Siria. A cuarenta años de la masacre de Hama

En febrero de 1982, el régimen sirio aplastó sangrientamente una revuelta contra el partido gobernante Baaz. Inspirado por el movimiento nacionalista árabe y la lucha contra el mandato francés, el Partido Baaz Árabe Socialista sirio, creado en 1947, poco a poco fue quedando en manos de los militares que habían tomado el poder del Estado en el golpe de marzo de 1963. Apenas llegó al poder, el general a cargo del ejecutivo, Amin al-Hafiz, se enfrentó con la oposición, incluidos los Hermanos Musulmanes, que estaban instalados en el país desde 1946.

PROTESTAS A PARTIR DE ABRIL DE 1964

Los Hermanos Musulmanes se dividían en facciones locales. La de Hama, la cuarta ciudad más importante del país, era más conservadora y estaba enfrentada a la de Damasco y la de Alepo. Sus posturas se endurecieron tras la promulgación de políticas de nacionalización, como la integración de las actividades de los empresarios en algunos organismos públicos. La doctrina laica del partido único también era fuertemente cuestionada. En este contexto estallaron las protestas de abril de 1964 en la ciudad, ante las cuales el régimen respondió por medio de la represión y la militarización, como en el bombardeo de la mezquita Al-Sultan.

Una de las principales figuras de las protestas fue Marwan Hadid. Afiliado a la hermandad, estudió en El Cairo, donde conoció a Sayyed Qotb y a los alumnos de Hasan al-Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes. Hadid se inspiraba en la lectura rigorista propugnada por Sayyid Qotb –quien además era partidario de la lucha armada contra el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser– y llamó a librar una guerra santa contra un régimen sirio al que consideraba impío. Decepcionado por la inacción de la rama local de los Hermanos Musulmanes, decidió fundar un grupúsculo armado denominado La Vanguardia Combativa (Al-Tali’a al-Muqatila).

Este giro a la acción violenta no fue casual. La hegemonía de la facción de Damasco, que históricamente era la más moderada, se deterioraba lentamente. La hermandad se desorganizó luego de la partida en 1957 de Mohamed Al-Sibaï, fundador de los Hermanos Musulmanes en Siria, y sobre todo tras el exilio forzado en 1964 de su sucesor, Issam Al-Attar. Originario de Hama, Adnan Saadeddine tenía influencia en la Vanguardia y aprovechó el revuelo para instalarse a la cabeza de la alianza en 1975. Mientras tanto, en 1970, Háfez al-Ásad llegó al poder e instauró un régimen basado en el rencor, mientras reinaba la arbitrariedad en los servicios de seguridad y en la concesión de privilegios de manera informal a su comunidad de origen, la minoría alauita.

ESCALADA DE LA VIOLENCIA

A partir de 1977, se multiplicaron los ataques de la Vanguardia contra las estructuras civiles del Baaz (antenas locales y profesionales del partido), personalidades del aparato represivo y también jóvenes oficiales alauitas, como en la masacre de la escuela de artillería de Alepo, en junio de 1979. Ante una represión que los tomó como blanco principal, los Hermanos Musulmanes crearon su propio brazo armado y le declararon la guerra santa al régimen. La hermandad se vio atrapada así en una escalada militar sin fin. En julio de 1980, en respuesta a un intento de asesinato (fallido) de la Vanguardia contra el presidente sirio, el régimen ordenó la ejecución de más de 500 prisioneros en la prisión de Palmira.

En febrero de 1982, la crisis alcanzó su punto máximo. Unos meses antes, el régimen había desbaratado un golpe de Estado urdido por oficiales de las fuerzas armadas en complicidad con los Hermanos Musulmanes y la Vanguardia, y en enero de 1982, decidió atacar las bases de la Vanguardia, en Hama. Determinada a responder, la Vanguardia emprendió una contraofensiva, a pesar del desacuerdo del órgano de decisión de los Hermanos Musulmanes, que temía una respuesta desproporcionada de parte del régimen. Ante la asimetría de fuerzas, el movimiento islamista fue aplastado sangrientamente, al igual que los habitantes de la ciudad sospechados de rendirle lealtad. Durante más de tres semanas, el régimen bombardeó Hama y desplegó tropas terrestres. El saldo fue terrible: entre 10.000 y 40.000 muertos, 5.000 violaciones y un tercio de la ciudad en ruinas.

Estas cifras revelan la verdadera naturaleza de un régimen que, como dijo Michel Seurat, fundó un “Estado de barbarie” que se convirtió en un reino del silencio.