Maati Monjib. “En Marruecos, la corrupción está por todas partes”

Entrevista con el historiador franco-marroquí Maati Monjib, que, luego de tres días de huelga de hambre, amenaza con reanudarla para protestar porque le prohibieron salir del territorio marroquí para asistir a un coloquio organizado por la universidad Sorbona.

A middle-aged man with glasses and a slight smile, standing against a blurred background.
Washington, DC, 19 de abril de 2017. Maâti Monjib en los Premios a la Libertad de Expresión 2017.
Elina Kansikas for Index on Censorship / Flickr

Con una voz disminuida por la huelga de hambre que inició el 3 de abril, cuando en el aeropuerto de Rabat le prohibieron salir del territorio para cumplir con una invitación de la universidad París I Sorbona, Maati Monjib relata el calvario político y judicial que padece desde hace más de cinco años. ¿Su error? Es una de las voces de la izquierda marroquí que piden una verdadera reforma del régimen monárquico. Monjib, un renombrado historiador franco-marroquí de 63 años, fue indultado en julio de 2024 junto a varios periodistas y militantes de las controvertidas acciones judiciales (en particular por “lavado de dinero”) que pesaban en su contra. Pero en su caso, la decisión real no tuvo efecto. La suspensión de la Universidad de Rabat, donde enseñaba historia política contemporánea de Marruecos, no fue anulada, y sus bienes, incluidos su automóvil y su cuenta bancaria, están congelados. Además, el debilitamiento del estado de salud del rey parece haber fortalecido y ampliado el margen de maniobra de los servicios de seguridad de su entorno, como Fouad Ali El Himma (consejero y amigo de la infancia del monarca), Abdellatif Hammouchi (director de la policía política) y, en menor medida, Yassine Mansouri, jefe de la Dirección General de Estudios y de Documentación (DGED), equivalente a la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) francesa.

Omar Brouksy. — ¿Qué sucedió cuando intentó salir de Marruecos, el jueves 3 de abril?

Maati Monjib.— Llegué al aeropuerto de Rabat-Salé cerca de las 11 de la mañana. Debo decir que al comienzo me puse nervioso porque vi dos “rostros familiares”. Yo los conozco y ellos me conocen desde hace unos años. Sin embargo, me dieron la tarjeta de embarque enseguida. Eso me dio esperanzas. Pero en el momento en que me dirigía hacia la casilla de policía para que me sellaran el pasaporte, advierto la presencia de otro “rostro conocido”. El corazón, debilitado por la arritmia, me empezó a latir más fuerte.

“Usted está en la computadora”

Le presento mi pasaporte a una policía muy elegante, protegida por un cristal grueso pero transparente. Ella verifica varias veces mi documento. Al pasarlo una y otra vez por una máquina electrónica, me dice: “No hay nada que hacer, señor. No puede pasar. Tiene prohibición de salir del territorio”. Le solicito consultar a su superior. A los pocos segundos llega un oficial de civil. Le explico que una prohibición legal para salir del territorio no puede exceder un año. Él me responde: “Lo sé, pero usted está en la computadora”. Le respondo: “¿Y entonces?”. Mi pregunta quedó sin respuesta.

Luego me encontré con amigos defensores de los derechos humanos en el café del aeropuerto. Habían venido por solidaridad. Entre ellos estaba Khadija Ryadi, una verdadera soldado de las libertades en Marruecos y ganadora del premio de los Derechos Humanos de Naciones Unidas en 2013. Les anuncié, con la voz debilitada por la bronca, el inicio inmediato de una huelga de hambre de tres días.

