Economía

La industria armamentística en Turquía, un gigante con pies de barro

Estambul, 17 de septiembre de 2019. El dron Bayraktar Akıncı se expone en el festival de aviación, aeroespacial y tecnología Teknofest 2019
CeeGee/Wikimedia Commons

En una década, Turquía fortaleció considerablemente su autonomía en la producción de armas y logró varios éxitos como exportador, en particular en la producción de drones. Pero en varios aspectos, como la motorización, su industria militar sigue dependiendo de los proveedores extranjeros.

“Somos uno de los diez países que pueden diseñar, construir y mantener sus propios buques de guerra”, declaró el sábado 23 de enero de 2021 el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, durante la botadura de la fragata TCG Istanbul, que fue presentada como una de las joyas de la marina. Pero solo el 75% del buque es turco… Los astilleros navales turcos no pudieron prescindir del apoyo tecnológico extranjero, lo cual muestra a las claras la dinámica de la industria armamentística: se trata de un gigante que permitió que Turquía diera un salto industrial y tecnológico que lo situó entre los mayores exportadores de armas del mundo pero que, en los hechos, sigue dependiendo profundamente de los países extranjeros.

La indispensable autonomía estratégica

Presentada en 2010, la “Visión 2023”, planificada por los dirigentes turcos para el centenario de la fundación de la república, engloba un sinnúmero de objetivos orientados a convertir al país en una potencia independiente e ineludible. En este marco, el sector armamentístico aparece como una de las puntas de lanza de este ambicioso proyecto: símbolo por excelencia de la soberanía nacional, las fuerzas armadas turcas deberán disponer de equipamiento íntegramente made in Turkey.

Además de esta política simbólica, las autoridades aspiran a la autonomía estratégica por razones mucho más pragmáticas: en el contexto de la crisis de Chipre, de 1975 a 1978, Estados Unidos impuso un embargo sobre la venta de armas a Turquía. La medida asfixió a las fuerzas armadas turcas, así que Ankara decidió iniciar el desarrollo de una industria de defensa autónoma.

Esta mentalidad asediada sufrió más tarde incidentes similares. En 2010 y 2012, el Congreso norteamericano se opuso a la exportación de drones a Turquía debido a las tensiones que enfrentaban a Tel Aviv y Ankara. En enero de 2018, Berlín se desvinculó del programa de modernización de los tanques alemanes Leopard 2 utilizados por Turquía debido a su operación “Rama de Olivo” contra el cantón kurdo de Afrin, en Siria. Y más recientemente, frente al creciente belicismo de Turquía, varios países como Canadá, Alemania e incluso Reino Unido decidieron en 2019 y 2020 dejar de entregar algunos componentes indispensables para la fabricación de los drones turcos, punta de lanza del intervencionismo de Ankara en la región1.

La creciente desconfianza de los países de Europa occidental y de América del Norte hacia Turquía, sumado al desarrollo a marchas forzadas de la industria de defensa, llevó a un derrumbe del 81% de las exportaciones militares estadounidenses hacia Turquía de 2010 a 2020. Turquía, que era el tercer comprador mundial de armas estadounidenses en el período 2011-2015, quedó relegado al puesto 19 entre 2016 y 2020. Y en julio de 2019, Estados Unidos bloqueó la venta de helicópteros turcos T129 ATAK a Pakistán debido a que los aparatos estaban equipados con motores CTS800, de manufactura estadounidense. Sin alternativa a los motores estadounidenses, el contrato caducará y Turquía perderá 1.500 millones de dólares.

De modo que la industria armamentística pasó a ser una de las prioridades para las autoridades turcas; en julio de 2018, la presidencia pasó a controlarla directamente al suprimir la Subsecretaría de Industrias de Defensa (SSB) y crear la Presidencia de Industrias de Defensa.

