Enfoque Gaza-Israel

Rima Hassan: “Volver a poner a los palestinos en el centro del debate”

Jurista especializada en derecho internacional, Rima Hassan es una de las pocas voces palestinas que se pueden oír en Francia. Aquí se refiere a las dificultades para hacer oír otro relato sobre la situación en Palestina –en especial después del ataque liderado por Hamas el 7 de octubre de 2023– y habla sobre la vida cotidiana de los palestinos, marcada por el apartheid y la colonización. Entrevista a cargo de Maël Galisson.

Rima Hassan en Paris, 14 de noviembre 2019
Dominique Faget/AFP

Soy refugiada de origen palestino, nacida en el campamento de Neirab, en Siria, luego naturalizada francesa, y me parece esencial llevar la voz de los palestinos, en especial, de los refugiados de los campamentos. En Francia, cuando se habla de Palestina, las voces palestinas se oyen poco, y menos aún las de las mujeres jóvenes.

Cuando participo en los medios de comunicación, me doy cuenta de que el relato palestino genera molestia en el ámbito de los expertos y los periodistas. Después del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, se ha vuelto aún más difícil transmitir esa voz. Lo que pasó ese día es horrible, y nos afecta en nuestra humanidad. Pero si bien me solidarizo con la sociedad civil israelí y con el traumatismo que vivió, me es imposible apoyar al Estado de Israel, ya que continuamente somos testigos de violaciones del derecho internacional contra el pueblo palestino.

Hoy por hoy, el debate está confiscado y quedó reducido a este tuit del ejército israelí del 12 de octubre último: “O apoyan a Israel o apoyan el terrorismo”. Con este tipo de declaraciones, el ejército israelí suprime cualquier tipo de matiz sobre lo que los palestinos reivindican desde hace años: un país. El pueblo palestino no es Hamas. Desde el 7 de octubre, no he visto en ninguna parte un discurso condenatorio de sus actos y que al mismo insista en que la sociedad palestina no se reduce a Hamas. Hoy en día, cuando escucho los discursos de los responsables políticos, los debates en los estudios de televisión o en las redes sociales, siento que mi identidad de palestina me es negada.

“Nací con bronca”

Cuando observamos el modo en que se trata la situación de Palestina en Francia, percibimos que el debate está impregnado de la retórica oficial israelí. Un ejemplo: en la declaración donde anunció el asedio de Gaza en respuesta al ataque de Hamas, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, afirmó: “Combatimos a animales humanos y actuamos en consecuencia”. En Francia, los periodistas le pidieron a Olivier Véran, el portavoz del gobierno, que emitiera un comentario al respecto, pero el funcionario se negó: “No tengo nada para comentar”, dijo Véran. Ni siquiera se tomó la molestia de recordar una sola vez el derecho internacional, lo cual consiste en decir que esta operación militar no debe transformarse en un castigo colectivo contra los palestinos de Gaza.

Hoy se ha vuelto imposible reivindicarse como “propalestino”. Ser “propalestino” significa luchar por una igualdad de derechos entre palestinos e israelíes. Es tan simple como eso. No me considero una activista. Soy una palestina que está decidida a hablar de lo que es y de la pena que siente. Siempre sentí que “me falta” una parte de mí misma, que estoy desarraigada. Me siento extranjera en todos los lugares adonde voy, y eso seguramente está vinculado con la relación con los lugares y con el espacio que viene conmigo desde los campos de refugiados. Y estimo que voy a vivir hasta el final de mis días con esa falta, que nunca será satisfecha por un amor, por un hogar, por la comodidad, por una carrera.

Suelo decir que nací con bronca. Mamé bronca. Vi a mi madre traumatizada por su derrotero. En ella había algo obsesivo en la idea de hablar de nuestro exilio, de la vida en los campamentos de refugiados palestinos. No paraba nunca. Como muchos palestinos y muchas palestinas, no tengo una imagen positiva de mí misma, de lo que somos. Cuando pienso en mi identidad, cuando pienso en nuestra historia, solo me vuelven las imágenes de las humillaciones. La historia del pueblo palestino es una serie de humillaciones. Son heridas muy profundas.

