¿Quién dirige Irán?

Contrariamente a la creencia común que suele reducir al país al “régimen de los mulás”, el sistema institucional iraní resulta más complejo que eso. Al igual que en todo el resto del mundo, varias estructuras de poder colaboran o compiten entre sí.

¿UNA TEOCRACIA?

En la República Islámica de Irán coexisten varios polos de poder: los poderes ejecutivo y legislativo se comparten entre el Parlamento, el presidente y el Guía de la Revolución. De los tres, el último, que suele ser llamado “Guía supremo”, es la pieza central del régimen. Además de ser el jefe de las fuerzas armadas, controla al conjunto de los otros órganos y es la verdadera autoridad decisiva cuando entran en riesgo los intereses fundamentales de la nación (como la política nuclear). De hecho, Irán se rige por el principio del “gobierno del docto” (velayat-e faqih en persa): solamente los religiosos tienen la legitimidad requerida para dirigir el país.

Sin embargo, no se puede considerar a Irán como una pura teocracia. En efecto, no todas las instituciones se fundamentan en una legitimidad religiosa. Algunas, como el presidente, poseen más bien una legitimidad electoral, y otras, como la Asamblea de Expertos, combinan ambas. Por lo tanto, el sufragio universal juega un papel importante en Irán. En este sentido, el artículo 1º de la Constitución Iraní de 1979 deja asentada la dualidad del régimen, ya que justifica la forma de gobierno del país remitiéndose a los principios coránicos y al resultado del referéndum organizado luego de la revolución, en marzo de 1979.

ELECCIONES MUY CONTROLADAS

Aunque no existen partidos políticos propiamente dichos y las diferentes facciones en competencia suelen pasar casi inadvertidas para los observadores occidentales, las elecciones legislativas o la elección presidencial en Irán enfrentan a candidatos con programas variados (incluso dentro del grupo de los “conservadores” o de los “moderados”). Así, el país puede experimentar formas de alternancia política: al ultraconservador Mahmud Ahmadineyad lo sucedió por ejemplo el moderado Hasán Rohaní como presidente en 2013. La vida política iraní es reforzada por el hecho de que los diferentes polos de poder no necesariamente están alineados: el presidente moderado actual tiene que contemporizar con un Parlamento ampliamente dominado por los conservadores desde 2020.

Si bien el sufragio de los iraníes hombres y mujeres no es puramente formal, no se puede calificar al régimen de democrático. Más allá del papel del Guía de la Revolución, cabe destacar que las elecciones no son libres. En efecto, los candidatos son seleccionados previamente por el Consejo de Guardianes de la Constitución, que verifica la conformidad de todas las candidaturas (ver esquema): solo pueden presentarse los partidarios del régimen. Así, para las elecciones legislativas de 2020 fueron descalificadas el 55% de las candidaturas, reduciendo considerablemente la apertura del juego político.

Además, el resultado de las elecciones no siempre parece ser respetado, como ocurrió en 2009, con la reelección muy cuestionada de Mahmud Ahmadineyad y la violenta represión del “movimiento verde” (nombre dado a los manifestantes contra el fraude electoral). El temor a la militarización del régimen se ve corroborado por el peso considerable del cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (también llamada Pasdaran), las fuerzas armadas de élite del régimen, tanto en el campo militar como en el político y económico.

  • © Nicolas Lepoutre.