Gaza. El “apaciguamiento” a cambio de la seguridad sanitaria

En el contexto de una pandemia que hasta ahora no ha afectado de manera significativa al territorio superpoblado de Gaza, las negociaciones entre Hamás e Israel, que cuentan con la participación activa de Egipto, buscan alcanzar un acuerdo de “apaciguamiento” que implique una pausa en los disparos de misiles a cambio de asistencia médica para Gaza. De concretarse, el acuerdo podría contribuir a marginar aún más a la Autoridad Palestina.

Ciudad de Gaza, 1 de julio de 2020. — Yahya Sinouar (centro) participa en un mitin en el «día de la ira» contra el plan de Israel de anexar partes de la Cisjordania ocupada
Mahmud Hams/AFP
  • “La ocupación […], el coronavirus […] matan a nuestros prisioneros.” Frente a la sede del comité internacional de la Cruz Roja en Gaza, varios manifestantes reunidos por iniciativa del “ministerio de prisioneros” –instancia administrada por Hamás– exigen, habida cuenta del alto riesgo de contagio de COVID-19 en las prisiones, la liberación de los prisioneros palestinos detenidos en Israel.

En efecto, en este contexto de crisis sanitaria mundial, las negociaciones en torno a los prisioneros no se vieron interrumpidas. Al contrario, parece que la pandemia resultó un catalizador del diálogo. Si las negociaciones llegan a buen puerto, abrirían el camino para la adopción de un acuerdo de “apaciguamiento” (tahdi’a) entre el movimiento islamista e Israel. Desestabilizado luego de las últimas elecciones y ahora ocupado en refrenar la crisis de la COVID-19, el gobierno israelí tiene buenas razones para pactar un período de calma a cambio de asistencia médica en la franja de Gaza. Al descubrirse cuatro casos de infección el 24 de agosto, después de que Israel llevara a cabo una serie de ofensivas durante más de una semana e impidiera la entrada de combustible, lo que provocó una escasez masiva de electricidad, las autoridades de Gaza dieron la alarma.

El fantasma de una crisis sanitaria en Gaza

Debido a la densidad de población en Gaza, una de las más elevadas del mundo, y a la situación humanitaria, que no deja de degradarse por efecto del bloqueo israelí, en el enclave palestino, que hasta ahora se ha mantenido relativamente indemne, temen la propagación del virus. En varias oportunidades, Yahya Sinouar e Ismail Haniya, dirigentes de Hamás, se expresaron públicamente respecto a la gestión de la crisis. A mediados de abril, en el marco de una gira internacional, Haniya, jefe de la oficina política del partido, señaló en una entrevista en Doha que en la franja de Gaza se habían tomado una serie de medidas en relación al coronavirus.

Se había creado, por ejemplo, un centro de cuarentena en el paso de Rafah para los ciudadanos palestinos que regresaban de Egipto. Desde mediados de marzo, el cruce fronterizo solo se abrió en tres ocasiones a fin de permitir el regreso de los palestinos bloqueados en Egipto. La mayor parte de los casos registrados en la franja de Gaza corresponden a viajeros provenientes de Egipto, pero todos habían sido detectados hasta ahora dentro del centro de cuarentena. A comienzos de abril, se habían contabilizado una decena de casos positivos, y desde entonces las cifras fueron aumentando gradualmente hasta alcanzar, a principios de agosto, unos 80 casos. Durante la entrevista, Haniya señaló que, para enfrentar la crisis, las autoridades de Gaza cooperaban con el Ministerio de Salud en Ramallah. Sin embargo, con un sistema de salud deficiente debido a la ocupación israelí y a la suspensión del apoyo económico estadounidense, los palestinos se han vuelto dependientes de la asistencia extranjera para enfrentar la pandemia.

Preocupado por la situación sanitaria en el enclave vecino, a fines de marzo El Cairo envió, en coordinación con las autoridades israelíes, un convoy con asistencia médica y alimenticia. El envío tuvo lugar en un contexto de tensión; desde la franja de Gaza, Hamás había disparado cohetes con el objetivo de presionar a Israel para obtener kits médicos.

