Con la operación militar «Fuente de paz», Recep Tayyip Erdoğan pretende proteger la frontera sur de su país apartando a los kurdos de Siria, los del Partido de la Unión Democrática (PYD), «arabizados» (con consejos militares tribales árabes) en Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) con ayuda de las fuerzas especiales estadounidenses a partir de 2015. El presidente turco los asimila al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) turco, aunque por su evolución, las FDS no pueden ser comprendidas como un simple desprendimiento del PKK.
En enero de 2018, Turquía ya había tomado el control de Afrin (noroeste) para impedir que otros kurdos construyeran a lo largo de su frontera una contigüidad kurda autónoma con el noreste (los tres cantones de Afrin, Kobane y Hasaka).
Un contexto interior difícil para Erdogan
En ese cinturón de seguridad de 32 kilómetros de profundidad, Erdoğan pretende instalar de 1 a 3 millones de personas, principalmente árabes sirios refugiados en Turquía. Más allá del énfasis retórico del presidente turco, la operación tiene como telón de fondo un contexto de política interior delicado para Erdoğan. La oposición, que progresa desde las elecciones municipales de marzo de 2019, denuncia su política de recepción de los sirios, que ahora son víctimas de denuncias virulentas, expulsiones e incluso violencias.
Así, Erdoğan saca provecho del carácter errático e incoherente de la política exterior de Donald Trump, comunicada por el presidente norteamericano a través de tuits rabiosos. El 6 de octubre, justo antes del inicio de la operación «Fuente de paz», Trump anunció el retiro de las tropas estadounidenses de Siria. Desde diciembre de 2018, Trump había informado, también en Twitter, la voluntad de retirar sus tropas, lo que había provocado la salida del jefe del Pentágono James Mattis y del enviado especial para Siria, Brett McGurk. Sin embargo, la administración estadounidense, y en particular el Estado Mayor, parecía haber logrado venderle la idea de una permanencia en el lugar, aunque sin decirlo abiertamente.
Una política iniciada por Barack Obama
Los ataques de furia de Trump en Twitter se inscriben en un contexto de política interior norteamericana también denso, con el lanzamiento de un proceso de juicio político y la elección presidencial en el horizonte de 2020. Desde luego, el retiro precipitado, el abandono de las bases norteamericanas y de los aliados franceses va en el sentido (en versión furibunda, en el caso de Trump) de una política norteamericana aislacionista en Siria iniciada por Barack Obama.
El nuevo enviado norteamericano para Siria, James Jeffrey, no podía negociar con Turquía la aceptación del papel del PYD y mantener una alianza americano-kurda (PYD-FDS), que implicaba el riesgo de prolongar a largo plazo la presencia norteamericana. Las últimas discusiones con Ankara habrían conducido a la creación de patrullas mixtas americano-turcas en la zona de 32 kilómetros liberada por el PYD, lo cual habría implicado un refuerzo de la presencia norteamericana en el terreno, que Trump ni siquiera quiere oír mencionar.
Ese retiro precipitado conlleva un error político, incluso estratégico, y tal vez sobre todo moral. Los kurdos del PYD llevaron adelante valientemente las guerras occidentales contra la Organización del Estado Islámico (OEI) con tropas terrestres y contribuyeron a la destrucción del pseudocalifato de la OEI, de Kobane a Raqqa, hasta la batalla final de Al-Baghuz. Los kurdos también mantienen prisioneros a yihadistas cuyo regreso nadie desea, porque los sistemas penitenciarios de Europa ya tienen grandes dificultades para lidiar con los radicales, o porque ciertos sistemas judiciales (por ejemplo el iraquí) no presentan garantías para un proceso equitativo.
Negociaciones del PYD con Damasco
Pero ante la incertidumbre respecto a la continuidad de la protección norteamericana —de conocimiento público desde los tuits de Trump de diciembre de 2018—, y tras constatar que a pesar de su voluntad, Francia no podía tomar el relevo sola, el PYD llevó adelante negociaciones de alto nivel con Damasco. El régimen sirio estaba interesado en una redistribución de sus tropas y en la recuperación del control de las fronteras, símbolo de soberanía que el régimen siempre pretendió encarnar desde 2011-2012, incluso en el punto más alto de sus pérdidas territoriales. El PYD había tomado el control exclusivo del noreste tras el retiro del régimen en 2012 para concentrarse en la represión en el oeste, en la «Siria útil».
En segundo plano —flaqueza mayor de los actores kurdos— sobrevuela la «cuestión kurda», la de poblaciones específicas integradas en un imperio otomano que se encuentran en Estados-naciones construidos sobre las ruinas imperiales luego de la Primera Guerra Mundial. En 1920, por un «olvido» histórico (Tratado de Sèvres, artículo 62), los kurdos nunca lograron acceder a la soberanía estatal1. Un siglo más tarde, los actores políticos kurdos se ven en medio de una actividad diplomática que recuerda las conferencias de paz tras la Primera Guerra Mundial, cuyos protagonistas ya no son los franceses ni los ingleses, sino los rusos y los turcos, con demarcaciones de zonas de influencia en función de cuestiones petroleras…2 que Trump volvió a poner a la orden del día. Tras haber anunciado el retiro de las tropas norteamericanas, el presidente estadounidense terminó por aceptar, bajo presión de su administración, el mantenimiento de tropas «where they have the oil», donde tienen petróleo: en la parte meridional al este del Éufrates, así como en la región de Al Tanf. Ahí también la cuestión es mantener una carta siria frente a Irán.
