Estado Islámico (EI) se dio a conocer ante el público en general gracias a la guerra en Irak y luego en Siria, en particular cuando declaró su califato, el 29 de junio de 2014, en la frontera sirio-iraquí. En ese entonces, el asunto central era “corregir la injusticia colonial de los acuerdos franco-británicos de Sykes-Picot”.
Ese verano boreal de 2014, los yihadistas de EI ocupaban un territorio tan extenso como el de Gran Bretaña, a caballo entre ambos países, e impartían justicia sobre una población de ocho millones de individuos. La bandera negra flameaba en grandes ciudades de Oriente Próximo cargadas de historia. Para desalojarlos, se crearon dos coaliciones político-militares, una bajo mando norteamericano, la otra conducida por Teherán y Moscú. Sin embargo, en lugar de destinar todos sus esfuerzos a proteger “su” territorio, EI, que también estaba en guerra con sus rivales de Al Qaeda y varias facciones locales, tenía la mira puesta en otros objetivos. Así como 2012 fue el año de la expansión de Irak a Siria, 2014 es el de la conquista de África. En ese momento, por impulso de su jefe, Abu Bakr al-Baghdadi, se creó la “Agencia de provincias distantes”, que le aportó al grupo una estrategia africana y mundial. En este artículo intentaremos ofrecer algunos ejemplos no exhaustivos que ilustran de manera explícita los primeros pasos del grupo en África y sus especificidades, con frecuencia desconocidas.
Sirte, preámbulo y epílogo de EI en Libia
Así como los primeros yihadistas extranjeros que pisaron el suelo sirio eran libios, el primer lugar de implantación de EI en África y las primeras tomas de control urbano en ese continente tuvieron lugar en Libia. De modo que el país representa el primer proyecto de la organización fuera del Levante mediterráneo, aunque actualmente, tras la pérdida de su último bastión en Sirte, su presencia allí se resume a algunas de decenas de combatientes dispersos en su superficie desértica.
Derna es la primera ciudad donde EI se entrenó en Libia, sobre todo con yihadistas libios que fueron enviados de vuelta a su país a partir de 2014. Esos combatientes habían estado reagrupados en Siria en una unidad llamada Katibat al-Battar, que tenía una relativa independencia operativa y mediática. Sus miembros participaron en todas las grandes batallas de EI, incluidas la de Deir ez-Zor, en el este de Siria, y la de Baiji, en Irak. Por esa misma unidad pasaron incluso varios yihadistas francófonos belgas y franceses, como Abdel Hamid Aabaoud, el logista de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. En julio de 2014, fue asesinado en Derna el emir de la unidad libia, Al Mehdi Abou al-Abyad. Sin embargo, tres meses más tarde, la organización instauró un tribunal islámico y una “oficina de quejas” en la ciudad. Pero en junio de 2015 fue expulsada de Derma por el grupo armado Majlis Shura al-Mujahidin, cercano a Al Qaeda, que lo celebró a través de una infrecuente declaración pública de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI).
En noviembre de 2014, cuando la “coalición internacional” comenzó sus operaciones en Irak y en Siria, Abu Bakr al-Baghdadi, para paliar las faltas de los primeros enviados a Derna, decidió enviar a Libia a uno de sus compañeros de viaje y hombre de confianza, Abu Nabil Al-Anbari. Su nombre verdadero era Wisam al-Zoubaïdi y había sido comandante militar y “gobernador” de la provincia de Salaheddine, en Irak. Bajo su mando y con su participación directa había tenido lugar, en junio de 2014, la masacre de la base Speicher1. Abu Nabil también había comandado el ataque de Samarra, que sirvió como distracción antes de la toma de Mosul por parte de EI.
El hombre de confianza de Baghdadi logró consolidar a EI en su primer territorio africano. Uno de sus hechos de armas más importantes fue la toma de la ciudad de Sirte, en junio de 2015. Azar del calendario o elección deliberada, Abu Nabil, cuyo nuevo nombre de guerra libio era Abu Al-Moughira Al-Qahtani, fue abatido durante un ataque estadounidense en el sur de Derna la noche del 13 y madrugada del 14 de noviembre de 2015, la misma noche en que un comando de EI dirigido por Abdelhamid Aabaoud perpetraba atentados en la capital francesa.
La organización controló Sirte de junio de 2015 a diciembre de 2016. A pesar de la muerte de Abu Nabil, EI organizó desde Libia el atentado de Ben Guerdane en Túnez el 7 de marzo de 2016, durante seis meses libró una batalla para defender su bastión de Sirte y preparó en suelo libio el atentado de Manchester, Reino Unido, el 22 de mayo de 2017.
