La polémica en torno a un proyecto de acuerdo entre Irán y China acerca a dos hombres que, sin embargo, son totalmente antagónicos. El 20 de junio de 2020, durante un discurso ante sus partidarios, el expresidente Mahmud Ahmadineyad acusó al gobierno de haber firmado “un acuerdo de 25 años con un país extranjero a espaldas de la nación iraní”. Poco después, Reza Pahleví, hijo del difunto sah, condenó a su vez un tratado “vergonzoso” que, según su opinión, solo sirve para despojar a Irán e instalar ejércitos en su suelo, a pesar de que el sah, en su momento, había autorizado trece bases militares y tres centros de escucha estadounidenses.
Una ola de desinformación inundó las redes sociales, donde se afirmó, por ejemplo, que la isla de Kish, entre otras islas del Golfo Pérsico, había sido vendida a China. El vocero del ministerio de Asuntos Exteriores, Abbas Moussavi, no tardó en responder, y señaló que la idea del acuerdo se remonta al viaje del presidente chino Xi Jinping a Teherán en 2016. Tras haber sido preparado en Teherán, el acuerdo fue propuesto a China por el ministro de Asuntos Exteriores, Mohammad Zarif, durante un viaje a Pekín en agosto de 2019.
Infraestructura de transporte y asistencia militar
El 11 de julio, el diario The New York Times publicó un fragmento del proyecto de acuerdo. Pekín se comprometería a invertir casi 400.000 millones de dólares (339.685 millones de euros) durante los 25 próximos años en la construcción de fábricas y sobre todo en infraestructura de transporte, particularmente “verde”, como vías férreas eléctricas. Irán se convertiría así en un paso estratégico de la Nueva Ruta de la Seda, que conecta Sinkiang con Asia Central, luego pasa por Turquía y llega hasta Europa, y cuyo objetivo es exportar con mayor facilidad los productos chinos hacia el mercado europeo. Como contrapartida, Irán concede precios preferenciales a China por la compra de hidrocarburos.
El acuerdo prevé igualmente una cooperación militar que incluye el desarrollo de armas y el intercambio de inteligencia a efectos de luchar “contra el terrorismo, el tráfico de drogas y de seres humanos”. También plantea los términos de una alianza militar –fundamentalmente aérea y naval– entre Irán y China que podría extenderse a Rusia. En diciembre de 2019, los tres países realizaron por primera vez ejercicios navales conjuntos en el mar de Omán y en el océano Índico, no lejos del estrecho de Ormuz.
Así, China aprovecha el vacío dejado por los Estados Unidos para instalarse con mayor firmeza en la región. Para Irán se trata de una elección por descarte y la consecuencia de la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear. Al revelar, al menos parcialmente, este plan que todavía debe ser ratificado por el parlamento, Irán les demuestra a los estadounidenses y a sus aliados que cuenta con opciones frente a su intransigencia y a la intensificación de las sanciones.
Intentos de apaciguamiento en Irak
Esas sanciones, las más rigurosas desde la revolución de 1979, no impactaron sobre la actividad regional de Irán ni en Siria, ni en Yemen, ni en Irak. Teherán apuesta a un apaciguamiento en Irak e intenta disminuir las tensiones con Arabia Saudita. La llegada al poder del nuevo primer ministro iraquí, Mustafa Al-Kadhimi, no podía concretarse sin el apoyo de los aliados de Irán, así que Al-Kadhimi visitó Teherán el 21 de julio. Según Middle East Eye, Teherán habría aceptado apoyar la designación del exjefe de inteligencia iraquí para el puesto de primer ministro a cambio del descongelamiento de algunos de sus activos afectados por las sanciones. Estados Unidos habría aceptado una desescalada militar en el Golfo y “hacer la vista gorda” si un país tercero en Europa liberaba algunos activos iraníes. Al parecer, se trata de los activos iraníes que posee una cámara de compensación con sede en Luxemburgo, Clearstream, filial de la Deutsche Börse. Un tribunal de Luxemburgo bloqueó la demanda estadounidense de transferir 1.600 millones de dolares (1.350 de euros) de activos iraníes a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Una misteriosa serie de explosiones
Entre Irán y los Estados Unidos hay señales de apaciguamiento. En junio de 2020, un veterano de la marina estadounidense, Michael White, fue liberado por Irán al día siguiente del regreso a Teherán de un científico iraní, Cyrus Asgari, liberado por Washington. Michael White había sido detenido en julio de 2018. Pero al mismo tiempo, una serie de explosiones, como la del complejo nuclear de Natanz, refuerza los rumores de sabotajes organizados por los estadounidenses y sus aliados. Irán anunció que había determinado “con precisión” las causas de un incendio, que serán reveladas en el “momento oportuno”.
La BBC en persa señaló que recibió un comunicado de un grupo que se hace llamar “Los guepardos de la patria”, que se presentan como “disidentes en el seno del aparato de seguridad iraní”. No parece que los iraníes hayan tomado esa información seriamente, pero las explosiones continúan. La última hasta la fecha, ocurrida el domingo 19 de julio, afectó la central eléctrica de Ispahán.
