2021, tras una decena de días de bombardeo israelí contra Gaza y de misiles disparados por Hamás, se contabilizaron más de 230 muertos en el bando palestino y 12 en el bando israelí.

“Árabes israelíes”, “árabes del interior” o “árabes de 1948”

Luego de la Nakba de 1948, 700.000 palestinos –es decir, tres cuartos de la población de la Palestina histórica– fueron expulsados de sus tierras y pasaron a ser refugiados. Los descendientes de quienes permanecieron son oficialmente ciudadanos israelíes, pero no gozan de los mismos derechos que los israelíes judíos. Representan el 20% de la población. Calificarlos de “árabes” implica negarles cualquier identidad cultural o nacional. Así, al asociarlos a los otros ciudadanos del mundo árabe, se termina cuestionando la legitimidad de su presencia. Estas expresiones también se inscriben dentro de una tradición colonial: en la época de la colonización francesa en Argelia, los autóctonos eran llamados “árabes” o “musulmanes”, pero no argelinos. Así que debería optarse por “palestinos de Israel” o “palestinos del interior”.

“Tzahal”

Acrónimo de Tzava Hahagana LeYisrael, literalmente, “ejército de defensa israelí”. Es un término que reemplaza cada vez más a “ejército israelí”, que es más factual. Sin embargo, tal como señala una guía elaborada en 2007 para los periodistas del conglomerado de radios públicas francesas Radio France: “’Tzahal’ adquirió una connotación familiar, de mucho apego para los israelíes, que emplean el término como se haría con un diminutivo cargado de afecto, con el sentido de ‘nuestro ejército’. Conclusión: no utilizarlo”.

“Guerra de los seis días”

Referirse a los territorios ocupados implica necesariamente hablar de la guerra de junio de 1967. Esa tercera guerra israelí-árabe terminó en victoria israelí y en la ocupación de Jerusalén, Cisjordania, Gaza, así como los Altos del Golán y el Sinaí. Si bien los hechos efectivamente sucedieron entre el 5 y el 10 de junio de 1967, esta denominación retoma la retórica israelí, que afirma que así como Dios creó los cielos y la tierra en seis días, se requirió el mismo lapso de tiempo para vencer a las fuerzas armadas árabes.

“Propalestino”

Un término que encontramos también entre los militantes solidarios de la causa palestina. Si bien está connotado positivamente, el término resulta problemático por dos motivos. En primer lugar, da a entender que hay dos bandos enfrentados ante los cuales habría que elegir una posición, a favor de uno o del otro. Ahora bien, las críticas de la política israelí no se posicionan a favor de un bando en nombre de una pertenencia nacional, religiosa o étnica, sino en virtud de los principios de justicia, de derecho internacional y de rechazo a la colonización. Por lo tanto, se trata más bien de ser “projusticia”, “proderecho” antes que “propalestino”. Por otra parte, ser “propalestino” induce a creer que se es “antisraelí”. Y una vez más, las reivindicaciones palestinas no están dirigidas contra un grupo de individuos –los israelíes– sino contra un sistema colonial y de apartheid que fue denunciado, entre otras entidades, por la organización israelí de defensa de los derechos humanos B’Tselem.

“Regreso a la calma” o “regreso a la paz”

Es principalmente el deseo del presidente francés Emmanuel Macron. La expresión supone la idea de que salvo estos episodios de violencia cruda, en los territorios ocupados se vive una vida apacible, sin muertos, heridos ni arrestos. Sin embargo, aunque la cantidad de víctimas es sensiblemente menos impresionante, la violencia cotidiana es una realidad irrefutable. Como recuerda Sylvain Cypel en su libro L’État d’Israël contre les juifs [“El Estado de Israel contra los judíos”], “antes que nada, existe una ocupación militar donde una población es sometida a diario a los caprichos de los soldados de la potencia ocupante”.