La representación identitaria pakistaní sostiene que, gracias a la partición de 1947 que lo separó de India tras el retiro de los británicos, Pakistán se convirtió en el primer Estado moderno fundado en nombre del islam. En 1949, la Resolución publicada sobre los objetivos del país señala: “La soberanía sobre todo el Universo pertenece solamente a Allah Todopoderoso, y la autoridad que debe ejercer el pueblo de Pakistán dentro de los límites prescritos por Él es una responsabilidad sagrada.” El preámbulo de la actual Constitución, aprobado en 1973, retoma integralmente esa frase. La identidad religiosa reivindicada por la república islámica, con una importante mayoría suní, impulsó una relación antigua y a la vez asimétrica con Arabia Saudita, cuyo rey es “el guardián de las dos mezquitas santas”, la de La Meca y la de Medina.
Una asociación de larga data
En 1954, Arabia Saudita firmó un tratado de amistad con Pakistán. Las relaciones se fortalecieron durante la guerra indo-pakistaní de 1965 y la guerra de junio de 1967 lanzada por Israel. En 1982, bajo el gobierno del dictador pakistaní Zia-ul-Haq (1977-1988), se firmó un nuevo protocolo de defensa que permitió el envío de centenares de oficiales pakistaníes a misiones de entrenamiento junto a las fuerzas saudíes, mientras en Islamabad se construía la mezquita Faisal, en ese entonces la más grande del mundo, denominada así en homenaje al rey saudí. Luego de la invasión rusa de Afganistán, en 1979, Pakistán y Arabia Saudita reforzaron su cooperación, y cuando los talibanes llegaron al poder, las consultas se multiplicaron, aunque Islamabad no logró convencer al mulá Omar de extraditar a Osama bin Laden, como deseaba Riad. A lo largo de los años, y gracias a las coincidencias entre el wahabismo saudí y el islam deobandi pakistaní1 apoyado por Zia, el reino favoreció la expansión de las madrasas pakistaníes. Era también una manera de contrarrestar la influencia iraní luego de la revolución iraní de 1979, en un Pakistán con una notable minoría chií.
Frente a las sanciones por los ensayos nucleares de Pakistán en 1998, Islamabad recibió petróleo saudí en condiciones muy ventajosas. Pero en 2015, el parlamento pakistaní rechazó el pedido saudí de enviar tropas a Yemen, en un intento por convertir a Pakistán en mediador entre Riad y Teherán. Como la tentativa fracasó, en 2017, el exjefe de Estado Mayor pakistaní, el general Raheel Sharif, se convirtió en el primer comandante de la Alianza Militar Islámica contra el Terrorismo, una estructura internacional con sede en Riad. En 2018, Pakistán reforzó su apoyo militar para resguardar la frontera entre Arabia Saudita y Yemen. Ese mismo año, en el marco de su “Visión 2030” destinada a diversificar la economía saudí2 , el príncipe heredero Mohammed bin Salmán (MBS) le ofreció a Pakistán más de 6.000 millones de dólares (5.940 millones de euros) para hacer frente a un nuevo riesgo de cesación de pagos y anunció una inversión futura de 20.000 millones de dólares (19.790 millones de euros) en Gwadar, el puerto terminal del corredor económico chino-pakistaní. Pero todo ese edificio construido a lo largo de décadas se sacudió con la crisis de 2020.
Divergencias sobre Cachemira
Mientras tanto, en India, el gobierno nacionalista hindú de Narendra Modi logró la reelección y en agosto de 2019 avanzó sobre Cachemira. Desde la primera guerra de 1947-1948, el antiguo estado principesco es administrado mitad por India, mitad por Pakistán. Al sur de la línea de control, el Estado indio de Jammu y Cachemira, donde en 1989 se gestó una insurrección que fue duramente reprimida, perdió sus últimos márgenes de autonomía y descendió a la categoría de “territorio de la Unión”, quedando bajo el control directo de Nueva Delhi, que disoció la parte oriental fronteriza con China, el Ladakh, e instaló una ley del silencio en el valle de Srinagar, cuna de la insurrección y de la oposición parlamentaria.
