¿La ocupación y la colonización de Palestina no son la misma cosa?

© Hélène Aldeguer, 2016.

Desde 1947, los dirigentes sionistas jamás han renunciado a su voluntad de conquistar toda Palestina. El 5 de junio de 1967, tras una guerra relámpago con frecuencia denominada “Guerra de los Seis Días”, Israel ocupó el Sinaí egipcio, el Golán sirio y los territorios palestinos de Gaza y de Cisjordania, incluido Jerusalén Este. Luego del tratado de paz egipcio-israelí de 1979, Israel devolvió el Sinaí a Egipto, pero la ocupación militar de los territorios palestinos y del Golán sirio continúa hasta nuestros días. Jerusalén fue anexada ilegalmente en 1980; el Golán, en 1981.

La ocupación consiste en la presencia de un régimen militar impuesto a todo un territorio y a su población. La colonización, por su parte, consiste en confiscar a los palestinos tierras y recursos –principalmente hídricos– y en instalar colonos en el territorio ocupado. La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU del 22 de noviembre de 1967, fundada en la “inadmisibilidad” de la adquisición de territorios por la fuerza, exige el retiro de Israel de esos territorios. Pero Israel cuestiona la interpretación de la resolución y afirma que exige el retiro “de” territorios y no “de los” territorios (es decir, de algunos, pero no de todos). Israel también refuta la noción de “ocupación” de los territorios palestinos, so pretexto de que el pueblo palestino no disponía de un Estado independiente antes de la ocupación.

El Cuarto Convenio de Ginebra de 1949 reconoce que Palestina es un territorio ocupado, y por lo tanto prohíbe la implantación de población, la explotación económica y la destrucción de propiedades públicas o privadas, salvo por “necesidades militares”. Adoptado el 17 de julio de 1998, el Estatuto de Roma, que dio nacimiento a la Corte Penal Internacional, prohíbe la colonización. El Estatuto considera incluso que la transferencia directa o indirecta de población de la potencia ocupante hacia un territorio ocupado constituye “un crimen de guerra”.

Sin embargo, desde 1967, la colonización jamás se ha detenido. Las colonias se concentran principalmente en y alrededor de Jerusalén, a lo largo de la “línea verde” –es decir, de la frontera de armisticio de 1949 franqueada en 1967 por Israel–, en el Valle del Jordán y en zonas estratégicas que atomizan el territorio palestino. En 2013 se contabilizaban más de 550.000 colonos en Cisjordania, y los proyectos de construcción no han dejado de intensificarse. En 2002, Israel decidió construir una red de muros que penetran profundamente en Palestina y anexan a Israel los grandes bloques de colonias y las regiones acuíferas palestinas, y al mismo tiempo acorralan ciudades, pueblos, campos de refugiados y hasta vecindarios de Jerusalén. Condenadas regularmente por Naciones Unidas, Europa e incluso Estados Unidos, consideradas como el principal obstáculo a la paz porque impiden cualquier viabilidad del Estado palestino, las colonias no dejan sin embargo de extenderse, y los dirigentes israelíes prevén la anexión de las principales. Con total impunidad.