En el puesto 14 a nivel mundial

En diez años, el sector de la industria de defensa dio un salto considerable; si en el año 2000 había una sola empresa turca en el ranking de las 100 empresas armamentísticas más grandes del mundo, en la actualidad ya son siete. Las industrias de defensa, que pasaron de un volumen de negocios de 1.000 millones de dólares en 2002 a 11.000 millones en 2020, hicieron que Turquía escalara al puesto 14 en la lista de los mayores exportadores de productos militares del mundo. De 2010 a 2019, Turquía vendió material de guerra a 28 países, sin contar las entregas a algunas facciones, como los grupos rebeldes que Ankara apoya en Siria. Las ventas sumadas de Turkmenistán, Arabia Saudita y Pakistán en ese mismo período solo representaron la mitad de las exportaciones turcas.

Además, Turquía parece estar a punto de ganar la apuesta por la autonomía estratégica: de 2015 a 2019, redujo un 48% las importaciones de materiales y tecnologías militares en comparación con el período 2011-2015. Y a su vez, logra desarrollar todos los aspectos de la industria de defensa: de sus dos empresas que ingresaron al ranking de las 100 mayores empresas militares del mundo, FNSS Defense Industries está especializada en el hardware, y la otra, Havelsan, en el software.

En el terreno, las fuerzas armadas ya utilizan, o se disponen a utilizar, una gran variedad de materiales diseñados y manufacturados en Turquía. Los helicópteros de combate estadounidenses Bell AH-1 fueron remplazados por T129 ATAK de la empresa turca TAI, mientras que el fusil de asalto alemán HK-G3, en dotación desde la década de 1970, fue suplantado por el MPT-76, producido por MKEK. Los tanques pesados Leopard 2 serán remplazados a principios de 2023 por el tanque Altay, fruto del trabajo de un consorcio de empresas turcas. En junio de 2021, el gigante industrial Aselsan logró modernizar los tanques Leopard 2 que los alemanes se negaban a mejorar en 2018.

Pero el símbolo del éxito industrial militar lo ilustra por lejos el avance colosal en el campo de los drones para uso militar. Desde el dron armado Bayraktar TB2 hasta el dron de vigilancia Akıncı, Turquía se convirtió en especialista en aviones sin piloto gracias al ingeniero Selçuk Bayraktar, un héroe nacional que además es yerno del presidente Erdogan. Desde la costa de Libia hasta la llanura en Siria, pasando por las montañas en Irak o el Alto Karabaj, los drones le permitieron a Turquía y sus aliados tomar decisiones en el campo de batalla con eficacia, rapidez y una reducida cantidad de pérdidas humanas.

Los drones turcos se venden en todas partes del mundo, incluso en Polonia: por primera vez en su historia, Turquía logró vender armas a países de la OTAN, en perjuicio, por otra parte, de Estados Unidos, cuyos drones Predator resultan más de cinco veces más caros que los TB2 (26 millones de dólares los drones norteamericanos, contra 5 millones los drones turcos). Envalentonado por el éxito, Turquía intenta ganar más terreno en el campo de los drones y actualmente desarrolla un dron marítimo especializado en el combate submarino, cuatro tipos distintos de drones terrestres armados, drones de remoción de minas e incluso aviones sin piloto con capacidad para ser utilizados desde una base aérea o desde un buque anfibio.

Dependencia del exterior

A pesar de los considerables avances realizados estos últimos diez años, Turquía todavía no logra prescindir de la pericia de las potencias extranjeras. Además de los sistemas de armas de defensa antiaérea S-400 entregados por Rusia en los últimos meses, Turquía debería recibir próximamente seis submarinos diseñados en Alemania, cinco aviones especializados en la guerra submarina manufacturados en Italia y un buque de asalto anfibio construido en España, que permitirá el despegue de helicópteros, drones y aviones VTOL/STOL (aviones de despegue y aterrizaje vertical o corto). La embarcación, que llevará el nombre de TCG Anadolu, utilizará el radar italiano SPN-720 para la asistencia en el despegue/apontaje de los aviones en situaciones climáticas difíciles. Muchos otros navíos de la marina turca, como las fragatas de clase Barbaros, Yavuz o buques de ataque rápido de clase Kılıç fueron diseñados en Alemania.