En Libia encontramos otro personaje clave de EI, también muy poco conocido para el público en general: el bareiní Turki al-Binali. Era y sigue siendo, a pesar de su fallecimiento, uno de los ideólogos y religiosos más influyentes de la organización. Desde luego, no era un veterano de la yihad y no había combatido como Abu Nabil, pero tenía un CV más robusto, con prestigiosos diplomas en estudios islámicos, obtenidos, entre otros, en el Instituto del imán Al-Ouzaai de Beirut. Era sobre todo uno de los discípulos del jeque Abu Muhammad al-Maqdisi, mentor de Abu Musab al Zarqaui, el padre espiritual del actual EI y uno de los teóricos más influyentes de la yihad moderna. Paradójicamente, al-Maqdisi se convertiría en uno de los mayores detractores de EI y de sus métodos.
La escuela de pensamiento de al-Binali no tenía unanimidad dentro de la organización, que tras la llegada a puestos de poder de adeptos de la escuela de Hazemi –mucho más radical–, fue presa de verdaderos torbellinos ideológicos y estructurales. Turki al-Binali fue abatido el 31 de mayo de 2017 en un ataque estadounidense en Mayadin, en el este de Siria. Durante ese período, las tensiones entre las dos escuelas de pensamiento de EI estaban en su punto más álgido, lo que se tradujo en campañas de detenciones, ejecuciones y deserciones.
La lealtad de Shekau
Mientras todo el mundo tenía la vista fija en Irak y en Siria, las tensiones dogmáticas en el Levante mediterráneo tuvieron sus paralelos a orillas del lago Chad, donde empezaba a consolidarse el éxito de EI en África. El caso del lago Chad y de la lealtad de Jamaa’t Ahl al-Sunna lil Daawa wal Jihad (Grupo de la sunna para la predicación y la yihad, JAS), más conocido con el nombre de “Boko Haram”, es el típico caso de estudio. Todo empezó a principios de 2015, con el deseo de Abu Bakr Shekau, a la cabeza del JAS, de jurar lealtad al califa de EI, Abu Bakr al-Baghdadi. El deseo fue recibido con mucha prudencia por parte de este último, dada la reputación de Shekau, que anteriormente había intentado un acercamiento –abandonado rápidamente– con AQMI. Al final, la iniciativa fue aceptada, pero con algunas condiciones. Boko Haram era el segundo grupo yihadista que juraba lealtad total a EI, después del grupo egipcio Ansar Beït Al-Maqdess en Sinaí en enero de ese mismo año. Un religioso “facilitador” de ese acercamiento, Abou Malek, nos detalló las principales condiciones ordenadas por EI, entre otras: dejar de tomar como prisioneros a niños de otras comunidades, retirar de la escena mediática a Shekau, nombrar a un portavoz designado y exigir que todas las comunicaciones pasen por los órganos mediáticos de EI.
Estas condiciones –respetadas durante un tiempo– y sumadas al aporte inmaterial de EI, central en materia de táctica, organización y administración, contribuyeron a mejorar de un modo considerable las capacidades y la influencia del grupo. Pero Shekau no tardó en salirse de las reglas atacando a rivales dentro de su grupo. Durante la plegaria de Eid al-Adha fueron ejecutados varios comandantes y un imán. El propio Abou Malek, desilusionado, nos brindó esa información, respaldada por varias grabaciones privadas que demuestran el ghulu o extremismo de Shekau. Abou Malek quería justificar así la decisión de EI de destituir a Shekau, en un momento en que la organización enfrentaba las mismas acusaciones en su interior. Shekau, arrinconado, activó su chaleco suicida y murió con las armas entre sus manos mientras se dirigía con algunos de sus excompañeros al bosque de Sambisa, el 19 de mayo de 2021. Su grupo sobrevivió.
Esta guerra intestina no impidió que la provincia de “África Occidental” de EI se convirtiera en la rama más potente y más territorializada del grupo, con un poder de administración y un radio de acción que no deja de crecer, tanto en términos de operaciones militares como de atentados contra las comunidades cristianas o contra las representaciones oficiales que ahora alcanzan el centro de Nigeria y el estado de Kogi, donde el 29 de diciembre de 2022, en la localidad de Okene, un coche bomba casi mata al presidente nigeriano saliente, Muhammadu Buhari.
“El error en Siria” echa sombra sobre el Sahel
EI adapta su estrategia según la comarca africana donde esté implantado. Su sección saheliana, actualmente “Estado islámico provincia del Sahel”, no recibió esa denominación antes de la muerte de su fundador, Abu Walid al Sahraoui, eliminado por las fuerzas francesas en Mali, el 17 de agosto de 2021. Resulta que EI no tenía total confianza en él porque lo seguía considerando cercano a sus antiguos compañeros de viaje de Al Qaeda, y Baghdadi no quería volver a cometer el error producido en Siria con Abu Mohamad al-Golani. En 2012, con la misión de llegar a Siria a través de Estado Islámico de Irak, Golani se había emancipado del grupo y en 2013 había jurado lealtad a Al Qaeda, antes de emanciparse nuevamente para fundar el grupo conocido actualmente como Hayat Tahrir al-Sham (HTS). HTS rechaza la “yihad global”, combate activamente a ambas organizaciones en el reducto rebelde de Idlib y busca un acercamiento con la comunidad internacional.