Además de ese apoyo humanitario, Egipto –en particular los servicios de inteligencia a cargo de las negociaciones de apaciguamiento– realizó esfuerzos diplomáticos para mantener la calma entre ambas partes, sobre todo a comienzos del mes de abril, cuando Sinouar respondió en directo las preguntas de los ciudadanos. En efecto, Sinouar profirió amenazas contra Israel si la situación en la franja de Gaza llega a degradarse debido a la inasistencia israelí. No obstante, el punto de vista de Israel es claro: no brindará ayuda sin contrapartida.

Negociaciones, “lo mismo de siempre”

Si bien las negociaciones de apaciguamiento en curso incluyen un apartado sanitario, es evidente que se trata de un tema coyuntural. En efecto, desde hace más de una década las discusiones se centran en el levantamiento del bloqueo israelí en la franja de Gaza a cambio de una “tregua” de una duración mínima de cinco años. Los términos del acuerdo negociado de manera indirecta, en el que Egipto ofició de mediador principal, son relativamente imprecisos. Sin embargo, su implementación consta de varias etapas, como la construcción de infraestructuras en Gaza, de líneas eléctricas y parques industriales en los cruces fronterizos con Israel, e incluso la extensión de la zona de pesca.

En el último tiempo, las negociaciones, que estuvieron centradas en torno a la cuestión del intercambio de prisioneros, parecen haberse acelerado por efecto de la Covid-19. Debido a la situación sanitaria, Hamás reclama en efecto la liberación de las personas mayores, de las mujeres y de los niños detenidos en las cárceles israelíes, así como la de los prisioneros liberados en el marco del acuerdo Gilad Shalit de 20111 y encarcelados de nuevo en particular durante la Operación Margen Protector de 2014. A cambio, el gobierno israelí exige los cuerpos de dos soldados fallecidos y la liberación de dos de sus ciudadanos que se habían infiltrado en la franja de Gaza.

Los líderes de Hamás intentan presentar una posición intransigente a ese respecto, como lo demuestran las palabras inflexibles de Sinouar de comienzos de abril. Sin embargo, la singular relación asimétrica entre Israel y el partido islamista obliga a este último a limitar su ímpetu belicoso a una dimensión puramente retórica y, una vez más, a dar muestras de pragmatismo. Así, el diálogo entre Hamás e Israel a través de los servicios de inteligencia egipcios es constante. Sin embargo, aunque estos últimos meses las negociaciones parecen haber tomado un cariz más concreto, es necesario constatar la extrema volatilidad del contexto.

En efecto, la lentitud del proceso contrasta con la urgencia humanitaria y el sufrimiento de los gazatíes. Esa angustia se manifiesta a través de frecuentes movilizaciones populares, como la “marcha del retorno” de marzo de 2018, que en parte escapan al control de Hamás y dan lugar a la represión militar israelí. Recientemente, a mediados de agosto, la reanudación del envío de globos incendiarios hacia la frontera con Israel provocó la suspensión por parte de Israel del desembolso de los fondos cataríes para el enclave palestino, así como una enésima escalada de tensiones. Una delegación de seguridad egipcia se trasladó a Gaza para encontrar de momento –y como siempre, in extremis– un terreno común entre las partes que les permita avanzar lo más rápido posible en las negociaciones en curso para sellar un acuerdo.