Las producciones presentadas como “autóctonas” contienen en muchos casos equipamiento o tecnologías extranjeras: el tanque de combate principal Altay estará equipado con un cañón alemán Rheinmetall, los helicópteros de combate T129 ATAK tendrán motores norteamericanos LHTEC, y los submarinos de clase Reis son propulsados por motores alemanes Siemens. El futuro avión de combate TF-X resultó un desastre industrial, ya que su fecha de entrada en servicio es aplazada permanentemente, sobre todo debido a las dificultades para encontrar un motor adecuado; el Reino Unido, que debería ayudar a Turquía a motorizar el artefacto gracias a un acuerdo con Rolls-Royce, se retiró del proyecto en marzo de 2019.

De hecho, en materia de motorización, Turquía padece lagunas endémicas. Un exresponsable de las industrias militares declara que “ya era un problema hace quince años, lo era hace diez años, y sigue siéndolo hoy mismo”. Ya se trate de helicópteros, tanques, drones o aviones de combate, los motores turcos son ineficaces y los industriales no tienen otra alternativa más que recurrir a las empresas extranjeras. Turquía se esfuerza por elegir socios con quienes el riesgo de crisis diplomática parece ser menor. Las empresas surcoreanas Doosan y S&T Dynamics, por ejemplo, dotarán al tanque Altay del motor que los alemanes debían proveer en un principio, antes de retirarse del proyecto en 2018, tras el embargo decretado por Berlín. Por su parte, los helicópteros T129 ATAK cambiarán su motor norteamericano por un modelo ucraniano fabricado por la empresa Motor Sich, mientras que el dron Akıncı, mucho más pesado que el TB2, estará dotado de un turbohélice ucraniano AI-450.

Fuga de cerebros

A pesar de los importantes subsidios a disposición, el sector armamentístico en Turquía debe hacerle frente a la falta de mano de obra calificada. Luego del intento de golpe de Estado en julio de 2016, las purgas iniciadas por las autoridades turcas llevaron a la detención o a la destitución de miles de personas, instaurando un clima de temor en el país: en 2020, abandonaron Turquía más de 330.000 personas, de las cuales gran parte eran jóvenes con título superior.

En 2018, un informe publicado por la Presidencia de Industrias de Defensa reveló que 272 empleados de las industrias del armamento, sobre todo jóvenes ingenieros e investigadores, habían dejado el país para instalarse principalmente en Estados Unidos, Países Bajos y Alemania. Las cifras son elocuentes: el 41% de ellos tenían entre 26 y 30 años, el 54% había obtenido un doctorado, y el 59% contaba con más de cuatro años de experiencia en las industrias de defensa. Para el sector armamentístico en Turquía, se trata de una verdadera fuga de cerebros que explica en parte sus dificultades estructurales para llenar ciertas lagunas, como la motorización.

Este fenómeno debería continuar en los próximos años: entre sus motivaciones para irse de Turquía, los empleados de la industria armamentística mencionan, entre otras cosas, el clima de temor que reina en el país y la situación política, que consideran “anormal”.

Si bien la industria armamentística en Turquía no deja de desarrollarse desde hace una década, la curva exponencial pronto debería tocar un techo debido a esta fuga de cerebros, a lagunas tecnológicas persistentes y, principalmente, a oportunidades comerciales limitadas: aunque las exportaciones militares crecieron fuertemente, la mayor parte de la producción sigue destinándose a las fuerzas armadas turcas. El mercado interno rápidamente debería llegar a un límite, frenando el crecimiento en el sector armamentístico; sin embargo, el gigante industrial creado por Recep Tayyip Erdogan resulta un éxito político incuestionable, del que pretenderá seguir sacando partido, sobre todo en vista de las elecciones presidenciales y del centenario de la república turca, que se celebrarán ambos en 2023.

1Selçuk Bayraktar, creador de TB2 y responsable tecnológico de la empresa Baykar, anunció que el embargo solo tuvo un impacto limitado sobre la producción y el uso de los drones.