“Una experiencia basada en el apartheid”

Seguir el camino del Derecho me permitió salvarme de mi bronca, que pude canalizar y razonar a través de la fundación del Observatorio de los Campos de Refugiados (OCR). La brújula del Derecho, la obligación de investigar y de analizar la situación de las personas exiliadas me permiten decir que tengo otras referencias además de esta bronca.

Hablar de lo que viven los palestinos es hablar del apartheid. La utilización de este término es el resultado de un trabajo jurídico largo y minucioso, realizado en especial por ONG palestinas, israelíes e internacionales1. El apartheid obedece a una lógica de separación institucionalizada.

Quienes se niegan a utilizar este término responden principalmente que “si hay un apartheid con todos los palestinos, debería materializarse en todas partes del mismo modo”. Este argumento no tiene fundamento, porque no puede haber un apartheid uniforme, dada la fragmentación del espacio vital palestino: los territorios de Cisjordania no tienen el mismo estatus y las poblaciones que allí viven no tienen los mismos derechos, porque no dependen de las mismas autoridades.

En Gaza, el apartheid se materializa a través del bloqueo ilegal que dura desde hace diecisiete años. En los territorios ocupados, se materializa por medio de un régimen militar, mientras que los colonos dependen de un régimen civil. A eso hay que agregarle –entre otros ejemplos emblemáticos de la ocupación– las rutas de circunvalación que dividen el territorio. Vistos desde el cielo, los territorios ocupados se parecen a la piel de un leopardo: la estrategia de implantación de colonias judías es instalarse entre dos pueblos palestinos y cortar las conexiones y las comunicaciones, así como cualquier posibilidad de resistencia colectiva. La etapa posterior es construir las rutas que necesitan los colonos y acaparar los recursos (en particular el agua).

Los palestinos de Israel son considerados como ciudadanos de segunda clase. A pesar de la existencia de una ciudadanía compartida, son víctimas de discriminación a la hora de conseguir un trabajo, no cuentan con la misma libertad de circulación que los israelíes, y no pueden recibir a otros palestinos que viven en Israel. Si bien representan el 20% de la población, los palestinos de Israel apenas viven en el 5 ó 6% del territorio, y su representación política es minoritaria. Esta situación hasta se exacerbó después de la aprobación de la Ley Fundamental en 2018, que convirtió a Israel en “el Estado Nación del pueblo judío”.

“Para nosotros, el derecho de retorno no existe”

Para los palestinos de los campos de refugiados, el apartheid se basa en la dicotomía judíos/no judíos. Todos los judíos del mundo gozan de la “ley del retorno” a Israel. Sin embargo, para nosotros, los refugiados, el “derecho de retorno” no existe. Yo puedo localizar geográficamente el pueblo y la casa de mis abuelos, y en los campos de refugiados no hay una sola familia que no sea capaz de describirte el pueblo de donde viene, de hablar de lo que hacían sus padres y sus bisabuelos. Los refugiados de Palestina no gozan del derecho de retorno. El apartheid también está ahí, en esa lógica de separación, de exclusión de los palestinos de sus tierras.

No hablo de descendientes de la Nakba, sino sobrevivientes. Los palestinos de los campos sobrevivieron a las masacres y las expulsiones efectuadas por el Estado de Israel y su ejército. Expulsaron a casi 800.000 palestinos (sobre una población total de 1,4 millones de habitantes en ese entonces) y arrasaron 532 pueblos. Los países que apoyan a Israel ven lo que ese Estado le pudo proporcionar a la comunidad judía, pero nadie tiene en cuenta lo que les infligió a los palestinos.

Creo que se necesita con urgencia volver a poner a los palestinos en el centro del debate. En la crisis actual en Israel, que se traduce por un importante movimiento de protesta contra la reforma del sistema judicial, hay algo de lo que nadie habla: los palestinos. Para nosotros, la crisis existe desde 1948, porque hemos vivido la Nakba, porque vivimos el bloqueo de Gaza desde hace diecisiete años, porque tenemos territorios ocupados, porque hubo un sinfín de intelectuales y de dirigentes que fueron asesinados por el Mosad o que fueron perseguidos en países occidentales después de 2001. Y puedo ir aún más lejos. De 2001 a 2023, asesinaron a decenas de periodistas2, ¡más de uno por año!

