Cinema

Beirut 1976-Gaza 2023. Jocelyne Saab o los jardines de la guerra

Tras cubrir la mayoría de las grandes guerras de Oriente Próximo en plena década de 1970, Jocelyne Saab creó, con sus primeras películas sobre Beirut y la destrucción de Líbano, un estilo documental particular, subjetivo y humanista.

Jocelyne Saab, 14 de diciembre de 2005 en Dubai, en el Festival de Cine del Golfo
Rabih Moghrabi/AFP

Ruinas, ruinas y más ruinas. Edificios de viviendas con agujeros enormes, paredes perforadas, puertas abiertas al vacío, fachadas derrumbadas, ventanas rotas, bloques de hormigón, vidrio partido, chatarra. Montículos de escombros de los que surgen objetos dispersos singularmente, que se salvaron por milagro: juguetes de niños, muebles, colchones, papeles, bidones de agua… Es Gaza en 2023, bajo las bombas israelíes. Al menos así la imaginamos, porque debemos volver a evocar en nuestra memoria las imágenes perdidas de otras guerras, dado que las que nos llegan en la actualidad suelen ser filmadas por drones1. Las cámaras sobrevuelan en plano secuencia, lentamente, Ciudad de Gaza, destruida, una tierra de nadie de cenizas grises. Filman fríamente una especie de hecho consumado, como una catástrofe natural, o peor, como un juego de guerra en línea: victoria de un jugador, derrota del otro… o de la inteligencia artificial. ¿Y después? What’s going on?, para retomar el título de una de las pocas ficciones de Jocelyne Saab (estrenada en 2010).

Ruinas también han sido en estos últimos veinte años Homs, Alepo, Faluya y Mosul. Pero en Beirut, en 1976, no había drones, y con la cámara de Jocelyne Saab, las imágenes se liberaban de la simple constatación amarga de la desolación para inscribirse en la historia bajo la forma de signos, de rastros que daban testimonio de un mundo en vías de desaparición, pero donde la vida y la esperanza todavía podían resurgir si se los asociaba para reconstruir un orden, una arquitectura, una lógica y un sentido desaparecidos. La magia de Jocelyne Saab es haber sabido combinar la violencia de las imágenes a su alegoría misma, la del ciclo permanente de la muerte y la vida, y al hacerlo, haberlas colocado en lo más alto, en lo que tienen para transmitirnos.

Así, la cineasta francolibanesa nacida en Beirut en 1948 “cruzó las ruinas y las revueltas cámara en mano” durante más de cuarenta años. Y filmó “con rigor y obstinación, sobre todo con humanidad, las grandes derrotas del siglo XX: en Líbano y en Egipto principalmente, pero también en Siria, en el Golán, en Irán, en Irak o en el Kurdistán…”2.

Jocelyne Saab falleció en 2019. Nos dejó más de cuarenta películas, la mayoría de ellas documentales, excepto cuatro ficciones.

La subjetividad sin la violencia

Tras una breve carrera como periodista en la radio y la televisión libanesas, Saab fue contratada en 1973 por la televisión francesa, que la envió al terreno en Libia, en el Golán sirio, en Irak, a cubrir la guerra de Octubre, la guerra del Kurdistán, la lucha de los palestinos en Líbano y en Siria. Su reportaje sobre las mujeres combatientes en las filas de la resistencia palestina (Las mujeres palestinas) fue rechazado por el canal Antenne 2. No hay mal que por bien no venga: desde entonces, Saab empezó a realizar todas sus películas de manera independiente.

El 13 de abril de 1975, en un barrio cristiano de Beirut, las milicias falangistas masacraron a los ocupantes palestinos de un ómnibus. Saab decidió entonces cubrir la guerra inminente y regresó a Líbano, al comienzo de un conflicto fratricida que duraría quince años. En vivo y en directo, se esforzaba por proponer un contrapunto a lo que difundían los medios dominantes:

La gente está harta de la violencia. Yo mostré la violencia y esta guerra no es más que violencia, pero me niego a mostrarla al primer nivel, la ves por una imagen destruida. Me niego a las imágenes sensacionalistas. Tomé partido por lo contrario”3.

Lo contrario es en primer lugar la subjetividad. Saab hace entrar su historia personal en la historia de Beirut: aparece en pantalla, como al comienzo de Beirut, mi ciudad (1982), micrófono en mano, frente a las ruinas de su casa ancestral destruida por los bombardeos durante el asedio de la ciudad por parte del ejército israelí.

