Economía

Argelia. Las dudas del Gobierno paralizan el crecimiento económico

Inflación creciente, desempleo masivo persistente, importaciones a media asta: por timidez tanto como por la elección del dúo que dirige Argelia, las reformas económicas están en suspenso. La actual subida del precio del petróleo no va a cambiar la situación de la población empobrecida.

La imagen muestra un edificio moderno de diseño arquitectónico contemporáneo. Tiene una estructura de varias secciones con amplias fachadas de vidrio que reflejan el paisaje. Las paredes son de colores claros y hay elementos metálicos que le dan un aspecto elegante. Alrededor del edificio hay una vegetación bien cuidada, con árboles y arbustos, además de un camino que parece estar transitable. El cielo es azul y claro, lo que sugiere un día soleado.
Argel, Ministerio de Finanzas

A más de dos años de su llegada al poder, el dúo que dirige oficialmente Argelia –el mandatario Abdelmadjid Tebboune y el jefe de las fuerzas armadas, Said Chengriha– se aferra desesperadamente a su doble negativa: no al endeudamiento exterior, que pondría en riesgo la independencia nacional, y no a una gestión más económica y menos política de las reservas del Banco de Argelia. El gobierno las vigila muy de cerca y las atesora al máximo reduciendo más de lo razonable los gastos en moneda extranjera (productos, servicios, asignaciones diversas…), que sin embargo resultan indispensables para el desarrollo económico y social. En realidad, toda la política económica del país está atada al nivel de reservas de divisas.

Esta obsesión por las economías se explica en parte por la historia de la crisis petrolera de 1985-1999, marcada, como la de 2014, por un derrumbe prolongado del precio de los hidrocarburos. En ese momento, Argel no redujo sus importaciones y se endeudó para financiar, mal que bien, su tren de vida en un momento de efervescencia política y luego securitaria. Como resultado, en 1994 hubo que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI), que ordenó reducir a la mitad el valor del dinar y abandonar el monopolio del Estado sobre el comercio exterior a cambio de una reprogramación del pago de la deuda externa que asfixiaba al país.

Las importaciones, variable de ajuste

Esta vez, se eligió evitar cualquier préstamo exterior y utilizar las importaciones como variable de ajuste. Entre 2014 y 2020, se redujeron casi a la mitad1, la actividad económica y el empleo se hundieron, y la inflación se aceleró. El otro motivo de esta elección, digno de los países hiper endeudados, es político. Diplomáticos y (sobre todo) militares temen que, en caso de tener que recurrir al FMI, una condición política no escrita sea el abandono de la causa por la independencia saharaui en el conflicto del Sáhara Occidental2, donde Marruecos suma puntos desde 2019 gracias al apoyo de Israel y Estados Unidos. Los altos mandos militares estarían frente a un dilema que les resulta detestable: abandonar una causa que defienden con uñas y dientes desde hace casi medio siglo o sacrificar gran parte de su presupuesto –el primero del país (11.000 millones de dólares, es decir, 9.850 millones de euros)– en nombre de la austeridad y del regreso al equilibrio presupuestario.

Para la población, lo más espectacular y doloroso de la amputación de las importaciones es el regreso de las grandes penurias, y para los industriales, la desaparición inesperada de los materiales indispensables para sus actividades. La leche, el aceite, los medicamentos, los automóviles y los repuestos se esfuman con frecuencia, y con frecuencia se generan colas interminables para conseguirlos. Las medidas del Ministerio de Comercio, que controla las importaciones tomando decisiones brutales, no solucionan nada. En julio de 2021, el Ministerio bloqueó la entrada de leche en polvo, a pesar de las advertencias de los profesionales sobre el riesgo de una ruptura en la cadena de abastecimiento. A mediados de diciembre, urgido por la emergencia, el Ministerio la restableció y, como si eso fuera poco, subsidió el arroz duro vendido a los fabricantes de pastas secas. La ley de finanzas 2022 publicada el 31 de diciembre de 2021 introduce impuestos muy importantes sobre teléfonos celulares, software y electrónica, pero menos de un mes y medio más tarde y a pocos días del tercer aniversario del comienzo del Hirak, el presidente de la república los suspendió en pleno consejo de ministros y abandonó definitivamente los derechos aduaneros sobre los productos alimentarios importados. Las compras de automóviles nuevos están prohibidas desde hace cinco años, una aberración en un país inmenso donde el trasporte público es casi inexistente. Así que el precio de los automóviles usados se disparó, y en las grandes ciudades los embotellamientos no perdieron para nada su vigor.

¿Estos esfuerzos desesperados por estabilizar los mercados funcionarán mejor que los anteriores? Hay motivos para tener dudas, sobre todo porque el financiamiento del déficit presupuestario –4,17 billones de dinares argelinos (DA) antes del congelamiento de los impuestos del 13 de febrero de 2022, es decir, cerca de 26.270 millones de euros a tasa de cambio oficial– a través de la impresora de billetes convirtió al Banco Central en un satélite del Ministerio de Economía, y el endeudamiento interno ya representa cerca del 50% del PIB. A eso se agrega una devaluación acelerada de la moneda, cuya brecha con el mercado paralelo casi nunca llegó a ser tan elevada. La diferencia entre el valor oficial y el valor del mercado paralelo es en efecto del 50% en el dólar y de 20% en el caso del euro. El Banco de Argelia devalúa más el billete verde, que aumenta los ingresos presupuestarios en DA, y menos la moneda europea, que financia la mayor parte de las importaciones (salvo las provenientes de China, primer proveedor, y de Turquía). Se trata de un cóctel explosivo que podría desencadenar una inflación de dos cifras, como sucede en América Latina. Según un exgobernador del Banco de Argelia, esa inflación tan elevada ya es una realidad3.

