La frase pasó desapercibida. El 24 de febrero de 2022, durante la cena del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF) en el Carrousel du Louvre de París, los mil invitados tenían la cabeza en otra parte. Embajadores, ministros –prácticamente todo el gobierno– y cuatro candidatos a la presidencia: la alcaldesa de París, Anne Hidalgo; la presidenta del Consejo regional de île-de-France, Valérie Pécresse; los diputados Yannick Jadot y Jean Lassalle solo hablaban de Ucrania. El invitado de honor, el presidente Emmanuel Macron, faltó a la cita para asistir a una cumbre de urgencia en Bruselas dedicada a la guerra que Rusia acababa de declarar. Lo representaban su esposa, Brigitte, y el primer ministro, Jean Castex, quien leyó un discurso preparado por el presidente.
“Jerusalén es la capital eterna del pueblo judío, nunca dejé de decirlo”, recalcó el primer ministro, en representación de Macron. “Y al igual que a ustedes, me preocupa la resolución de las Naciones Unidas sobre Jerusalén, que sigue ignorando, deliberadamente y contra cualquier evidencia, la terminología judía de ‘monte del Templo’”. Esa resolución, adoptada por las Naciones Unidas en diciembre de 2021 y votada por Francia, fue calificada de “negacionista” por el presidente del CRIF, Francis Kalifat, en su discurso introductorio. Una postura en Nueva York, otra en París: el doble discurso de Macron revela los extravíos de su política exterior. Si bien el presidente afirma su cariño personal por Jerusalén, la memoria colectiva solo conserva el recuerdo de su paso por la iglesia de Santa Ana, en la Ciudad Vieja. En enero de 2020, delante de esa propiedad administrada por el gobierno francés, Macron se había enfurecido con los policías israelíes, en su intento por impresionar al público con una remake de la santa cólera de Jacques Chirac en 1996 contra otros policías, en la misma Ciudad Vieja. En esa ocasión, Macron no efectuaba una visita presidencial oficial, sino un desplazamiento “memorial” con motivo de un foro internacional organizado para el 75º aniversario de la liberación del campo de Auschwitz-Birkenau.
Gracias a sus palabras sobre Jerusalén, el presidente se ganó los aplausos del CRIF. Envalentonado por el “deal del siglo” y la mudanza de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, el CRIF le solicitó a Francia trasladar su embajada a la “capital eterna”. “Nunca le había escuchado decir algo semejante”, afirma un conocedor agudo de la región. “Tampoco sabía que solía ir a Jerusalén. ¿Habrá hecho una peregrinación cuando era adolescente?”, ironiza el mismo hombre.
“Términos históricos cargados de deshonra”
Acto seguido, el presidente denunció el informe de Amnesty International (sin citar la organización) publicado a comienzos de febrero sobre el apartheid de Israel respecto de los palestinos: “Abusan de términos históricos cargados de deshonra. ¿Cómo se puede hablar de apartheid? Es una falsedad”. Tras bambalinas, la diputada de La République en Marche (LREM) Aurore Bergé, presidenta del grupo de amistad Francia-Israel, se despachó contra “la campaña escandalosa de Amnesty International, que habla de apartheid cuando Israel es evidentemente una democracia. Las asociaciones que profesan el odio deben ser disueltas”. Bergé parecía amenazar a Amnesty y aludía a la disolución de dos (pequeñas) asociaciones, el colectivo Palestina Vencerá y el Comité Acción Palestina. Esas disoluciones, reclamadas por Francis Kalifat y por el ministro de Interior, Gérard Darmanin, quien también estaba presente en la cena, fueron anunciadas poco después por Jean Castex, es decir, Macron. Las asociaciones fueron disueltas efectivamente durante el Consejo de Ministros del 9 de marzo de 2022.
