
La cuestión de las fronteras, inherente a la soberanía de los Estados, es motivo de tensiones recurrentes entre Marruecos y Argelia. Está íntimamente vinculada con la historia colonial y la conquista de Argelia a partir de 1830. En 1844, tras la derrota del sultán marroquí Abd ar-Rahmán, aliado del emir argelino Abd al-Qádir, frente a las tropas francesas del mariscal Thomas Robert Bugeaud en el uadi de Isly, en la región de Uchda, se volvió necesario un trazado de la frontera entre Marruecos y Argelia. El tratado de Lalla Maghnia, de 1845, fijó la frontera en las orillas del uadi Kiss, situado en la frontera de la Región Oriental.
En 1912, cuando Francia instauró un protectorado en Marruecos, la línea Varnier prolongó la frontera hasta Figuig, al este. Pero en cambio, no ocurrió lo mismo en dirección al sur: Francia consideraba que “estaba en casa” de un lado y del otro, y el espacio quedó bajo la administración del mismo ejército. Francia cambió su posición respecto de ese territorio a partir de 1952, cuando se descubrieron yacimientos de hierro, minerales (hierro y manganeso) y al poco tiempo, petróleo. En el plazo de un decenio, el territorio cobró una importancia estratégica para Francia, para el Frente de Liberación Nacional (FLN), en guerra por la liberación de Argelia, y también para Marruecos, que reivindicaba la soberanía de una porción.
Del Sahara francés al Gran Marruecos
Tras su independencia, en 1956, Marruecos reclamó parte del territorio argelino que figuraba en el mapa del “Gran Marruecos”, publicado por Al Alam, el órgano oficial del partido nacionalista Istiqlal (Independencia), fundado por Allal al Fasi en 1944. Según el propio Al Fasi: “Por razones de geografía, de historia y de derecho internacional, las ‘fronteras naturales’ del Sahara marroquí se extienden hasta la frontera entre Mauritania y Senegal”. Al Fasi también apoyaba la soberanía marroquí en Tuat, Béchar y Tinduf. En un principio, la monarquía y el gobierno marroquí consideraron que esas reivindicaciones eran excesivas, pero el rey Mohamed V las adoptó como propias en 1958.

Desde entonces, la cuestión de las fronteras se volvió un asunto prioritario para los actores políticos marroquíes. Hasán II, que había accedido al trono en febrero de 1961, recibió cinco meses más tarde en Rabat a Ferhat Abbas, el presidente del Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA). Se firmó un acuerdo y se crearía una comisión para resolver la cuestión del Sahara argelino “en un espíritu de fraternidad y de unidad magrebí”1. Según el documento, una vez lograda la independencia argelina, se volvería a negociar la situación de la zona. Pero eso nunca ocurrió.
Antes de que Argelia ratificara el acuerdo de Rabat, una coalición liderada por Ahmed Ben Bella y apoyada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) derrocó al gobierno de Ferhat Abbas. El nuevo gobierno se negó a restituir ese territorio que, según la fórmula establecida, había sido “liberado con la sangre de tantos mártires”. Ben Bella, primer presidente de la Argelia independiente, se presentaba como el garante de todo el territorio heredado de la colonización francesa, y sus negociadores se negaron a aceptar la partición propuesta por París. De hecho, en 1962, las negociaciones entre Francia y el GPRA sobre la descolonización de Argelia se trabaron en la cuestión del Sahara. Francia había conectado esa parte desértica a los departamentos argelinos, pero empezó a separarlos para mantener un control directo de los recursos hidrocarburíferos y los centros de ensayos nucleares. París pretendía conservar ese espacio colchón de 2,5 millones de kilómetros cuadrados entre el Magreb y el Sahel y se mostró dispuesto a abrir los recursos naturales de ese “mar interior” a la explotación conjunta con los países vecinos en el marco de una nueva entidad jurídica, la Organización Común de las Regiones Saharianas (OCRS). Pero durante las negociaciones que concluirían con los Acuerdos de Evián (18 de marzo de 1962), los argelinos rechazaron ese plan. Ahmed Boumendjel, uno de los negociadores, explicó que el plan del Sahara francés significaría la amputación del 80% del territorio argelino. Deseoso de pasar rápidamente a otro asunto, el presidente francés, Charles de Gaulle, terminó abandonando las ambiciones de Francia en el Sahara. La frontera se volvió entonces el símbolo de la soberanía del joven Estado argelino.
