Las marchas impresionan por su magnitud, su duración y la determinación de aquellas y aquellos que participan en ellas. La consigna es clara y unificadora: detener la reforma constitucional prometida por la coalición de extrema derecha supremacista judía que ostenta el poder en Israel. En el movimiento participan oficiales y soldados. Centenas de reservistas de la fuerza aérea anunciaron que dejarían de participar en los períodos de entrenamiento que hasta ahora venían haciendo regularmente. Veteranos de los servicios de seguridad interior (Shin Beth) se manifestaron frente a la residencia de uno de sus exjefes, el ministro de Agricultura, Avi Dichter. A las protestas se sumaron miembros de los comandos de élite del ejército israelí (Sayeret Matkal). Hasta los trabajadores de las industrias informáticas, en las que Israel se destaca, condenaron las reformas en curso. Así que la noche del 26 de marzo, Benjamín Netanyahu se vio forzado a suspender sus reformas judiciales, aunque le concedió al ministro fascista Itamar Ben Gvir el derecho de crear una milicia bajo sus órdenes. Pero por el momento, el movimiento continúa.
LOS QUE MATAN SIN QUE LES TIEMBLE EL PULSO
¿Cómo no alegrarse de lo sucedido? Sin embargo, el que tome un poco de distancia se sorprenderá ante la ceguera del movimiento y su rechazo a ver las causas de la deriva autoritaria en marcha, que no comenzó con el gobierno de Benjamín Netanyahu. ¿O acaso los pilotos que protestan no son los mismos que bombardean Gaza sin que les tiemble el pulso? Y en cuanto a los reclutas de la unidad de élite Sayeret Maktal, se han destacado antes que nada por el asesinato de directivos palestinos en el exterior, como los tres dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Beirut, en 1972, o el del número dos del movimiento, Abu Jihad (Khalil al-Wazir), en Túnez, en 1988. El Shin Beth, por su parte, se dedica desde hace décadas a cazar militantes palestinos en los territorios ocupados y a “neutralizarlos” y, al igual que el ejército, encubre pogromos, como el que tuvo lugar en Huwara. ¿Y qué decir de los trabajadores de las industrias de alta tecnología, que afinaron los instrumentos de control de los palestinos antes de exportarlos para ayudar a las dictaduras de todo el mundo?
Si mañana la reforma fuera rechazada definitivamente, todos ellos se alegrarían de seguir “haciendo su deber”, y hasta podríamos pensar que la inmensa mayoría seguiría haciéndolo aun cuando Netanyahu impusiera sus medidas. Y con respecto a la Corte Suprema, cabe recordar que, si bien es una garantía para la mayoría judía, en gran parte de los casos se ha colocado del lado de las autoridades en lo relativo a la colonización y los derechos de los palestinos.
“QUÉ DESGRACIA PARA UN PUEBLO TENER POR SIERVO A OTRO PUEBLO”
Reflexionando en torno a la opresión de Irlanda por parte de Gran Bretaña y sobre el hecho de que la clase obrera británica hubiera caído en el chauvinismo, Karl Marx escribió: “Qué desgracia para un pueblo tener por siervo a otro pueblo”. Marx advertía que la liberación de los obreros británicos recién sería posible cuando Irlanda fuera libre e independiente. Lo que no ve la gran mayoría de los israelíes que se manifiestan –y esta ceguera también sorprende a los gobiernos de Estados Unidos y de Europa¬– es que la deriva actual es simplemente la consecuencia lógica de décadas de ocupación, de expoliación, de negación de los palestinos. Pero por primera vez, esta deriva autoritaria se vuelve contra los israelíes judíos. Es lo que ocurrió durante la guerra de independencia del pueblo argelino: podemos imaginar fácilmente lo que sería actualmente Francia si el ejército hubiera aplastado al Frente de Liberación Nacional (FLN) y si la Organización del Ejército Secreto (OAS) hubiera tomado el poder en colusión con el ejército.
Es cierto que un sector muy minoritario del movimiento en Israel se opone a la ocupación y enarbola la bandera palestina, a pesar de que está prohibido no solo por las autoridades, sino también por la mayoría de los manifestantes. Mientras un solo Estado domine en la práctica todo el territorio que se extiende del mar Mediterráneo hasta el Jordán e imponga allí su ley –ilegal según el derecho internacional–, es imposible soñar con una democracia solo para los judíos, una democracia que excluya a la mitad de la población y que en la realidad es sinónimo de aparheid, como ahora reconocen cantidad de organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Una vez más, el que mejor captó la naturaleza del movimiento que se está desarrollando es el editorialista Gideon Levy, del periódico Haaretz (23 de marzo de 2023). Dirigiéndose a sus conciudadanos, los exhorta: Sigan protestando fervorosamente, hagan todo lo que puedan para hacer caer a este gobierno malvado, pero no pronuncien el nombre de la democracia en vano. Ustedes no luchan por la democracia. Ustedes luchan por lo que consideran un mejor gobierno. Es importante, es legítimo y es impresionante. Pero si fueran demócratas, estarían luchando por un Estado democrático, algo que Israel no es, y que ustedes tampoco son.