Una economía que crece más lentamente que la población

En este contexto negativo, no es asombroso que el aumento de precios bata récords: +9,2% entre octubre de 2020 y octubre de 2021 según el índice de precios oficial, que se mantiene sin variaciones desde la década de 1970, a pesar de los costosos subsidios para la energía y la alimentación y de que el crecimiento brilla por su ausencia. Según el FMI, a partir del año que viene la economía crecerá menos rápido (apenas el 0,2% por año en promedio entre 2024 y 2026) que la demografía (un promedio de un millón de argelinos más por año).

¿El barril de petróleo a 100 dólares (89,6 euros) salvará a Argelia de la catástrofe? Aunque tenga más que ver con la disparada de los precios mundiales que con la producción local, esa es la esperanza de las autoridades, que financian sus recientes medidas sociales –como un subsidio de desempleo para los jóvenes de menos de 40 años y reducciones impositivas– con los ingresos de los impuestos petroleros. A falta de inversiones extranjeras desde hace más de veinte años, la producción de petróleo desciende y la de gas se mantiene, pero el mercado interior acapara una parte cada vez mayor de los recursos y por lo tanto deja cada vez menor volumen disponible para la exportación. Más del tercio de la producción es absorbido por el consumo doméstico, en particular los combustibles y el gas natural, que sirve para producir casi la totalidad de la electricidad del país. Algunos especialistas argelinos predicen incluso la desaparición de las exportaciones de crudo para el año 2030. El alza de la producción de gas natural en 2021 (+5%) se debe a la incorporación de varios campos explotados por empresas extranjeras. Por otra parte, el sistema de precios adoptado por la empresa nacional Sonatrach también genera importantes pérdidas. A comienzos de la década de 1980, el Ministerio de Energía indexó los precios del gas con las cotizaciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) publicadas cada mes. Como el precio del crudo aumentó menos que el del gas, Sonatrach aprovechó menos el boom que sus competidores.

El petróleo a 100 dólares no solucionará el problema del poder adquisitivo. El aumento de precios de estos últimos años y el congelamiento de los salarios desde hace por lo menos diez años –en 2011, año de la Primavera Árabe, el presidente Abdelaziz Buteflika aumentó los sueldos de los funcionarios públicos, de modo que en un año la masa salarial aumentó más del 50%– en el sector público, que es el único o casi que aplica las leyes fiscales y sociales del Estado argelino, representan un riesgo de explosión social entre los tres millones de empleados de la potencia pública que conforma tradicionalmente la base del poder.

Para la mayoría de la población activa, para los millones de trabajadores del sector informal sin documentación y sin derechos sociales, la situación es peor aún, así como entre los titulados de la enseñanza superior, que en cada vuelta de clases descubren que no encuentran un lugar en el mercado laboral educativo. Y ni que hablar de la enorme pobreza que afecta en parte a las altas mesetas y el sur. La economía no tiene nada para ofrecerles, y la huida hacia el extranjero pasó a ser un espejismo que atrae cada vez a más jóvenes. Es imposible asegurar que el subsidio de desempleo que prometió el presidente Tebboune el 15 de febrero, sujeto a numerosas condiciones, revierta la situación. ¿Los jóvenes serán sus únicos beneficiarios? Por las grandes ciudades ya corren los rumores más disparatados, y tras el anuncio presidencial, las modestas oficinas de la Oficina Nacional de la Mano de Obra (ANEM) están repletas de solicitantes.

Fracasos en política exterior

El nuevo ministro de Economía, Abderrahmane Raouya, exdirector general de impuestos, remplaza a Aïmane Benabderrahmane, el primer ministro, que acumulaba su función con la de ministro de Economía. ¿Raouya ocupará su cargo por poco tiempo? Ha cometido algunos errores fiscales de importancia, como gravar a los abogados, algo que finalmente fue derogado tras una huelga de los profesionales. Pero el fracaso no suele ser sancionado por el régimen argelino. El ministro de Asuntos Exteriores, por ejemplo, no deja de sumar reveses diplomáticos, como la posición ambigua de Washington respecto al Sáhara Occidental, la ausencia de fecha para la próxima cumbre árabe de Argel o el fracaso de la suspensión de la adhesión de Israel a la Unión Africana durante su última reunión de febrero de 2022. Algunos rumores versaban sobre su despido, pero según dicen, el jefe de las fuerzas armadas estaría en contra de su salida…

158.500 millones de dólares en 2014 (52.400 millones de euros), 34.400 millones (30.810 millones de euros) en 2020 según el Ministerio de Economía.

2En 1994, Argel debió renunciar a sus ambiciones nucleares y firmar el Tratado sobre la no Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) sin que eso figure oficialmente en el acuerdo.

3Mohamed Laksaci, « Résurgences de l’inflation et stabilisation en perspectives : références au cas algérien », 20 de febrero de 2022. Exgobernador del banco central (2001-2016), está a favor de la toma de préstamos exteriores y denuncia el financiamiento monetario del déficit presupuestario.