Los retos políticos y de seguridad

Las negociaciones de apaciguamiento presentan una cierta continuidad, tanto desde el punto de vista del proceso como de los actores implicados, como por ejemplo, la presencia sistemática de mediadores egipcios, pero también alemanes y suizos. Los servicios de inteligencia egipcios se distinguen sin embargo de los otros protagonistas de la mediación por la duración de su participación, y también, en particular, por sus propios intereses en el apaciguamiento. Dada la contigüidad territorial entre Egipto, la franja de Gaza e Israel, el mantenimiento de la calma entre los dos últimos, por lo menos a corto plazo, constituye una cuestión de seguridad nacional para El Cairo, que de ese modo se asemeja más a un “mediador asociado”. El caso del Sinaí es emblemático de esa configuración de mutua dependencia de los actores. Desde el comienzo de su mandato en 2013, el mariscal Abdel Fattah al-Sisi brega por la reconquista de la península del Sinaí. En esa región, al-Sisi lleva adelante una “guerra contra el terrorismo” que apunta sobre todo a Hamás. Luego de un intenso período de represión del partido islamista, sobre todo a través del cierre casi sistemático del paso fronterizo de Rafah entre 2013 y 2017, el régimen militar egipcio y Hamás encontraron un modus vivendi. Hamás coopera con las autoridades egipcias controlando escrupulosamente los ingresos y los egresos de la franja de Gaza a cambio de un relajamiento de las condiciones de movilidad de los palestinos.

Desde el punto de vista egipcio, ese dinamismo en las relaciones no está destinado sin embargo a prolongarse indefinidamente. El Cairo estima que se trata de un matrimonio eventual y desea el retorno de la Autoridad Palestina en Gaza, ya que a largo plazo no tolerará que un partido asociado sistemáticamente con los Hermanos Musulmanes controle un territorio vecino. Sin embargo, Hamás goza de una posición privilegiada en comparación con el presidente Mahmud Abás, quien ha estado marginado de las negociaciones de apaciguamiento y no siempre comparte la visión de su par egipcio. La noticia de la participación de su opositor político Mohamed Dahlan como intermediario entre El Cairo y Hamás, por ejemplo, fue recibida con irritación en Ramallah2.

Las negociaciones de apaciguamiento parecen contribuir así a desacreditar a la Autoridad Palestina. En efecto, aunque se trata de discusiones relativamente informales que no implican un reconocimiento oficial recíproco entre Israel y Hamás, refuerzan el estatus político e internacional de esa organización y a su vez profundizan aún más la división entre las facciones palestinas. Por otra parte, los negociadores de Egipto, mediador también en la reconciliación intrapalestina, en cierto modo han ninguneado a Hamás luego del fracaso de la aplicación del acuerdo sellado en El Cairo en octubre de 2017 entre Hamás y Fatah. Ambas organizaciones intentan hacer un frente común, sobre todo después del anuncio del gobierno norteamericano en enero último celebrando el “acuerdo del siglo”, y más recientemente, como respuesta al proyecto de anexión de territorios palestinos impulsado por el gobierno de Netanyahu.

Luego de la conferencia de prensa conjunta de principios de julio brindada por Jibril Rajub y Saleh al-Arouri, dirigentes respectivos de Fatah y Hamás, surgió la idea de organizar en el futuro próximo una reunión pública en Gaza denominada “festival”, que reunirá a diferentes partidos políticos. Esta iniciativa reapareció en la agenda palestina tras el acuerdo de normalización de las relaciones entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel. Durante su última visita del 16 y 17 de agosto a Ramallah y luego a Gaza, la delegación de seguridad egipcia comunicó a los palestinos las posiciones de los gobiernos israelí y emiratí, e instó a las diferentes facciones a reunirse.

No obstante, hay motivos para dudar del éxito de esos renovados esfuerzos en pos de la unión nacional. En efecto, el diálogo relativamente fecundo en torno al intercambio de prisioneros, primera etapa hacia el “apaciguamiento”, ratifica una lógica de negociación con Israel paralela al difícil proceso de paz llevado adelante por la Autoridad Palestina.

1NDLR. Este soldado del ejército israelí, capturado el 25 de junio de 2006, fue liberado por Hamás el 18 de octubre de 2011 a cambio de la liberación de mil prisioneros palestinos.

2En junio de 2017, se celebraron en El Cairo reuniones entre la Corriente de Reforma Democrática de Dahlán y Hamás; las discusiones analizaron los términos de una mejora de la situación humanitaria en Gaza.