En Islamabad, el gobierno nacional populista de Imran Khan, que quería convertir a Pakistán en “una nueva Medina”, denunció un escándalo, comparó a Modi con Adolf Hitler y habló de genocidio. Pakistán solicitó la intervención de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), integrada por 57 Estados y con sede en Yeda. Bajo la tutela de Arabia Saudita, la OCI se mantuvo, como de costumbre, discreta en torno al tema y se limitó a emitir declaraciones del grupo de contacto sobre Cachemira y de su comisión de derechos humanos. En cambio, Turquía, Irán y Malasia condenaron explícitamente la política india en Cachemira.
Islamabad se congratuló de la iniciativa del primer ministro malasio Mahathir Mohammad de organizar en Kuala Lumpur, en diciembre de 2019, una “cumbre islámica” para abordar todas las cuestiones relativas al mundo musulmán, incluida Cachemira. Por presión de Riad, que consideraba esa iniciativa como un primer paso para competir con la OCI, Imran Khan renunció a último momento a asistir a la cumbre de Kuala Lumpur, donde participaron el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, su par iraní Hasán Rohaní y el emir de Catar, Hamad Ben Jassem Al-Thani.
Como la reunión ministerial de la OCI sobre Cachemira seguía haciéndose esperar, en agosto de 2020, el ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán, Shah Mahmood Qureshi, lanzó una advertencia poco frecuente contra Riad: Si la OCI no puede organizar la reunión, dijo, “me veré obligado a solicitar al primer ministro Imran Khan que invite a todos los países islámicos dispuestos a colocarse de nuestro bando en el asunto de Cachemira para apoyar a los cachemires oprimidos”3.
Como represalia, Riad suspendió un préstamo sin intereses de mil millones de dólares (999 millones de euros) que había sido decidido a favor de Pakistán en 2018 y no renovó una entrega de petróleo a pago diferido. Para salir de esa crisis inédita, el 17 de agosto de 2020, el general Qamar Javad Bajwa, jefe del ejército de tierra pakistaní, viajó a Arabia Saudita para participar de una visita oficial de rutina relativa a las relaciones militares bilaterales. La visita resultó muy eficaz, porque al poco tiempo el Ministerio de Asuntos Exteriores de Pakistán dio marcha atrás y elogió la posición “sin ambigüedades” de la OCI en torno a Cachemira…4.
El parámetro indio
¿Por qué esa posición tan contenida de Arabia Saudita respecto a Cachemira? La clave está, por supuesto, en la relación que se había forjado entre Riad e Nueva Delhi, que se profundizó bajo el gobierno congresista de Manmohan Singh (firma de la Declaración de Delhi durante la visita del rey Abdalá en 2006 y de una asociación estratégica durante la visita de Singh a Riad en 2010) y se intensificó durante el gobierno de Narendra Modi, a pesar de la islamofobia declarada del gobierno indio. Modi trata regularmente con todos los países del Golfo, y sobre todo, con el régimen saudí. Arabia Saudita representa casi el 20% del petróleo importado por India, pero ambos países pretenden dar un paso más: MBS anunció un programa de 100.000 millones de dólares (99.000 millones de euros) de inversiones en India, y Modi fue el invitado de honor del “Davos del desierto”, el foro de inversiones saudí que impulsa el proyecto Vision 2030.
