Cuando se alude a la guerra en Libia, se suele centrar la atención en la Cirenaica, al este, en manos del gobierno de Tobruk, y en la Tripolitania, al oeste, controlada por el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA). Pero la región del Fezán, en el sur del país, permanece olvidada, a pesar de que constituye una zona altamente estratégica cuya adhesión a uno u otro de los beligerantes podría resultar determinante para la victoria de uno de los bandos.
Los tres principales componentes étnicos del Fezán –árabe, tubu y tuareg– representan un 10% de la población del país, es decir, aproximadamente 500.000 personas, y se concentran esencialmente alrededor de las ciudades de Murzuk (50.000 habitantes y territorio tubu), Ubari (reducto tuareg), y la capital administrativa Sabha (140.000 habitantes y asiento de la etnia árabe gadhafa, de la que era originario el coronel Muamar Gadafi).
La competición por conquistar el territorio del Fezán no es nueva. Luego de haber concentrado sus esfuerzos en el litoral, las potencias coloniales se esforzaron por extender su dominio a esta región semidesértica entre mediados del siglo XIX y mediados del XX (hasta 1951, cuando Libia accedió a la independencia). El imperio otomano y luego Italia, el Reino Unido y Francia le prestaron una atención particular, ya que comprendieron que para prosperar económicamente, el resto del país dependía en parte de los recursos geoestratégicos y del acceso al Sahara que ofrece la región.
Cuando Libia estaba dividida en tres provincias (calcadas sobre el recorte regional actual), el Fezán tenía pocos lazos políticos y administrativos con las otras dos entidades regionales. Si bien estaban administradas por autoridades distintas y tenían ambiciones políticas diferentes, la Tripolitania y la Cirenaica mantenían vínculos político-económicos estrechos. La Tripolitania manifestó tempranamente su ambición de convertirse en una república con aspiraciones democráticas, mientras que la Cirenaica, bajo la autoridad del emir Muhammad Idris al-Senussi, que estaba respaldado por los británicos, tenía una visión más conservadora del poder. (Muhammad Idris sería proclamado rey en 1951, cuando Libia logró la independencia, y en 1969 sería derrocado por Gadafi.)
Tras la independencia del emirato de Cirenaica proclamada por Idris en 1949, el rey alentó a las otras dos provincias a seguir sus pasos. Pero los desacuerdos entre las provincias, con poblaciones heterogéneas, actividades económicas distintas y sometidas a influencias extranjeras diferentes las condujeron a optar por una organización federal donde cada una se administraba de forma autónoma bajo la autoridad del rey. Esa organización recibió la aprobación de la Asamblea General de las Naciones Unidas y fue avalada por la Constitución del 24 de diciembre de 1951, que sanciona la independencia del país.
Administración francesa en 1943
Antes, a partir de 1943, el Fezán estuvo ocupado y administrado por Francia siguiendo el modelo de la Argelia vecina. A comienzos de la década de 1950, incluso antes de la proclamación de la independencia del reino, Francia y Libia firmaron tratados provisorios con objetivos militares y económicos renovables cada seis meses. En ese marco, París utilizó consejeros ante las instancias federales del país para asegurarse de que la asistencia otorgada al presupuesto libio se redistribuyera íntegramente en el Fezán. En concreto, el objetivo era mantener un control militar sobre esa zona estratégica que le permitiera conectar Argelia con las cuatro colonias del África Ecuatorial Francesa: Gabón, Chad, la actual República del Congo y el ex Ubangui-Chari, que pasó a ser República Centroafricana. Francia obtuvo además el derecho de explotar las rutas y los aeropuertos del Fezán, el de Sabha, sede de la administración francesa, y los de Ghat y Gadamés.
Poco a poco, sin embargo, el estado federal revisó esos acuerdos y recuperó el control de la región, donde se cuestionaba la presencia francesa. Finalmente, en noviembre de 1954, Francia se vio forzada a retirarse y decidió alquilar las bases aéreas que utilizaba hasta entonces.
