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Marruecos. Gobernanza a la deriva en medio de una tormenta social

Como los otros países del Magreb, Marruecos atraviesa una grave crisis económica y social. A eso se le suma una gobernanza inestable, marcada por la omnipresencia del rey y por su ausencia.

Rabat, Palacio Real, 13 de julio de 2022. El rey Mohamed VI preside un consejo de ministros acompañado de su hijo el príncipe Moulay Hassan
Palais royal du Maroc/AFP

El 27 de septiembre de 2022, la ciudad de Alcazarquivir, en el norte de Marruecos, fue sacudida por el fallecimiento de 19 jóvenes (y otros 10 hospitalizados) tras consumir alcohol adulterado, una mezcla explosiva de aguardiente (mahia) y de metanol que le compraron el mismo día a un guerrab, un vendedor clandestino. Este drama dice mucho sobre la realidad socioeconómica de todo el país: ausencia de proyección de los jóvenes, marginación de las pequeñas ciudades, y sobre todo, desigualdades sociales que no dejan de crecer.

El aumento del precio de los combustibles debido a la guerra en Ucrania ocurre en un contexto marcado por una sequía excepcional, la peor de los últimos cuarenta años: las represas solo tienen una tasa de llenado del 27%, lo que coloca a Marruecos en “situación de estrés hídrico estructural”, según el Banco Mundial. Así, cerca del 40% de la población empleada en el sector agrícola, que representa el 14% del PIB, se ve impactada directamente por la sequía.

Un déficit comercial abismal

Por otra parte, las últimas cifras oficiales de la balanza comercial registran, para los primeros siete meses de 2022, un déficit en alza de más de 17.000 millones de euros, a pesar de un aumento del 40% de las exportaciones (fosfatos y derivados, textiles y cuero, agricultura/industria agroalimentaria, automotriz, etc.). El déficit comercial se explica mayormente por el aumento (duplicado) de la factura energética en un país marcado por un crecimiento débil, un alza de la inflación y desigualdades cuyas consecuencias, en términos de estabilidad social, siguen siendo a la vez imprevisibles y constantes. Para limitar los riesgos de disturbios urbanos comparables a los del Rif en 2017, el gobierno subsidia el gas butano, la harina y el azúcar (2.800 millones de euros) y el transporte por carretera (130 millones de euros) pero se niega a ponerle techo a los márgenes considerados “escandalosos” de los distribuidores de combustibles, de los cuales forma parte el propio jefe del gobierno, un magnate del petróleo propietario de Afriquia, líder de los hidrocarburos en el mercado marroquí junto con Shell y la empresa francesa Total.

Así que los trabajadores con los salarios más bajos y la clase media ya pauperizada por decisiones económicas erróneas son quienes más sufren la crisis que atraviesa el país en la actualidad. En el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicado el 13 de septiembre de 2022, el reino ocupa el 123er lugar de 191 países, un retroceso de un puesto respecto al año pasado. Lo superan casi todos los países del Magreb: Argelia (puesto 91), Túnez (97), Libia (104) y Egipto (97). Y el informe de la ONU resalta nuevamente los dos grandes fracasos de la monarquía, la enseñanza/educación y la salud, en un contexto de injusticias y de desigualdades que no dejan de aumentar.

Un gobierno sin poder

Desde su investidura hace casi exactamente un año (el 7 de octubre de 2021), el gobierno dirigido por Aziz Ajanuch (63 años), un megamillonario cercano al rey, intenta a duras penas “manejar” esta crisis que en el plano social se traduce por una tensión encubierta que sin embargo cobra la forma de un verdadero malestar. Es un gobierno que no gobierna; se contenta con ejecutar las decisiones tomadas en el palacio a través del gabinete real, un gobierno paralelo dominado por uno de los hombres más influyentes del reino, Fuad Alí el Hima. ¿El parlamento? ¿Los partidos políticos? Con la llegada del gobierno de Ajanuch, la monarquía nunca ha sido tan “ejecutiva” y las otras instituciones nunca han jugado tanto el papel de perfectos extras. Según un estudio muy reciente sobre la participación política en Marruecos, el 86% de los jóvenes dicen estar “insatisfechos” con los partidos políticos.

Así que ahora todas las miradas están puestas en el palacio, donde llama la atención un fenómeno político que sin embargo no es nada nuevo: las intrigantes ausencias del rey Mohamed VI, un monarca absoluto de derecho divino y verdadero patrón del poder ejecutivo. Mohamed VI se fue del reino en junio de 2022 y regresó en dos ocasiones, en visitas cortas, para un consejo de ministros (que presidió el 13 de julio) y para su discurso del trono, que pronunció el 31 de julio. Apenas terminaron, volvió a subirse a su avión rumbo a su hotel particular al pie de la torre Eiffel: una residencia de 1600 m2 adquirida por el monarca en pleno confinamiento (octubre de 2020) por la suma de 80 millones de euros. Si bien no son nuevos, estos eclipses reales parecen haber desbordado de la esfera privada para convertirse, para la mirada de muchos marroquíes, en un fenómeno de poder preocupante y difícil de descifrar.