En 2020-2021, los intercambios comerciales bilaterales ascendieron a 22.000 millones de dólares (21.770 millones de euros), en comparación con los escasos 2.000 millones de dólares (1.980 millones de euros) que representan los intercambios entre Arabia Saudita y Pakistán. Además, la asociación entre India y Arabia Saudita, que se fortaleció en 2019, también se abre al terreno de la seguridad y la defensa. India posee una cantidad de expatriados en Arabia Saudita (alrededor de 2,2 millones de personas) similar a la de Pakistán (cerca de 2,4 millones). India es un asociado preferencial de la Visión 2030 de MBS, mientras que Pakistán es un país en crisis financiera que recurre a Riad (y al FMI) en busca de ayuda. Incluso antes de las tensiones de 2020, Pakistán ya había boicoteado, en marzo de 2019, la conferencia de la OCI organizada en Abu Dabi cuya invitada de honor (un hecho inédito) era Sushma Swaraj, la ministra de Asuntos Exteriores de India…
La alianza, a pesar de todo
Para Islamabad, sin embargo, la relación con Arabia Saudita sigue siendo esencial, y Riad, ahora que la crisis de 2020 es cosa del pasado, quiere mantener su influencia sobre el segundo país con mayor población musulmana del mundo, sobre todo si se considera la situación actual en Afganistán tras el regreso de los talibanes al poder y las tensiones entre el régimen saudí e Irán. En diciembre de 2021, la OCI celebró en Islamabad una reunión especial dedicada a Afganistán. Sin organizar una cumbre ministerial dedicada a Cachemira, la organización llegó a un acuerdo diplomático en marzo de 2022, cuando se llevó a cabo, nuevamente en Islamabad, otro encuentro ministerial donde Pakistán invitó a líderes cachemires. La larga declaración de cierre de la cumbre puso en evidencia la agenda demasiado abarcadora del encuentro (clima, covid, Palestina, Afganistán, Bosnia, Ucrania, reforma del Consejo de Seguridad…) pero fue muy complaciente con el anfitrión de la cumbre, Imran Khan, al poner de relieve un tema importante para él: la islamofobia. El texto también retoma, en la cuestión cachemir, el vocabulario habitual de la diplomacia pakistaní:
Renovamos nuestra solidaridad inquebrantable con el pueblo de Jammu y Cachemira, y expresamos nuestro apoyo total a su derecho inalienable a la autodeterminación, de acuerdo a las resoluciones apropiadas del Consejo de Seguridad de la ONU y de la OCI, y al deseo del pueblo cachemir. Condenamos las violaciones masivas a los derechos humanos en Jammu y Cachemira, ocupado ilegalmente por India.
Unas semanas más tarde, Imran Khan perdía el poder tras una moción de censura del Parlamento pakistaní. Su sucesor, Shehbaz Sharif, fue elegido primer ministro el 11 de abril de 2022, y dos semanas más tarde Arabia Saudita se convirtió en su primer viaje oficial al exterior, por invitación del príncipe MBS. La visita incluyó una peregrinación a Medina y La Meca y una reunión con MBS en la cumbre en Yeda. La declaración conjunta tras el encuentro menciona las “relaciones fraternales” entre ambos países, subraya la voluntad de intensificar las asociaciones económicas y de converger en torno a los grandes temas internacionales (Yemen, Palestina, Siria, Irak, Afganistán, Ucrania). En relación a Cachemira, el tono ha cambiado:
Ambas partes recalcan la importancia del diálogo entre Pakistán e India con vistas a resolver los problemas entre ambos países, en particular la cuestión de Jammu y Cachemira, para asegurar la paz y la estabilidad en la región.
La moderación del texto en lo relativo a Cachemira tal vez se explica por los intereses de Arabia Saudita en India. Es cierto que Arabia Saudita, la OCI y muchos otros países denunciaron en junio de 2022 las declaraciones formuladas contra la mujer del Profeta por una portavoz del partido de Narendra Modi, que enseguida la destituyó. Al mismo tiempo, Delhi había considerado inoportunos los comentarios de la OCI sobre la prohibición del hiyab en la escuela decretada por el estado indio de Karnataka. ¿La creciente islamofobia del nacionalismo hindú podría ser un riesgo para la política india ante los países de Oriente Próximo? E inversamente, ¿esa islamofobia india podría estimular las relaciones entre Pakistán y Arabia Saudita? La realpolitik del poder saudí, tanto en lo relativo a Israel como a la cuestión uigur, deja pensar que Riad buscará mantener un equilibrio entre Islamabad y Nueva Delhi que sirva a la vez sus ambiciones económicas y sus intereses geopolíticos.
1NDLR. Escuela de pensamiento musulmana suní muy presente en Pakistán, India y Afganistán. Su nombre proviene de la ciudad de Deoband, en el estado de Uttar Pradesh, en el norte de India, donde se originó. El deobandismo predica un islam tradicionalista y apolítica, así como una lectura literalista de los textos.
2Ali Awadh Asseri, « Saudi Arabia and Pakistan’s unique, profound and durable relationship », Arab News, 24 de abril de 2022.
3« Qureishi Asks OIC to Stop Dragging Feet on Kashmir », Dawn, Karachi, 6 de agosto de 2020.
4Asad Hashim, « Pakistan-Saudi rift : What happened ? », Al Jazeera, 28 de agosto de 2020.