¿La ley israelí sobre el “Estado-nación” legaliza el apartheid?

© Hélène Aldeguer, 2018

“Una ley mala para Israel y mala para el pueblo judío.” ¿Quién juzga tan severamente el nuevo texto constitucional adoptado en julio de 2018 por la Knéset, el parlamento israelí? ¿Un intelectual crítico, como el escritor David Grossmann, el historiador Zeev Sternhell o el cineasta Amos Gitai? Todos ellos y muchas otras personas más condenaron, en efecto, el texto. Pero esa opinión fue emitida por… el presidente del Estado de Israel, Reuvén Rivlin. Y con buena razón: la ley oficializa el apartheid.

UN ESTADO SIN CONSTITUCIÓN

Israel no tiene Constitución: su padre fundador, David Ben Gurión, no quería oponerse a los partidos religiosos, para quienes solo la ley religiosa judía, la Halajá, podía cumplir esa función. En cambio, a lo largo de las décadas, Israel se dotó de leyes fundamentales que rigen sus diferentes instituciones. La de 1992 lo definió como un “Estado judío y democrático”. Esta definición se parece a un oxímoron (o una contradicción): si algún día la mayoría de los ciudadanos llegara a ser árabe, el Estado tendría que desdeñar su carácter democrático.

ESTADO-NACIÓN DEL PUEBLO JUDÍO”

Esa falta de precisión ya no satisfacía a la derecha y la extrema derecha en el poder, que entonces propusieron la votación de una nueva ley fundamental, titulada “Israel como Estado-nación del pueblo judío”. Para disipar cualquier ambigüedad en torno a esa expresión, el artículo 1 señala en particular: “El ejercicio del derecho a la autodeterminación nacional en el Estado de Israel es específico del pueblo judío”. Derecho negado entonces a los otros, los palestinos en primer lugar. También, de manera simbólica y aboliendo el estatuto oficial que el árabe compartía con el hebreo desde 1948, el artículo 4 indica que “la lengua del Estado es el hebreo”, y a su vez prevé un “estatuto especial” para el árabe. Finalmente, el artículo 7 estipula que “el Estado considera el desarrollo de la implantación judía como un objetivo nacional y actuará en vistas a alentar y promover sus iniciativas y su fortalecimiento”.

REACCIONES ENÉRGICAS

Si bien los árabes y los drusos israelíes se manifestaron masivamente en contra de esta ley, también fue cuestionada por muchos judíos, porque pisotea los principios que proclamaba, a pesar de todo, la Declaración de Independencia: el texto que David Ben Gurión leyó el 14 de mayo de 1948 promete que el nuevo Estado “desarrollará el país en beneficio de todos sus habitantes; estará fundado sobre los principios de libertad, justicia y paz enseñados por los profetas de Israel; asegurará una completa igualdad de derechos sociales y políticos para todos sus ciudadanos, sin distinción de creencia, de raza o de sexo; garantizará la plena libertad de conciencia, de culto, de educación y de cultura; asegurará la protección y la inviolabilidad de los lugares santos y de los santuarios de todas las religiones y respetará los principios de la Carta de las Naciones Unidas.”

UN ESTADO DE COSAS TRANSFORMADO EN LEY

Para Shlomo Sand, “esta nueva ley fue adoptada para institucionalizar la diferencia que de hecho existe entre palestinos e israelíes”. El historiador tiene razón: este texto aparentemente solo oficializa el apartheid que resulta de la atribución de derechos diferentes a judíos y árabes, en los territorios ocupados y también –debido a una multitud de leyes y de reglamentos– en Israel mismo, Estado del que los palestinos son sin embargo ciudadanos.

¿Entonces podemos decir que no hay ninguna novedad? De ningún modo: cuando un estado de hecho se transforma en ley, adquiere una legitimidad que lo refuerza de manera considerable.

¿UN PRELUDIO A LA ANEXIÓN DE TODA PALESTINA?

La adopción de esta ley no es en absoluto fruto del azar. Fue votada en el momento mismo en que la coalición de derecha y de extrema derecha le dio un giro histórico al conflicto israelí-palestino: el paso de la colonización a la anexión, como señaló claramente Naftali Bennett en un discurso ante los responsables de colonias. Adiós, dos Estados: ahora todo se encamina hacia el Estado único, con mayoría árabe pero con dirección judía. Esa es exactamente la perspectiva que prepara la ley sobre el “Estado-nación del pueblo judío”. Si la comunidad internacional lo acepta…