Por su parte, Hasán II se sintió traicionado. Adhería a las tesis del partido Istiqlal sobre el “Gran Marruecos”, como su padre. Desde entonces, la monarquía empezó a acaparar el nacionalismo y a reivindicar los “derechos históricos de Marruecos” en torno a la integridad territorial.
Sin embargo, en su calidad de miembro de las Naciones Unidas a partir de noviembre de 1956, Marruecos se vio ante la obligación de reconocer las fronteras heredadas del colonialismo, en virtud del principio de intangibilidad de las fronteras, y recién reconoció a Mauritania en 1969, es decir, 9 años después de su independencia. Este principio de reconocimiento de las fronteras heredadas de la colonización europea también había sido adoptado por la Organización para la Unidad Africana (OUA) en su fundación, en 1963, y Argelia se remitía a él en su argumentación.

Represión contra la izquierda
Desde entonces, Argel se refiere al derecho internacional, y Rabat, a la historia. También los dos regímenes políticos, esencialmente diferentes, se disputan la hegemonía en el Magreb, y se enfrentan por todos los medios. La ayuda suministrada por Argel a los opositores al poder marroquí favoreció esa dimensión ideológica, en un contexto en el que el Istiqlal se había escindido en dos. Su ala conservadora conservó el nombre, pero la segunda, muy crítica de la monarquía, se convirtió en la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP). En la cuestión territorial, los líderes de la UNFP se opusieron ferozmente a la monarquía: Mehdi Ben Barka y Mohamed Basri (también conocido como el Fqih Basri), que se había refugiado en Argelia, declararon que la UNFP “no [tenía] aspiraciones expansionistas”, y Ben Barka llegó a calificar la reivindicación territorial formulada por la monarquía de “camuflaje de la vida política interior”2. Así, a partir del desacuerdo fronterizo entre los dos grandes Estados del Magreb, cobró forma un conflicto político. El éxito de la revolución argelina suscitó un sentimiento de inseguridad en su vecino marroquí. Hasán II temía una desestabilización de su régimen político si la revolución argelina llegaba a cruzar la frontera, como repetían sin cesar los dirigentes argelinos. En marzo de 1963, en una entrevista concedida al periódico egipcio Al Ahram, el coronel y futuro presidente de la república Houari Boumédiène declaró: “La revolución argelina no podría limitarse a las fronteras de Argelia”.
Para Hasán II, la izquierda marroquí, adepta a las ideas revolucionarias, podía ser un vector de la revolución argelina. En julio de 1963, el monarca marroquí intentó decapitar a la oposición con el pretexto de un complot en su contra de dirigentes de la UNFP. Hubo más de 100 personas involucradas y algunas fueron juzgadas con extrema severidad: 11 personas condenadas a muerte, 8 de ellas por rebeldía, incluido Mehdi Ben Barka. Entre los dos Estados, las hostilidades ya estaban bien instaladas: en agosto de 1963, Argel prohibió la entrada de los ciudadanos marroquíes en el territorio de Béchar, en el sudoeste del país. Un mes más tarde, una serie de incidentes en la frontera condujo a la Guerra de las Arenas, el único conflicto armado directo entre los dos vecinos.
La guerra estalló en la región de Tinduf, reivindicada por Marruecos, y luego se extendió del otro lado de la frontera. Coincidió con un levantamiento cabileño, y Argel acusó a Rabat de aprovecharse de la situación interior argelina para atacarlo en sus fronteras. En febrero de 1964, el alto el fuego firmado bajo los auspicios de la OUA dejó la frontera sin ningún cambio, es decir, la zona disputada permaneció bajo soberanía argelina. Pero el conflicto dejó marcas importantes en la mente de los marroquíes. La animosidad hacia los argelinos –dirigentes y gente de a pie por igual– dominó durante mucho tiempo la naturaleza de las relaciones entre ambos países. La cuestión de la integridad territorial se convirtió en un pilar del relato nacional e identitario. En el plano jurídico, el diferendo fronterizo con Argelia concluyó con un acuerdo de paz en 1969, en Ifrán, en el Atlas Medio marroquí, y luego con un acuerdo en 1970, en Tremecén. La frontera quedó definitivamente delimitada por una convención firmada en Rabat en 1972, ratificada por Argelia en 1973 y, mucho más tarde, en 1992, por Marruecos.
