Enseñar la historia de una manera diferente

1915, genocidio armenio. La Entente condena, pero no hace nada

El 24 de mayo de 1915, las potencias de la Entente condenan públicamente las masacres contra los armenios con términos novedosos, mencionando por primera vez crímenes “contra la humanidad y la civilización”. Si bien no tuvo ningún efecto, la declaración, que con frecuencia queda relegada a la sección de documentación complementaria en los manuales escolares, ofrece perspectivas interesantes sobre la evolución del derecho internacional.

© tOad

Desde hace aproximadamente un mes, la población kurda y turca de Armenia, en connivencia y a menudo con ayuda de las autoridades otomanas, perpetra masacres de armenios. […] Al mismo tiempo, en Constantinopla, el gobierno otomano causa estragos sobre la inofensiva población armenia. En presencia de estos nuevos crímenes contra la humanidad y la civilización efectuados por Turquía, los gobiernos aliados hacen pública a la Sublime Puerta que considerarán responsables personalmente de dichos crímenes a todos los miembros del gobierno otomano, así como a sus agentes que se encuentren implicados en semejantes masacres1.

Aunque los diferentes manuales escolares contextualizan y exponen claramente las modalidades concretas del proceso genocida, la declaración de las potencias de la Entente2 apenas recibe atención. Por lo general, dicha declaración se encuentra simplemente integrada –sin verdaderas pistas de análisis o explicaciones– dentro de un corpus más amplio de documentos: mapas, fotografías y testimonios de víctimas o de observadores extranjeros que a primera vista parecen más explícitos o más fáciles de utilizar en clase.

También podemos imaginar que los autores y los editores de los manuales intentan navegar entre dos exigencias que pueden parecer contradictorias: por un lado, los programas escolares, que imponen explícitamente que se aborde la declaración de la Entente, y por otro, las limitaciones de espacio y de accesibilidad propias de los textos escolares, que requieren que un tema como el genocidio armenio sea tratado de forma clara en un máximo de dos o tres páginas. El estudio de la declaración ofrece sin embargo perspectivas interesantes, ya sea para analizar la evolución del derecho internacional, la propaganda en período de guerra total o incluso la política de Europa occidental en Oriente Próximo.

“Leyes de la humanidad”

A través de la declaración del 24 de mayo de 1915, las potencias de la Entente condenan solemnemente y con términos novedosos la masacre de los armenios perpetrada por el gobierno otomano. En efecto, en 1915, todavía no existía la calificación de “genocidio”: el concepto será inventado por el jurista judío polaco Raphael Lemkin en 1943 e inscripto en el derecho internacional por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio adoptada por unanimidad en 1948 por la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, algunos contemporáneos perciben el carácter extraordinario de las masacres de los armenios perpetradas por el gobierno otomano a partir de 1915, lo cual inspira su propia reflexión.

La declaración sorprende en primer lugar por su precocidad: si bien se suele considerar que el arresto y luego la muerte de varios miles de personalidades e intelectuales armenios en abril de 1915 en Constantinopla marca el comienzo del genocidio, las potencias de la Entente tardan apenas un mes en reaccionar. La declaración fue entregada al gran visir por el embajador de Estados Unidos en Constantinopla, Henry Morgenthau3. Por otra parte, el documento representa una innovación legal. La idea de que existen “leyes de la humanidad” que sin embargo no son definidas –la expresión propuesta originalmente por Rusia de “nuevos crímenes de Turquía contra la cristiandad y la civilización” es rechazada por los franceses y los británicos, que temen irritar a las poblaciones musulmanas de su imperio colonial– está muy presente desde el siglo XIX. Sin embargo, es la primera vez que se las asocia con el término “crimen”: el proyecto de sancionar penalmente a los responsables, en contradicción con el principio tradicional de la inmunidad de los dirigentes, aparece de manera implícita.