Esperando al amigo Lapid
Si el gabinete de la coalición en el que se desempeña como ministro de Asuntos Exteriores logra seguir en pie, Yaïr Lapid será el primer ministro de Israel a partir de mediados de agosto de 2023. El líder del partido Yesh Atid (“hay un futuro”) es el gran –y seguramente el único– amigo israelí del presidente francés. Autor de novelas policiales y experiodista, este “buen mozo” del centrismo ha sido el artesano obstinado de la caída de Benjamín Netanyahu. El 5 de abril de 2019, a pocos días de una enésima elección en Israel, el presidente de la república lo gratificó con un abrazo caluroso bajo los flashes del Elíseo. Dos años antes, Lapid había llamado a votar por Macron contra la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, y lo describió como “el buen sentido contra un populismo peligroso”. Ambos amigos se reunieron en noviembre de 2021 en París, y ni siquiera perturbaron su encuentro las revelaciones sobre la utilización del software espía Pegasus. “¿Al presidente le espían dos teléfonos celulares con Pegasus y sin embargo no dice ni una palabra?”, se indigna un diplomático. “Nadie escuchó el teléfono del presidente”, repite seriamente Lapid.
La foto de abril de 2019 era sobre todo un mensaje para Netanyahu. Varios conocedores de la región, que en su mayoría habían cumplido funciones durante las presidencias de François Mitterrand o de Jacques Chirac, le aconsejaban tener mucho cuidado de Netanyahu desde el comienzo de su mandato. “Israel es una democracia, pero la manera en que gobernaba Netanyahu planteaba problemas”, me explica uno de ellos, exfuncionario de los servicios de inteligencia de Francia. “Está la Knéset, la Corte Suprema, el sistema está aferrado a la democracia. Pero igualmente hay lagunas, el sistema de ocupación es muy complejo”. Tras recibir esos consejos, “Macron no quiso jugarla de amigo a amigo” con un Netanyahu que a veces era descripto como un hombre “taimado” y “poco fiable”.
Un “riesgo de apartheid en Israel”
“Desde luego, el presidente es bastante cercano a Tel Aviv y a las redes políticas, económicas y culturales que apoyan a Israel en París”, comenta un diputado de la mayoría saliente. “Pero sin embargo, en relación a los proyectos de anexión del valle del Jordán, Macron hizo su trabajo y Jean-Yves Le Drian fue cien por ciento claro y preciso”. “Francia se mantuvo silenciosa, pero no muda”, reconoce Bertrand Heilbronn, de la Asociación Francia-Palestina Solidaridad. Le Drian se expresó sin miramientos sobre el gobierno israelí ante el Senado y en 2021 incluso habló de un “riesgo de apartheid en Israel” si la solución de dos Estados no avanzaba. Pero Francia no reconoció al Estado de Palestina durante la presidencia de François Hollande ni durante la de Emmanuel Macron, a pesar de un voto muy favorable al reconocimiento de parte de la Asamblea Nacional, en diciembre de 2014, con 339 diputados a favor y 151 en contra. “La posición del Parlamento francés no inspiró a nuestros dos presidentes sucesivos”, se lamenta Gwendal Rouillard, diputado LREM de Lorient cercano a Jean-Yves Le Drian, que en 2014 estaba afiliado al Partido Socialista y votó a favor de la resolución. Aunque Francia mantiene relaciones diplomáticas con Palestina, Suecia sigue siendo el único país europeo en reconocerla.
Si bien el ministro de Asuntos Exteriores no avanzó en ese reconocimiento, nunca puso un pie en Israel, ni durante la presidencia de Hollande ni la de Macron. Sin embargo, conoce bien la región y maneja las ventas de armas francesas, que desde hace una década crecen exponencialmente gracias a sus grandes clientes: Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudita, Catar y Egipto. Tampoco viajaron a Israel durante el quinquenio el primer ministro Édouard Philippe y su sucesor, Jean Castex, es cierto, en un contexto sanitario más delicado. En 2020, Gilles Boyer, diputado europeo, asesor cercano y amigo de Édouard Philippe, incluso llegó a firmar la petición de los parlamentarios europeos contra la anexión, al igual que Gwendal Rouillard. Tres candidatos de izquierda –Jean-Luc Mélenchon, Yannick Jadot y Fabien Roussel– también firmaron el texto, al igual que el diputado europeo de LREM Stéphane Séjourné, que es consejero de Macron y pareja de Gabriel Attal, vocero del gobierno. Attal estaba en la cena del CRIF, pero no Séjourné.