Las grandes maniobras de Rusia
Desde el acuerdo de Sochi del 22 de octubre de 2019, Rusia lidera las maniobras con Damasco para retomar el control del noreste, comenzando por la franja fronteriza con Turquía e integrando en parte las tropas del PYD-FDS en algunas unidades de las fuerzas gubernamentales reorganizadas por los oficiales rusos, el Quinto Cuerpo3.
La guerra en Siria «terminó» hace por lo menos un año, en el sentido de que la oposición fue vencida y de que el régimen destruyó todos los brotes de la revuelta en el seno de la sociedad. Los restos de la oposición militarizada fueron cooptados por el ejército turco para formar milicias llamadas «ejército nacional», Al-Jaish Al-Watani, lanzadas a la conquista de la zona colchón. Si bien la guerra «en Siria» terminó con la «victoria» del régimen (sin embargo exhausto), la guerra regional «alrededor de Siria» continúa, en particular en el noreste.
Los rusos se despliegan en primer lugar en la parte norte de esa zona, alrededor de nudos estratégicos como Manbiy o ciudades simbólicas para la lucha kurda como Kobane, y a lo largo de la ruta M4. Es sorprendente constatar que las fuerzas rusas (policía militar) sincronizadas con el ejército turco tuvieron todo el tiempo del mundo para instalarse en la zona, aprovechando el cese de fuego de cinco días impuesto por Estados Unidos y la visita del vicepresidente norteamericano Mike Pence el 14 de octubre a Ankara, luego de que Trump amenazara poco diplomáticamente a Turquía con sanciones (finalmente levantadas el 23 de octubre).
Aprovechando el vacío creado por la partida precipitada de Estados Unidos, Rusia consiguió lo que no había conseguido el enviado estadounidense James Jeffrey. Los kurdos del PYD-FDS, actores debilitados, no tuvieron otra opción que negociar con Damasco.
Simbólicamente, el Ministerio de Defensa sirio le propuso a la rama militar kurda, las Unidades de Protección Popular (YPG), la incorporación en el ejército. Allí se percibe una continuidad con la política rusa de no volver a recurrir a grandes operaciones mortíferas como el asedio de Alepo, sino de proceder por etapas, llamadas «reconciliaciones», mediante la reintegración progresiva y por pedazos de las oposiciones4.
¿Hacia una reanudación de la ofensiva contra Idlib?
El régimen ya puso en marcha la recuperación del noreste a través del despliegue militar en las ciudades. La recuperación sigue con la retoma de los puestos fronterizos en la frontera entre Siria y Turquía, y en segunda instancia con la retoma del puesto clave de Yaaroubiyya, en la frontera entre Siria e Irak. Eso les da tiempo a las fuerzas estadounidenses y a las de la coalición para sacar un material inmenso de sus bases… y para transferir a prisioneros yihadistas de «alto valor» desde las prisiones kurdas sirias hasta el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) e Irak.
La incertidumbre aún persiste en torno al futuro de la «administración autónoma democrática», el complejo modelo implementado por el PYD-FDS. El régimen sirio no tolerará durante mucho tiempo la autonomía y al mismo tiempo las concesiones tácticas que le exijan, que tal vez eviten una limpieza étnica contra los kurdos, como en la zona conquistada por el ejército turco en Afrin en enero de 2018. Queda la parte meridional del noreste (al este de Dier ez-Zor), rica en petróleo y en tierras cultivables, donde el Pentágono pretende conservar el control manteniendo tropas residuales, en contra del aislacionismo de Trump. Los Iran hawks, los halcones iraníes de la administración, comparten la misma opinión.
La retoma del noreste por parte del régimen y de los rusos en cooperación con Turquía abre el camino a la retoma de la última zona rebelde, la provincia de Idlib (al noroeste), donde entre abril y septiembre de 2019 el régimen lanzó una violenta ofensiva limitada. El 22 de octubre, Bachar al-Assad se presentó en esas líneas de frente, una jugada altamente simbólica, y los bombardeos en las líneas de contacto entre los beligerantes se reanudaron con mayor intensidad.
Poblaciones que siguen sufriendo
Resta la cuestión esencial, desatendida, de la sociedad siria. Esta geopolítica de redefinición de fronteras también se juega a través de bombardeos aéreos y de tiros de artillería que afectan a poblaciones enteras y ocasionan desplazamientos (176.000 a 197.000 personas en el comienzo de la ofensiva) y la destrucción de infraestructura hospitalaria y de la vida cotidiana (agua potable, alimento). Las poblaciones se desplazaron hacia las ciudades sobrecargadas del noreste, como Ain Issa, Raqqa, Hasaka, en una parte de Siria que incluso antes de la guerra nunca recibió grandes inversiones en infraestructura de parte del régimen.
A mediados de octubre, varias ONG recordaron que las acciones militares tienen consecuencias humanitarias mayores para los civiles.
Si la zona cae bajo la autoridad del gobierno, para las ONG y las organizaciones internacionales significará el final de la actividad humanitaria transfronteriza entre Irak (GRK) y el noreste de Siria. Así, para las ONG registradas, la ayuda tendrá que pasar únicamente por Damasco. Eso sin embargo no excluye condicionalidades y genera muchas controversias, incluso en el seno de la ONU, al punto de volver a encender el debate sobre la imparcialidad de la asistencia humanitaria.
1David McDowall, A Modern History of the Kurds, Londres, Tauris, 2003.
2David Fromkin, A Peace to End all Peace, Londres, St Martin’s Press, 2009.
3Philippe Droz-Vincent, « The Syrian Army » in Oxford Research Encyclopaedia (ORE). Encyclopaedia of the Military in Politics, Oxford University Press, 2020.
4« War by other means », Synaps, Beyrouth, octobre 2019.