La mirada es empática, “denuncia el sufrimiento infligido a los pueblos, las injusticias imperdonables de los conflictos intercomunitarios y la violencia del ejército israelí contra los pueblos árabes”4. Esta subjetividad asumida la lleva, a partir de 1976, con Beirut, nunca más, a buscar un estilo mucho más onírico y poético. Así, elige a Etel Adnan, pintora y poetisa también de origen libanés, para escribir los comentarios, imagen tras imagen.

Realidad y ficción

Cuando Saab se aleja de Beirut, es para cubrir las luchas de otros pueblos: los pobres egipcios que acaban de levantarse contra el alza del precio del pan durante el régimen de El-Sadat en 1977 (Egipto, la ciudad de los muertos, 1977), los saharauis del Frente Polisario que luchan por la independencia de su territorio (El Sahara no se vende, 1977) o los iraníes dos años después de su revolución (Irán, la utopía en marcha, 1981).

Cuando la forma del documental no puede más que repetir ad nauseam el dolor y la absurdidad de una terrible guerra fratricida, Saab se vuelca hacia la ficción con Una vida suspendida (1985)5, una atormentada historia de amor en el corazón de Beirut en guerra, como una especie de desafío a la violencia y la muerte.

Realidad y ficción, realidad y alegoría: con ella, las imágenes frías de las guerras tienen un devenir que no puede ser peor que el presente. Terminan por hacer renacer la esperanza en los rastros de vida, la emoción, los afectos, la solidaridad, la vida de los sobrevivientes en medio de las ruinas. Y en la memoria.

Memoria del fin de un mundo

Tras la guerra, le parece urgente que Beirut sea recordada de un modo diferente a ese montón de ruinas. Con el proyecto “1001 imágenes”, reúne más de 400 películas realizadas sobre Beirut por cineastas libaneses y extranjeros, y hace restaurar treinta. Saab realiza ella misma Érase una vez Beirut, historia de una estrella (1994) combinando imágenes de treinta de esas películas, resucitando el Beirut vivo “de antes”.

Luego se volcó hacia el arte de video y la fotografía, participó en la creación de un festival de cine en Líbano (Cultural Resistance International Film Festival of Lebanon, 2013–2015) y en la realización de un libro de fotografías, Zones de guerre (“Zonas de guerra”, Editorial L’œil, 2018), para decir de otra manera lo que creía que debía transmitirse.

“Vio el fin de un mundo, el fin de la ideología árabe. Es de la generación de aquellos que creyeron y que no pueden aceptar que ya no se crea en nada. Ahora debemos observar las imágenes de cerca”, dice Mathilde Rouxel, curadora de la retrospectiva dedicada por el MACAM (Modern and Contemporary Art Museum) al trabajo de Jocelyne Saab, en Biblos, y programadora de la edición 2023 del Festival de Cine Franco-Árabe de Noisy-Le-Sec, en las afueras de París.

De quien se convirtió en un modelo para las generaciones de jóvenes cineastas y artistas libaneses, su amiga de siempre Etel Adnan decía:

Su libertad para pensar y para actuar le costó muy caro. Por momentos fue una cuestión de vida o muerte. Pocas personas, hombres o mujeres, sufrieron tanto por mantenerse dignos de sí mismos, para sobrevivir de una manera que tuviera un sentido, en un mundo tan hostil o tan indiferente como el nuestro”6.

Para dar cuenta de la destrucción de Gaza y del sufrimiento de sus habitantes, al que asistimos impotentes y con el alma hecha pedazos, Jocelyne Saab nos hace falta. Definitivamente.

1Ver por ejemplo « Guerre Israël — Hamas : un drone filme les ruines de Gaza… », Le Monde, 10 de octubre de 2023.

2Léa Polverini, « Jocelyne Saab traverse les ruines et les révoltes, caméra au poing », L’Orient le Jour, 14 de junio de 2018.

3Declaraciones a cargo de Maryse Léon y Magda Wassef en Paris en 1978, in Jocelyne Saab, Œuvre et filmographie, Association Jocelyne Saab.

4Mathilde Rouxel, « Jocelyne Saab  : une vie d’images contre la tourmente du monde », Esprit, enero de 2019.

5Comentado en la Quincena de Realizadores de Cannes en 1985 con su título inicial, Adolescente, azúcar de amor.

6Prefacio a Zones de guerre, editorial L’oeil, 2018.