“Hace 90 días que no entiendo. Mueren y son mutiladas miles de personas, sumidas en un torrente de violencia que no se puede calificar de guerra, salvo por pereza”. En su carta de renuncia tras doce años de servicios buenos y leales, el periodista Raffaele Oriani, del suplemento semanal del periódico italiano La Repubblica, intenta protestar contra el modo en que su diario cubre la situación en Gaza. Oriani denuncia “la increíble circunspección de gran parte de la prensa europea, incluida La Repubblica… Hoy dos familias que fueron masacradas recién figuran en la última línea de la página 15”. Oriani también habla de “la escolta mediática” que hace posibles esas masacres.
Hubo un tiempo en que los medios occidentales no tenían este tipo de pudor. Nadie tenía reticencia para denunciar la invasión rusa y a nadie se le hubiera ocurrido hablar de “operación especial rusa”, salvo para mofarse. Hoy se impuso la expresión israelí de “guerra Israel-Hamas”, como si se enfrentaran dos partes iguales o como si las víctimas fueran principalmente soldados de las Brigadas Al-Qasam.
En los diarios, las fórmulas varían, pero Hamas es casi siempre designado como “organización terrorista” –recordemos que solo la Unión Europea y Estados Unidos lo consideran como tal–, lo que exonera por adelantado a Israel de todos sus crímenes. Frente al Mal absoluto, ¿no está todo permitido? Un periodista de CNN detalló las consignas de su redacción:
Las palabras “crimen de guerra” y “genocidio” son tabúes. Los bombardeos de Israel en Gaza son reportados como “explosiones” de las que nadie es responsable, hasta que el ejército israelí acepta o niega su responsabilidad en el hecho. Las citas y la información provistas por el ejército israelí y los representantes del gobierno suelen ser aprobadas rápidamente, mientras que las provenientes de los palestinos suelen ser examinadas atentamente y tratadas con precaución1.
“Según Hamas”
Sabemos que se sospecha de la cantidad de muertos que informa el Ministerio de Salud de Gaza, una cifra que hasta el día de hoy siempre va acompañada por la expresión “según Hamas” y que sin embargo parece inferior a la real. El trato reservado a los prisioneros palestinos, desnudos, humillados y torturados, es relativizado por la sospecha de pertenencia a Hamas y justifica el estado de excepción. Por el contrario, las fake news difundidas después del 7 de octubre sobre mujeres destripadas y bebés decapitados o quemados en hornos tuvieron mucho eco, porque habían sido ratificadas por responsables israelíes. Pero cuando la superchería quedó al descubierto, ninguna redacción creyó necesario hacer su mea culpa por haber contribuido a difundir la propaganda israelí. En Francia, el portavoz del ejército israelí tiene el micrófono abierto en los canales de información, y cuando un periodista decide hacer su trabajo e interrogarlo verdaderamente, recibe un llamado de atención de su dirección. Mientras tanto, las declaraciones de un racismo desvergonzado, que rozan la incitación al odio o a la violencia contra los críticos del ejército israelí, casi no son señaladas. Por no hablar de la sospecha que se cierne sobre los y las periodistas racizados y racizadas, culpables de “comunitarismo” cuando presentan una visión diferente de las cosas2.
Mientras Israel deniega el ingreso a Gaza a periodistas extranjeros –salvo a aquellos que eligen “embarcarse” en una visita guiada que muchos corresponsales aceptan sin la menor distancia crítica–, pocas son las voces de protesta que se alzaron contra esa prohibición. La profesión casi no se movilizó contra el asesinato de 109 periodistas palestinos, una cifra que excede la de cualquier otro conflicto reciente. Si los reporteros hubieran sido europeos, ¡qué no se habría dicho! Peor aún, en su balance anual publicado el 15 de diciembre de 2023, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) habla de “17 periodistas [palestinos] muertos en el ejercicio de su función”, información de la que se hicieron eco varios medios franceses. La formulación escandaliza por su indecencia, sobre todo cuando es sabido que apuntar voluntariamente contra los periodistas es una práctica corriente del ejército israelí, en Gaza y en Cisjordania, como nos recuerda el asesinato de la periodista Shireen Abu Akleh. El domingo 7 de enero, murieron otros dos colegas palestinos tras un ataque de un misil israelí dirigido contra su automóvil, en el oeste de Jan Yunis. Una de las víctimas es el hijo de Wael Dahdouh, el jefe de la oficina del canal de noticias Al Jazeera en Gaza. La mitad de la familia de Dahdouh fue diezmada por el ejército israelí, y también mataron a su camarógrafo.