Israel se distancia de Estados Unidos
A pesar de las protestas oficiales y de las peticiones de los parlamentarios, en los hechos no sucedió nada. Macron no cambió. Para Rony Brauman, “Palestina no es santa de su devoción”. Es un hombre solitario, “marcado por una deriva monárquica”, afirma Brauman. “Le falta visión en política exterior”, agrega el exdiputado comunista Jean-Claude Lefort. Así que los Acuerdos de Abraham podrían funcionar como una ayuda para retomar la iniciativa. “Por lo general, se considera a los Acuerdos de Abraham como el fruto de la voluntad estadounidense, pero los que trabajaron para concretarlo son los israelíes. Israel busca emanciparse de Estados Unidos. Esta toma de distancia va acompañada de una intensificación de las relaciones entre Israel y China”, continúa Jean-Claude Lefort. Sin embargo, el mejor apoyo para los israelíes para sellar el acuerdo fueron los emiratíes. Los EAU son clientes y también aliados de Francia, que dispone allí de tres bases militares. Resulta inverosímil que los generales y empresarios fieles a Abu Dabi no hayan dialogado previamente sobre los Acuerdos de Abraham con sus amigos emiratíes y no hayan enviado información a París, a Le Drian y desde luego, a Macron.
Francia también dispone de una base militar en Jordania, donde hay desplegados aviones Rafale y sistemas antimisiles. También mantiene una estrecha cooperación militar y de seguridad con Egipto, revelada recientemente por el sitio Disclose. La historiadora Frédérique Schillo agrega que, además de estos acuerdos, “Francia e Israel están en el mismo bando en dos asuntos esenciales: Libia, junto con los EAU, y el gas en el Mediterráneo, con el foro creado por Israel, Egipto y Jordania”.
Es cierto que “Francia no siguió a Trump en lo relativo a Jerusalén, Cisjordania y los Altos del Golán, y reafirmó su clásica posición sobre la colonización y la solución de dos Estados”, explica un especialista de la región. “Pero tenemos los mismos amigos: Israel, los EAU, Marruecos, y también Egipto y Jordania. Vendemos mucho armamento y tenemos alianzas militares. Eso explica la posición muy medida de Emmanuel Macron, que prefirió esconder la suciedad debajo de la alfombra”, afirma Schillo. “Hay que tener en cuenta la relación de fuerzas en el terreno, los cambios en el mundo árabe y también el plan Trump, no para aceptarlo en su totalidad, sino porque es un elemento nuevo y un nuevo punto de partida”, explica un diputado LREM saliente. “Se necesitará una posición clara y precisa que confirme el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel”, dice otro funcionario. De modo que la frase de Macron en la cena del CRIF puede ser cualquier cosa salvo anodina.
¿Esta especie de investidura de Jerusalén como capital es un indicador de lo que podría llegar a ser, en caso de un segundo mandato de Macron, un cambio en la postura de Francia? “No espere encontrar un programa, no existe, porque el candidato-presidente saliente, por definición, defiende más un balance que una alternativa”, me explica en off una diputada de la mayoría. Si bien está rodeado de partidarios de Israel, entre ellos varios de sus ministros y muchos amigos, el presidente participa en encuentros discretos con veteranos de la diplomacia francesa. La diputada dice que Macron “parece estar buscando una puerta de salida” tras un mandato que califica de “estancado” en relación a Israel y Palestina.