En noviembre de 1954, cuando estalló la guerra de Argelia, el gobierno libio rechazó la renovación de los acuerdos provisorios con Francia, que fue obligada a abandonar el Fezán antes del 31 de diciembre. No obstante, a medida que el conflicto en Argelia se intensificaba, el Fezán, potencial espacio de tránsito para el tráfico de armas o de repliegue para los insurrectos del este argelino, se volvió estratégico para las autoridades francesas. El 10 de agosto de 1955, pese a intensas negociaciones diplomáticas, Francia, abandonada por los británicos y los estadounidenses, que seguían presentes en Libia, y aislada en el plano internacional, debió firmar un tratado dejando constancia de su retiro definitivo de la región. Sin embargo, obtuvo un período de transición y varias garantías, como el acceso a los aeropuertos, la utilización de determinadas rutas y, de concierto con el gobierno federal, la garantía de poder defender el Fezán si el territorio era atacado o, lo que era más probable, si se convertía en un refugio para los combatientes argelinos.
Zona de tránsito para el petróleo argelino
Además, Francia obtuvo concesiones a través de empresas petroleras que, estando presentes en Libia desde 1954, explotaban los yacimientos de Al Jurf y de Mabrouk en la cuenca de Sirte, y también los de Al Sharara, en la cuenca de Murzuk. Por último, ganó el pleito en torno al respeto del trazado de la frontera entre Argelia y Libia, que le permitió conservar los yacimientos argelinos de Edjeleh.
Por cierto, el descubrimiento en 1956 de importantes yacimientos de petróleo en Edjeleh condujo a los franceses a reevaluar su interés estratégico por el Fezán y a aceptar retirarse. Hasta entonces, en las negociaciones, las autoridades francesas hacían hincapié en la cuestión de su continuidad en la región por razones político-militares. Con la aparición de esos yacimientos, los franceses suavizaron sus posiciones y negociaron su retiro a cambio de concesiones que les permitieran sacar provecho de los caminos y de algunas infraestructuras. El Fezán era considerado como una zona indispensable para el tránsito del petróleo argelino hacia la metrópolis, en el mismo momento en que la nacionalización del Canal de Suez ponía bajo amenaza su abastecimiento. A cambio de su retiro, y para enviar el petróleo argelino hacia Francia, las autoridades francesas esperaban obtener la posibilidad de acceder a los aeropuertos libios y al puerto de Zuara, en la costa norte, que en ese momento era el trayecto más transitable y más corto.
En Libia, el petróleo es un elemento catalizador y al mismo tiempo unificador, pero lo que en otra época estimulaba la unidad del país ahora tiende a dividirlo. Su descubrimiento en Cirenaica a fines de la década de 1950 llevó al poder central a actuar más activamente por la unificación económica y política del país, mientras el pueblo libio expresaba en ese entonces un sentimiento de pertenencia al mundo árabe.
Así que la unificación política del país dependía de la cuestión del reparto de las riquezas, y se volvió necesario renegociar el contrato social que unía a los tres estados. En 1963, habiendo aprobado la adopción de una nueva Constitución, el rey Idris decretó el fin del sistema federal y la unificación de las tres entidades que componen el país.
El problema de la bendición del petróleo
Libia dispone de las reservas de hidrocarburos más importantes del continente africano. En 2011, previo a la revolución libia, el 80% de la producción del país se exportaba hacia Europa (la mitad de esa cantidad tenía como destino Italia, Alemania y Francia). Aunque gran parte de esos yacimientos se sitúan en Cirenaica, representan un importante desafío en las luchas de influencia que se llevan a cabo en el Fezán, donde se encuentra el campo petrolífero más grande del país, al oeste de la ciudad de Sharara, en el desierto de Murzuk. Ese yacimiento, implantado en una cuenta que reúne también el de El Feel, representa por sí solo cerca del tercio de la producción libia.
Durante la segunda guerra civil libia, entre 2014 y 2015, la cuestión del petróleo alentó las relaciones interétnicas en el sur, en particular entre los tubus y los tuaregs. En el Fezán, los tuaregs están más implantados en el oeste, del lado de la frontera argelina. Los tubus, presentes en la parte central y en el este, realizan un control de los ejes que atraviesan la frontera entre Chad y Libia. Ambas comunidades cohabitan en una franja territorial que se extiende desde la frontera norte nigeriana hasta la frontera con la Tripolitania. El petróleo también fue el elemento que logró unir a esas etnias para defender sus intereses comunes ante los avances del ejército del mariscal Jalifa Hafter.
El caos libio generó una lucha por los ingresos económicos –provenientes del petróleo o de los tráficos– y por el control del poder político. Además de los beneficios provenientes del comercio del oro negro, la protección de las infraestructuras petroleras constituye un ingreso significativo para los grupos que la realizan. En el Fezán, los tubus y los tuaregs efectúan la protección de esos yacimientos. Esa función estratégica es utilizada en las negociaciones entre el poder central y las minorías étnicas, que en varias ocasiones tomaron como rehén las infraestructuras petroleras para hacer valer sus reivindicaciones sociales y políticas y lograr que se reconocieran derechos que durante mucho tiempo fueron ignorados bajo el reinado de Gadafi.