O.B. ¿Por qué decidió iniciar una huelga de hambre, con una salud tan frágil? Usted tiene problemas cardíacos y es diabético…

M.M. Soy pacífico por naturaleza y siempre utilicé métodos pacíficos: sufrir para hacerse oír. Ya empleé todos los recursos judiciales y políticos a mi disposición. A los pocos poderosos del reino –excepto el rey– los contactaron amigos en común. No pasó nada. Siempre los mismos reproches, que puedo resumir así: “El Sr. Monjib quiere reunir a los islamistas y los izquierdistas de toda laya para derribar a la monarquía. Sueña. Pero su sueño es peligroso. Es un ‘fattan’ (instigador de la guerra civil). Además, es prácticamente el único marroquí que demuestra irreverencia hacia los símbolos de la monarquía…”. Si mantienen la prohibición, reanudaría la huelga.

Por una monarquía constitucional

O.B. ¿Qué les responde usted?

M.M. Yo empiezo por su último argumento. Milito pacíficamente, con mi palabra y mis escritos, desde siempre, en pos de un verdadero régimen parlamentario que proteja las libertades y los derechos de los ciudadanos. En ese régimen, el rey reina sin gobernar. Es la única forma de conciliar monarquía y democracia. Si no, predominan el despotismo, la renta y la corrupción. Observe que hace algunas semanas, el jefe del gobierno, Aziz Akhannouch, se convirtió al mismo tiempo en sujeto y director de escena de un grotesco escándalo de conflicto de intereses en relación con la gran estación de desalinización en Casablanca: su holding familiar ganó la licitación en el contexto de una asociación público-privada. Además, como jefe del gobierno, subsidiará ese proyecto, su propio proyecto, en el marco de la carta de inversión. ¿Usted se da cuenta? Un jefe de gobierno firma consigo mismo un gigantesco convenio de inversión estratégica y se otorga un subsidio de varios miles de millones, so pretexto de que no dirige personalmente su holding. Nadie lo creería, ni siquiera en una película de ciencia ficción.

Por no hablar del otro conflicto de interés y sospechas de delito de abuso de información privilegiada en la causa del yacimiento de gas en Tendrara (región oriental). Esos escándalos fueron motivo de una investigación del periodista independiente Youssef El Hirech. Consecuencia: el año pasado lo condenaron a dieciocho meses de prisión firme.

En Marruecos, la corrupción está por todas partes. Afecta incluso a la clase media. La salud y la educación se ven profundamente perjudicadas, con un deterioro avanzado. Un bachiller de nivel medio tiene dificultades para escribir correctamente una carta manuscrita para solicitar trabajo. Observe también que los principales responsables de las instituciones de gobierno, cuando intentan hacer su trabajo, son destituidos, humillados u obligados a renunciar. El último ejemplo data del mes de marzo: Bachir Rachidi, a quien el rey despidió de la dirección de la instancia de lucha contra la corrupción. Antes de él, fue el turno de Driss Guerraoui, un gran economista, honesto, exdirector del Consejo de la Competencia. ¿Su falta? Había demostrado, respaldado con documentos oficiales, que los grandes distribuidores de combustibles, incluso el que pertenece al holding del jefe del gobierno, acordaban ilegalmente, casi a la vista de todos, el precio del combustible. Querían evitar la caída significativa de los subsidios estatales a ese sector, una decisión tomada por la presión de la calle, tras la Primavera Árabe. El gobierno Akhannouch está a punto de liquidar las pocas “conquistas” de la Primavera marroquí.

O.B. ¿Sus bienes siguen estando congelados por las autoridades marroquíes?

M.M. Sí, me congelaron la cuenta bancaria y no tengo derecho a vender mi automóvil ni mi propiedad desde hace más de cuatro años. Es totalmente ilegal, por eso la “justicia” no nos otorga ningún documento escrito, ni a mis abogados ni a mí, que deje constancia de que mis bienes fueron embargados. Dada la experiencia traumática de la Primavera árabe, los jueces no quieren dejar rastros molestos. Estas restricciones y medidas de vigilancia judicial son fallos que deben ser expedidos y pronunciados oralmente, y la defensa debe recibir una copia firmada si lo solicita. En mi caso, no respetan nada de eso. Mis abogados hasta tienen prohibido fotocopiar mi expediente. ¿Cómo van a preparar mi defensa? Mis amigos me dicen en broma que no tienen necesidad de defenderme. De hecho, desde 2021 mi causa está en punto muerto. La última convocatoria a comparecer ante el juez de instrucción que recibí data del 27 de enero de 2021.