La prensa francesa cercana al palacio rebosa de argumentos para “explicar” la originalidad e incluso la “pertinencia” de este curioso “exilio” de M6 en el corazón de la ciudad luz y hace mención tanto a la enfermedad de su madre como a un estilo de gobierno que le sería propio y, por ende, innovador y diferente a todo lo anterior: Alojado en Francia desde junio, a la cabecera de su madre –escribe la revista Jeune Afrique–, Mohamed VI descansa en algunos hombres claves para seguir de cerca los asuntos de política, seguridad y salud de Marruecos. El dispositivo contrasta con su anterior ‘exilio’ de 2018, cuando el rey se había desentendido sobradamente de sus funciones” (20 de septiembre de 2022).

Hasta los frecuentadores de los salones de Casablanca y de Rabat, las ciudades más grandes de Marruecos, no dudan en burlarse de esa mezcla, o confusión, entre el ejercicio a distancia de un poder absoluto y la esfera privada de un rey: “Su majestad y sus amigos inventaron un nuevo modo de gobierno: el gobierno por WhatsApp y Signal”, lanza un promotor inmobiliario durante una velada en Casablanca.

Otro tema recurrente es el estado de salud del rey. Las pocas imágenes que llegan gracias a sus poco frecuentes discursos o durante sus viajes prolongados a París contrastan con la época de las inauguraciones casi cotidianas que abrían los noticieros televisivos, más allá de la gravedad o importancia de otros temas de actualidad, incluso cuando el rey inauguraba un pequeño grifo en un pueblo remoto. Esa época parece ser cosa del pasado. Frente a las migajas de información y a la proliferación de los rumores sobre su estado de salud y sus ausencias, los marroquíes se contentan con esperar la próxima cita oficial para informarse: el segundo viernes de octubre, es decir, el 14 de este mes, sabrán si él mismo inaugurará la sesión parlamentaria, como sugiere la constitución…

El otro fenómeno intrigante está relacionado con los famosos hermanos Abu Azaitar (Abu Bakr, Omar y Ottman), que se volvieron cercanos al monarca tras la recepción que les concedió en abril de 2018 en Rabat para felicitarlos por sus “hazañas” deportivas. Tras haber sido aclamados una y otra vez al comienzo de su “amistad” con M6 (una “amistad” que no deja de fortalecerse), se han convertido en el blanco de ataques regulares y violentos por parte de los medios cercanos a la policía política, dirigida desde 2005 por Abdellatif Hammouchi. Esta paradoja, propia de los sistemas de corte, donde la proximidad al rey es un coto bien cerrado, cristaliza la guerra de posiciones que el entorno real libra contra estos “tres pequeños Rasputines” instalados en el corazón del palacio real, donde deciden sobre cualquier asunto y acompañan al monarca en todos sus desplazamientos, incluso los privados.

En busca de un enemigo

Para sofocar estos problemas con múltiples facetas, donde lo imprevisible sigue estando muy presente, había que encontrar un enemigo: luego de Alemania y España, esta vez es el turno de Francia. Su decisión –absolutamente escandalosa– de limitar de manera drástica el otorgamiento de visas mientras el reino siga rechazando el regreso de sus inmigrantes expulsados por Francia, provocó de inmediato un frío polar en las relaciones con el antiguo colonizador. Y una vez más, el tema del Sáhara Occidental sirve como instrumento político y diplomático. En su último discurso (20 de agosto), el rey se dirigió a Francia con términos apenas disimulados:

Quisiera dirigir un mensaje claro para todo el mundo: el asunto del Sáhara es el prisma a través del cual Marruecos considera su entorno internacional. También es clara y simplemente la vara que mide la sinceridad de las amistades y la eficacia de las asociaciones que el reino establece (…) Visto que algunos países que se encuentran entre nuestros socios, tradicionales o nuevos, tienen una posición ambigua respecto al Sáhara, esperamos que clarifiquen y revisen su posicionamiento de una manera que no se preste a ningún equívoco.

¿Este prisma se aplica a todos los países “amigos”, como dice el rey, incluido Israel, con quien Marruecos estableció relaciones “ejemplares y privilegiadas” y una cooperación militar que no deja de fortalecerse, pero que por el momento se rehúsa a reconocer la “marroquinidad” del Sáhara?