El Sahara Occidental, una causa nacional
Obligado a abandonar sus reivindicaciones referidas a numerosos territorios indicados en el mapa de Allal al-Fasi, Marruecos cristalizó todo su rencor en el Sahara Occidental. Pero en esa antigua colonia española (1884-1976) se había creado en 1973 el Frente Polisario para representar a las poblaciones saharauis. El proceso de descolonización del territorio estuvo acompañado de reivindicaciones territoriales emitidas por Marruecos, pero también por Mauritania. Ambos países aunaron esfuerzos para oponerse a los saharauis.
Según un procedimiento de autodeterminación de las poblaciones bajo control internacional, España, potencia colonial administradora del Sahara Occidental, fue invitada por la OUA y la ONU a abandonar el territorio. Pero España se negó y, en septiembre de 1973, le concedió a la colonia el estatus de autonomía interna. También preparó un plan de autodeterminación que preservaba la influencia de Madrid.

En 1974, Marruecos lanzó una campaña diplomática contra España. Hasán II estaba decidido a tomar medidas orientadas a hacer fracasar la descolonización española por medio del proceso de autodeterminación. Mientras Francisco Franco agonizaba, Hasán II llamaba a la guerra. Acababa de escapar de dos golpes de Estado perpetrados por su ejército y pretendía utilizar el principio de la defensa de la integridad territorial de Marruecos para reunir a todos los marroquíes en torno a su trono3. El Sahara Occidental y su “recuperación” se convirtieron en una causa nacional. En paralelo, el rey intentaba una reconciliación con España. Recalcaba en particular las propuestas que le había hecho al general Franco de otorgar bases militares a España y crear empresas mixtas de explotación de las riquezas “del suelo y del mar”. Pero mientras Franco estuvo vivo (falleció en 1975), España no modificó su posición, a saber: autodeterminación del pueblo saharaui conforme a la posición de las Naciones Unidas. Hasán II no tenía los recursos para librar una guerra cuyas consecuencias internas e internacionales serían imposibles de manejar. Entonces tuvo que encontrar una solución de espera digna en tres etapas: recurso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, entendimiento con Mauritania sobre el reparto del Sahara y organización de una cumbre árabe sobre la cuestión. La idea de una movilización popular y pacífica para responder a las expectativas de la opinión evitando el riesgo de una operación militar se concretó con la Marcha Verde: el 16 de octubre de 1975, 350.000 marroquíes se dirigieron al Sahara con la intención de “reintegrar” ese territorio.
En nombre de los principios revolucionarios
De 1973 a 1975, Argelia dudó en apoyar al Frente Polisario, y privilegió el clima de distensión que se había instaurado en la región. Pero, poco a poco, dio un giro que Boumédiène justificó invocando la fidelidad de Argelia a sus principios revolucionarios. Esa decisión le parecía que se correspondía perfectamente con las orientaciones ideológicas del gobierno: socialismo, no alineamiento y defensa de la norma de la OUA, a saber, el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Así, y rememorando su guerra de liberación, Argelia adoptó una política de solidaridad con los combates contra el colonialismo.
Más allá de estas justificaciones, la Argelia de Boumédiène pretendía fundamentalmente privar a Marruecos de una profundidad estratégica en el Sahara. La modificación de la frontera marroquí y la inclusión del Sahara dentro del territorio marroquí generaron un duelo de potencias entre Rabat y Argel. Albergando y armando a los refugiados saharauis en Tinduf, Argelia debilita la posición marroquí a un bajo costo. Le basta entonces con defender la autodeterminación, excluida por Marruecos, para mantener un conflicto de baja intensidad. Y priva así a Marruecos del reconocimiento internacional de su soberanía en un espacio que sin embargo ocupa en un 80 %, en el que administra a su población y explota sus recursos. Recientemente, Argel ayudó, en nombre del derecho, al Frente Polisario a librar una batalla jurídica contra la explotación y la comercialización de los recursos naturales del Sahara Occidental.
1« Maroc et Algérie : tous les chemins mènent à l’entente », Le Matin, 27 de marzo de 2005
2Edouard Méric, « Le conflit algéro-marocain », op. cit..
3El 8 de julio de 1974, en un discurso, afirma: “Cuando se trata del territorio nacional y su integridad, todos los marroquíes se levantan como un solo hombre para liberar su territorio”.