Volver sobre los Acuerdos de Abraham
Ante la nueva situación que propiciaron los Acuerdos de Abraham, “Francia solo tomó nota”. Con el enfriamiento de la relación entre Israel y Estados Unidos, Macron aspira a tejer una alianza estratégica entre Francia, Israel y varios países árabes como Arabia Saudita, los EAU, Egipto, Jordania y Marruecos. ¿Pero qué sentido tiene hablar de eso ahora, si solo genera problemas? “No es un tema muy popular. Así que no queremos meternos demasiado, no es muy valiente ni muy glorioso”, comenta un diputado de la mayoría saliente. En este contexto, a Palestina no le han dedicado ni una sola palabra, y siempre fue la gran olvidada del quinquenio que llega a su fin. Los palestinos saben que no pueden esperar mucho de parte de Francia si Macron es reelecto el próximo 24 de abril. De hecho, la declaración sobre Jerusalén del presidente francés fue recibida como un cuchillazo en la espalda por la Autoridad Palestina. Hasta el cónsul de Francia en Jerusalén fue convocado a Ramala para reafirmar que la posición de su país no había cambiado… Nuevamente, ¿a quién debemos creerle?
Macron “comete un profundo error de análisis dando a entender que tenemos que dejar de involucrarnos”, explica Lydia Samarbakhsh, responsable internacional del Partido Comunista Francés (PCF). “Francia tiene un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, hay que librar un combate de largo aliento en pos de una solución política. ¿Dónde se tratan los intereses de los pueblos en la actual política del presidente de la república? Hace diez años que Jean-Yves Le Drian, en este quinquenio y en el anterior, es el ministro de la venta de armas. Eso pesa mucho en la balanza, en particular con las petromonarquías y los países autoritarios de la región”. Con Macron, la venta de armas se convirtió en el combustible de la diplomacia. ¿Y a quién le importa el derecho internacional y los palestinos?
Una fractura llamada resolución Maillard
La mayoría parlamentaria siguió el deseo de Emmanuel Macron y, para gran satisfacción del gobierno israelí, en el otoño boreal de 2019 adoptó la resolución sobre el antisemitismo y el antisionismo escrita por el diputado de LREM Sylvain Maillard. Pero fue aprobada sin gloria, con sólo 154 votos sobre un total de 577 diputados. En el grupo LREM, 84 votaron a favor y 26 en contra sobre un total de 303 diputados. La aprobación de la resolución había sido una promesa de Emmanuel Macron a Benjamín Netanyahu durante una ceremonia en el Velódromo de Invierno de París en 2017. También la festejaron los neoconservadores franceses, muy sensibles a las sirenas que afirman que el antisionismo solo es una forma de antisemitismo. Sin embargo, a diferencia del presidente del CRIF, en su discurso de febrero Macron no volvió a hacer hincapié en esa equiparación.
La resolución Maillard puso al descubierto un malestar entre los parlamentarios. “Fue contraproductiva. Muchos diputados se preguntaron por qué buscamos instrumentalizarlos en un tema que los dividía. Se dieron cuenta de que algo no estaba funcionando bien”, explica una diputada saliente. “La resolución Maillard ha sido un verdadero error. Pone por escrito la confusión entre el antisemitismo, condenable penalmente, y la crítica de la política israelí”, deplora por su parte Gwendal Rouillard, diputado saliente de LREM de Morbihan. Su colega del Movimiento Demócrata (MoDem) Bruno Joncour corrobora: “La resolución Maillard fue un momento que creó una fractura. Estuvimos lejos de obtener una mayoría clara, lo cual revela la complejidad del asunto. En el partido MoDem, el desempeño no ha sido muy glorioso: 5 a favor, 5 en contra”. Y 13 abstenciones…
Aunque los diputados de La France Insoumise (LFI) y la Izquierda democrática y republicana (el PCF y sus aliados) votaron en su mayoría en contra, incluido Jean-Luc Mélenchon (pero no el candidato comunista Fabien Roussel, que no participó en la votación), la adopción de la resolución Maillard provocó fracturas en LREM, en el Partido Socialista y en el MoDem. “Muchos parlamentarios se callan en torno al tema Israel-Palestina, por oportunismo o por cobardía. Tienen temor de que los sorprenda una tormenta. La islamofobia es un título de nobleza, mientras que la acusación de antisemitismo puede marcar el final de una carrera en la política. La votación sobre la resolución Maillard reveló sobre todo que, en muchos niveles, el asunto está muy podrido”, se lamenta un observador perspicaz de la región. Y no hay indicios de que algo vaya a cambiar…