O.B. ¿Cuál es su situación en la universidad? ¿El indulto real modificó en algo su situación judicial?

M.M. Todavía rige la suspensión de mi trabajo como profesor de historia en la Universidad Mohammed V de Rabat. No me reincorporaron, mientras que la gracia real implica el restablecimiento de todos mis derechos como profesor e investigador, e indica explícitamente el número de expediente judicial correspondiente. En realidad, tengo varias causas judiciales en suspenso… Esto forma parte de su estrategia de presión en todos los niveles para cansar a los que llaman “disidentes” en privado y “delincuentes” en su prensa difamatoria.

Presión máxima sobre la sociedad

O.B. ¿Cómo explicar este ensañamiento contra usted?

M.M. Este empecinamiento contra mí y otros críticos del régimen como Fouad Abdelmoumni, Omar Radi, Suleimán Raisuni y la poetisa Saida al Alami forma parte de lo que llamo la “economía de la represión”. Creada por la policía política, consiste en realizar dos objetivos difícilmente conciliables, aunque con un éxito relativo: ejercer un máximo control social por medio de una represión cualitativamente mínima. Por ejemplo, encarcelar la menor cantidad posible de personas ejerciendo la máxima presión sobre la sociedad: numerosas acciones judiciales, presiones sobre la familia y el entorno más cercano, difamación (en mi caso, esta abyecta herramienta de “gobernanza” a la marroquí a veces se tradujo en varios centenares de artículos de denigración por mes, igual que en el caso de O. Radi), despido abusivo de los activistas o de miembros de su familia… ¿Por qué tanto ingenio para la maldad? Simplemente para mantener una buena imagen del “país más lindo del mundo” en el exterior mientras diseminan un clima deletéreo de temor, sospecha y delación en el interior. Poco a poco se instaló un ambiente egoísta de sálvese quien pueda. Lejos quedó la época en la que se cantaban a viva voz las consignas revolucionarias del Movimiento del 20 de Febrero de 2011. Hoy, si te pones a hablar de política en un autobús, la gente se te aleja. Es decir, el temor reina en todas partes en Marruecos.

El caso de Boualem Sansal

O.B. ¿El deterioro del estado de salud del rey fortalece el poder de los servicios de seguridad de su entorno?

M.M. Sí, desde luego. Su entorno controla casi la totalidad del circuito de reparto del poder. También monopoliza el control de la información estratégica.

O.B. ¿Cómo explica el hecho de que Boualem Sansal, el escritor franco-argelino conocido por su cercanía con la extrema derecha racista en Francia, sea respaldado por toda la elite política y mediática francesa, y usted no?

M.M. La respuesta es simple: soy de izquierda, Sansal es de extrema derecha. En los últimos años hubo un deslizamiento masivo de la sociedad francesa hacia la extrema derecha. Y eso explica la diferencia en el tratamiento de los casos Sansal y Monjib. Sin embargo, nunca hay que encarcelar a un escritor por sus escritos o sus declaraciones. Así que estoy a favor de la liberación de Sansal.

O.B. Su caso no es único. En Marruecos hay otros presos políticos. ¿Cómo explica la persistencia de este fenómeno?

M.M. En Marruecos decimos “Drablekbirykhafsghir” (golpea al grande, los pequeños tendrán temor). Por eso sigue habiendo otras personas emblemáticas en prisión, como el gran abogado y exministro de Derechos Humanos Mohamed Zian. También cabe mencionar a líderes conocidos del Movimiento Popular del Rif, como Nasser Zefzafi, Nabil Ahamjik y Mohamed Jelloul, y tres otros detenidos desde hace ocho años. Después de algunos días o meses de detención liberaron a centenares de manifestantes menos conocidos. Es bastante banal como estratagema de control: mostrar los músculos para no utilizarlos tanto.