Energía

El vuelco hacia las energías verdes desconcierta a Omán

Un año después del fallecimiento del sultán Qabus bin Said Al Said, el “padre de la nación”, Omán intenta hacer pie en un mundo donde decae la supremacía del petróleo en pro de energías renovables que obligan a realizar una profunda transformación socioeconómica del país.

Primeras turbinas del proyecto de parque eólico de Dhofar
omanobserver.com

Ha sonado la hora de la economía verde: el aumento de las ventas de automóviles eléctricos, la democratización de las soluciones de movilidad suave en las calles de las capitales occidentales y el compromiso de la automotriz norteamericana General Motors de dejar de vender automóviles a combustible súper y diesel en 2035 son las primeras señales de la electrificación de los transportes, responsables de un cuarto de las emisiones globales de CO2.

Para Omán, cuyo presupuesto de 2021 depende en un 60% de las rentas generadas por la explotación de yacimientos petroleros y gasísticos, la transición energética representa antes que nada una lenta erosión de su principal fuente de ingresos, y supone una revisión de su modelo de desarrollo. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), este Estado del Golfo es el país que más progresó en el índice de desarrollo humano entre 1970 y 20101.

“Las fluctuaciones del precio del barril de petróleo ya no pueden seguir siendo la base de una economía sana”, analiza Alexandre Briand, un franco-omaní que preside el club France Oman. Fragilizada por los sobresaltos de los mercados petroleros a partir de 2014, la economía omaní sufre de lleno la crisis económica causada por la pandemia de covid-19. El porcentaje de endeudamiento del país se disparó, ya que pasó del 5% del PIB en 2014 a más del 80% en 2020. “Ante los desafíos planteados por la pandemia y la caída de los precios del petróleo, muchos omaníes tomaron conciencia de que el antiguo sistema era deficiente”, enfatiza Ismail al Muqbali, un militante que participó en la “primavera omaní” en 2011.

Las reformas prometidas por el sultán anterior, Qabus bin Said Al Said (1970-2020), calificadas actualmente por los activistas como “soluciones temporarias”, no lograron terminar con la adicción a la renta petrolera ni preparar al país para la profunda mutación de los sistemas energéticos mundiales. Bajo la conducta autoritaria de Haitham bin Tariq Al Said, sultán tras el fallecimiento de su predecesor, el 10 de enero de 2020, el país se pregunta: ¿Tenemos que ser uno de los últimos bastiones de la era del petróleo? ¿Y si nos volvemos partidarios de las llamadas “energías limpias”? ¿O por qué no explotamos las dos a la vez?

En el mapa mundial de la petroquímica

A nivel local, Omán percibe la energía solar y eólica como una alternativa viable a sus centrales de producción de electricidad altamente contaminantes, lo cual le ofrece la doble ventaja de presentar al país como un actor de la transición energética y a su vez le permite destinar a la exportación el petróleo y el gas que actualmente se utilizan para producir la energía eléctrica consumida en el país. Aunque actualmente Mascate es un mal alumno de la transición energética –menos del 3% de energías renovables en 2018 –, el sultanato proyecta alcanzar el 30% para el año 2030.

Entre los numerosos proyectos en curso figura un enorme parque eólico en Dhofar –una gobernación sureña situada en la frontera con Yemen–, la instalación de paneles solares sobre las viviendas y los edificios de oficinas, así como el lanzamiento del Oman Energy Efficiency Center para aumentar la eficiencia energética. En el futuro, el país espera poder exportar electricidad bajo la forma de hidrógeno “verde”, un gas con frecuencia considerado como una de las herramientas necesarias para la descarbonización de los transportes y de la industria pesada. Pero hasta ahora el hidrógeno sigue siendo demasiado costoso para ocupar un lugar significativo en el abanico energético mundial.

Sin embargo, Omán no abandona el mercado de los hidrocarburos. La demanda mundial de petróleo, destinada no obstante a extinguirse en los transportes, actualmente roza los 100 millones de barriles de crudo por día. Como los otros países del golfo Pérsico, Omán goza de costos de extracción que se encuentran entre los más bajos del mundo, y pretende expulsar del mercado a los países menos competitivos para asegurarse la producción de las últimas gotas de petróleo que consuma el mundo. Como la opinión pública internacional llama a reducir la preponderancia del petróleo, el sultanato prefiere volcarse a la industria petroquímica –y sobre todo plástico, fibras sintéticas y pesticidas– para asegurarle una salida más discreta a su petróleo.

Al igual que su vecino Arabia Saudita, que pretende convertir al gigante Saudi Aramco en uno de los principales actores mundiales de la petroquímica, Omán desea posicionarse en el mapa mundial de la petroquímica. El Liwa Plastics Industries Complex producirá 1,5 millones de toneladas anuales de polietileno, la principal materia plástica consumida en el mundo. Según la Gulf Petrochemicals and Chemicals Association, una organización que representa las industrias químicas de la región, entre 2019 y 2030 la demanda de materias primas derivadas del petróleo debería crecer “cuatro veces más rápido que la demanda mundial de petróleo”. En paralelo, el país apuesta a sus reservas de gas natural licuado, una energía destinada a jugar un papel clave en la transición energética.

