Omán. Los desafíos de la urbanización

En una región marcada por las rivalidades entre Irán y Arabia Saudita, Omán se presenta como un remanso de estabilidad, defensor de un islam abierto, pero en muy pocas ocasiones se hace mención a los desafíos internos del país y su planificación territorial, determinantes para el futuro del sultanato.

Mascate, Omán
Mostafameraji/Wikimedia Commons

Los analistas de geopolítica suelen predecir los cambios del futuro para anticipar los riesgos. Por lo general, su análisis se concentra en las relaciones internacionales y los recursos estratégicos –el petróleo y el gas, en el caso de la península arábiga–, y las cuestiones espaciales internas suelen quedar relegadas a un plano secundario. Estas son algunas pistas de análisis en torno a la planificación del territorio implementada por el sultán Qabús entre 1970 y 2020 y continuada por Haitham, su sucesor. Con una población de 4 millones de habitantes –de los cuales el 42% son extranjeros– y un territorio de 309.500 km², Omán presenta datos geográficos y demográficos peculiares.

Una vivienda para todos

La urbanización suele ser una consecuencia de la modernización: Qabús la utilizó durante su reinado como una herramienta para facilitar el acceso rápido de los omaníes a la vida moderna. Qabús implementó un sistema de otorgamiento (minha) por sorteo de una parcela de terreno (600 m² en general) para cada omaní varón a partir de 1972 –y para cada mujer a partir de 2008¬– y un préstamo a tasa cero para la construcción de una vivienda individual. El programa incluye otras ayudas que otorgan una vivienda en urbanizaciones sociales o sha‘abiyya. Estas casas a estrenar abandonaron la tapia tradicional y la remplazaron por un hormigón sin aislamiento, de modo que vivir en ellas resulta imposible sin aire acondicionado, porque las disposiciones urbanísticas también obligan a mantener una distancia entre las construcciones, que quedan expuestas de lleno al calor del sol. Por lo tanto, en la década de 2000, el consumo de energía eléctrica se multiplicó 2,5 veces, y en la década siguiente su crecimiento fue más pronunciado que el de la población.

A pesar de las inversiones en producción solar –como en la zona franca de Mazyuna, cerca de Yemen–, el 98% de la electricidad se produce gracias al gas natural, cuya producción pasó en 10 años de 25.000 a 36.700 millones de m³. A este nivel de explotación, donde el consumo doméstico representa la mitad del consumo del país, las reservas comprobadas del país son de apenas 18 años. Algunos equipos de investigación (Universidad de Tecnología de Alemania en Omán, Universidad de Nizwa y Universidad de Tecnología y Ciencias Aplicadas) realizaron prototipos de casas ecológicas que retoman formas de tapia que logran atenuar el calor naturalmente, y en 2016, el Consejo Supremo de Planificación creó el Consejo Omaní para la Construcción Sostenible (Oman Green Building Council, OGBC), encargado de elaborar un código de construcción “verde”. Dado que el costo de la energía aumentará inevitablemente a mediano plazo –como ya ha sucedido con los combustibles–, un desafío fundamental es desarrollar un hábitat más integrado al medio ambiente y más sobrio en consumo energético para reducir los costos para los propietarios y también para el conjunto de la sociedad.

El 83% de los ciudadanos omaníes son propietarios, un porcentaje que supera a países como Estados Unidos (43%) y Francia (60%). Pero al igual que en América del Norte y en Europa, esta estrategia implementada a través de políticas públicas crea tensiones, y los omaníes descubren poco a poco el lado oscuro de la política urbanística. El sistema de sorteo de las parcelas atribuidas, al igual que las disposiciones de urbanismo, generaron una dispersión urbana gigantesca, acompañada de una baja densidad de ocupación del suelo. En teoría, las casas debían estar conectadas a los servicios urbanos, pero el acceso al agua potable y el saneamiento se efectúa principalmente por medio de camiones, incluso dentro de la aglomeración urbana de la capital, Mascate. Además del impacto que esa práctica representa a nivel ambiental, el costo económico y las dificultades de conexión resultan a la larga un escollo. La dispersión urbana también genera una dependencia casi total al automóvil, que representa un costo elevado para los hogares menos pudientes (20% del presupuesto de un hogar medio de Mascate) y genera embotellamientos y demoras en la aglomeración de Mascate. Esto representa todo un desafío, en el mismo momento en que debe concretarse la “omanización” de la mano de obra tan anhelada por el sultán Haitham, que asumió el poder en enero de 2020. Los omaníes que recibieron una casa, ¿cómo pueden acceder a los empleos del sector privado, situados en su mayoría en el litoral, si no es haciendo largos trayectos a diario o alquilando un alojamiento durante la semana? La preferencia por el chalé individual podría resultar una “trampa” y causar frustraciones y descontento, tal como han observado los geógrafos en el espacio periurbano residencial de otras partes del mundo.

Diversificar la economía, ¿pero para beneficiar a quién?

Al parecer, Omán es una tierra prometedora para un turismo durable en pleno auge, lejos de las extravagancias de Dubái. La visa turística fue creada en 1983, y en la década siguiente, el sector pasó a integrar los discursos del sultán Qabús como una herramienta para la inserción en la globalización, para la diversificación económica y la omanización de la mano de obra. Antes de la crisis de Covid-19, Omán recibía 3,2 millones de turistas extranjeros por año (la cifra se había duplicado en diez años). El turismo representaba el 2,9% del PIB, lejos del 5% esperado, pero empleaba a 109.000 personas activas o al 43% de los omaniés que trabajaban en el sector privado, con una tasa de omanización del 38%, tres veces más elevada que el promedio en el sector privado. La nueva estrategia turística nacional (National Tourism Strategy, NTS) lanzada en 2016 pretendía quintuplicar para 2040 la cantidad de turistas internacionales y crear 500.000 empleos directos desempeñados por omaníes en el 75% de los casos.

