La carrera por los proyectos de energía nuclear en Oriente Próximo arrancó en 2011, tras el anuncio de la interconexión de la central nuclear iraní de Bushehr con la empresa de electricidad local. En 2018, Arabia Saudita anunció un plan de construcción de 16 reactores de energía nuclear para 2040, mientras que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) ya disponen de 4 reactores, según los últimos datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El reactor de la primera central de Barakah, en Abu Dabi, alcanzó a comienzos de 2021 el 100% de su capacidad de producción, con una potencia de 1.400 megavatios, lo que lo convierte en la mayor fuente única de producción de energía eléctrica en los EAU. Otros países de la región como Egipto, Turquía y Jordania también trabajan en el desarrollo de la energía nuclear para satisfacer sus necesidades energéticas.
Para la mayoría de los productores de petróleo y de gas de la región, la seguridad energética es un asunto primordial. Los países del Golfo en particular empiezan a adherir a la era pospetróleo para limitar su dependencia de los combustibles fósiles –tal es el caso principalmente de Arabia Saudita y de los EAU– y subsanar también el problema de la falta de agua por medio de la desalinización. En el caso de Jordania y Egipto, lo que provoca el alza de la demanda energética es su crecimiento demográfico. Sin embargo, todas estas cuestiones no pueden pasar por alto la lógica securitaria de los programas nucleares en Oriente Próximo frente al programa militar iraní. Para algunos países, de hecho, la elección de la energía nuclear es un arma preventiva ante los potenciales cambios geoestratégicos de la región.
Equilibrar el terror con Irán
En marzo de 2022, durante su participación en la sesión del Consejo de Gobernadores del OIEA en Viena, Arabia Saudita anunció el lanzamiento de una sociedad de inversión que le permitiría participar en proyectos económicos vinculados a la energía nuclear, tanto a escala local como internacional.
Esta iniciativa se inscribe en el marco de su competencia con Irán, que viene de larga data. El rey Abdalá (1924-2015) ya había declarado que si Irán desarrollaba el arma nuclear, cada país de la región haría lo mismo, incluida Arabia Saudita. En marzo de 2018, durante una entrevista con el canal estadounidense CBS, el príncipe heredero Mohammed bin Salmán adoptó ese mismo enfoque y afirmó que “si Irán desarrolla una bomba nuclear, nosotros haremos lo mismo de inmediato”. El país adoptó un giro en este sentido luego del acuerdo nuclear iraní de 2015.
Según un artículo del Wall Street Journal1 de agosto de 2020 que cita sin nombrar a dirigentes occidentales, el reino construyó con ayuda de China una instalación en la región de Al-Ula, en el noroeste del país, para producir “yellow cake” (torta amarilla)2. La información finalmente fue confirmada en enero de 2022 por el ministro de Energía, Abdulaziz bin Salman, quien en sus declaraciones insistió en el hecho de que Riad dispone de “una cantidad importante de recursos de uranio” y que pretende explotarlos.
Por otra parte, las imágenes satelitales revelan que el reino pronto terminará la construcción de su primer reactor. Hasta ahora, Riad se negó a autorizar inspecciones de la OIEA en sus infraestructuras, porque goza de un acuerdo de cooperación con el organismo que no menciona operaciones de inspección mientras la producción no supere pequeñas cantidades. Por otro lado, el país firmó en 1988 el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Por ahora, Arabia Saudita aspira a jugar un papel de pionera en la utilización de energía nuclear con fines pacíficos, sobre todo gracias a sus grandes reservas de uranio. También ambiciona crear toda una cadena industrial que incluye la explotación minera, el enriquecimiento de uranio, la producción de energía y la desalinización. Según la Visión 2030 del príncipe heredero, la explotación del uranio se realiza gracias a la cooperación con China, pero también con Hungría y Kazajistán.