COVID-19: Trece provincias catalogadas como rojas
Sea como sea, al gobierno iraní le preocupa más que nada la situación interior. Irán padece una segunda ola de COVID-19. El presidente Hasán Rohaní afirmó que 25 millones de ciudadanos se contagiaron el virus. Tras una tregua, el número de víctimas aumentó hasta alcanzar más de 200 fallecimientos por día. En la capital se instauró un confinamiento parcial de una semana, pero las autoridades se niegan a implementar un confinamiento integral, cuyas consecuencias para las clases populares serían desastrosas. Trece provincias de Irán forman parte de las zonas catalogadas como rojas, y otras dieciséis se encuentran en estado de alerta. La COVID-19 reapareció luego de las fiestas de fin de Ramadán y el relajamiento que le siguió. El médico Alireza Zali, responsable del comité de lucha contra la COVID-19 en Teherán, señaló que el 70% de los nuevos enfermos hospitalizados había viajado recientemente y pidió prolongar el confinamiento en la capital.
El temor del virus no es la única causa de angustia de la población. El valor de la moneda local se derrumbó ante el dólar estadounidense y ahora 1 dólar se cambia por 24.000 tomanes. Esta nueva caída se traduce inexorablemente en una inflación galopante. Paradójicamente, la Bolsa de Teherán se dispara y se perfila una burbuja especulativa. Privado de su renta petrolera, el poder decidió vender parte de los bienes del Estado a través de ofertas públicas de venta, como el grupo Imidro, un grupo de 8 empresas y 55 filiales especializadas en la metalurgia y la siderurgia. Un mercado bursátil en alza permite vender esos bienes a un monto mucho mayor a su valor.
Frashad Moemeni, economista y profesor en la Universidad Allameh Tabataba, describe ese mecanismo: “las acciones de algunas empresas en quiebra se multiplicó por cuatro en el contexto de burbuja especulativa. Así, el Estado puede vender sus empresas a un precio más caro y obtener dinero para hacer frente a la crisis financiera. Inflar las acciones de las empresas enfermas a través de la eliminación de su deuda solo creará más dificultades a mediano plazo para la economía del país”. Ahmad Tavakoli, exdiputado conservador y miembro del Consejo de Discernimiento del Interés Superior del Régimen, también se opone a esa maniobra: “Luego de saquear los bienes de la nación en nombre de las privatizaciones, ahora, en nombre de asociaciones público-privadas, buscan vender lo que queda: las escuelas, las universidades, los hospitales y los estadios”.
La vida se volvió muy cara, pero no hay una penuria como en otros países que sufren las sanciones estadounidenses, como Venezuela. Las tiendas están llenas, y las clases favorecidas no conocen las dificultades de la gente que se ve obligada a trabajar para alimentarse y tomar el metro, que con frecuencia circula repleto. Aunque la COVID-19 mata a ricos y a pobres, la vida no tiene el mismo sentido en las torres ultralujosas del norte de Teherán que en los suburbios del sur de la capital. Sin embargo, las manifestaciones sociales no tienen el mismo fervor que antes de la pandemia. En Irán como en otros países, la COVID-19 aplacó momentáneamente las protestas.
Movilización en internet contra las ejecuciones
En cambio, desde comienzos de julio, el hashtag “e’daam nakonid” (#NoLosEjecuten) se viralizó en las redes sociales. El hashtag apunta a salvar la vida de tres jóvenes condenados a la pena capital por la 15ª cámara del tribunal revolucionario de Teherán, a cargo de los asuntos de seguridad nacional. Considerados como mohareb (en guerra contra Dios), están acusados de haber formado parte de los “cabecillas de los disturbios” en noviembre de 2019 contra el aumento del precio del combustible. Sus abogados denunciaron investigaciones tendenciosas, torturas y confesiones por la fuerza… Pero la Corte Suprema confirmó la sentencia el 14 de julio último, justo cuando el hashtag alcanzó un nuevo récord, al ser utilizado más de 8 millones de veces.
En el país y en el exterior, varias personalidades, como el cineasta Asghar Farhadi, el actor Shahab Hosseini y las actrices Golshifteh Farahani y Taraneh Alidoosti apoyaron el pedido. El violonchelista estadounidense Yo-Yo Ma lo transmitió a través de la música, acompañando al instrumentista iraní Kayan Kalhor. En su cuenta de Instagram, el bisnieto de Ruhollah Jomeini imploró la clemencia islámica. Por su parte, Donald Trump y Benjamín Netanyahu apoyaron en Twitter el pedido para suspender las ejecuciones, lo que a su vez suscitó una ola de reacciones.
Mohammad Ali Abtahi, miembro de la Asamblea de Clérigos Combatientes, increpó al presidente norteamericano: “Trump, # DoNotExecute es un asunto interno nuestro. Usted no tiene nada que ver con todo esto. La tendencia de los opositores a la ejecución de estas tres personas, en su mayoría iraníes damnificados por el peso de sus propias sanciones, es distinta de la suya”.
Los iraníes de distintas orientaciones convergen y toman consciencia de su fuerza. Son numerosos los que no desean que su movimiento sea apropiado políticamente e instrumentalizado por los estadounidenses. Aún se ignora cómo reaccionará el poder ante esta nueva relación de fuerzas.
Tras mucho dudar, el aparato judicial iraní decidió estudiar las solicitudes de apelación.