Como sugiere la campaña de promoción del país titulada “La belleza tiene una dirección”, las autoridades omaníes repiten una y otra vez que quieren preservar la belleza natural del país y optar por un turismo selectivo. Pero el discurso no deja de plantear riesgos a largo plazo. En primer lugar, la implementación de la estrategia turística está en manos de la Oman Tourism Development Company (OMRAN), el organismo gubernamental que actúa como el brazo fuerte del gobierno en ese sector y en el inmobiliario de lujo. Al igual que con el desarrollo de la zona económica especial de Duqm, encomendada a la autoridad de la Zona Económica Especial de Duqm (SEZAD, según su acrónimo en inglés), se trata de un caso típico del fenómeno de “agencificación”. Este fenómeno sucede en varios países, incluidos los europeos, y da lugar a una gobernanza más opaca, bajo la apariencia de modernidad y de eficacia, con estructuras paralelas al Estado e independientes de él, y al mismo tiempo les quita parte de su razón de ser a los órganos consultivos que permiten mancomunar a la población con el gobierno del país.

En un sentido más general, el riesgo es reemplazar el ordenamiento territorial por una política de proyectos en torno a “lugares icónicos” que apunten a amasar una renta en beneficio de una élite económica. Esta estrategia pisa fuerte en la región del Dhofar, con el Khareef Festival (festival de otoño), organizado de junio a septiembre durante el monzón (kharif), que le aporta verdor a la gobernación y propicia un turismo proveniente en particular de Arabia Saudita, durante una estación de baja actividad en el sector. Además de los grandes hoteles y centros comerciales destinados a la clientela habitual del festival, los establecimientos de lujo con acceso privado a las playas son cada vez más numerosos. De este modo, los 9 kilómetros de litoral al oeste del palacio real de Salalah se han vuelto casi inaccesibles para el público en general, y al este, en la misma distancia, quedan unos 4 kilómetros, de los cuales 3 están dedicados al proyecto “Al-Hafa Waterfront”, que se convertirá en un “destino icónico”, según la presentación de la NTS. Sin embargo, la construcción del proyecto en la zona costera ocasiona el desplazamiento de poblaciones y la privatización de los terrenos. Aunque los anuncios oficiales ensalzan el proyecto, es imposible no percibir muestras de descontento.

El mismo tipo de escenario está en marcha en los casi 30 kilómetros de litoral al este de Mascate, donde se multiplicaron los complejos turísticos integrados (ITC), las gated communities (urbanizaciones cerradas) o los complejos hoteleros de lujo. Piloteado por la agencia OMRAN tras varios cambios en las primeras versiones de fines de la década de 2000, el proyecto se presenta como un modelo de urbanismo turístico durable e inclusivo que aplica perfectamente los objetivos de la Visión 2040 formulada en 2013 por Qabús. En algunos sectores del litoral, la población local fue desplazada luego del ciclón Gonu en 2007 y realojada en un complejo bien preparado, pero a unos 10 kilómetros del mar debido al trazado de las nuevas rutas. Un examen atento del litoral y del relieve demuestra que el acondicionamiento llevó a privatizar la costa y a alejar de ella a las poblaciones locales. En este caso también se han detectado manifestaciones discretas de descontento. Podría objetarse que el objetivo es crear empleos y que la tasa de omanización de los establecimientos de OMRAN (50%) es superior al promedio. Sin embargo, la mayor parte de los establecimientos del litoral cuentan con un personal proveniente en su mayoría del subcontinente indio, con administradores europeos o de Oriente Próximo.

La “paradoja de Sohar”

Presentados como joyas de la diversificación y del respeto al medio ambiente, y respaldados por certificaciones como la Leadership in Energy and Environmental Design (LEED), los grandes proyectos promocionados por el poder omaní en el marco de la Visión 2040 constituyen oportunidades para los grandes grupos omaníes, pero no para los pequeños emprendedores. Fundamentalmente, la estrategia turística no logra adoptar la idea de que la calidad puede ser el fruto de iniciativas locales y privadas, como sucede en la región de las arenas de Wahiba, en Nakhal, Nizwa y Misfat al Abreyeen. El futuro dirá si lograron sobreponerse a la crisis del Covid-19 o si perdieron el tímido impulso que tenían antes de la pandemia.

Más allá de los anuncios y de los folletos cautivadores, la estrategia oficial del turismo refleja las cualidades y los riesgos de las decisiones tomadas por el gobierno omaní desde hace por lo menos dos décadas: urbanismo planificado, apoyo a proyectos estéticos de calidad, pero también gobernanza piramidal y omnipresencia de grandes grupos vinculados a los círculos de poder. En este sentido, pueden tenderse varios paralelos con el análisis realizado por Marc Valeri, quien señaló la paradoja de que la “Primavera Árabe” de 2011 se haya manifestado principalmente en Sohar1: allí ocurrieron las manifestaciones más importantes, pero con resultados limitados en relación a otros países. También allí había inversiones en grandes proyectos (en este caso, industriales), pero la población en general quedó marginada. En su análisis, Valeri subraya la importancia de las inversiones, en la región de Batina, de un tal Haitham, primo de Qabús, gran propietario agrícola y partícipe a título privado en los grandes proyectos turísticos de esa época, como Blue City… Haitham, el sultán sucesor de Qabús, que había implementado esa política, debería continuar en la misma senda, lo cual le da sentido a la consigna oficial tras la sucesión del trono: “La herencia se perpetúa”.