La “civilización” contra la “barbarie”

Si bien la expresión utilizada es inédita, la denuncia de los crímenes otomanos se inscribe en una larga secuencia histórica. Así, Europa denuncia la “barbarie” otomana en numerosas oportunidades desde el comienzo de la guerra de independencia griega (1821-1829). En el paso del siglo XIX al XX (en especial tras las grandes masacres de 1894-1897), los europeos se preocupan cada vez más, precisamente, por la situación de los armenios. Si bien los gobiernos no van más allá de formular simples condenas verbales, algunos intelectuales y políticos de todas las tendencias se movilizan en Inglaterra y luego en Francia (Georges Clemenceau, Jean Jaurès, Albert de Mun), donde nace un verdadero “partido armenófilo”. La prensa también representa un poderoso medio para crear una imagen despreciativa de la Sublime Puerta: así, en su edición del 16 de agosto de 1902, el semanario satírico francés L’Assiette au Beurre publica una caricatura que representa al “gran sangrador”4 (es decir, el sultán otomano Abdül Hamid II) con un cuchillo entre los dientes y las manos ensangrentadas, junto a una pila de esqueletos.

Esta temática de la barbarie vuelve a emplearse sobradamente por la naturaleza inédita de la Primera Guerra Mundial: se trata de una guerra total que moviliza todos los recursos de las sociedades beligerantes. En este contexto, con el comienzo del conflicto aparece en Francia y en Bélgica una intensa propaganda que denuncia las “atrocidades alemanas” –reales y también inventadas– y establece un paralelo con las masacres de los armenios. En ambos casos, el objetivo es demostrar que la Entente lucha por la defensa de la “civilización” contra un enemigo “bárbaro” que no respeta ninguna regla y por lo tanto debe ser totalmente derrotado. Sin embargo, esta equiparación entre Alemania y el Imperio otomano resulta ambigua. Si bien algunos sitúan a ambos en el mismo plano (el político británico Lloyd George los designa como “el turco de oriente y el turco de occidente”) y hasta culpan antes que nada a Berlín (el periodista francés René Pinon veía en el genocidio de los armenios un “método alemán, [un] trabajo turco”), otros perciben que la naturaleza de las atrocidades es diferente (el diario La Baïonnette).

Preponderancia de las consideraciones estratégicas

La declaración del 24 de mayo de 1915 legitima entonces la lucha contra el Imperio otomano y justifica in fine la presencia de los franceses, británicos y rusos en una región que les interesa a los tres. Sin embargo, no estuvo acompañada de ninguna acción concreta para defender a los armenios. La cuestión armenia pasa rápidamente al segundo plano por diversas razones: la escasa cantidad de testimonios europeos en el imperio otomano5, la prioridad dada al sufrimiento de los civiles y de los soldados franceses e ingleses, y la preponderancia de las consideraciones estratégicas sobre los asuntos humanitarios.

En definitiva, Annette Becker estima que “el odio a los verdugos es el verdadero motivo de las denuncias, no la compasión por las víctimas”. También se puede pensar que las potencias de la Entente no contaban con los recursos militares para efectuar una intervención masiva capaz de proteger a los armenios de las masacres cometidas: lo prueba el desastre de la ofensiva de los Dardanelos (abril de 1915-enero de 1916), que lleva a los británicos y a los franceses a renunciar a controlar los estrechos y a abrir un segundo frente por un costo de más de 100.000 muertos. La única operación de rescate de los armenios es realizada por los franceses en septiembre de 1915: sus buques de guerra evacuan hacia Egipto a cerca de 4.000 armenios, víctimas de un asedio de casi dos meses en la montaña Musa Dagh6.

La efímera República de Armenia

La posguerra inmediata debería haber sido favorable para los armenios, con la perspectiva de obtener un Estado independiente (que se convierte en un objetivo de guerra explícito de la Entente a fines de 1917) y de juzgar a los responsables del genocidio. Sin embargo, ambos objetivos fracasan debido a los cambios en el contexto internacional. En 1918-1920, los vencedores de la Entente están en posición de fuerza: así, consiguen organizar juicios en Constantinopla que condenan a algunos ministros y dirigentes del Comité de Unión y Progreso (CUP)7 y logran la creación de una gran Armenia independiente por medio del Tratado de Sèvres, de 1920.