Una cercanía con Pekín que disgusta a Washington
El programa nuclear saudí revela la importancia de la cooperación entre China y Arabia Saudita y confirma la distancia que en este asunto Riad ha tomado de Estados Unidos, a pesar de que se trata de su aliado militar tradicional. Esta decisión se explica por las divergencias continuas entre ambos países, sobre todo en torno al acuerdo nuclear iraní y a la política a seguir en Oriente Próximo.
Esta cooperación energética con Pekín llega relativamente tarde, pero se convirtió en la piedra angular de la asociación estratégica global entre ambos países, sobre todo tras el descubrimiento de uranio y torio por parte de China en territorio saudí. Por otra parte, la empresa nacional nuclear china firmó varios acuerdos de cooperación y de coordinación de alto nivel con varias instituciones gubernamentales saudíes, como la Ciudad Rey Abdulaziz para la Ciencia y la Tecnología y la Ciudad Rey Abdalá para la Energía Atómica y Renovable. En 2016, durante la visita del presidente chino Xi Jinping a Arabia Saudita, el presidente del grupo chino de ingeniería nuclear firmó un protocolo de entendimiento con el presidente de la Ciudad Rey Abdalá para la Energía Atómica y Renovable orientado a la construcción de un reactor de alta temperatura refrigerado por gas. Al año siguiente, el reino le encargó a la empresa nuclear nacional china la exploración de nueve sitios que contendrían uranio.
En 2018, un convoy saudí viajó a China para visitar el sitio de un proyecto de energía nuclear en la ciudad de Fuqing, en la región del Fujian (sudeste), y dialogó en torno a las tecnologías y los trabajos de ingeniería en el reactor Hualong-1, que opera asistido por tecnología de cuarta generación. China es uno de los pocos países que maneja esa tecnología, pero decidió ofrecerla solamente a los países asociados a la iniciativa Belt and Road (ruta de la seda) que Washington quiere sabotear a escala mundial.
Presiones demográficas y desafíos ambientales
Para los Emiratos, la principal motivación para desarrollar energía nuclear es la capacidad de producir energía limpia. En 2009, la Emirates Nuclear Energy Corporation (ENEC) atribuyó a Korea Electric Power Company una oferta de 20.000 millones de dólares para la construcción de la central nuclear de Barakah. Esta central de cuatro reactores es una de las inversiones más importantes del mundo en el campo de la energía nuclear y representa el primer programa nuclear pacífico en Oriente Próximo. El mismo año, los EAU y Estados Unidos sellaron un acuerdo bilateral de cooperación nuclear. A nivel regional, la federación se impuso como un modelo en el ámbito nuclear gracias a su cumplimiento de las normas internacionales de seguridad en materia de no proliferación. Su cooperación con Estados Unidos es una garantía “de oro” en este asunto. En los EAU las industrias y la población siguen creciendo, de modo que la demanda de electricidad aumenta a una tasa anual del 7 al 10 por ciento. Actualmente, los combustibles fósiles proveen casi la totalidad de las necesidades energéticas del país. Así, en su primera estrategia energética nacional, Abu Dabi anunció su intención de volcarse a las energías limpias, ya sea para utilizarlas a nivel local o para distribuirlas al exterior y alcanzar el 50% en una mezcla energética donde la energía nuclear contribuirá con el 6% para el año 2050. El resto (44%) estará compuesto por diversas fuentes de energía renovable –energía solar, eólica, etc.–, mientras se prevé una reducción del 70 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono.
Sin embargo, el acuerdo con Estados Unidos no impidió que los EAU se acercaran a China. En 2018, la federación fue la primera parada del presidente chino Xi Jinping durante su primera gira al exterior tras su reelección a la presidencia de la República Popular. En esa oportunidad, ambas partes anunciaron una asociación estratégica global. Los organismos de energía nuclear de ambos países firmaron un protocolo de acuerdo para establecer un modelo de desarrollo sustentable que incluía una cooperación industrial y económica. Según esta alianza, la Chinese National Nuclear Corporation y las empresas de los EAU trabajarán para la implementación de una cooperación en el campo de la producción energética.