Las voces de los palestinos no son escuchadas porque nos siguen considerando como sujetos colonizados. Es lo que ocurre particularmente en esta parte del mundo, en Occidente. Francia, Reino Unido y otros imperios dominaron a los pueblos de Oriente Próximo y siempre tuvieron este tipo de relación con las poblaciones locales. Siempre es útil recordar que Francia y Reino Unido, a través del acuerdo Sykes-Picot [firmados en marzo de 1916 entre Londres y París], despedazaron esta región del mundo a comienzos del siglo pasado y Palestina se convirtió en un territorio bajo mandato británico.

Hay muchos elementos de la resistencia palestina que se convirtieron en símbolos durante la colonización de los británicos. La kufiya, por ejemplo. La kufiya es considerada un símbolo político y antisraelí, pero al comienzo era un pañuelo que llevaban los campesinos, los fellah. Durante la Revuelta Árabe contra el Imperio Británico, en 1936, las autoridades coloniales les prohibieron a los campesinos llevar la kufiya. A lo largo de la lucha, se convirtió en una señal de adhesión a la causa y en un símbolo de la resistencia palestina contra el ocupante británico.

En los países árabes, sin embargo, la voz de los palestinos siempre fue tenida en cuenta. Cuando digo “en los países árabes”, debería hablar de las sociedades árabes más que de los Estados: la causa del pueblo palestino fue instrumentalizada por Siria, Líbano, Jordania y Egipto. Al fin de cuentas, creo que no hemos tenido aliados verdaderos en los países árabes. Pero en las sociedades árabes, nuestra voz es tenida en cuenta. Lo vimos durante la Copa Mundial de Fútbol de 2022 en Catar, cuando los jugadores enarbolaron banderas palestinas o los hinchas las desplegaron en las tribunas. Todo el mundo habló de eso, también sirvió como recordatorio para los gobiernos de los Estado árabes.

“Hace 75 años que esperamos tener esperanza”

Nosotros, los palestinos, hace 75 años que esperamos tener esperanza. Digo “esperamos tener esperanza” porque me parece que nunca se reunieron las condiciones para que podamos concebir la liberación del pueblo palestino. Creo, sin embargo, que la doble moral que sostiene la comunidad internacional se ha vuelto difícil de justificar con la invasión rusa de Ucrania por un lado y lo que pasa en Palestina, que queda en silencio. Para una parte de la juventud comprometida con el clima, las cuestiones de justicia y de lucha contra las discriminaciones, la postura de muchos gobiernos occidentales resulta difícil de justificar. Actualmente, la causa palestina es en primer lugar una cuestión de justicia. La pregunta ahora debería ser: ¿Cómo podemos, a nuestra escala, desmantelar este régimen de apartheid? Los políticos hombres y mujeres que pretenden ser progresistas deben tener en cuenta la pregunta, sin convertirse necesariamente en los portavoces de la causa palestina. Es una cuestión de justicia, como en Sudáfrica.

Entrevista a cargo de Maël Galisson.

1Ver (en inglés) « Israël Apartheid : Tool of Zionist settler colonialism », Middle East Monitor, 30 de noviembre de 2022, (en francés) « Une ONG israélienne, B’Tselem, dénonce un régime d’apartheid », Le Monde, 12 de enero de 2021, (en francés) « Human Rights Watch : Israël commet le crime d’apartheid dans les territoires », Le Monde, 27 de abril de 2021, y (en francés) « Amnesty International dénonce le régime d’apartheid d’Israël », L’Humanité, 2 de febrero de 2022.

2Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), 35 periodistas fallecieron en el ejercicio de sus funciones en Israel y Palestina desde el año 2000. El Sindicato de Periodistas Palestinos (PJS) estima por su parte que 55 periodistas fueron asesinados por las fuerzas israelíes durante ese mismo período.