Todo comenzó en Johannesburgo el 24 de agosto de 2023, cuando ocurrió un cambio importante que pasó mayormente desapercibido y que sin embargo modificaba la relación de fuerzas dentro de las instituciones financieras multilaterales con sede en Washington, Estados Unidos. Tras su ampliación, el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) alcanzó un derecho de veto sobre el funcionamiento del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, pieza clave del financiamiento de la economía mundial. Con el refuerzo de seis nuevos miembros (Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita), los once BRICS ahora controlan cerca del 20% del capital del FMI, es decir, el equivalente en derechos de voto. Todos juntos pueden bloquear la adhesión de un nuevo miembro (como Taiwán) o ejercer presión sobre las grandes medidas político-financieras del Fondo, como la revisión del peso de los 189 adherentes en su capital, decisiones todas que exigen el 85% de los votos. “El Sur global1 tendrá un papel mayor en la gobernanza del desarrollo del mundo”, escribió el 25 de agosto la agencia de prensa china Xinhua.
La “amenaza” de China
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuyo país es actualmente el único que dispone de una minoría de bloqueo con el 17,43% de las cuotas y por lo tanto de los derechos de voto2, no se equivocó. El 24 de agosto, en vísperas de la ampliación de los BRICS, la Casa Blanca comunicó que en la cumbre siguiente del G20 que se celebraría en septiembre de 2023 en Nueva Delhi, India, se abordaría “la cuestión de la modernización de los bancos de desarrollo en el mundo, incluidos el FMI y el Banco Mundial”. Y, golpe bajo de por medio, comparó el financiamiento “efectivo y transparente” de instituciones internacionales con otro financiamiento de las inversiones, “más oscuro o coercitivo” que tendría a China como protagonista, un ataque ritual de la administración demócrata, que les reprocha a los financieros chinos la opacidad de sus contratos. Más diplomático, Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, afirmó, a diferencia del discurso de Biden, que las declaraciones del presidente no estaban dirigidas a China.
En realidad, el FMI no tiene en cuenta el peso demográfico y económico de los países emergentes. Los BRICS, que representan el 42 y el 46% de la población mundial y aproximadamente un tercio de la economía internacional, tienen menos votos que cuatro países europeos “medianos” (Reino Unido, Alemania, Italia y Francia). Las economías avanzadas disponen del 59,1% de los derechos de voto y solo representan el 13,9% de la población mundial. En 1944, cuando se fundaron las instituciones de Breton Woods, la mayor parte de los países de los BRICS pertenecían a imperios coloniales y no eran soberanos. Desde entonces, ha habido intentos de corregir esas desigualdades, sin verdaderos resultados, salvo en 20093.
El veto de Estados Unidos
La revisión de las cuotas –es decir, de las partes de capital del FMI del que disponen sus adherentes– ocupa gran parte del tiempo de la plana mayor del FMI. Se necesita corregir las desigualdades nacidas de la Historia y al mismo tiempo aumentar la cantidad total de partes para financiar los préstamos del Fondo. Desde hace unos quince años, la revisión está frenada por una sola razón: el Congreso estadounidense se niega a reducir la cuota de Estados Unidos en beneficio de los nuevos ingresantes porque Washington no quiere perder su derecho de veto, algo que ocurriría inevitablemente si la cuota estadounidense cayera por debajo del 15%. En 2023/2024, año electoral en Estado Unidos, el Congreso se opone más que nunca a abandonar parte de sus cuotas, que le dan a Estados Unidos el derecho de intervenir en los asuntos del mundo.
El presidente Biden propone fijar en 200.000 millones de dólares el aumento del capital del FMI. El G7, que reagrupa a los países más ricos, tiene dificultades para constituir el fondo de 100.000 millones de dólares que prometió. ¿Pero cómo se financiaría esta avalancha de billetes verdes? Teóricamente, los recursos deberían obtenerse gracias a la venta de cuotas suplementarias a cada país miembro. Pero actualmente, esa solución quedó bloqueada por la falta de acuerdo sobre la redistribución de las cuotas. Así que el FMI toma crédito de los mercados financieros internacionales gracias a arreglos multilaterales (408.000 millones de dólares) o bilaterales (152.000 millones de dólares) con los prestamistas ricos, como Estados Unidos, a tasas de interés que están en alza y ahora rozan el 5% en Estados Unidos.
En la cumbre del G20 en Nueva Delhi, que a comienzos de septiembre reunió a las dieciocho principales potencias económicas del mundo, incluidos los grandes países occidentales, la cuestión de las cuotas no resultó un tema de debate público. El punto 18 de la declaración de los jefes de Estado y del gobierno del G20 se refiere a la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo y sobre todo a la cuestión de la revisión de las cuotas, un proceso que está programado para concluir en diciembre próximo.
Seguimos determinados a reexaminar la adecuación de las cuotas partes y continuaremos con el proceso de reforma de la gobernanza del FMI en el marco de la 16ª revisión general de cuotas utilizando como referencia una nueva fórmula de cálculo y procurando que las cuotas partes jueguen un papel destacado en los recursos del FMI, un proceso que debe concluir el 15 de diciembre de 2023.
Suplantar los financiamientos del Norte
¿Cuál será la nueva forma de cálculo mencionada en el punto 18? Todavía no se ha filtrado ninguna información. Desde luego que los compromisos de los países miembros del G20 valen en principio para Estados Unidos y Europa. Pero los países ricos no parecen dispuestos a recortar sus cuotas en beneficio del sur global. China, que el 18 de octubre de 2023 festejó acompañada por un centenar de jefes de Estado el décimo aniversario de la fundación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta –también llamada Ruta de la Sede–, ya les prestó más de 1 billón de dólares. Sus compromisos futuros superan los 107.000 millones de dólares. La República Popular ya no financia el déficit presupuestario estadounidense comprando bonos del Tesoro estadounidense, sino que coloca sus ahorros en inversiones de infraestructura (rutas, represas, puentes, centrales eléctricas, etc.) en los países pobres. El presidente Xi Jinping se comprometió a seguir haciéndolo en los próximos años y a suplantar al FMI y al Banco Mundial en las contribuciones financieras en el sur gracias al amplio excedente promedio de la balanza de pagos china (más de 150.000 millones de dólares por año).
En Marrakech, las tradicionales asambleas anuales de los accionarios del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial celebradas a comienzos de octubre y que han quedado eclipsadas por la explosión de la violencia en Oriente Próximo, concluyeron con un nuevo enfrentamiento silencioso entre las dos principales economías del mundo, Estados Unidos y China. Por primera vez, Pekín se negó a ceder a las presiones de los norteamericanos en materia de financiamiento del Fondo. La amenaza implícita de un veto de los BRICS impidió la adopción de la solución recomendada por la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen. De modo que la “16th General Review of Quotas”, que está en proceso, trata sobre el aumento de la cantidad de cuotas, no sobre su distribución relativa entre los Estados miembros, que permanece sin cambios. Tiene poco futuro, aunque India actuó por cuenta propia y es el único miembro de los BRICS que más o menos adhirió a la propuesta estadounidense. Ahora dos potencias (Estados Unidos y los BRICS) pueden imponer su veto en las instituciones financieras internacionales.
1Este término es cuestionado dado que engloba un país como Rusia, pero abarca una realidad política.
2Las cuotas de un miembro del FMI determinan: a. Sus obligaciones financieras ante el FMI; b. la cantidad de sus derechos de voto; c. La ayuda financiera máxima que puede solicitar del FMI.
3La reforma fue modesta, apenas se redistribuyeron el 6% de las cuotas en 2016.