Durante la segunda guerra civil libia tuvieron lugar violentos combates entre tubus y tuaregs en la localidad de Ubari, bastión libio de la etnia tuareg, a 200 kilómetros al oeste de Sabha. Lo que originó esos conflictos fue que los tubus se apoderaron de la ciudad y de los recursos petroleros de su periferia. A pesar de que en noviembre de 2015 se firmó un acuerdo de paz entre ambas comunidades, meses más tarde se produjeron enfrentamientos que devastaron Ubari y causaron varias centenas de muertos en ambos bandos. Sin embargo, en la misma época, tuaregs y tubus conformaron un frente común para inscribir en la nueva constitución libia sus reivindicaciones en torno a sus derechos y su estatus de minoría. Fuera de ese compás de espera, siguieron enfrentándose en torno al control de los dos principales sitios petroleros de la región. Uno y otro bando tomaron el control de ellos hasta que a comienzos de 2019 el mariscal Hafter lanzó una ofensiva mayor al mando del Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés).
Los avances del LNA en el Fezán libio en los alrededores de Murzuk, Sabha y Ubari finalmente llevaron a los tuaregs y los tubus a constituir milicias comunes para defender los yacimientos de El Feel, que en ese entonces estaban bajo control de los tubus, y los de El Sharara, en manos de los tuaregs. Así, en mayo de 2016, se creó un ejército nacional del sur. Esa iniciativa, conducida por el jefe militar tuareg Ali Kana Sulayman, se apoyaba en el sentimiento de abandono que sufrían las etnias del sur ante el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Fayez al Sarraj. A pesar de los devastadores enfrentamientos que las opusieron durante los cuatro años anteriores, ambas etnias intentaron unirse bajo el mando del general Ali Kana. Sin embargo, hubo que esperar hasta comienzos de 2019 y el desencadenamiento de la ofensiva del LNA en el Fezán para que ambas etnias se unieran para defender su territorio y para que Trípoli nombrara al general Ali Kana jefe militar de la región.
Un frente común contra Hafter
Aunque presentaron una resistencia feroz contra las tropas de Hafter, los tuaregs y los tubus no estuvieron en condiciones de combatir durante mucho tiempo los avances de ese ejército, apoyado por Rusia y reforzado con mercenarios extranjeros. Las diferencias en torno a la explotación de los recursos o del posicionamiento respecto de ambas entidades políticas rivales del norte volvieron a aparecer y a fragilizarlos. La violencia de los combates, la potencia de su adversario y el apoyo insuficiente del gobierno de Trípoli los obligó a ceder terreno ante el LNA y a adaptarse a su presencia en diferentes lugares estratégicos, como los yacimientos petroleros. Sus divisiones se basan principalmente en el hecho de que la relación de fuerzas entre las dos autoridades rivales del país no ha dejado de cambiar. Eso genera una redistribución de las cartas que podría significar una ocasión muy esperada por ambas etnias para hacerse un lugar en la sociedad libia, que durante mucho tiempo las instrumentalizó y marginó, y obtener un reparto más equitativo de los recursos petroleros. En consecuencia, ambas etnias no quieren encontrarse en el bando de los perdedores cuando se empiece a vislumbrar el fin del conflicto.
Sin embargo, la actualidad permite presagiar que los tubus y los tuaregs no gozan del reconocimiento por el que tanto han combatido. Si bien el caos económico que sufre el país debido a la crisis sin precedentes generada por el derrumbe de la renta petrolera libia y las presiones ejercidas por las potencias extranjeras como Turquía (que apoya al GNA) y Rusia (que respalda al mariscal Hafter) han obligado a las autoridades rivales a sentarse en torno a una mesa de negociación, la ausencia de las minorías étnicas del sur del país en esas negociaciones vuelve altamente improbable una salida de crisis duradera. Con el objetivo de llegar a una solución negociada en un conflicto que se eterniza, entre el 9 y el 15 de noviembre se celebró en la ciudad de Túnez un Foro de Diálogo Político Libio, tras el cual se anunció la organización de elecciones el 24 de diciembre de 2021. Los tuaregs y los tubus no fueron convocados a participar del Foro.