¿Quiénes fueron los mamelucos?

Los mamelucos tuvieron un rol central en la historia de Egipto y la civilización árabe musulmana. Estos esclavos-soldados (mameluco significa “bien poseído”) gobernaron Egipto y Siria de 1250 a 1517 e inspiraron el sistema de los jenízaros otomanos. Luego de su victoria en la batalla de las Pirámides, Napoleón Bonaparte, impresionado por sus talentos guerreros, decidió crear un regimiento de caballeros mamelucos dentro de su guardia imperial.

Célebres por sus cualidades guerreras, los mamelucos eran originarios de los pueblos turcomongoles kipchák y circasiano y estaban asentados en el actual territorio de Ucrania y el Cáucaso. Capturados desde su juventud temprana, eran llevados a Egipto, donde eran vendidos como esclavos blancos para recibir una educación rigurosa: estudio del Corán, de la sharia, tiro con arco, equitación, etc. Gozaban de un tratamiento distinto al de los esclavos negros, destinados, entre otras cosas, al trabajo agrícola o a convertirse en eunucos.

Durante su educación, estos jóvenes profesaban una lealtad inquebrantable a su amo, que cumplía el papel de un verdadero padre. Cuando llegaban a la edad adulta, integraban una elite militar no árabe distinta del resto de la población.

ESCLAVOS EN EL PODER

A partir del siglo IX, el califato abasí incorporó a los mamelucos al conjunto de sus tropas. En un principio auxiliares, poco a poco fueron ganando un lugar considerable, a tal punto que se convirtieron en el corazón del ejército de la dinastía ayubí (1174-1250). En 1250, mientras Egipto sufría los ataques conducidos por Luis IX de Francia (San Luis), los mamelucos derrocaron a la dinastía ayubí asesinando al sultán Turan Shah. Gracias a las victorias de Mansourah y Fariskur, que le pusieron fin a la séptima cruzada, los mamelucos tomaron el poder en Egipto. Su sultanato se caracterizó por la violencia política contra los aspirantes al poder y las rebeliones populares.

Su perduración en Egipto se explica por la legitimidad ganada tras sus hazañas militares, religiosas y económicas. El pensador Ibn Jaldún no duda en afirmar que los mamelucos salvaron al islam, amenazado por la invasión de los francos y la amenaza mongol. Sus talentos militares, sobre todo los del sultán Baibars, les permitieron terminar en 1291 con los Estados Latinos de Oriente, detener en 1260 la invasión mongol en la batalla de Ayn Jalut y sellar la paz con los mongoles a comienzos del siglo XIV.

Para gobernar, los mamelucos también se apoyaban en la religión. Luego de que los mongoles destruyeran Bagdad en 1258, el califato musulmán fue transferido a El Cairo. Si bien el califa no tenía poder político, los sultanes mamelucos le juraban lealtad de manera sistemática. Como prueba de su religiosidad, también construyeron casi un centenar de mezquitas y de madrasas (escuelas coránicas). Y la organización militar jerárquica de la administración abrió el camino en Egipto a una época de prosperidad económica, con una población que pasó de 2 a 4 millones de habitantes entre 1250 y 1350.

LA CAMPAÑA DE EGIPTO O EL PRINCIPIO DEL FINAL

Para garantizar el carácter endogámico de su casta, los mamelucos mantuvieron el sistema esclavista. Pero tenían prohibido transmitir su estatus a sus herederos, nacidos musulmanes, porque consideraban que así se preservaba el sistema de lealtad resultante del adoctrinamiento de los jóvenes esclavos. También tenían la obligación de casarse con mujeres nacidas, como ellos, en Asia Central.

Debilitada por la peste negra a mitad del siglo XIV y una hambruna sin precedentes, la dinastía mameluca entró en decadencia. La inestabilidad crónica de un régimen minado por los golpes de Estado (50 sultanes en 267 años en comparación con 16 reyes en Francia en el mismo período) así como el atraso tecnológico en el terreno de las armas de fuego precipitaron su derrota frente a los otomanos en 1517.

Sin embargo, el Imperio otomano mantuvo los regimientos de mamelucos dentro del ejército egipcio para evitar la inestabilidad. Por lo tanto, hasta 1798, con la llegada del general Bonaparte, que los derrotó en dos ocasiones, mantuvieron gran parte de su poder. Pero en 1811, el nuevo gobernante, Mehmet Alí, que los consideraba una amenaza para su poder, les tendió una emboscada y los exterminó durante un banquete celebrado en honor a su hijo en la ciudadela de El Cairo.