El final del Estado de bienestar

Ese reposicionamiento en los mercados energéticos va acompañado de reformas orientadas a sacar al país de esa mentalidad rentista en la que lentamente se había encasillado. Señal de un cambio de época, el monarca acelera el ritmo de anuncios económicos inimaginables durante el gobierno de su predecesor: impuesto al valor agregado, abandono parcial del agua y de la electricidad subsidiadas, jubilación forzosa de los empleados públicos de mayor edad e impuesto sobre la renta para las mayores fortunas, una novedad en una región destacada por ofrecer salarios exonerados de impuestos. “Para ser honesta, lo veníamos venir… Todo el mundo sabe que nuestra economía está en una situación difícil”, comenta Munira, una joven politóloga, consciente de las dificultades de su país. La prioridad del sultán se orienta hacia los sectores del turismo, la agricultura, la pesca, el transporte y la logística, y las industrias manufactureras y mineras.

Pero la voluntad del soberano podría toparse con la mentalidad de una población acostumbrada a volcarse hacia el sector público, reputado por sus salarios generosos y su reducida carga de trabajo. Si bien uno de cada cuatro omaníes era empleado de la función pública en 2019, la tendencia viene a la baja desde 2009. Y las campañas de comunicación destinadas a promover el emprendimiento entre los jóvenes parecen dar frutos. La cantidad de pequeñas y medianas empresas registradas en el país experimentó un crecimiento del 14% entre 2019 y fines de 2020. Sin embargo, en el terreno de las energías verdes, Oman no está a la altura de los Emiratos Árabes Unidos vecinos, un polo regional para las empresas de innovación energética.

“Las reformas económicas en curso tal vez son buenas y necesarias, pero pienso que se necesita un debate público”, sugiere Ismail Al-Muqbali. A pesar de la audacia económica del soberano, que sus partidarios aplauden gustosamente, Omán sigue siendo una monarquía absoluta. Una nueva ley promulgada en enero de 2021 estipula que cualquier pregunta formulada a los ministros por los miembros del Majlis al-shura –un parlamento elegido por sufragio universal que sin embargo no goza de poder legislativo– debe ser mantenida en secreto. “Algunos no creen en el rol del Majlis y piden su disolución, para hacer economía. Desde mi punto de vista, deberíamos darle más poder. Sería un primer paso hacia la democracia”, comenta Munira, quien lamenta la ausencia de un “canal de discusión” entre la población y el gobierno.

Al igual que otros países del Golfo, el modelo de gobernanza omaní otorga a los ciudadanos una redistribución de la renta petrolera a cambio de la lealtad absoluta a la familia reinante. “Intentamos hacernos oír en Twitter, pero en verdad no nos escucha nadie”, agrega Munira. Los servicios de seguridad omaníes conducen una represión discreta contra las voces disidentes, desacreditando a los militantes en las redes sociales y arrestando a quienes publican tuits considerados demasiado críticos del poder.

Poca conciencia de los riesgos sanitarios

Además de ser una necesidad económica, reducir la dependencia de la producción de hidrocarburos es una cuestión de salud pública. La industria petrolera y gasística es la mayor fuente de emisiones de compuestos orgánicos volátiles, incluidos los tóxicos atmosféricos, contaminantes sospechados de provocar cánceres y enfermedades respiratorias. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que la contaminación atmosférica, causada en parte por este sector, constituye el riesgo sanitario más importante de nuestra época y causa una de cada nueve muertes en el mundo.

Las poblaciones del golfo Pérsico suelen ignorar esa realidad: los seis países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) están clasificados entre los 20 países del mundo que más CO2 emiten por habitante . A pesar de que cada vez hay más sensibilidad por el cambio climático, una parte importante de la población sigue estando mal informada –o incluso desinformada– en relación a los asuntos medioambientales, como lo revela un estudio de la consultoría estadounidense Boston Consulting Group Así, un cuarto de las personas interrogadas piensa que el cambio climático tiene un efecto positivo sobre el planeta. Los órganos de prensa controlados por las autoridades locales y las redes sociales, altamente vigiladas, suelen pasar por alto el impacto de la industria petrolera y gasística sobra la salud de los ciudadanos.

Por más que sea tóxico para el medio ambiente, el oro negro le permitió a Omán recuperar la prosperidad económica que en el pasado le había garantizado el control de la trata negrera árabe a lo largo de las rutas comerciales que conectan Oriente Próximo, África Oriental y Asia. Luego de haber sido capturados en África Oriental, la mayoría de los 800.000 esclavos africanos traficados a los países del Golfo entre fines del siglo XIX y la década de 1930 pasaban por puertos yemeníes y omaníes. Si bien el antiguo país marítimo logró pasar exitosamente de mercader de esclavos a exportador de hidrocarburos, el desafío que hoy enfrenta el sultán Haitham recuerda –salvando las distancias– el que encararon hace un siglo sus antecesores: limpiar la imagen de Omán ante una opinión internacional que denuncia la renta con la que se enriqueció el país.