La lealtad de Sahrawi a EI recién será reconocida públicamente un año más tarde, en octubre de 2016. La presencia en el Sahel no será revelada oficialmente hasta marzo de 2019, desde Burkina Faso. Ese año se produjo un ascenso inédito del grupo, con ataques y enfrentamientos que en noviembre causaron la muerte en las localidades malienses de Indelimane y Tabankort de varias decenas de militares malienses y de 14 militares franceses. También se produjeron otros ataques en Níger y en Burkina Faso. Todos fueron reivindicados por “Estado Islámico Provincia África Occidental”. Antes de ese período, en octubre de 2017, la operación Tongo Tongo, en la que perdieron la vida cuatro “boinas verdes” estadounidenses y cuatro militares nigerinos, ni siquiera había suscitado una reacción oficial de parte de los órganos centrales de EI. Pero el grupo Provincia África Occidental lo incluyó en enero de 2020 en su primer video largo (31 minutos) difundido desde el Sahel. Ese video de propaganda marcará el punto de no retorno con AQMI y el fin de la excepción saheliana. Hasta entonces, esa región era la única del mundo donde ambos grupos no se enfrentaban directamente. Desde entonces, sus combates cobraron una violencia inédita. Las batallas que los opusieron en Ménaka (Mali) o en la región de Ansongo durante todo el año 2022 causaron centenares de muertos en ambos bandos, en territorios donde la población civil se vio obligada a tomar partido.
Hasta ahora ningún grupo le ha sacado ventaja a su rival, pero cada uno ha cambiado. Estado Islámico en Sahel aumentó su radio de acción de una manera inédita llegando a las puertas de las ciudades de Gao y de Ménaka, ocupando parte del territorio maliense. Por su parte, Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin (JNIM, Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) aumentó su alcance político en zonas donde su presencia era relativamente tímida, posicionándose como el defensor de las poblaciones frente a EI, que cometió varias masacres en la región. En una entrevista que nos concedió, Abou Oubaïda Youssef Al-Aanabi, el emir de AQMI [”El jefe de AQMI, Obeida Youssef al-Annabi, responde 17 preguntas de France 24”, 6 de marzo de 2023], calificó a los combatientes de EI de khawarij, es decir, “desviados” de la fe, y en consecuencia, se volvió “lícito” derramar su sangre y combatirlos pasó a ser “una prioridad”.
En su última producción mediática, a pocos días del comienzo del escrutinio presidencial en Nigeria y en lengua hausa y árabe, la Provincia África Occidental de Estado Islámico arremetió contra los fundamentos de la democracia y de los procesos electorales en general y en Nigeria en particular. Algunos días más tarde, EI difundió fotos de sus yihadistas en Nigeria, en República Democrática del Congo (RDC) y en Mozambique mirando el video en cuestión. En diferentes lenguas locales se produjeron anachid (cantos religiosos o yihadistas sin instrumentos de música) y videos de propaganda. Y el semanario de EI Al-Nab’a empezó a dedicar varias de sus tapas a la actividad del grupo en África: en Somalia, Mozambique, RDC, Camerún, Nigeria, Chad, Libia, Mali, Burkina Faso y Benín. EI ya cometió ataques en Egipto, Argelia y Túnez. En Kenya y en Sudáfrica se detectaron y/o desarticularon flujos financieros en su beneficio. Pero fuera de Libia, las únicas aglomeraciones urbanas que cayeron durante un tiempo bajo el control de EI son Palma y Macimboa da Praia, en Mozambique. Así que todavía estamos muy lejos del modelo califal levantino, sinónimo de continuidad territorial y de control urbano.
Estos ejemplos distan de resumir la actividad de EI en el continente africano, pero demuestran que, por lo menos desde 2013, el grupo tiene una estrategia para su expansión en África. A pesar de la distancia y del elevado índice de mortalidad, su mando mantiene su autoridad sobre las filiales africanas y cultiva un interés constante por África, ahora epicentro de la actividad yihadista en el mundo.
El continente no es una vía de escape alternativa para EI, como a algunos les gusta repetir, sino un objetivo previo a su pérdida de territorio y está en línea con su dogma profético de “renovación de la umma”. Para algunos ideólogos de EI, en África se hace realidad la sunna (la ley) de istibdal, es decir, la noción que con frecuencia destacan los grupos yihadistas y que refiere al remplazo de los musulmanes que abandonaron su religión por otros que están dispuestos a defenderla.
1Fotos difundidas en las redes sociales dejaban ver a combatientes enmascarados de EI, frente a trincheras que habían obligado a cavar, disparando a quemarropa contra soldados iraquíes con las manos atadas. Se estima que la cantidad de víctimas varía entre 560 y 770. Leer “Irak: Estado Islámico efectuó nuevas ejecuciones en Tikrit” [en francés], Human Rights Watch, 2 de septiembre de 2014.