Sin embargo, la cooperación se ve dificultada por algunos factores que impiden su desarrollo. Dubái funcionó como base de operaciones para la red de contrabando dirigida por el científico nuclear pakistaní Abdul Qadir Khan. La estructura federal de los EAU hace que sea más difícil controlar los bienes de doble uso, porque cada emirato tiene leyes diferentes que atentan contra la coordinación. Además, desde el inicio de la guerra en Yemen en 2014, los Emiratos han sufrido varios ataques de los hutís en su territorio contra sus sitios nucleares, de modo que decidieron suspender la construcción de nuevas instalaciones nucleares que podrían ser blanco de ataques militares de los hutís. Y Corea del Sur acaba de firmar un acuerdo para construir cuatro unidades nucleares en los EAU, mientras que otros países como Estados Unidos, Rusia y Francia se disputan los contratos nucleares, dejando una cuota de mercado cada vez menor para China.
Un costo prohibitivo
La presión demográfica también desempeña un papel importante en Egipto, donde la población supera los 100 millones de habitantes, lo que vuelve más urgente la necesidad de tener reactores nucleares para producir energía, sobre todo porque las reservas de petróleo son escasas y los inmensos yacimientos de gas de alta mar descubiertos recientemente no resultan suficientes para cubrir el consumo del país. Para producir electricidad y desalinizar el agua se ha previsto la construcción de nuevos reactores cuyos estudios de viabilidad son realizados por empresas surcoreanas, chinas y rusas.
Egipto había lanzado una licitación en 1983 para construir un reactor en El-Dabaa, en el oeste de Alejandría, pero el programa fue postergado tras la catástrofe de Chernóbil, en 1986. En 2015, el presidente Abdel Fattah al-Sisi logró firmar un contrato con la Agencia Federal de Energía Atómica Rosatom para construir una central de cuatro reactores que tendrán una capacidad de 1.200 megavatios cada uno y estarán a cargo de la empresa rusa durante 60 años. La empresa suministrará el combustible para la planta. El combustible nuclear utilizado, por su parte, será enviado a Rusia, donde será reutilizado. El acuerdo también incluye el establecimiento de normas de seguridad y la provisión de conocimiento, así como la creación de fábricas para producir repuestos para la central nuclear. El costo del proyecto se estima en unos 32.000 millones de dólares (29.500 millones de euros), financiados en su mayor parte por Rusia a través de un préstamo de 25.000 millones de dólares (23.000 millones de euros) que comenzará a ser cancelado a partir de 2029 a lo largo de 22 años.
Aunque los costos de construcción de las centrales nucleares disminuyeron y el ciclo de construcción se redujo de un promedio de 14-20 años a 6-7 años, los proyectos nucleares y de energías renovables siguen exigiendo una fuerte intensidad de capital. Excepto algunos países ricos en recursos como Irán, Arabia Saudita y los EAU, otros países como Egipto y Jordania podrían tener dificultades para recaudar fondos suficientes para desarrollar la energía nuclear civil.
El costo no es el único obstáculo para El Cairo. Los riesgos de seguridad y de proliferación asociados a la energía nuclear son reales. La reducción de los riesgos requerirá importantes inversiones en tecnología, así como educación, capacitación e instituciones de regulación. Dadas las condiciones políticas actuales y la guerra en Ucrania, el futuro del proyecto nuclear de El-Dabaa es completamente incierto. Egipto es un líder regional en el ámbito nuclear, y sus ambiciones de desarrollar un programa nuclear se remontan a 1954. Aunque en ese entonces las intenciones militares de El Cairo –sobre todo en el contexto de su lucha contra Israel– generaban preocupación, hoy ese temor ya no existe, principalmente porque el país ratificó en 1981 el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares. Desde entonces, Egipto pide explícitamente que adhirieran a él todos los países de la región, en particular Israel. En 1990, Egipto lanzó una iniciativa destinada a crear una zona exenta de armas nucleares en Oriente Próximo que apuntaba en gran medida contra el programa de armamento israelí.