Pero a esos periodistas les debemos la mayoría de las imágenes que nos llegan. Y aunque algunos de ellos ya hayan trabajado como “fixer” para periodistas franceses, son a priori sospechosos porque son palestinos. Mientras tanto, sus colegas israelíes, que (salvo algunas excepciones, como la revista +972 y algunos periodistas de Haaretz) se hacen eco de los elementos discursivos del ejército israelí, son recibidos con reverencia.
La limpieza étnica, una opción como cualquier otra
Esta semana hemos visto debates surrealistas. ¿Realmente se puede discutir de manera serena, calma y “normal”, en un estudio de radio o de televisión, acerca de las propuestas de desplazamiento de la población palestina hacia el Congo, Ruanda o Europa, sin recalcar que son crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad?
Según Naciones Unidas, la Franja de Gaza se convirtió en un “lugar de muerte, inhabitable”. Cada día se acumula información sobre los muertos (más de 23.000), los heridos (más de 58.000), las estructuras médicas bombardeadas, las ejecuciones sumarias, las torturas a gran escala3, las escuelas y universidades pulverizadas, los domicilios destruidos. A tal punto que, para designar la destrucción sistemática de las viviendas, se ha creado un nuevo término, “domicidio”. Todos estos crímenes pocas veces son motivo de investigaciones periodísticas. Sin embargo, el memorándum presentado por Sudáfrica el 29 de diciembre de 2023 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya4 contiene material suficiente para que los medios publicaran decenas de exclusivas. Así, ayudarían a darles a las víctimas (no solamente a las del 7 de octubre) un rostro, un nombre, una identidad. Presionarían a Israel y a Estados Unidos, que le vende armas sin titubear, y también pondrían a los otros países occidentales –Francia en particular– frente a sus responsabilidades, y para eso no basta con lanzar un paracaídas con algunos víveres sobre una población agonizante ni con expresar su “preocupación” en un comunicado.
Por primera vez se desarrolla un genocidio en directo, literalmente en live stream en algunos canales de información panárabes o en las redes sociales, algo que no sucedió con Ruanda ni con Srebrenica. Ante esto, es desconcertante la facilidad con la que esta masacre deja poco a poco los grandes titulares de los diarios y la apertura de los noticieros televisivos en nuestros países, para quedar relegada como información secundaria. Sin embargo, así como deben hacerlo los Estados signatarios de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, los periodistas tienen la responsabilidad moral de movilizarse para detener este crimen en curso.
Para no volverse cómplice del genocidio, Francia puede contribuir a detenerlo: suspender la cooperación militar con Israel, sancionar a los franceses que participan en los crímenes en Gaza, suspender el derecho de ingreso de los colonos a nuestro país e incluso suspender la importación de mercaderías israelíes, que en algunos casos provienen de las colonias y, por lo tanto, son comercializadas contraviniendo las decisiones europeas. A fines de diciembre, luego de un ataque ruso sobre ciudades ucranianas que dejó un saldo de treinta muertos, el gobierno norteamericano condenó “esos bombardeos pavorosos”, mientras que Francia denunció “la estrategia de terror rusa”. El periódico Le Monde le dedicó un titular a “la campaña de terror rusa”. ¿Cuánto tiempo más se tardará en calificar de terrorismo a la guerra de Israel contra Gaza?
1“Cnn Runs Gaza Coverage Past Jerusalem Team Operating Under Shadow of Idf Censor”, The Intercept, Daniel Boguslaw, 4 de enero de 2024.
2Nassira Al-Moaddem, “TV5 Monde : « l’affaire Kaci » secoue la rédaction”, Arrêt sur image, 30 de noviembre de 2023.
3Leer la investigación de la revista israelí +972, Yuval Abraham, « Inside Israel’s torture camp for Gaza detainees ».