Sin embargo, el Tratado de Sèvres no es reconocido por Mustafa Kemal, que se rebela contra el gobierno imperial, derrota a las fuerzas extranjeras que ocupan el país y logra acceder al poder y fundar la actual República de Turquía. En 1923 se firma entonces un nuevo tratado en Lausana: la República de Armenia desaparece, mientras que el proyecto de tribunal internacional especial es abandonado, ya que los principales responsables del genocidio habían logrado huir antes de los juicios de Constantinopla o mientras tanto habían sido liberados8. Habrá que esperar entonces hasta la Segunda Guerra Mundial y el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg (1945-1946) para que la noción de “crimen contra la humanidad” logre una verdadera traducción penal.

PARA CONOCER MÁS SOBRE EL TEMA (en francés)
➞ « Ailleurs, hier, autrement : connaissance et reconnaissance du génocide des Arméniens », Revue d’histoire de la Shoah, nro. 177-178, enero-febrero 2003.
Un número doble que propone, entre diversos estudios puntuales sobre el genocidio, un interesante artículo de Annette Becker sobre las reacciones de los beligerantes ante las masacres y otro de Sévane Garibian sobre la conceptualización del crimen contra la humanidad;

➞ Hamit Bozarslan, Vincent Duclert, Raymond H. Kévorkian, Comprendre le génocide des Arméniens. 1915 à nos jours, Tallandier, 2015.
Una síntesis minuciosa pero accesible sobre el genocidio, sus orígenes, sus modalidades concretas y la actitud de Europa.

➞ Vincent Duclert, La France face au génocide des Arméniens du milieu du XIXe siècle à nos jours. Une nation impériale et le devoir d’humanité, Fayard, 2015.
Un análisis del papel de Francia en el genocidio de los armenios, que para el autor constituye una “parte de su identidad”.

➞ L’Orient dans la guerre (1914-1918), un gran dossier de Orient XXI abierto en 2014. Historiadores relatan los acontecimientos diplomáticos, políticos, militares, económicos y sociales en esa parte del mundo durante la Primera Guerra Mundial.

1Yves Ternon, Raymond H. Kévorkian, « La Première Guerre mondiale et le génocide des Arméniens », Revue d’histoire de la Shoah, nro. 202, enero de 2015.

2La Primera Guerra Mundial enfrenta a la Triple Entente –o Entente–, compuesta principalmente por Francia, Reino Unido, Rusia (hasta 1917), Italia (a partir de 1915) y Estados Unidos (a partir de 1917) contra los imperios centrales, es decir, Alemania, Austria-Hungría y el Imperio otomano.

3Diplomático estadounidense que cumple un papel importante en la documentación y la denuncia de las masacres de los armenios.

4Juego de palabras en lengua francesa intraducible al español. En lugar de utilizar “grand seigneur” [gran señor] se emplea “grand saigneur” [gran sangrador], ambas con una pronunciación prácticamente idéntica. N. del T.

5Muchos alemanes presentes en el lugar deploran las masacres, pero estiman que su alianza con la Sublime Puerta es más importante. solo se moviliza una pequeña parte de ellos, pero no logran ejercer peso sobre su gobierno: es lo que le sucedió al misionario protestante Johannes Lepsius, que publicó su “informe secreto” con pruebas del genocidio en 1916, pero debió exiliarse a los Países Bajos para huir de los servicios secretos alemanes.

6Este episodio se volvió célebre gracias a la novela de Franz Werfel, Les Quarante jours de Musa Dagh, publicada en 1933.

7También conocido con el nombre de “Jóvenes Turcos”, el CUP es un partido político nacionalista que accede al poder en Constantinopla en 1909.

8A fines de 1921, Londres libera por ejemplo a unos sesenta detenidos por presión de Turquía y ante la falta de una jurisdicción apta para juzgarlos.