Israel y sus ambiciones regionales
Israel siempre manifestó su interés por la energía nuclear. De hecho, desde hace 40 años considera la energía nuclear como un objetivo de su planificación energética, aunque todavía no la incorporó de manera estructural, a pesar de la decisión del gobierno israelí en la década de 1970 de preparar y garantizar la producción de electricidad a partir de reactores nucleares. Actualmente Israel prevé construir una central nuclear compuesta de dos unidades, con una capacidad de producción de entre 1.200 y 1.500 megavatios. Israel se considera como una “isla energética”, ya que no está conectado a ninguno de sus vecinos y debe importar todas sus fuentes de energía, lo que le permite producir aproximadamente 13.000 megavatios de electricidad, una cifra que se duplicó en 2020. Sin un programa nacional de energía nuclear, Israel deberá seguir dependiendo de las importaciones de energía o buscar métodos alternativos para obtener energía nuclear, como la cooperación regional.
La situación energética de Israel lo mueve a privilegiar un acuerdo nuclear regional a largo plazo en el que deberá mostrar cada vez más transparencia en sus actividades nucleares a cambio de una cooperación en proyectos energéticos con sus vecinos árabes, en particular con los países del Golfo, como sucede actualmente con otras infraestructuras, como la conexión de los cables de internet con Arabia Saudita. Tel Aviv aspira a que el establecimiento de lazos y de redes con los países árabes vecinos sea una de las etapas de su llamado proyecto de paz en la región y abra la puerta a una mayor cooperación tecnológica en el campo de la energía.
Israel anunció por otra parte que no adheriría al Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares hasta tanto no firme acuerdos de paz con los países que actualmente se niegan a reconocer su existencia o amenazan con destruirla. Y sigue disponiendo de un reactor nuclear de agua pesada de 70 megavatios en el complejo del centro de investigación de Dimona, construido con ayuda de Francia y no sujeto al control del OIEA. Pero según expertos internacionales, agencias de inteligencia extranjeras y revelaciones de un extécnico en 1986, Israel produce efectivamente armas nucleares. Es poco probable que reduzca estas actividades, incluso después de la firma de los Acuerdos de Abraham, ya que comparte con algunas capitales árabes una actitud hostil a la desescalada debido a la actividad nuclear de Irán.
Una región de riesgo
El temor de algunos países de Oriente Próximo como Arabia Saudita y los EAU a sufrir atentados en su propio territorio limita la expansión de la energía nuclear. Esto plantea en primer lugar la cuestión de la protección nuclear, es decir, las medidas rápidas de prevención y de detección para reaccionar ante actos malignos, como robos, sabotajes, detenciones no autorizadas y transferencias ilegales. Pero también está la cuestión de la seguridad, es decir, garantizar el funcionamiento de las instalaciones nucleares, prevenir accidentes o reducir las consecuencias de los accidentes. El temor de los países de Oriente Próximo a poner materiales nucleares a disposición de las organizaciones terroristas atenta contra su deseo de desarrollar la energía nuclear civil. Los EAU, Turquía, Arabia Saudita, Egipto y Jordania obtienen la mayor parte de los materiales nucleares para los programas en curso abasteciéndose de países extranjeros, lo cual plantea el problema de la dependencia de suministros.
Además, la región está sometida a frecuentes terremotos (en particular Irán y Turquía), a temperaturas elevadas, a frecuentes ataques terroristas y a feroces disputas geopolíticas. En 2013, cuando Irán sufrió un terremoto de magnitud 7,7, la catástrofe provocó fisuras en el hormigón de la central nuclear de Bushehr. Cualquier fuga nuclear en la región del Golfo también implicaría un desafío importante para estos países, que dependen de la desalinización del agua de mar. Por último, como el desarrollo de la energía nuclear ha sido relativamente tardío, el entorno científico de la región padece una penuria de profesionales que además se suma al retraso en el desarrollo de las tecnologías conexas.